Opinión
La velocidad mató al tiempo
OPINION: SOBRE EL “VERTIGO” DE LA INFORMACION
(Página /12. José Pablo Feinmann) El día argentino desde sus horas más tempranas, se desliza o se derrumba hacia la noche entre miles de palabras, entre una sofocante catarata de sonidos que –siendo, en su origen, palabras– terminan por ser ruido. Sería arduo resistir aquí la tentación de la cita de Shakespeare: “La historia es un cuento contado por un idiota, lleno de sonido y de furia”. No expresa, sin embargo, la situación argentina. Aquí, lo que –sobre todo– las radios y luego la televisión (que adquiere protagonismo hacia la noche: esperando el regreso a casa del pasivo “receptor” para añadirle al estrépito de la palabra la contundencia, siempre veloz, de la imagen) cuentan no es la “historia” sino la “realidad”, los “hechos”, lo que pasó, las “cosas” que pasaron. (Es remarcable esta sinonimia: los “hechos”, para el logos obsesivo-compulsivo radial, para, digamos, su pasión logorreica, son “cosas”. Se dice: “Las “cosas” que pasan en este país”. Se dice: “Los “hechos” fueron así”. O: “Las “cosas” fueron así”.) Quienes cuentan estas “cosas”, de idiotas no tienen nada.
Pero despliegan sonido y furia hasta el más completo desmadre. Todos opinan, todos juzgan, todos condenan, todos absuelven, todos preguntan y todos, sin detenerse, vuelven a opinar. Y si se cansan de opinar llaman –teléfono mediante– a quienes opinen como ellos o no, en cuyo caso vuelven a opinar, criticándolos. Reciben llamados. Así, ésta es la ficción, el “pueblo” habla en las radios. Mónica de Flores. Raúl de Almagro. Dalmacio de Caballito o Pedro de Belgrano. Todos, también, opinan. Para opinar, hablan. Emiten juicios terminantes sobre las “cosas que pasan”. Hay un “universal” que nadie soslaya: los “argentinos”. “Los argentinos no podemos seguir tolerando.” O: “Ya es hora de que los argentinos”. O también: “¿Hasta cuándo los argentinos?” O: “Yo, como argentino, me niego a”. (Si es argentino, ¿cómo qué otra cosa podría negarse? ¿Cómo escandinavo?) Esa “voz popular” está manipulada. Si se trata de los clásicos reclamos sobre la falta de seguridad, abundarán los llamados que denuncian asaltos, violaciones y hasta los pensamientos “espontáneos”, “libres”, de los oyentes, casi siempre más cavernícolas que los que manejan el programa. Sería –por qué no reconocerlo– injusto calificar de “cavernícola” la logorrea radial de la derecha ideológica. De los imponentes discursos de Lugones en el Teatro Coliseo, del fastuoso discurso de la “hora de la espada” en el aniversario de la batalla de Ayacucho, de las “arengas patrióticas” de Manuel Carlés, de la verba nacionalista y brillante y hasta erudita de Carlos Ibarguren, de los discursos prolijamente escritos del almirante Massera (“ganaremos la guerra, pero sobre todo ganaremos la paz” o esa joya teórico-paranoica: “El sistema, como dice el enemigo”), del rugido cuartelero y macabro de Videla: “Morirán todos los que tengan que morir”, o de la ronquera compadrita, bélica y etílico-pendenciera de Galtieri al humor grueso, a la guaranguería incesante, a las ásperas puteadas del líder de la derecha radial argentina, Chiche Gelblung, ha corrido mucha agua bajo el puente (y también mucha sangre). Chiche, a esta altura de los tiempos, es el fascista más jodón de la historia argentina. Habla como un tipo de barrio, mete toda clase de coloquialismos populistas, su mejor comentario es, casi siempre, una buena puteada y su obra maestra es el timbre de su voz. Se acabaron esos tonos altisonantes de tipos como, pongamos, Carlos Varela. O la dicción cuidada, el escalpelo analítico del doctor Grondona. No, Chiche habla como eso que solía decirse: “Como un carrero”. Ya, es cierto, no hay “carreros”: están en las radios. Y ejercitan el fascismo en la modalidad de la guarangada. No será ocioso comparar brevemente el tono doctoral de Grondona con la voz acatarrada, con el carraspeo tosco, con las cadencias reas de Chiche. ¿Qué determinó este paso? La derecha ha decidido ser popular. Ser graciosa. Ser entretenida. Decir chistes y gastar sin piedad a sus enemigos. Instrumenta lo peor de la llamada “cultura popular”. O de lo que habitualmente los “argentinos” entienden por eso. Lo “popular” es propio de los hombres. Son los hombres quienes viven en lo “popular”. Las mujeres están en otra parte. Para el “varón argentino” la mujer es el Otro, lo distinto. A lo sumo pueden concederle ser “la sal de la vida”. O sea, un aderezo; no la comida, ni menos aún el plato principal, sino algo que le da sabor a “la vida”. Porque “la vida” es la vida de los hombres y las mujeres un condimento de esa vida. De aquí el machismo que destila la logorrea facho radial. A un perfecto troglodita le dijeron que fuera a cubrir una nota a la Facultad de Filosofía y Letras. Y el patético enfermo dijo: “Cómo no, va