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Opinión

Jueces no pagan ganancias y el Estado pierde de recaudar cien millones

EMILIO MARÍN (*)

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Abril de 2006 podrá ser recordado como el mes y año en que sus señorías ilustradísimas, bah, muchas no tanto, reafirmaron sus privilegios y por medio de la Corte Suprema de Justicia ratificaron que no pagarán impuestos a las ganancias.


El 97 por ciento de los argentinos cree que los jueces, como cualquier otro hijo de vecino que perciba haberes que superen el mínimo no imponible, deben tributar el impuesto a las ganancias. Así lo cantan todas las encuestas. ¿Acaso la pretensión ciudadana de igualdad ante la ley contiene semillas de comunismo? No parece, si se tiene en cuenta que los jueces norteamericanos, incluso los de la conservadora Corte Suprema de Justicia moldeada por el nazi George W. Bush, también oblan aquel impuesto. La idea de que tienen que tributar se basa en la equidad social, tan venida a menos en nuestro país donde el 10 por ciento más rico de la población percibe 31 veces más que el 10 por ciento más pobre. Evidentemente los magistrados están ubicados en el primer decil, porque cobran entre 8.000 y 15.000 pesos. Julio Nazareno, ex titular de la Corte de los milagros menemistas cobraba 15.000 dólares y al renunciar siguió percibiendo esa suma, jubilado. Y al no tributar ganancias, no sólo que se atrincheran en el bunker de los más pudientes sino que ni siquiera dejan que de sus bolsillos caigan unas monedas hacia los de abajo. En rigor no se trata de monedas. Es plata. Se estima que por su negativa a pagar, el Estado se pierde de recaudar unos cien millones de pesos anuales. Esta suma –junto a otros ahorros del Estado- podría servir para conceder un aumento a los jubilados que en promedio ganan 350 pesos mensuales. Según estudios de diversos colegios de abogados nucleados en la Federación Argentina de Colegios de Abogados (Faca), un magistrado que perciba 10.000 pesos mensuales tendría que aportar 2.000 como mencionado impuesto. Al eludir la contribución, esas personas que deben impartir justicia no están ofreciendo precisamente una buena lección al conjunto de la sociedad sobre “dar a cada uno lo suyo”, un principio básico del derecho. Se reservan para sí la mejor parte. Si esa desigualdad es explosiva en comparación con la obligación de los artesanos, obreros especializados, médicos o directivos de empresas que sí pagan ganancias, más curiosa e irritativa se pone la situación dentro del mismo Tribunales. Es que los Jefes de Despachos con más antigüedad o los Prosecretarios que tienen salarios más o menos interesantes, sí pagan ese tributo. Pero sus respectivos jueces, con ingresos cuatro o cinco veces más elevados, lo gambetean. La distorsión viene de años y el 11 de abril último fue confirmada por la propia Corte Suprema de Justicia en un fallo que pone en tela de juicio los supuestos vientos de cambio que decían soplar en su interior. LA GAMBETA Los expertos en complicar las cosas dicen, para justificar el intríngulis en cuestión, que la situación es muy compleja porque chocan dos garantías constitucionales. La del artículo 16 de la Constitución Nacional, que habla de la igualdad ante la ley; y la del artículo 110, que plantea la intangibilidad del salario de los jueces, que no pueden ser afectados porque serían garantía de su imparcialidad. Incluso si así fuera, como sucede en otras situaciones, no tendría que ser tan difícil de entender cuál de los dos derechos debe prevalecer. A mi juicio, o a juicio del sentido común, por mejor decir, el de la igualdad ante la ley, por ser un criterio más general y en beneficio de la mayoría de la sociedad. Como es obvio, que sus señorías paguen los impuestos como el resto de los mortales no afecta la intangibilidad de sus haberes pues no se trata de una maniobra del poder político y/o legislativo para torcerles la voluntad de fallar acorde a derecho. Es simplemente porque tienen que cumplir con una obligación que rige para el cien por ciento de las personas que reúnen determinados requisitos de ingresos, cargas de familia, etc., según lo prescripto por la ley. En todo caso, si algunos de los sectores alcanzados por la gabela se sienten afectados injustamente, tienen el derecho de quejarse y movilizarse. Es lo que hicieron en febrero último los obreros petroleros de la Patagonia, cuando cortaron tres rutas provinciales durante varios días para exigir un aumento del piso no imponible que en ese momento era de de 1.845 pesos para los trabajadores solteros y de 2.200 para los casados con hijos. Al precio de sufrir una dura represión, que aún perdura en la forma de siete detenidos con declaración de prisión preventiva en su contra, y el estacionamiento de 300 efectivos de Gendarmería en Las Heras, al final la marca del no imponible fue subida a regañadientes por Néstor Kirchner y Felisa Miceli. Quiere decir que los asalariados del sur del país mostraron un camino para protestar, arriesgando el pellejo. En cambio los cortesanos protegieron sus forrados bolsillos utilizando un recurso poco honorable: un fallo de la propia Corte Suprema a su favor. De los siete miembros, se excusaron todos menos Carmen Argibay, quien lamentablemente sufragó por la continuidad de los privilegios. A su lado se amontonaron otros cinco camaristas, conjueces, que emitieron un voto cantado: a favor de la prebenda, a favor de ellos mismos. Así fue como la postura inequitativa alcanzó una mayoría de siete votos contra dos, superando a los del ex ministro de Justicia Horacio Rosatti y el abogado Héctor Méndez. Los perdidosos argumentaron que si los jueces no actúan con privilegios ni tienen tratamientos diferenciales, entonces “verán reforzada su independencia”. No lograron su cometido pues el bando mayoritario siguió razonando con el bolsillo, visceral y elitista. ¿NUEVA CORTE? Lo curioso es que en 2004 y 2005 se sumaron los tres nuevos miembros de la Corte Suprema de