Signos Literarios
Sobre el decir-callando
JOAQUIN MEABE
El sesgo deductivo de nuestra cultura intelectual vive en un círculo vicioso de modo tal que el decir se remite al entretenimiento o a la fantasía. Todo lo demás se resume, para este punto de vista ideológico antes que filosófico, en el silencio porque no se esta dispuesto a fallar.
Antes que fallar es preferible callar. Y en todo caso, para todos esos vicarios de la “ancilla scientiae”, no cabría más que ejercitarse en aproximaciones a la motivación, a la denominación, a los juegos de lenguaje, a la elipsis, y a toda una interminable secuencia de entretenidas irrelevancias. No voy a discutir ahora ni el decir que no dice ni otras complejidades de ese rango. Los heideggerianos tienen aquí mucho para decir y es mejor dejárselo a ellos pues tengo excesivos reparos que no hacen a la personalidad de ese intelectual germano sino más bien a “Sein und Zeit”. Para un mirada crítica estrictamente socrática la proposición 7ª del “Tractatus” de que frente a lo que no se puede hablar es mejor callar (Wovon man nicht sprechen kann, darüber muß man schweigen), no constituye ningún desafío ni se formula de cara a ninguna posible superación. De hecho, toda la actividad intelectual de Wittgenstein posterior al “Tractatus” no es más que un ejercicio de aproximaciones deductivas a las fronteras de la psicología, la lingüística y la lógica. Y no nos engañemos. A los científicos seducen esos entretenimientos porque allí no hay nada que los coloque en el espejo de lo inexplicable o inelaborable o inaceptable del mundo real. Por eso hasta el más recóndito ejercicio de erudición histórica está siempre más cerca de lo real que estos juegos de lenguaje. Incluso ante interrogantes inocentes o meros ejercicios de cátedra, esos juegos deductivos nada pueden decir porque no tienen nada para decir. Por ejemplo, desde esa perspectiva que bien se podría llamar wittgensteniana: ¿que se podría decir de lo que nos muestra el incomparable film “El silencio” de Ingmar Bergman o el incierto escenario de “Solaris” en la versión fílmica de Andrei Tarkovski? Pongamos incluso un ejemplo más simple y que solo tiene la apariencia de infantil: ¿Qué se puede decir, desde esa perspectiva, del sueño de Alicia o del evanescente gato de Cheshire en la obra de Lewis Carroll? Por lo visto no hace falta preguntar que cabe decir de la guerra de Irak, del daño colateral en la represión de mano dura o la sublimación terrorista de la muerte interiorizada como pedagogía religiosa, así como en tantas otras intensas controversias en las que no hay patrones de uniformidad que permitan el ejercicio deductivo. En ese punto la “ancilla scientiae” ya ha escapado al aséptico territorio de la neutralidad deductiva dejando las tareas del mundo real para los “limpialetrinas” y los tábanos como Sócrates. Y en ese escape, por cierto, han dejado como lastre también a la filosofía. Por otra parte se cree haber encontrado en los escépticos un método para decir-callando. Se los imagina como un purgante de los sentidos. Esto ya lo sugería Heráclito (prefiero lo que puedo ver, oir y aprehender [por los sentidos]) y es lo que ha sostenido el sensualismo hasta que Sócrates lo desarticuló con su impronta de autoinspección, orientada a develar el sendero que lleva a ampliar interminablemente el horizonte de la propia ignorancia siempre más allá de toda la ingenuidad sensualista que, por general, nunca se explica por si misma y que, en todo caso, siempre requiere la dilemática presencia del sujeto que debe sopesar la consistencia, extensión y las alternativas a esas preferencias. Conviene recordar que al conectar la filosofía con la “escepcis”, Sexto Empírico transforma la zetética socrática y la simplifica, eliminando la autoinspección en beneficio de la ataraxia y de la metrophateia. La ataraxia es la ausencia de inquietud y esto va en una dirección del todo contraria a la zetética socrática que es una búsqueda inquietante y permanente orientada a ampliar de manera infinita el horizonte ignorancia. La zetética socrática perturba e inquieta al sujeto a diferencia de la indagación del escéptico que trata de escapar de toda perturbación y por eso Sexto define la ataraxia como la tranquilidad y serenidad de la psyché [ Hyp. Py., I, 10 ,8-9]. La metropatheia por otra parte es una moderación y hasta una neutralización de las pasiones. Acerca de todo esto afirma Sexto Empírico que decimos, por cierto, que el fin del escéptico, en lo opinable, es la ataraxía, y en lo necesario, la moderación de las pasiones. Resultará entonces que teniendo que empezar a filosofar, para alcanzar la ataraxia, deberá juzgar las fantasías para comprender cuales son verdaderas y cuales falsas, y al llegar a un discrepante punto de equilibrio respecto de aquel antagonismo, ya no tratará de resolverlo y se abstendrá. Y, en ese punto, al abstenerse en lo opinable, alcanzará la ataraxia [ Hyp. Py., I, 25,4-28,4]). Por cierto, ya después de Sexto Empírico solo va a quedar el nudo registro de Sócrates dentro de un conglomerado indistinto y desigual de testimonios de todo tipo, importante más allá de todas las reservas que cabe tener frente al caso. Desde luego, a partir de los escépticos la filosofía misma parece que ya ha variado del todo, especialmente en orden a la impronta socrática de su incumbencia, desentendiéndose de casi toda su matriz originaria, cuyo sesgo idiosincrásico admitía la participación de todos aquellos individuos inteligentes, sensibles a los tratos recíprocos y humildes en su disposición para el aprendizaje. Creo que hoy deberíamos tomar nota de todo esto en beneficio del propio interés por el mundo real. Todo esto no revoca a los wittgenstenianos ni a los heideggerianos ni a los escépticos (y a los de todas las demás orientaciones encuadradas en su propia escolástica). Solo llama la atención sobre las implicancias de la diversidad de opciones y de sus eventuales consecuencias. De nuevo creo que vale la pena insistir en la invocación a Pan que hace Sócrates al final del Fedro.
En honor a los 120 años del Tratado de Amistad, Comercio y Navegación firmado entre Argentina y Japón el 3 de Febrero de 1898, se lanzará el jueves próximo desde el Jardín Japonés (Buenos Aires) el primer concurso internacional de Poesía Japonesa “Tierra de Haikus”. La iniciativa es impulsada por la Fundación E Jendú Arte y Cultura, Imagen Diplomática, la Fundación “Andresito de las Misiones” y el Observatorio Social por la Paz y cuenta con el auspicio de la Embajada Japonesa en Argentina.
Las organizaciones que impulsan el certamen desarrollan sus actividades con miras a la reafirmación y expansión en todo el mundo de la Cultura de paz, con especial atención a la filosofía y los objetivos de Naciones Unidas, representados en sus distintos estamentos y agencias, como así también en sus diversos Programas, Fondos y Organismos, que tienen por principal causa el derecho de todos los pueblos del universo a la paz duradera y definitiva.
Este Primer Concurso Internacional tiene como objetivo principal la exaltación de la poesía en general y de la poesía japonesa en particular; al mismo tiempo que busca reafirmar el espíritu de confraternidad y amistad entre el Japón y la Argentina, en Honor y Homenaje a los 120 años del Tratado de Amistad, Comercio y Navegación firmado entre ambos países el 3 de Febrero de 1898
Vale señalar que el milenario Haiku, es una composición poética japonesa que consta consecutivamente de tres versos de cinco, siete y cinco sílabas (diecisiete en total).
Signos Literarios
Otra publicación en revista internacional para teórico correntino
FRANCISCO TOMÁS GONZÁLEZ CABAÑAS
La propuesta de reforma democrática, “El voto anticipado” del autor Francisco Tomás González Cabañas fue publicada por la prestigiosa Revista española de la transparencia, ISSN-e 2444-2607, Nº. 6, del año 2018, en las págs. 102-104. Para el creador del índice democrático, herramienta que mide las prácticas democráticas en los distintos poderes de los distritos auditados, se trata de la publicación número quince por parte de revistas internacionales que imponen estándares de exigencia y de calidad para publicar desarrollos teóricos, que como en otras elaboraciones de González Cabañas (voto compensatorio, gabinete ciudadano, cámara de dipunadores) sostienen novedosos criterios o categorías para remozar la democracia como la experiencia que puede, o debe, seguir siendo mejorada para representar, palmariamente, el gobierno del pueblo o de los ciudadanos.
