Humor
Se han vuelto locas las cosas en mi casa
CHE GATO
Un bostezo, y otro más largo… ¡Buen día vida! ¿Cómo estamos hoy? Sábado por la mañana y es momento de despertarse. Puedo ver por la ventana que el cielo está limpio y deseoso que lo admiren. Así será. Primero debo organizar algunas tareas domésticas, desayunar como corresponde, y luego sí iré a disfrutar este hermoso día que me ha caído en suerte en esta ciudad de Barcelona, Capital del Mediterráneo.
Me pongo de pie y dejo la cama. Pero mejor me acuesto cinco minutos más, porque anoche me dormí muy tarde por haberme quedado atrapado en un fantástico libro de aventuras reales del marino franco-argentino Hipólito Bouchard. A ver… Yo – ¡Colchón! ¡Recibe mi cuerpo tras mi salto! Colchón – ¡No más! Yo- ¿Qué pasa! ¿Qué me has dicho colchón? Colchón – Que no quiero continuar quieto y en silencio mientras vos dormís sobre mí, ni cinco minutos más. Yo – ¿Cómo que no querés? ¡Pero si sos un colchón! Colchón – Es que yo siempre quise ser bailarín y cantante de tangos, no permanecer quieto y en silencio. Por eso, hoy, quiero bailar y ¡cantaaaar!… Yo – No entiendo qué te pasa. Sabés que para mí sos un fantástico colchón y me has ayudado a disfrutar increíbles sueños como cuando me encontré viajando por las estrellas y… Colchón – ¡Eso se acabooooo! ¡Sooooy uuuun coooolchoooon caaaaantaaaanteeee! ¡Seré Carlos Colchón Gardel! Yo – Bueno, no hay razón para que tengas que aturdirme así. Si querés bailar, bailá, pero con cuidado porque no tenés precisamente la silueta de un bailarín y vas a terminar tumbando y pisoteando los libros y las frutas que tengo en los estantes de la habitación… Ya te dejo hacer lo que quieras, pero a la noche tendremos que hablar… Estoy muy extrañado. A este colchón lo conozco desde hace tiempo y nunca había tenido una ocurrencia así. En fin, veremos si se le pasa esta súbita vocación de artista. Voy para el lavadero con la ropa con la cual corrí por el parque ayer porque está bien sucia, es que estuve también jugando con unos perros sobre el pastito algo mojado. Abrimos la lavadora y… Lavadora – ¡Que no! Me rehúso a lavar la ropa. A mí me gusta que esté sucia y, si me pedís que la ensucie, entonces, sí te ayudo. Yo – ¿Qué ocurre lavadora! ¿También vos te levantaste con ganas de subir a un escenario buscando público y aplausos como el colchón? Lavadora – No, lo que pasa es que estoy cansada de hacer siempre lo mismo, porque a mí me encanta el rugby y ver cómo los jugadores ensucian la ropa. Pero pareciera que quieren indignarme trayéndome justo a mí ropa para lavar… Yo – La verdad que desconocía que te gustara mucho ese deporte, pero una vez que termina el partido, igualmente, se tiene que lavar la ropa. Podemos arreglar para ir juntos a la cancha a ver al seleccionado de rugby Los Pumas si te gusta la idea, ¿pero me dejarás a mí con el lavado de la ropa cuando vos tenés una fuerza y calidad insuperable para eso? Lavadora – Lo de ir a ver un partido, lo pensaré. Pero me darán ganas de jugar y no creo que exista la categoría de lavadoras de rugby… El otro asunto es que estoy muy viejita y con este gira que gira con la ropa, termino muy mareada y con un fuerte dolor de cabeza… ¡Ya ni siquiera me preguntás qué jabón huele mejor para mí y traés el más barato sin importar el aroma! Yo – Me parece que me voy a la cocina para calentar agua para tomarme unos mates y así desayunar y pensar sobre lo que está ocurriendo en mi casa… Hornallas, ¡allá voy!