Opinión
Algunas claves para entender la vocación funcional de la degradación en el presente argentino
PREPARATIVOS PARA INCUBAR EL HUEVO DE LA SERPIENTE (*)
Para algunos la política es el arte o la técnica de gobernar. A esta noción, a veces, suele agregarse un escenario regido por la dicotomía amigo-enemigo. Sea o no esta caracterización lo peculiar de la política, lo cierto es que para muchos expresa su desideratum y, en todo caso, es lo que en la Argentina se entiende como tal.
Semejante idea, más próxima a Hobbes y a Carl Smith que a Aristóteles, constituye una ineludible clave para entender algunos rasgos del actual desempeño de numerosos compatriotas y, también, para arrimar un poco de claridad en torno a la eventual dirección en la que se orientan sus expectativas, todavía no bien establecidas, pero, no por eso, menos inquietantes. Aristóteles con un criterio un poco diferente entendía que la política no era una mera técnica sino que constituía una épitécnica, o sea algo que está más allá de las técnicas y que, a diferencia de cada una de estas, no solo registra los procedimientos de su disposición y las modalidades de ejecución instrumental sino que, además, se orienta por la razón a la prosecución del bien y la genuina felicidad del conjunto social que, por otra parte, se impone como deber a todo el que la práctica. Salvador Rus Rufino ha examinado con detalle esta cuestión en su último libro titulado La Razón contra la fuerza publicado por la editorial Tecnos de Madrid el año 2005, cuyo subtítulo Las directrices del pensamiento político de Aristóteles resume el contenido en el que se expone la contracara de aquella otra noción que hoy a nosotros se nos presenta como dominante. No vamos aquí a detenernos en estos dos modos dispares de entender la política; aunque importa tener bien presente su diferencia para entender algunas cosas. La sobrextensión de aquella modalidad de la política, entendida como una técnica de gobierno desplegada en un escenario regido por la dicotomía amigo-enemigo, es uno de los rasgos, de cara a nuestra situación actual, que informa esa dirección inquietante apuntada más arriba. Esta modalidad argentina de la política, decididamente técnica, moralmente indiferente y excluyentemente agonal, tiende a saturar todo los ámbitos de convivencia y trato de manera tal que ningún ámbito escapa a su desbordante hegemonía. Tenemos así una educación y una ciencia sujeta a los vaivenes de las relaciones amigo-enemigo del mismo modo que también tenemos un periodismo regido por ese antagonismo donde la prensa adicta se opone a la prensa adversaria. Y lo mismo ocurre con la industria y los demás agentes económicos que se presentan como allegados al gobierno o como perjudicados por este. La cultura y el deporte no escapa, por cierto a ese desborde; y ni siquiera la iglesia o los militares quedan fuera de ese tire y afloje, en el que se puja por imponer las propias expectativas o se insiste en rechazar los resultados adversos a esas mismas expectativas. La ciencia y la educación dejan así de ser un escenario objetivo de investigación y de adquisición del saber para dar lugar a la puja de cargos y oportunidades de la misma manera que toda o casi toda la actividad de los agentes económicos marcha al ritmo de la política gubernamental, al punto que incluso el mercado mismo no es mas que un péndulo que oscila entre las resoluciones adoptadas por el estado y los nichos o negocios que el mismo estado regentea en orden a los precios, a las divisas o a las exportaciones. Las primeras reemplazan sibilinamente a la oferta y las últimas deforman y enervan permanentemente la demanda. Todo lo demás reproduce esta degradante sustitución de las posibilidades espontáneas por el rígido control del que tiene capacidad para torcer la dirección de comportamiento del oponente. Y el resultado es la disolución de la política misma o su degradación como desempeño epitécnico. Algo de esto es lo que ha pasado en el episodio del incendio del local bailable que ha ocasionado un tremendo estrago y gran cantidad de muertos y que ha culminado con el juicio y la destitución del Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. La misma sobrextensión señalada mas arriba ha teñido toda la trama de relaciones sociales colocando las más diversas situaciones en el mismo escenario de puja regido por la articulación antagónica entre amigos y enemigos. De esta manera el reclamo o el reproche da lugar a cualquier clase de permisos para los sujetos enfrentados; y, así, de una parte, la responsabilidad se disuelve en la política y, para otros, la justicia simplemente se transforma en venganza. Para unos aquella disolución de la responsabilidad en la mediatización de la política termina por enterrar el sentido común, el decoro y la autoestima porque no se quiere renunciar al lugar alcanzado, al cargo y a las oportunidades eventuales o futuras. Y para los otros el odio reemplaza al respeto, enerva la ley y degrada toda posible proporción en las consecuencias de la responsabilidad. El amor, la solidaridad y el anhelo directamente han desaparecido de ese escenario en el que cualquier cosa vale para imponer las expectativas más narcisistas expectativas y los deseo más patéticos. Se llega entonces a ese excluyente lugar en el que todos son amigos o enemigos, donde cualquier variedad, cualquier criterio o cualquier valor ya queda sesgado por la impronta dominante. Ya no parecerá impropio que una ciudadana interrumpa abrupta e indecorosamente un discurso del mismo presidente de la nación y que este con la misma impropiedad, olvidando el respeto con el que los funcionarios deben honrar los cargos para a su vez respetar a la sociedad que representa, descienda a un diálogo casi doméstico pulverizando la jerarquía. Hace algún