a ser un placer. Total, las zurditas son fáciles”. (Recuerdo una nota de Sandra Russo señalándole que lo mismo pensaban los violadores en los campos de concentración de la dictadura.) Ni hablar de los brotes homofóbicos. O de la bronca a “los trolos”. La cargada pícara, malintencionada a los “marcha atrás”, a los “maricones” o, sin más, a los “putos”. O la xenofobia. Aquí se lucen de modo especial, llegan a alturas inigualadas. El facho radial es dueño del país. Ese “universal” que tanto usa –“los argentinos”– puede tomar un tono combativo y ferozmente excluyente en cualquier momento. Bolitas, chilotes, paraguas, todos nos vienen a quitar lo nuestro. “Aquí se viene a laburar o no se viene.” “Si no quieren laburar, que se vayan.” El léxico del facho radial es directo. Detesta el culturanismo. Grondona citaba a Aristóteles para hablar de la democracia. A Hobbes para hablar del orden. A Ortega para todo uso, pero sobre todo para decir: “Argentinos, a las cosas”. A Maquiavelo para aconsejar al Príncipe ejercer la autoridad, para aceptar ser más temido que amado. (“Sacrificio” que Videla encarnó a la perfección. Porque no era un “demagogo”. ¡Tantas veces (le) dijo esto nuestro ideólogo patrio!) O a Hayek o a Friedman o –retrocediendo– a Adam Smith para hablar de la indispensable libertad de la economía. Bien, se acabó. El facho radial la tiene y la dice clara: “Aquí hay que laburar. Si todos laburamos, todo va bien. El orden hay que respetarlo y las normas están para eso. La policía les da seguridad a los ciudadanos: no hay que ponerle trabas. Los militares derrotaron a la subversión. Los subversivos eran todos zurdos y se la buscaron. La seguridad es mano dura. Sin mano dura no hay seguridad. Hay que aumentar las penas y bajar la imputabilidad a cuatro años; si no, cualquier negrito te afana. Los políticos son todos chorros. Si el Gobierno no reprime, no está gobernando y a este país hay que gobernarlo. Los travestis dan asco. Las calles tienen que ser para la gente que trabaja. Los piqueteros nos sacan la libertad. Hay que garantizar la libertad. Maradona es un pobre tipo que se reventó con la coca. Charly García, otro. Aunque sea amigo de Menem, es un pirado. Y los intelectuales, ¿qué querés con los intelectuales? Son todos zurdos los intelectuales. Y eso que ahora algunos se están avivando: saben cómo viene la mano y se ponen en la veredita del sol. Pero no les crean. Leyeron demasiados libros, les falta calle, cancha. No te los ponés en la mochila ni por joda”. A la noche, el “oyente” llega a su casa y se transforma en “televidente”. Ahora (también aquí) todo es rápido. La estética de la velocidad es propia de la desensibilización. Se trata de mostrarle todo y que, a la vez, usted no vea nada. Es muy fácil. Usted está frente a la tele y “ve” las fotos de las torturas en Irak. Algo empieza a surgir en su conciencia abotagada. Acaso usted empieza a indignarse. O a sentir asco. O a incursionar en el horror. A ser capaz de abrirse a él, recibirlo. ¡No, ya está, se terminó! Pasamos a otra cosa. A un comercial: una mayonesa, un yogur, un chicle laxante. O al avance de una telenovela, la compleja problemática de Los Roldán y esa chica Florencia de la V., que ratonea (incómoda pero ardorosamente) a todos y que ni por asomo va a incendiar la Legislatura, entre otras cosas porque le va bárbaro. La estética de la tele es provocar la emoción y licuarla en seguida. Nada dura lo suficiente como para despertar algo verdadero frente a la guerra, la tortura, el hambre. Estados Unidos tortura en Irak, pero Estados Unidos es Occidente y Occidente hizo la Revolución Comunicacional. Ergo, si les mostramos las torturas de los marines enseguida les mandamos una mayonesa, una teta, un culo de alguna lolita o los ratoneamos con Florencia. Ahora, si queremos IMPONER algo, nos vamos a detener cuanto haga falta. Queremos imponer (cuándo no) “seguridad”. Venga, señor Blumberg, todo el espacio es suyo. Sin embargo, la facho-tele es víctima de su propia estética vértigo. Lo han tenido horas al señor Blumberg. Ya se agotó Todo es efímero. Todo es rápido. Las frases lo dicen. “En la televisión el tiempo es tirano.” O si no: “¿Para cuándo querés esto?” La respuesta, siempre, es: “Para ayer”. La frase es notable: todo cuanto uno tenga que hacer es parte de su futuro, lo TIENE que hacer, es una de sus posibilidades y seguramente habrá de elegirla. Si, por el contrario, le dicen “para ayer” le quitan el futuro, el espacio de la posibilidad: ¿cuándo podrá hacer lo que le han pedido si le han anulado el tiempo? Nadie puede hacer algo “para ayer”. Porque nadie vive “ayer”, sino “hoy”. La frase anula la trascendencia humana. La locura de la “rapidez” acaba, de este modo, por aniquilar la temporalidad. La frase que más se oye es: “No hay tiempo”. “No tengo tiempo.” “No hay tiempo que alcance.” Hasta