… Yo – (En la cocina) Hola hornallitas, ¿cómo están hoy? Vamos a encender a una de ustedes para calentar agua… Hornallas – (Siempre hablando al unísono) Sabemos cuánto te gusta desayunar unos matecitos. Pero hoy no tenemos ganas de calentarte el agua, porque estamos trabajando en el experimento de lograr hacer cubitos de hielo y tu pedido nos desconcentraría. Pero pedíle a la nevera que te caliente el agua porque dice que quiere ir aclimatándose para sus vacaciones cuando vaya a visitar la Isla de Cuba. Nosotras le acompañaremos y prepararemos unos licuados de fruta bien fresquitos con divertidos hielos caribeños… ¡Sandunga! Yo – ¿Es cierto nevera que vos podés calentarme el agua para los matecitos? Nevera – Claro que sí. Pero no sólo creo poder calentarte el agua. También me parece que puedo ser una estufa algún día. Es que he visto un aviso de empleo en el diario que dice así: “se necesita heladera para los cerros de Bariloche que sepa calentar personas en la nieve pero que no deje de servir leche fría cuando se lo pida”… Sé que suena algo exigente pero… Yo – ¡No puedo creer lo que está pasando en mi casa! ¿Cómo es posible que…? Gato – ¡Jijijijijena! ¡Ay, mi amigo! Nunca pensé que te encontraría en esta cocina tan teatral y simpática… ¡Jjijijijena! Venía saltando por los tejados y preguntando por ti porque tenía que hacerte un pedido. Pero qué risa me causa verte discutiendo con tu casa… ¡Jijijijiijena! Yo – ¿Hace cuánto que estás ahí, gato negro, sentando en la ventana y disfrutando de esta escena tan extraña? Gato – Bueno, he disfrutado de esta magnífica charla hogareña desde hace varios minutos y es estupenda, ¡aplaudo colega! ¡Pla, pla, pla! Cuando me encontraba en tu tejado aproximándome a esta casa y vi que los broches de la cuerda donde se seca la ropa hacían concursos de salto entre una y otra soga me dije que sí, que esta era la casa del poeta que estaba buscando y el que me habían recomendado. Debo decirte que un broche azul puede llegar muy lejos en las próximas Olimpíadas… ¡hay que incentivarlo y darle más tiempo para entrenar y verás que…! Yo – ¡Che, gato, se han vuelto locas las cosas en mi casa! Gato – A mí no me sorprende que sean así las cosas en la casa de un poeta. Aquí me ves buscándote. Porque, aunque mi pelaje negro reluciente e impecable al cual le dedico lengüetazos a toda hora debería ser suficiente para impresionar a cualquiera, hay una gatita muy especial que me ignora. Te quería pedir una poesía de amor, a la que le pondré mi firma. Vengo especialmente desde Madrid a esto y recomendado por una pareja de amigos tuyos. ¡Qué cansado estoy!, ¿tu colchón cómo está?… Yo - ¡Dios mío! El colchón debe estar ensayando ahora. ¡Ay de mí! Con este día que voy teniendo, lo que me faltaba ha llegado, ¡conquistar con mis palabras una gatita que no lográs impresionar ni con tu pelaje ni con tus risitas de jijijijijjena!… Porque simpático sos pero, lo de escribirle un poema a un amorcito, veo que ya no es tarea de cualquiera… Gato – No seas soberbio poeta, y sé más humilde y solidario. Ayudáme a conquistar esta gatita que está riquísima y me gusta de verdad. No la quiero para andar jugando por los tejados. Me gustaría hacerla mi mujer para siempre. Que yo, después, puedo ayudarte con tu inspiración contándote historias de gatos andariegos, de gatos valientes… o también podría, para compensarte, ser el instructor de tu broche azul, que para piruetas un gato es todo un maestro. Mira poeta, y hablando en serio, si tu broche va a las Olimpíadas y gana una medalla podrían ser famosos e irse de viaje juntos por todo el mundo. Y si van a un sitio donde hay mal olor y faltan flores, el broche acróbata te puede tapar la nariz con sus brazos… ¡Jijijijena! Yo – Bueno, basta ya, Gaturrón. Me parece que tenés mucha fantasía y chamuyo suficiente como para no precisar de mi ayuda. Pero te diré algo más importante. Yo aprecio que me considerés bueno en ayudarte para escribir una poesía. Pero el mejor poema que se le puede escribir a tu gatita, será el de las palabras que surjan en vos honestas y enamoradas. Luego sí, si se necesitara algún retoque, o corregir alguna falta de ortografía, por si has jugado mucho y leído poco en tu vida, contás conmigo bien predispuesto. ¿Qué importancia tiene que yo conquiste a tu gatita con mi poesía? ¡Lo importante es que tu corazón conquiste al de ella! Gaturrón – Yo no tengo la culpa que te hayas peleado con tu cocina y que ahora, por eso, vengas a darme una lección de amor. Tienes razón en lo que dices, pero me ladras porque soy un gatiiiiito negriiiito y pequeeeeño y liiindo…. ¡dile algo a las hornallas, a la nevera, o a la lavadora, o al colchón si eres realmente guapo y orador, ¡diles!