Opinión
Una conquista gremial llamada estabilidad.
ALBERTO MEDINA MÉNDEZ (*)
Se han anunciado en los últimos días diferentes paros de actividades. Por un lado de los docentes que no dictarían clases y por otro los empleados municipales que interrumpirían los servicios.
Mas allá de la eventual legitimidad que puede rodear a casi cualquier reclamo gremial, es inevitable la indignación que buena parte de la sociedad percibe cuando poco se insiste en lograr soluciones amigables y se prefieren estos detestables métodos. La comunidad tiene, por otra parte, todo el derecho a pensar, que algún ingrediente político se mezcla invariablemente en estas medidas sindicales. Las relaciones laborales encuentran su justificación en una necesidad mutua de empleador y empleado de cooperar para el logro de un objetivo. Por ese acuerdo establecen sus respectivas contraprestaciones, es decir obligaciones y derechos de cada una de las partes. Este vínculo en la actividad privada, implica justamente acordar condiciones laborales, entre ellas las remuneraciones, que ofrecerá el empleador a cambio de determinadas tareas que prestará el empleado. Cuando las condiciones son desfavorables para cualquiera de las partes, estas se verán necesitadas de establecer un maduro dialogo en la búsqueda de un entendimiento superador que permita aproximar sus realidades y continuar con esa relación que en algún momento los unió. Si eventualmente no llegaran a acordar, alguna de las partes tomara OTRA decisión. Si el empleado no logra conformidad con sus condiciones buscará nuevos rumbos laborales. Si el empleador no puede sostener el vínculo, lo concluirá. En esta relación privada, el empleador defiende sus valores e intereses, y el empleado obviamente también. En definitiva si las decisiones no son las correctas, si no se acuerda, si se acuerda en condiciones desfavorables, cada uno está administrando su patrimonio y, en definitiva, tienen el derecho a equivocarse porque financian sus propios errores. Esto que resulta tan cotidiano en el ámbito privado, no es la moneda corriente del sector público. Allí, una SUPUESTA conquista gremial, llamada ESTABILIDAD convierte al empleador en PRISIONERO. El tema pasa por saber quien financia esa “conquista”. Ese logro que facilitó graciosamente cierta dirigencia irresponsable no es abonada por los que tomaron la decisión sino por los ciudadanos que en este caso, como contribuyentes, sostienen una victoria gremial con sus ingresos, esos que provienen del esfuerzo individual de cada uno de nosotros. Los recursos económicos que mantienen viva esa conquista de los menos, son los que provienen del sector privado que paga irremediablemente esa fiesta. El carnicero, el empresario, el cuentapropista, el empleado del sector privado paga con su esfuerzo cotidiano esa estabilidad de la que no goza en su ámbito. Cada trabajador del sector privado, cada emprendedor, inicia su jornada, con muchas incertidumbres y aprende a convivir con ellas. No tiene garantizado ni el empleo, ni el crecimiento, ni sus condiciones laborales, ni su salario. Tampoco el empresario tiene garantías acerca de su supervivencia como tal, ni su rentabilidad, mucho menos aun el futuro crecimiento de su negocio. En el sector privado se compite, se lucha por el peso día a día y no hay fórmula jurídica que pueda sostenerlo. Se trata de poner el máximo de esfuerzo, de no perder la concentración y de satisfacer al mercado de la forma mas eficiente posible ofreciendo soluciones a la comunidad a un costo razonable. NO hacerlo deja afuera del mercado a cualquier proyecto por prolijo que sea, por interesante que parezca. El sector público goza de una doble impunidad. Los empleados pueden reclamar utilizando metodologías controvertidas, extorsionando a sus empleadores y amenazándolos con no prestar el servicio incluso no concurriendo a sus puestos de trabajo, no aceptando por otro lado, descuento alguno. El empleador solo puede aceptar ese modelo extorsivo de negociación. Después de todo, a diferencia del sector privado, no financia directamente este jolgorio, sino que lo pagan los ciudadanos, quienes también finalmente son las victimas. La cosa esta clara. Mientras no podamos siquiera revisar el concepto de ESTABILIDAD estamos en problemas. Este modelo de “paro cuando quiero”, “pago lo que pidan” tiene un destino irremediable. Mas tarde o mas temprano tendremos que sentarnos a discutirlo como sociedad. Ser empleado público, ser servidor del Estado debería ser un orgullo y no un privilegio. Los haraganes, los vivos, los mercaderes de la política y un sector importante del sindicalismo, le hacen flaco favor a la deteriorada imagen de quien, financiado por su pueblo, tiene el deber de responder con creces en esfuerzo y merito. Nada va a cambiar en la picara actitud de dirigentes sindicales presionando hasta el cansancio. Tampoco veremos grandes cambios en quienes administran la cosa pública. Después de todo, operan de acuerdo a sus propias reglas. Un tironeo salarial es solo el escenario circunstancial, pero el trasfondo sigue siendo el mismo. Los gobernantes tendrán que recordar que tienen obligaciones formales que cumplir. Los servicios que debe prestar de acuerdo a las leyes, deben ser garantizados. Las herramientas para lograrlo tal vez estén disponibles. Solo hay que ver si se tiene la valentía de utilizar cada oportunidad disponible para que no seamos los ciudadanos quienes finalmente seamos los rehenes de una disputa tan perversa como injusta. Algo debe quedar claro. Esa conquista gremial llamada estabilidad significa que los sectores mas empobrecidos de la sociedad financien al mas ineficiente e improductivo sector de la economía. El Estado se sostiene con el esfuerzo de los que producen, quienes trabajan para el sector público deben hacerlo con responsabilidad y respeto por quienes lo hacen viable. Pretender reglas diferentes, seguridades de las que solo ellos gozan es pedir privilegios, y eso tiene un solo nombre: Inmoralidad y no Conquista. (*) Recibido por Corrientes al Día por Alberto Medina Méndez, amedinamendez@arnet.com.ar, 03783-15602694, Corrientes – Corrientes – Argentina
Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.
Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo. Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico. Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!
Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles. Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan. Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.
Pobres Alberdi y Sarmiento. Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria. Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.
Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.
¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar. El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.
Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.
El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias. Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.
Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.
¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país. ¿En serio? ¿Se puede ser tan caradura? Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?
También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio? “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.
Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos? Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.
Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.
Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.
El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.
(*) Rogelio López Guillemain
La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.
Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.
Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.
También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.
Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.
Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables y caminos nuevos para salir adelante.
Pienso que un camino de desarrollo es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.
Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo foco en nuestros recursos y liderar.
Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos el compromiso de crear un cambio duradero.
Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner. Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.
El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".
En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.
La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.
Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.
Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.
En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.
La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.
(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.