Opinión
Déjà Vu Inflacionario
FUNDACION ATLAS
De un tiempo a esta parte, cualquier argentino de a pie suele cuestionarse ¿No pasamos por una situación similar a comienzos de los años 70, cuando éramos súbditos de la Reina {de Copas} Isabel? ¿No es la misma pesadilla que padecíamos hacia finales de esa década, solo que por entonces ya con el sonar de un clarín como telón de fondo? ¿No nos tocó acaso convivir con ella durante el mandato de un nuevo soberano, esta vez el Rey Alfonso, allá por los “80 cuando volvió la democracia (no la República, la que anda perdida vaya a saber uno dónde desde finales del siglo XIX? ¿Y no tropezamos con su silueta, como el turco en la neblina, en los albores de la pasada década del 90? Sí, no cabe duda, ¡esto ya lo vivimos!.
Una vez más, el de la inflación se ha vuelto un tema cotidiano. El comentario de todos los días (y de todo el día) es acerca de “cómo están subiendo los precios,” circunstancia que aprovecha presuroso el gobierno para salir al ruedo a fin de intentar convencernos nuevamente de que esa situación es la que está produciendo un alarmante incremento en la tasa de inflación, muy por encima de las ilusas previsiones iniciales que las propias autoridades realizaran oportunamente para el corriente ejercicio presupuestario. Pero en realidad, la manera en la que se pretende presentar al problema es falsa. No es que el aumento de los precios esté generando el fenómeno de la inflación. En verdad, es al revés: en virtud de que hay inflación se produce un aumento en los precios. ¿Cómo es eso? Vayamos paso a paso: Primero, debemos tener en claro qué es un precio. Un precio no es otra cosa que un número que expresa la interacción de las valoraciones–lógicamente, aquellas que pueden traducirse en dinero–de los compradores y los vendedores respecto de un bien o de un servicio en el mercado. Resulta esencial tener presente que esas valoraciones son eminentemente subjetivas, razón por la cual todos los precios revestirán ese carácter. No existen precios objetivos, nadie puede establecerlos de manera arbitraria ni mediante pactos o acuerdos, tan en boga últimamente, del mismo modo que nadie podría decirnos cuán relevante es para nosotros contemplar una puesta de sol o escuchar tal o cual melodía. Si admitimos que los precios expresan el cruce de valoraciones subjetivas, debemos aceptar entonces que el hecho de hablar de precios estables carece de sentido. Por esencia, por su propia naturaleza, los precios son inestables, dado que nuestras necesidades, gustos y preferencias son algo dinámico, cambian constantemente. Las fuerzas de la oferta y la demanda se encuentran en permanente agitación en esa democracia de cada instante que es el proceso de mercado. Por ello, es algo intrínsico a los precios el hecho de experimentar modificaciones, de subir y bajar según los cambios en la oferta y en la demanda. A diario hacemos frente al dilema que nos plantea el hecho de poseer infinitas necesidades y de contar con escasos recursos para satisfacer a las mismas, motivo por el cual debemos siempre optar o economizar. Por lo tanto, si el precio de un bien o de un servicio que solemos consumir se incrementa, tendremos necesariamente que tomar alguna de estas tres actitudes 1) demandarlo en menor cantidad, 2) demandarlo en igual cantidad, pero disminuir la cantidad demandada de otro u otros bienes o servicios, o 3) disminuir la cantidad demandada de todo lo que consumimos, No tenemos otra alternativa, a menos que logremos aumentar de alguna forma nuestros ingresos. Si consideramos, a los fines de nuestro análisis, a la sociedad como un todo, ocurre exactamente lo mismo. Solamente puede aumentar el precio de un bien o de un servicio si disminuye el de algún otro. Caso contrario, no habría con qué pagar ese aumento, suponiendo que la existencia total de dinero continuase siendo la misma. Al observar, como lo hacemos hoy día, que paulatinamente casi todos los precios comienzan a aumentar, eso debería alertarnos pues tal circunstancia es una señal de que algo ajeno al sistema de precios, algo desde fuera del mercado, está teniendo lugar y distorsionando su funcionamiento. Ese “algo” es el aumento de la oferta de dinero, la que solo puede ser “inflada” por quien detenta su monopolio legal: el gobierno. La inflación es un fenómeno pura y exclusivamente monetario y solamente puede ser generada por la rama gubernamental encargada de la manipulación monetaria: el Banco Central. Si el almacén de la esquina pide más por un paquete de yerba y la tienda de enfrente exige ahora más dinero por un par de calzoncillos eso no es inflación. Es tan solo la manifestación de un cambio en las valoraciones de esos comerciantes, variación que se convertirá eventualmente en precio si es que aparece algún comprador que convalide esas nuevas condiciones. No hay inflación cuando el precio de un bien sube, así como tampoco existe deflación cuando algún precio baja. Igualmente, un aumento salarial-otorgado bajo las condiciones del mercado-no es inflacionario dado que el dinero simplemente cambia de mano. En vez de efectuarse las compras desde el bolsillo del empleador, las mismas ahora se realizan desde el bolsillo de los empleados beneficiados con el incremento en sus haberes. Una vez más, vuelven a aparecer las mismas causas, los mismos efectos y las mismas mentiras. Ahora es el turno de este gobierno, como fue el de todos los que le precedieron, de embaucar y de timar a la gente respecto de las reales causas de la inflación. Los funcionarios pretenden hacernos creer que ellos son ajenos al problema, que lo miran desde un costado, que el mismo se debe tan solo a la voracidad de los inescrupulosos comerciantes y empresarios expresada a través de sus viles maniobras especulativas, y que todo simplemente se solucionaría si como consumidores tan solo nos preocupásemos de hacer defender nuestros derechos. Resulta patético advertir que a fin de poner en escena toda esta formidable tomadura de pelo, destinan parte del fruto de nuestro trabajo expoliado a través de los impuestos-es decir, violando nuestros derechos-para así solventar toda esa estúpida artillería de propaganda oficial tendiente a convencernos de que hagamos que se respeten los mismos. ¿Se acuerda usted de las campañas oficiales del último gobierno militar, cuando le era estampado en la frente de un supuestamente desaprensivo comerciante, un sello con la leyenda de “responsable,” a fin de desviar la culpa por la galopante inflación? Y haga por favor memoria y viaje con sus recuerdos a los no tan lejanos