… Yo – Está muy bien y hay razón en eso. ¡Famiiiiiliaaaaaaa! ¡Veeeeengan tooodos al comedor que hablaré con ustedes! Yo – (En el comedor) Me sorprende que el televisor esté apagado. Porque los amigos con quienes vivo siempre están viendo algo, lo que sea, como si fuera un chupete electrónico para adultos, y no se dan cuenta que hay momentos en que es bueno superar etapas. ¿Se habrán aburrido ya de tanta tontería o será que la tele también hoy se levantó extraña? Tele – ¿Extraña? No. No me levanté extraña sino cansada de transmitir tanto sinsentido. Hasta que no reciba buenas noticias del fin de la guerra o alguna linda película sobre la paz, no volveré a brillar en esta casa. Estoy harta de interrumpir sus comidas y conversaciones ofreciéndoles tan sólo obscenidad y violencia, ¿o son la misma cosa poeta?… Yo – Familia y gato invitado: por favor, colchón, dejá de cantar por un instante y abrí paso a la lavadora para que pueda acomodarse en el rincón. Hornallitas y nevera pueden ubicarse cerca de la ventana si lo prefieren y, de paso, me ayudan a controlar por si algún broche decidiese probar un salto acrobático muy riesgoso y lanzarse al vacío. Me gustaría decirles algunas cosas, desde mi cariño y compañerismo. Está muy bien que quieran probar ser otras cosas completamente ajenas a lo que han hecho hasta el día de hoy. Estar en búsqueda es algo maravilloso y nunca deben dejar de cuestionarse quiénes son para luego reafirmarse, ni de soñar con ser mejores día a día. Lo que no hay que hacer es engañarse a uno mismo. Tampoco hay que desaprovechar los dones recibidos, negándolos. Ustedes hacen lo mejor que saben hacer y eso es un privilegio porque muchas personas deben hacer tareas para las que no han sido preparadas o no hacen nada porque no han descubierto sus particularidades. Todos tienen un don especial o virtud que pueden ofrecer a los demás. Cuando se nace con una destreza o habilidad innata hay que fortalecerla y llevarla hasta su más alta expresión, agradeciendo siempre a Dios por haberla recibido, forjándola. Porque si estamos comparándonos constantemente con los otros o queriendo cosas para las que no hemos nacido, viviremos en una constante insatisfacción y no desarrollaremos las aptitudes que sí poseemos. Tampoco, Gaturrón, podemos pedirle a otro que haga las cosas que nos corresponden hacer a nosotros. Cuando uno hace lo que siente no se equivoca, porque hacer lo que nos pertenece por destino es ser fieles a uno mismo, y nada puede ser más hermoso que transitar el camino que nos espera. Ser lo que somos es lo importante. Gaturrón – ¡Pla, pla, pla! Te aplaudo poeta, pero me generó cierto temor a que estuvieras desvariando en esto también por haberte visto hablándole a las cosas. Yo – ¿Acaso no se supone que los gatos no hablan y estamos manteniendo una conversción? Gaturrón – Miaaaaau, miaaaau… Yo – No te vayas Gaturrón¸ por favor, habláme… Che, gato, ¿se han vuelto locas las cosas en mi casa o soy yo? Gaturrón – Jijijjijijena… (retirándose sigilosamente por la ventana). (*) Recibido por Corrientes al Día de Agustín Elías Jijena Sánchez. Barcelona – España. www.reinodealbanta.blogspot.com
A mí no, amigo lector. A mí no me puede engañar. Yo sé que por momentos se enfureció, se indignó, se asombró y hasta estuvo tentado de reirse. Lo único que seguro no hizo fue cambiar de canal o apagar el televisor.
(Alejandro Borensztein; www.clarin.com) La vio usted, la vi yo. La vimos todos. Es un vicio. No podemos soltar. Hace años que tenemos este problemón: el kirchnerismo nos distrae de lo importante.