tiempo he caracterizado a este proceso como hiperpolitización y me ha parecido entonces que representaba una tendencia peligrosa en la que posiblemente todos pierden, porque para todos se tornan posibles sus no siempre controlados impulsos, sus más triviales sensaciones o sus más oscuros deseos. Y, por cierto, la indeseada meta de todo esto no es otra que el bellum omnium contra omnes o sea la guerra de todos contra todos. Todo esto, además, me hace recordar aquella descripción no muy distinta que Ingmar Bergman nos ha dado en esa extraordinaria película titulada El huevo de la Serpiente donde se retratan, con morosa intensidad, los prolegómenos sobre los que luego se edificará el orden nazi, obra que, seguramente, solo podrá compararse con el Macbeth de Willian Shakespeare. El ver de nuevo tan singular película muchas inconexas percepciones de nuestro degradado presente convergieron en mi mente y luego se transformaron es esta breves, nerviosas y agitadas líneas que expresan una parte del desahogo de mi incertidumbre ante los interrogantes de un futuro peligrosamente hobbesiano que se perfila en cualquiera de las alternativas consideradas por el fundador de la moderna orientación antiaristotélica. Solo me cabe agregar una curiosa coincidencia en día que escribo esta nota. Hoy 11 de marzo de 2007 se cumplen 34 años de triunfo de Héctor Cámpora como presidente luego de un largo interregno de proscripciones y violencia, un triunfo que no fue más que el anticipo de una tragedia de horror, maldad y salvajismo fanático que nadie debería comparar con un estrago de un centro de entretenimiento de desafortunados y fatales resultados. Parece, pues, que en 34 años nuestros compatriotas no han aprendido siquiera de la experiencia, lo que, casi podría decirse, se insinúa como una peculiar constante de nuestro imaginario histórico, edificado en la práctica del doble mensaje y sostenida al incesante ritmo de las oportunidades que despierta la ocasión. Por cierto, si alguien pregunta por las alternativas seguramente sobran los ejemplos que hacen casi innecesario teorizar, lo que tampoco debería desdeñarse porque la teoría hace, ante todo, referencia a la selectiva aptitud para observar la realidad y captar sus posibles derroteros. Se puede, sin embargo, dejar de momento la teoría, y empezar solo con los ejemplos de nuestros propios vecinos. Dos al menos se nos ofrecen como espejos de una madurez que sirve de contraste suficiente: Brasil y Chile. Los estándares de comparación están al alcance de cualquiera y no hace falta más que leer los periódicos. Seguramente se puede ir más adelante en este ejercicio e intentar mirarnos en espejo de Europa, de los EE.UU. o de Canadá. El lector tiene aquí su propio desafío para remontar este cul de sac tan insatisfactorio como agobiante y perverso. Si ha continuado leyendo hasta me atrevería a decir que está dispuesto a hacerlo, porque sabe que es, antes que nada, un excelente ejercicio de higiene mental. (*) Corrientes, 11 de marzo de 2007. Doctor Joaquín Meabe especial para Corrientes al Día
Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.
Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo. Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico. Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!
Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles. Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan. Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.
Pobres Alberdi y Sarmiento. Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria. Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.
Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.
¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar. El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.
Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.
El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias. Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.
Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.
¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país. ¿En serio? ¿Se puede ser tan caradura? Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?
También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio? “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.
Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos? Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.
Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.
Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.
El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.
(*) Rogelio López Guillemain
La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.
Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.
Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.
También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.
Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.
Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables y caminos nuevos para salir adelante.
Pienso que un camino de desarrollo es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.
Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo foco en nuestros recursos y liderar.
Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos el compromiso de crear un cambio duradero.
Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner. Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.
El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".
En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.
La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.
Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.
Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.
En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.
La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.
(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.