La titular de la Cámara de Diputados fue la receptora de pedidos varios para ayudar a decenas de ancianos que viven en el Asilo Juana A. de Chapo. La triste realidad que aqueja a nuestros abuelos llegó a la legislatura y a través de ella, a la comunidad.

Soledad y espera, es el denominador común de decenas de personitas pensantes -o mejor dicho, recordantes de su verdadera vida en este mundo terrenal-, que pasean casi todo el día por los pasillos del Hogar de Ancianos Juana Acosta de Chapo de nuestra ciudad. Se trata de abuelitos que ya no pueden disimular sus dolores físicos. Las huellas del tiempo sin lugar a dudas dejaron mas que arrugas, surcos en sus rostros. Marcas que se profundizan en cada queja, en cada lágrima, que por tristeza crónica acostumbra aparecer. La crónica podría llegar a ser tétrica, si se describe la historia de cada uno de ellos. En síntesis, puede mencionarse el abandono de sus familias, la falta de recursos económicos para afrontar los mínimos gastos de supervivencia y su desconsuelo ante la imposibilidad de “hacer” lo que ya no pueden. Atrás quedaron sus días de trabajo, de educar a hijos y nietos, de alegrías, de luchar por un futuro mejor. Ellos pasaron a ser “personitas” que como indefensos chicos esperan atención, comprensión, cariño. No existe en el hogar en que viven una mamá que los contenga y los mime. Pero Dios, puso en sus vidas un par de salvavidas en medio del naufragio. Son las hermanas de la caridad. Cecilia y Francisca. Así se llaman. Son dos religiosas que dirigen junto a otras monjas el Hogar de Ancianos creado hace muchos años para albergar a los viejitos que no tienen donde ir. A su dirección de Buenos Aires entre San Martín y Bolivar no son muchas las almas caritativas que llegan para colaborar con la subsistencia de los internos, por lo que la Hermana Cecilia, -María Gladis Azcoaga en su vida previa a la conversión al Señor-, no pudo ocultar su complacencia ante una visita inesperada. Una ex compañera del Colegio San José –hace 50 años- llegó para poner un grano de arena en su gran misión de edificar amor. Josefina Meabe de Mathó, actual Presidente de la Cámara de Diputados dialogó con la Hermana y los abuelitos que allí se alojan a fin de contribuir humildemente con la gran obra de acompañar al prójimo en el desamparo. Josefina y la Hermana Cecilia no solo iban al mismo colegio. Si no que vivían a pocas casas de distancia por calle Córdoba. Hoy, a muchos años de aquellos tiempos de juventud, tal vez, el destino, las unió para una causa común: ayudar cada una desde el lugar que la función que les toca desempeñar. “En el hogar hay 75 abuelos entre varones y mujeres. Tenemos un subsidio del gobierno para alimentación. Es en efectivo, así que nos da la posibilidad de comprar verduras y carnes en variedad. Nos dan artículos de limpieza y tenemos 4 colchones de repuesto”, comenzó a contar la Hermana ni bien llegó la visita. Sin protocolo de por medio, en una charla plasmada de recuerdos de la adolescencia, la religiosa siguió relatando todo lo positivo que tenía su accionar diario: el contacto con Dios a través de los ancianos, su inmensa alegría ante la entrega de su ser al amor al prójimo, y el eterno agradecimiento para quienes con su aporte logran que sus “hermanitos abuelos” vivan sus últimos años de la mejor manera posible. “Hace unos días, un señor donó 2 ventiladores de techo”, dijo llena de felicidad. Pero desafortunadamente, hasta allí llegó la lista de las “cosas buenas”. Pronto, Meabe de Mathó tendría que apelar a su memoria para recordar todo lo que se necesita. “Lo mas preocupante es la soledad. Pasan sus horas esperando que alguien los visite. Pero también necesitan ropas, medicamentos, pañales. Por