Deberíamos estar obsesionados por los 35.000 palos verdes de deuda que el año pasado tomó el ministro de Finanzas Luis Caputo para tapar el agujero fiscal que nos dejaron los cráneos que se fueron. O de los 20.000 palos que ya agregaron en 2017 (sin contar la que tomaron las provincias).
¿Cómo se para esta bola de nieve? ¿Bajamos el gasto? Te matan. ¿Subimos los impuestos? Te ejecutan ¿Un poco de cada cosa? Te putean todos a la vez ¿Vamos de a poco? Sos un cobarde ¿Vamos rápido? Sos un despiadado. El debate se recalienta hasta que suenan las sirenas antiaéreas, aparece Ex Ella y todo queda en segundo plano. Nada puede competir con el show del kirchnerismo.
Una hora y media por televisión ante cuatro muñecos que no le preguntan nada, y no hay con qué darle. Inútil pretender hablar de otro tema. Cualquier otra cosa parece menor. Superflua. Intrascendente. Postergable.
No deberíamos perder tiempo en las barbaridades que dijo, y sobre todo en todas las que no dijo. Ni la menor autocrítica. Terminemos con el verso y digamos las cosas como son: la señora Cristina Elizabet Fernández de Kirchner dejó un avión volando en el aire, con todos los argentinos a bordo, sin nafta, sin radar, con las cuatro turbinas apagadas, el instrumental arruinado y, sin siquiera pasarle el comando al nuevo piloto, agarró su cartera y se tiró en paracaídas. No se hizo ni se hace cargo de nada.
Ante esto, es muy difícil entretenerlo a usted, amigo lector, con el hecho de que cada dos minutos Caputo se baja del Tienda León que lo trae desde Ezeiza a la Casa Rosada, con una valija llena de dólares por los bonos que anduvo repartiendo por todo el mundo, y le dice al ministro de Hacienda Nicolás Dujovne, “tomá, acá te traje la mosca”.
Que el agujero que hay que tapar siga siendo tan grande como antes debería ser la preocupación número uno. El kirchnerismo fue al déficit fiscal lo que los desodorantes y aires acondicionados al agujero de ozono.
Pero no. Aparece Ex Ella desplegando sabiduría e inmediatamente desatendemos lo importante. Quedamos atónitos cuando explica que “un depto en Constitución habitado por tres personas paga 900 mangos de agua por bimestre mientras uno igual en Recoleta, donde vive una sola persona, que ni siquiera vive ahí sino que lo usa cada tanto, paga 2.300. No hay equidad”. Tal cual así lo dijo (ver en youtube, minuto 37:30 de la entrevista). Sólo faltó que dijera que esa persona de Recoleta vive la mitad del tiempo en Capital y la otra mitad en El Calafate.
O sea, pasamos de aquella estadista hotelera latinoamericana a esta heroica cacerolera de Barrio Norte quejándose porque le aumentaron el agua. Después de doce años de política energética de la peor derecha con despilfarro, cero conciencia ambiental, ninguna política verde, demagogia tarifaria y choreo en las obras e importaciones, ahora nos viene a enseñar qué hacer con las tarifas.
Y usted se vuelve loco y empieza a mandar whatsapp a su grupo de gorilas sin pensar que en realidad lo importante es que, cuando el ministro Dujovne recibe la guita que Caputo trajo del exterior, lo mira y le dice, “gracias gato, pero me trajiste dólares y yo los sueldos y los certificados de obra los tengo que pagar en pesos, cambiámelos”.
Caputo, que después de 12 horas de vuelo lo único que quiere es irse a su a casa, pegarse una ducha y tirarse a apoliyar, le contesta: “¿Y que querés que haga? ¿qué vaya con 5.000 palos verdes a un arbolito de la calle Florida? Arreglate, macho”.
Entonces Dujovne se cruza al Banco Central con el valijón repleto de dólares y le pide a Sturzenegger que se los cambie por pesos para pagar las cuentas y cubrir el rojo con el que nos fundieron Axel, Moreno y su pandilla. Así va girando una rueda que de a poquito nos va llevando hacia un quilombo chino sin que todavía nadie haya convocado a un acuerdo nacional para ver cómo lo frenamos.