años 80 cuando se prohibía expresar los precios en otra moneda que no fuese el recientemente inventado austral, con el objeto de procurar por la fuerza, que la gente utilizase como medio de pago a un signo monetario al que despreciaba. Dicha interdicción poco efecto surtió para evitar que el precio de 1 dólar pasase de 0,80 centavos de austral en junio de 1985 a 10.000 australes por unidad en abril de 1991, cuando para facilitar las transacciones se le debió quitar cuatro ceros y se cambió su nombre por el de peso, dando así nacimiento a una década de falsa convertibilidad. Así como al aumentar la oferta de cualquier bien, su precio baja, al incrementarse la oferta de dinero también ocurre lo mismo. El precio del dinero, es decir su poder de compra o poder adquisitivo-lo que podemos adquirir con cada unidad monetaria-disminuye. En la practica, ello significa que cada vez tenemos que entregar más y más billetes a cambio de las mismas mercancías. De esta manera se torna evidente que no hay otro responsable del actual deterioro del poder adquisitivo del dinero que quien detenta la patente de corso para su manejo, quien en nuestro caso desde el año 1932 y por imperio de la ley, no es otro que el Banco Central de la República Argentina. El gobierno, en su desesperación por seguir manteniendo la fachada de una recuperación económica que no es tal y por continuar rapiñando las mayores sumas posibles en concepto de retenciones a las exportaciones-artificialmente estimuladas por la devaluación hábilmente pergeñada por los intereses en el poder a comienzos de 2002 y no por una genuina mejoría en la calidad productiva de nuestros empresarios-ha venido incrementando a través del BCRA la base monetaria (en criollo, la cantidad de papelitos que andan dando vueltas por ahí) con la finalidad de salir al mercado a comprar dólares y así evitar que su cotización caiga por debajo de ese precio mínimo de facto establecido en $2.90. Este juego perverso, sumado a un relajamiento de las exigencias impuestas a los bancos a tendiente a aumentar su capacidad prestable, puede incluso tener consecuencias contraproducentes para los fines de los propios burócratas, dado que de seguir a este ritmo, la inflación del peso además de afectar y de empobrecer como siempre a los más humildes, terminará haciendo bajar el tipo de cambio real, es decir a la relación dólar-bienes y servicios, por más que su precio nominal siga estancado en $ 2,90. Las tarifas congeladas de los distintos servicios públicos se convierten, a su vez, en otro acto de esta parodia que tiene por finalidad romper el termómetro (los precios) a fin de que no se note que el organismo está levantando cada vez más temperatura (la inflación.) Ninguna cuantía de algo malo puede dar como resultado algo bueno. Por lo tanto, ningún nivel de inflación es beneficioso para la sociedad. La inflación es una de los mecanismos más viles y perversos con las que cuenta el estado a fin de hacerse de recursos. Quien vive inmerso en un mundo de inflación no puede ver más allá des sus narices, no puede prever ni las actividades más elementales de su propia vida, y la sociedad toda se ve privada de poder efectuar el cálculo económico indispensable para su progreso. Mientras tanto, sigilosamente, sin dar la cara, los burócratas van derritiendo el fruto del trabajo de los ciudadanos, buscando canallescamente diluir su exclusiva responsabilidad entre los distintos sectores de la sociedad. “Argentina, un país en serio” reza el eslogan de turno que debemos soportar hasta el hartazgo. Seguramente ha de haber un error. Al parecer están confundiendo a la seriedad con el hecho de encontrarse de luto permanente ante la desaparición de la inteligencia, la honradez intelectual y el sentido común. (*) Recibido por Corrientes al Día de Fundación Atlas, por Gabriel Gasave
Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.
Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo. Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico. Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!
Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles. Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan. Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.
Pobres Alberdi y Sarmiento. Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria. Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.
Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.
¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar. El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.
Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.
El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias. Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.
Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.
¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país. ¿En serio? ¿Se puede ser tan caradura? Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?
También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio? “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.
Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos? Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.
Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.
Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.
El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.
(*) Rogelio López Guillemain
La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.
Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.
Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.
También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.
Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.
Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables y caminos nuevos para salir adelante.
Pienso que un camino de desarrollo es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.
Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo foco en nuestros recursos y liderar.
Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos el compromiso de crear un cambio duradero.
Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner. Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.
El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".
En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.
La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.
Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.
Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.
En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.
La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.
(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.