El domingo 5 de septiembre, el Enviado Especial de Su Santidad Juan Pablo II, cardenal Julio Terrazas Sandoval, recibió en un encuentro privado al equipo de producción del Centro Televisivo Arquidiocesano de Buenos Aires y a los miembros de la Oficina de Prensa del Arzobispado de Corrientes. En un ámbito distendido y cordial, mantuvimos una conversación que transcribimos a continuación.

¿Cuál es la importancia que S. E. R. le asigna a la celebración este Congreso Eucarístico Nacional? Yo creo que la experiencia en la preparación del Congreso Eucarístico, ya ha venido descubriendo que la importancia no sólo se centra en el éxito de las organizaciones o de las comisiones, sino en que la gente capte el sentido exacto de la Eucaristía. Me parece extraordinario que el Congreso haya cambiado la costumbre de hacerlo sólo en celebraciones grandes, muy bonitas, muy realizadas. Ha habido realmente una reflexión a nivel de base, a nivel de parroquias, de diócesis. Aquí mismo se han formado distintas comisiones por áreas que tratan de sacar, desde la Eucaristía, la luz para sus días y también la iluminación para los problemas de los que viven en la sociedad. No es sólo un gesto de devoción sino que es más bien un empuje para tomar conciencia de lo que es la Fe. Frente a las crisis sociales y económicas, ¿cuál sería para usted el rol más práctico que debería optar la Iglesia, contando con instituciones como Cáritas y otras, y cómo cree se reconstituye la dignidad del hombre cuando ya se ha recorrido el camino inverso? Creo que reconstituir o recrear la dignidad de la persona humana es una de las funciones del Evangelio; el hombre nuevo, el mundo nuevo, no es una creación material: es un espacio espiritual donde la libertad y la justicia están al alcance de todos. Es un trabajo lento al que está llamada la Iglesia. Frente a las crisis o a los cambios sociales, la Iglesia, en palabras claras y precisas, debe animar a que la gente no se quede anclada. Otra de las perspectivas que debemos tener es no asustarnos frente a los cambios. El discípulo de Cristo tiene que tener la amplitud para no aterrorizarse frente a esos cambios porque éstos tienen esa condición humana que es el mismo progreso humano. A la razón, la técnica, la ciencia hay que ir dándoles espíritu para que no se conviertan en nuevas maquinarias de opresión y de supresión de la dignidad humana. En ese trabajo estamos involucrados, todos deberíamos estar, y creo que el Congreso propone una visión a los cristianos: no es quedarnos nostálgicos con el recuerdo del pasado, sino prepararnos para seguir marchando con los problemas que encontramos cada día. ¿Qué mensaje trae para el pueblo argentino? La verdad es que yo me estoy llevando el mensaje. La misión que me habían encomendado era pedir al pueblo argentino que reavive su Fe en la Eucaristía y que sobre todo tome el ejemplo de la Virgen: Ella actuó y trabajó en consecuencia para que esta entrega de su Hijo esté al servicio de todos. Me he encontrado con una Argentina que realmente, a pesar de las dificultades, se está reencontrando con su Fe y concretamente su Fe en la Eucaristía y su devoción a la Virgen. Está encontrando el horizonte que se necesita para vencer los obstáculos que provocan las crisis, las crisis profundas y otras menos profundas. Las crisis en la Argentina han sido o siguen siendo graves por la novedad de la mayoría de vivir en crisis. La primera crisis que hay que superar es que frente a los hechos concretos de los problemas globalizantes esta crisis ha tocado a todos. Y lo otro es que hay que construir con la realidad y no con ficciones o sobre cosas que nos han hecho creer en el pasado. Del tema del Xº Congreso Eucarístico Nacional “La Eucaristía nos convoca, nos reconcilia, nos solidariza y nos envía”, ¿cuál de las cuatro acciones le parece que implica una tarea más ardua para la Iglesia? Creo que es crear la conciencia de salir al otro, de ir al encuentro del otro y me parece que allí radica la mayor dificultad. Es lindo estar unidos como lo estamos estos días, todo va a ser inolvidable. Es hermoso hacer gestos de reconciliación pero esto debe apuntar hacia una reconciliación más profunda donde el pasado no sea un obstáculo para dar pasos hacia adelante, por supuesto, sin pisotear la justicia. Con respecto al hecho de solidarizarnos, creo que el pueblo argentino ha manifestado algunos signos que hacen que se muevan muchos para dar de lo que se tiene. Hay cosas que se tienen que acentuar —y eso es lo difícil— pero también lo es para todos y en todas las épocas. Debemos ser consecuentes y hablar esto que hemos visto y oído, y convocar a otros a entrar en esta línea y hacer realmente que el mensaje de Cristo sea un impulso para ir mucho más lejos en busca de una justicia y de una solidaridad auténtica. Ésta es la misión que