No importa. Usted sigue empantanado mirando esa rascada televisiva. Cinco sillas, una mesita y un teloncito. Sólo faltaba el potus. Muy lejos de aquellas cadenas nacionales producidas sin escatimar ni un solo mango del Estado. Pero uno se queda igual estupefacto frente a la pantalla porque cada dos minutos te tira un título, como cuando denuncia que hoy los jóvenes sienten que su vida no vale nada “y por eso los pibes de 18 salen de caño”, sin siquiera detenerse a pensar que cuando ella y su amado Centro Cultural llegaron al gobierno, “el pibe de 18 que hoy sale de caño” tenía 4 añitos. Así y todo, pretenden echarle la culpa a Vidal o a Macri.
Y usted se vuelve loco, se enrosca y tiene razón, pero en realidad debería preocuparse por algo más importante: cuando Sturzenegger le da los pesos a Dujovne para que a su vez Dujovne le pague la jubilación a su abuelo, lo primero que hace el nono es ir al supermercado a gastarse una luca tratando de poner algo en el changuito. ¿Qué hace el supermercado con los 1.000 pesos que dejó su abuelo? Separa 100 mangos para pagarle al productor de naranjas o al de leche y con los 900 que le sobran sale corriendo al banco, no sea cosa que la inflación le morfe su modesta ganancia.
Yo sé que en este punto es donde se abre la eterna discusión entre la famosa carga tributaria y los ya tradicionales hijos de puta que engalanan la cadena de valor.
Pero nada de esto le importa a nadie porque ahora esta señora nos advierte con bombos y platillos que van a venir por las cajas previsionales, como si ella no hubiera usado la ANSeS para gastar en cualquier cosa que se le ocurriera, incluídos los avisos en los programas de televisión de la falange neofascista de Gvirtz y Spolszki.
Los cuatro periodistas solo le preguntan lo pautado, como ella misma reconoció al aire.
¿Por qué no va a comer con Mirtha si es tan guapa? ¿O un simple desayuno con Rozín? Si eso es muy riesgoso, aunque sea podría llevar el perro a lo de Guido Kaczka y contestar alguna una preguntita en serio. Pero no. Se da el lujo hasta de conducirles el programa.
Obvio, es su programa, en su canal. Pero comprado con nuestra guita. El dueño usó los impuestos a la nafta que evadió, colaborando él también en el famoso agujero fiscal que es lo que más debería preocuparnos. ¿O qué cree usted, amigo lector, que hace el banco cuando recibe los pesos que el nono dejó en la caja del supermercado después que Dujovne le pagó, una vez que Sturzenegger le cambió los dólares que los fondos financieros le prestaron a Caputo?
Fácil: lo llaman otra vez a Sturzenegger y le dicen: “¿Te compro dólares y te disparo el verde o los pongo en la calle y te disparo la inflación?” “Noooo!! – dice el presidente del Central – dámelos a mí, que yo te doy Lebac y te pago el 25%”. Y así sigue girando la ruleta rusa.
“¡¡Nos estamos endeudando!!”, dice esta señora que generó el mayor gasto público improductivo y déficit fiscal de la historia financiado con 1.000% de inflación y todas las reservas del Banco Central. Recibió de su marido 50.000 palos verdes y lo entregó vacío. En realidad, si me apuran y descontamos los encajes bancarios, lo entregó en rojo. O sea el avión sin nafta, sin radar, sin instrumental y con los motores apagados.
Para resolver un quilombo muy parecido a este, los españoles firmaron en 1977 el Pacto de la Moncloa entre todos los actores políticos de aquel momento.
Acá no. Acá miramos televisión. Es mucho más divertido. Pero carísimo.
Si algo quedará de la semana que termina este sábado 18, porque por si no sabe, la semana empieza el domingo y no el lunes; es que quedaron al descubierto muchas estrategias similares y cayeron muchas caretas que se pudieron comprar con dinero, o con Mastercard. Pero el silencio del abandono de los compañeros para con el intendente caído, eso sí que no tiene precio.
Esta semana sí que arrancó con todo, allanamientos por doquier, detenidos por decenas, confiscación de autos, camionetas, camiones y hasta lanchas, nada más y nada menos que en la cuna de uno de los santuarios religiosos más conocidos de la Argentina y tal vez del mundo cristiano.
Primos, hermanos, hijos, amigos y entenados compartieron un viajecito a Buenos Aires gratis, pero bueno, iban esposados y con una larga caravana de gendarmes que no eran justamente, compañía sino custodia.