día, se ocupan 30 pañales aproximadamente. La mayoría tienen problemas de presión arterial y es muy importante antihipertensivo. Eso es lo mas urgente”, se despachó casi sin pausa la Hermana Cecilia. LAS NECESIDADES BASICAS Si bien la asociación cooperadora funciona muy bien, lo cierto es que nunca es suficiente lo que asisten 15 hombres y 23 mujeres aguardan en el “sector de postrados” un calmante a tanto dolor físico que padecen. “Ellos no se levantan. Están, como ven, a la espera de que Dios los lleve”, dijo otra hermana que acompaña constantemente a los enfermos mientras la ex intendente de Mariano I. Loza recorría las instalaciones. “Ocho es el número de personal que trabaja en el Asilo por turno. Pero no dan abasto”, le dijo Cecilia a Meabe, quien anotó además la carátula de un expediente que se encuentra en el Ministerio de Gobierno y Justicia a la espera de una resolución favorable para el Asilo que significará mas lugar para más abuelos abandonados. Ejecutiva en su accionar, horas antes a este informe, Meabe tomó contacto con el área respectiva, quien prometió enviar datos concretos sobre el estado burocrático de esta cuestión. “Es que la comisión directiva de un club de esta ciudad está disuelto hace mucho tiempo. Y en su estatuto fundacional, quienes donaron el terreno expresan su voluntad de que en caso de no cumplir función alguna, sea destinado el inmueble al Hogar de Ancianos. Pero a último momento, se presentó una supuesta comisión, lo que hizo retardar el trámite de adjudicación del predio al Asilo”, explicó a Meabe una alta fuente del Ministerio de Gobierno. “En verdad los pedidos son muchos. Están lo que deben ser cumplidos por el área gubernamental y otros que ya les voy a decir, pueden ser satisfechos por cualquier vecino. Las abuelas, especialmente, piden ropas, tinturas para el cabello, cremas nutritivas. Los abuelos, por lo general solicitan una radio chiquita y cigarros. Pero todos, no quieren estar solos. Pasan sus horas esperando a algún pariente que nunca llega. Hace poco murió una abuelita que tenía muchos hijos y nietos. Solo dos hijos venían a veces a verla”, confió una empleada como dando un llamado a la solidaridad. LA REFLEXION QUE NO DEBE FALTAR Es que recorrer los pasillos rodeados de hermosas plantas y flores del Hogar de Ancianos lleva a eso: a instar a todos a la solidaridad y a pensar en que la ancianidad a todos nos llegará en algún momento. “Invita el hogar a reflexionar. Recuerdo como legisladora los derechos de la ancianidad: el derecho a la asistencia, a la vivienda, a la alimentación, al vestido, al cuidado de su salud, al esparcimiento, al respeto. Todo anciano tiene derecho a su protección integral, por cuenta y cargo de su familia y en caso de desamparo, corresponde al Estado proveer dicha protección. Y eso lo que ocurre con este Hogar Juana A.de Chapo. Pero pienso que si todos colaboramos con el cumplimiento estricto de estos principios, que bien le haríamos a estos abuelitos y a nosotros mismos!”, dijo Meabe de Mathó. “El arte de envejecer es el arte de conservar la esperanza. Una bella ancianidad es, ordinariamente, la recompensa de una bella vida”, recordó la titular de Diputados a su ex compañera, la Hermana Cecilia. “Toda ayuda será bienvenida. Nuestro hogar está abierto para todos aquellos que quieran visitar a nuestros abuelitos de 16,30 a 18,30. No se olvide de nosotros”, fue la frase que la Hermana Cecilia dijo a Josefina en su partida. Meabe de Mathó, se comunica con las autoridades de turno para solucionar algunos problemas de fondo del Hogar, entre otras ayudas que prefiere no divulgar. La Hermana Cecilia sigue atendiendo a sus “hermanos abuelitos” y los viejitos siguen esperando, y esperando.