Justicia tras pasar el trámite de la audiencia pública en la comisión de Acuerdos del Senado, luego de que el PEN dictara su decreto 222/03. Eugenio Zaffaroni, Elena Highton y Arbibay expresaron en esa oportunidad su criterio favorable a que los jueces tributen, dando la impresión de que también en este aspecto la renovación del tribunal sería positiva. Pero el momento de la verdad llegó en abril de 2006, luego que llegara a la Corte el caso de un magistrado sanjuanino ya jubilado, Oscar Gutiérrez, que pleiteó “como gato entre la leña” contra los descuentos de ganancias que le practicaba la Anses. Dicho sea de paso, si la intangibilidad es un argumento dudoso para blindar a los jueces contra los impuestos, más lo es cuando éstos revistan como jubilados y ya no tienen expedientes a resolución. El garantista Zaffaroni y la doctora Highton se excusaron de intervenir, cuando hubieran podido dar una opinión favorable a la equidad. Argibay no sólo presidió la Corte en esta oportunidad sino que también sufragó como la mona. Con esa resolución, la cúpula judicial se quedará con cien millones de pesos al año que legalmente podrían haber tenido un fin social si iban a la Afip. La CSJN ha remachado un nuevo eslabón de la cadena regresiva en impuestos, donde los que más pagan no son los ricachones sino los trabajadores. Estos aportan a la seguridad social, pagan el IVA –impuesto al consumo con una de las tasas más altas del mundo, del 21 por ciento- e inclusive las ganancias que eluden los dioses del Olimpo. Pero no está dicha la última palabra. Frente a la acordada de 1996, firmada por el impresentable Nazareno, y la de abril, de Arbibay, eludiendo el pago de ganancias, se alza un sentimiento social mayoritario. En parte por hacerse eco de éste y también por cálculos políticos, en el Senado hay proyectos de los justicialistas Silvia Giusti (Chubut) y Marcelo Guinle (Santa Cruz), “para que no haya actores con privilegios en nuestra sociedad”. (*) Recibido por Corrientes al Día de Emilio Marín

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Opinión

Cuando el mérito no importa

OPINIÓN (*)

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Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.


Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo.  Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico.  Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!

 

Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles.  Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan.  Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.

 

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Pobres Alberdi y Sarmiento.  Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria.  Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.

 

Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.

 

¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar.  El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.

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Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.

 

El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias.  Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.

 

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Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.

 

¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país.  ¿En serio?  ¿Se puede ser tan caradura?  Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?

 

También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio?  “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.

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Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos?  Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.

 

Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.

 

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Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.   

 

El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.

(*)  Rogelio López Guillemain

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Opinión

Reconvertir proyectos e innovar

POR MARIA EUGENIA MANCINI

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La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.


Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.

 

Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.

 

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También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.

Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.

 

Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables  y caminos nuevos para salir adelante.

 

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Pienso que un camino de desarrollo  es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.

 

Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo  foco en nuestros recursos y liderar.

 

Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos  el compromiso de crear un cambio duradero.

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Opinión

La “borocotización” de Alberto

(*) OPINIÓN

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Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner.  Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.


El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".

 

En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.

 

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La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo  a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.

 

Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.

 

Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.

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En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.

 

La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.

 

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(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.

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