Todos ellos o casi todos, provenientes de la localidad de Itatí, donde parece que lo único que no era tóxico era la Virgen Morena. Todo lo demás, envuelto en ladrillitos, no de Rasti justamente, enrollados en papelitos o en algunas otras ingeniosas formas.
Pero lo que todavía no se puede entender; es el “silencio de los no inocentes” que hasta hace muy poco se rasgaban las vestiduras por el hombrecito sin sombrero gris que, esposado y en pantaloncito corto, esperaba sentadito en una silla junto a un gendarme que parece, ni ganas de sonreír a la cámara tenía.
Silencio por acá, silencio por allá. Solo algún estertor débil que más que de apoyo parecía de confesión. Pero el detenido más importante, se fue a Comodoro Py, sin escuchar una sola voz de compañía, o por lo menos un susurro de “no te preocupes, está todo bien”.
Eso sí, el dinero pudo comprar algunos mendrugos de “mentiras” para intentar una campaña “de patas cortas” que duró lo que manteca en el hocico de un perro, pero los alter egos de las redes sociales; esos que pescan en la pecera, salieron exultantes a mostrar lo que, antes de que terminen de publicar, ya se sabía que era mentira.
Algún boludo importante quiso ser más papista que el Papa y se lanzó a la pileta sin mirar si había bañero, pero no era la primera vez que el porrazo que se pegaba lo dejaría más tilinguito de lo que es.
Hubo algún otro que sin entender muy bien lo que pasaba puso un título marketinero con un video que desmentía su título pero, como dicen los chompiras cuando te devuelven lo que te robaron; “una propina me tiene que dar porque el trabajo ya está hecho”.
Así termina esta semana, pum para arriba como dicen también en la tele, aunque en este caso, los presos están pum para abajo y sus socios, los del mutis por el foro; posiblemente esperen una nueva oportunidad de usar las “patitas cortas” para volver a intentarlo.
Corrientes viene ya desde el 2015, recibiendo gran cantidad de agua en todo el territorio provincial a causa de lo que se conoce como fenómeno “El Niño”, mientras que en el kichnerismo residual, el “fenómeno del niño que nunca fue de oro”, es lo único que atrae reuniones, cónclaves, cumbres y otras yerbas.
Ocurre que el compañero Surubí, embretado entre saltar el cerco hacia el peronismo o quedarse con el kirchnerismo residual del senador velerista y los camporistas en retroceso, se muestra mucho más preocupado por encontrar la unidad, pegada con “la gotita”, que interiorizarse de la grave situación que están atravesando, no solo los gauchos del interior de su poblado, sino de toda la provincia.
Por otra parte, el querido Profe, tiene encima toda la responsabilidad de una fiesta pesquera que está a punto de naufragar por las grandes lluvias y las graves inundaciones, pero sigue derrochando dineros públicos y optimismo; más lo primero que lo segundo, promocionando una ciudad a punto de hundirse literalmente, con las calles asfaltadas en pésimas condiciones y la periferia ahogada entre el agua y el barro.
Eso sí, el fraude de la cumbre de intendentes para lanzar la candidatura a gobernador para el 2017 del senador velerista no pudo esperar a que por lo menos bajaran las aguas o amainaran las lluvias y terminó pero de lo que comenzó, ahogados en su propia interna, justificándose echando la culpa al otro, como corresponde al relato de los últimos doce años del kirchnerato.
Mientras tanto, con los oídos tapados todavía por los votos que derrotaron al kirchnerismo y que no pueden terminar de entender, tanto el senador como el profe y otros relatores especializados, siguen tratando de imponer en la agenda de la gente el tema de la prórroga de mandato del gobernador, quien ya dijo que eso no existía.
Es así que sin capacidad de reaccionar, metidos en sus problemas internos hasta el caracú y ciegos a la realidad que golpea la provincia, el kirchnerismo, justicialismo, camporismo, cristinismo o como pretendan llamarse quienes dicen ser los herederos del relato de la década, que más que ganada a esta altura ya es encarcelada; se mueven en sus peceras, usando el último atisbo de oxígeno que les queda, convenciéndose de que las cosas ya van a mejorar.
Pero el 2017 todavía está lejos y el oxígeno político de toda esta hermandad imputada, procesada, o a punto de ser expulsada, como es el caso del hombre de la Perla del Paraná, se acaba más rápido. “Respiren poco y lento” fue la orden, pero al parecer hasta ahora, nadie hizo caso.