tal punto la rapidez ha reemplazado al tiempo, que lo mató. La Revolución Comunicacional es así. Es la revolución que hizo el capitalismo para sucederse a sí mismo. Todo tiene que ser veloz en el capitalismo informático. Un misil o una imagen. Nos llega el diario, miramos la primera plana, leemos: “Decapitan a otro norteamericano en Irak”. Y al lado: “Se estrena Shrek II en 400 cines”. Y más abajo: “Violan y asesinan a una joven en Tucumán”. Y al lado: “El Fondo Monetario presiona otra vez”. Y luego: “Reportaje a Slavoj Zizek, el filósofo enamorado”. Y también: “Cómo se filmó el último episodio de Los Roldán: sección espectáculos”. ¿Qué queda? ¿Hay algo que permanezca? Los hechos son cosas. No hay “hechos” porque un “hecho” es un suceso interpretado. Una “cosa” no. Se supone que una cosa es lo que es y sobre ella se puede hablar infinitamente. Hasta la interpretación se está perdiendo. La rapidez de la radio o de la tele ya no interpreta, sólo arroja interminables palabras sobre los receptores. Palabras que terminan por no significar nada. Arroja también imágenes terribles. En Internet, igual. Pero sucede lo mismo. A la imagen de la tortura le sigue otra y otra y otra. Una publicidad. Una nota a alguien célebre. Un auto. Una licuadora. Un viaje a las Islas Seychelles. Todo es mercantilizable. Los soldados norteamericanos tienen cámaras minúsculas. Matan a un iraquí, lo fotografían y venden la foto a Internet. Donald Rumfeld se enfurece pero, por ahora, no puede evitarlo. Es como si los SS hubieran tomado fotos de los campos en –supongamos– 1942 o 1943 y luego las hubiesen vendido al mejor postor. El horror de esas torturas en Irak no es cualitativamente inferior al de los campos nacionalsocialistas. Pero el vértigo comunicacional les ha quitado dramaticidad a esas imágenes. Nos horrorizamos la primera vez que las vimos. Después no. Ahora ya son una modalidad del paisaje informativo. ¿Ante qué horror habrán de horrorizarse los hombres? ¿Qué imagen conseguirá detenerlos, no pasar a otra y permanecer en ella, reflexionando, sintiendo algo, asco, indignación, náusea, algo?.
Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.
Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo. Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico. Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!
Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles. Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan. Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.
Pobres Alberdi y Sarmiento. Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria. Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.
Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.
¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar. El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.
Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.
El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias. Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.
Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.
¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país. ¿En serio? ¿Se puede ser tan caradura? Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?
También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio? “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.
Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos? Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.
Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.
Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.
El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.
(*) Rogelio López Guillemain
La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.
Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.
Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.
También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.
Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.
Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables y caminos nuevos para salir adelante.
Pienso que un camino de desarrollo es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.
Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo foco en nuestros recursos y liderar.
Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos el compromiso de crear un cambio duradero.
Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner. Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.
El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".
En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.
La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.
Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.
Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.
En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.
La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.
(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.