tenemos que meditar esta última jornada. ¿Cuáles son sus expectativas para este Congreso? Cuando el Santo Padre me pidió esto, mi primera impresión ha sido de temor, pero después también de confianza porque sabía que iba a encontrar un pueblo amigo, un pueblo hermano y eso no ha sido defraudado, no ha sido sentido. Entonces, la expectativa de que esta Celebración Eucarística sirva para ir más allá de nuestras fronteras en búsqueda de todo aquello que el Señor quiere, que todos los pueblos se congreguen no a través de pactos o de alianzas sino que una alianza nueva nos haga sentir entre todos hermanos, ésa fue mi expectativa. Y de alguna forma lo estamos viviendo estos días. Personalmente lo he sentido casi en abundancia: esta expresión de amistad que ha tenido esta querida tierra de Corrientes. En la conferencia de prensa del pasado 2 de septiembre mencionó que la Quinta Conferencia Episcopal Latinoamericana tendrá el tema del discipulado de Cristo como punto central. ¿Cómo es hasta ahora la médula de su análisis y qué importancia le da en su vida cardenalicia al discipulado? El discipulado, creo, es la expresión clara del seguimiento a Jesús. Hasta ahora nos hemos llamado miembros de la Iglesia, nos hemos llamado seguidores del Señor, lo que es verdad. Pero discípulo es aquel que capta lo que verdaderamente el Maestro quiere decir y tiene la intención de comunicar, y fielmente se pone a su disposición para anunciar aquello que Él nos ha dicho y aquello que el Espíritu de vida nos va a ir suscitando como respuesta a los nuevos problemas. Entonces, es una cuestión de fidelidad, de fidelidad al mensaje, al Amigo, al Maestro y, sobre todo, al pueblo a quien hay que servir, porque el Señor vino para eso: nos dio la manera, la forma, el contenido, el servicio del cual no debemos separarnos y al que tenemos que adaptarnos constantemente las formas externas para que el hombre se convierta en discípulo del Señor y no el seguidor y aquel que tiene que la ambición de anunciar el Evangelio. ¿Cómo se debe encarar hoy el lema del Congreso Eucarístico “Denles ustedes de comer”? Ésa es la expresión más concreta y más humana del Señor. Es un desafío para quienes quieren soluciones hechas y dadas, los que quieren que el Señor haga milagros, los que quieren que las cosas alcancen limitando a algunos. “Denles ustedes de comer” es un mandato fuerte, porque ellos sabían que no había mucho. Pulir esfuerzos, el pueblo que ofrece todo lo que tiene y el Señor que dice que su vida sea abundante y es entonces que se produce este extraordinario hecho de la multiplicación de los panes. De allí la frase “Denles ustedes de comer” es el envío, el mandato que todos los creyentes debemos recibir de este Congreso para responder a las situaciones en las que viven nuestros grupos, nuestra sociedad. No es tanto “vayan y consigan más préstamos” sino que “ustedes esfuércense para que no falte el pan”, para que eso poco que tienen sea compartido con un espíritu fraterno, lo que seguramente saciará el hambre físico, pero sobre todo va a saciar el hambre de Comunión, el hambre de hermandad, el hambre de sentirse escuchado, de conocerse. Es importante toda aquella dimensión que la persona requiere que no se satisface sólo con pan o con cosas materiales. Hoy estar con el pueblo es una de las necesidades más vitales y más fuertes que sentimos. ¿Cuál sería para usted el aporte de los pueblos latinoamericanos ante la crisis mundial de falta de valores? Yo creo que es mantener nuestros valores, trabajar para que nuestros valores no sean atropellados, con el sinnúmero de antivalores que nos llegan, a pueblos que han perdido el sentido de la utopía, el sentido de la entrega. A nosotros como pueblos latinoamericanos nos correspondería no sólo mantenerlos sino acrecentarlos y ofrecerlos a nuestras generaciones jóvenes como una proyección de calidad de vida que no se consigue ni con el consumismo ni con las drogas, sino con el esfuerzo de practicar esto que realmente el hombre necesita y con urgencia. La Iglesia de América latina debe viabilizar todo movimiento de religiosidad popular, el espacio para que crezcan los valores evangélicos y no convertir estas fiestas en signos de consumo, sino en signos de compartir con los otros. ¿Cuál es el sentido de hoy del Misterio de Jesús Eucaristía en la Iglesia y en el mundo? Estamos frente a un misterio y por lo tanto esto no se va conociendo a través de descripciones teóricas, sino mirando el modo en que el Señor lo ha realizado, tratando de entender esa actitud de entrega. Creo que ese misterio escondido se va descubriendo poco a poco cuando cada grupo de discípulos tratan de repetir la entrega del Maestro, con sencillez, con humildad pero con eficacia. La presencia del Señor sigue siendo salvadora, y esa salvación sigue siendo la salvación de los pueblos.