“Al establecer la posibilidad de un voto anticipado, se conseguirían modificaciones sustanciales, giros copernicanos en la política cotidiana, que al constituirse en concomitantes, complementarias o en paralelo, con el voto o sufragio clásico y tradicional, de ningún modo significara una ruptura conflictiva, una instancia revolucionaria traumática, sino simple y llanamente la consolidación de la democracia misma, resignificando, desde lo electoral su definición histórica como etimológica.
El voto anticipado, permitirá que el ciudadano, en los tiempos actuales en donde considera un valor positivo el compartir sus gustos, preferencias y elecciones, ante sus semejantes, por intermedio de plataformas virtuales o de redes, haga lo propio con su preferencia electoral o política. El voto o sufragio clásico, que en varias aldeas occidentales, sigue amparado por ley, para que se lo respete en su condición secreta, fungió con utilidad hace décadas atrás, cuando las realidades sociales y existenciales no habían sido gravitadas por la explosión del mundo digital y de la cada vez más influyente inteligencia artificial. Sería más que una falta de tino el señalar, como se vio modificada la vida diaria del occidental promedio, de dos décadas a esta parte, más bien, es incomprensible como aún no se haya generado, hasta esta oportunidad, la posibilidad para que el ciudadano moderno, pueda hacer visible, pueda exteriorizar sus elecciones políticas, y en el caso de que lo decida que lo comparte y difunda, tal como lo hace con todos los otros (al menos tiene tal posibilidad) aspectos de su vida que no solo son considerados públicos, sino también áreas o zonas privadas”.
Estos párrafos que hacen mención al desarrollo teórico de Francisco Tomás González Cabañas, publicados por la revista internacional de marras, evidencian el grado de audacia teórica, de arriesgada creatividad, sostenidas en giros arguméntales y en razonamientos acendrados en la historia del pensamiento que lo preceden al correntino, construyendo para sus consideraciones y categorías un sendero en donde seguramente tantos más que vengan con él o detrás suyo, erigirán bajo estos pilares una nueva consideración de lo político como de lo democrático.
El texto “Crónicas de Bosque” de Francisco Tomás González Cabañas, fue publicado en la Revista editada en el Perú “Dúnamis”, en su número 8 del año 9, correspondiente a Septiembre del año en curso.
Con la presente el autor suma 8 publicaciones en revistas internacionales (la mayoría de ellas especializadas en filosofía) en menos de un año, como dos libros de filosofía política publicados, uno de ellos (El Voto Compensatorio) editado en Alemania, y la aceptación a más de una veintena de diferentes congresos internacionales de diversas ponencias oportunamente enviadas y aceptadas.
Crónicas de Bosque, es un relato ficcional, que vislumbra una crítica social que encierran al autor en sinuosos laberintos de persecución e indiferencia por parte de quienes pretenden una sociedad sesgada, en donde las decisiones son tomadas por facciones con poder circunstancial y por tanto el ejercicio ciudadano y la vida democrática, pasan también a ser literatura o filosofía ficcional.
CRÓNICAS DE BOSQUE
Se estima que tiempo antes de la existencia de los guaraníes nuestras tierras fueron habitadas por una civilización que ha dejado muy pocos rastros de su existencia. Alcanzando el grado de mito, como la célebre Atlantis, daremos cuenta, de la información que contamos acerca de la cultura que podríamos dar en llamar como de los “Gentereí”.
En un tiempo no precisado de la historia, en lo que actualmente se conoce como el litoral argentino, una cultura de peculiares características, tuvo su apogeo y extinción, bajo sinuosidades sociales y políticas, que en la actualidad nos pueden parecer, casi familiares y cotidianas, por lo que no es demasiado arriesgado suponer, que pese a los siglos transcurridos y por más que las evidencias materiales no sean contundentes, tenemos una carga genética o arrastramos signos de quiénes serían nuestros antepasados directos; los Gentereí.