Opinión
El Proyecto Genoma Humano: un génesis de laboratorios
MARIO CASALLA (*)
Tras más de diez años de investigaciones transnacionales, se acaba por fin de conocer el conjunto de “instrucciones” que contiene cada una de las células del ser humano y cómo éstas están escritas en el ADN, mediante un código de cuatro letras (o “bases”) que se organizan por pares (A, G, C y T). Ha culminado el Proyecto Genoma Humano, al menos en su primera parte.
Me parece que, si hacemos abstracción de los detalles, lo que está estructuralmente en juego son tres cuestiones (filosóficas) fundamentales. 1. ¿De quién es la Vida? 2. ¿Es posible ser inmortal, es decir no morirse jamás? 3. ¿Cuál es el estatuto inviolable de la persona humana y de la libertad, en medio de tales posibilidades y preguntas? La magnitud y la gravedad de estas preguntas, reflejan a su vez la calidad de los asuntos en cuestión y a su vez nos previenen acerca de la imposibilidad de encontrar -como no pocas veces se lo intenta- respuestas únicas, fáciles, ni rápidas sobre ellos. En ésta como en muchas otras cuestiones últimas, lo interesante es su mismo planteo, antes que respuestas clausuran el debate.. A. ¿DE QUIÉN ES LA VIDA? Dado que esta posibilidad de creación o manipulación de la Vida, se da en pleno auge de una sociedad y economía de mercado, es lógico que el problema de la propiedad y de la comercialización corran paralelos y que incluso muchas veces se adelanten a la propia lógica y a los tiempos de la investigación científica (mostrando, una vez más, que esos andariveles van ya indiscutiblemente juntos). Es todo un símbolo que el anuncio oficial y universal del desciframiento del Genoma Humano -realizado por el presidente de los EEUU desde Washington, el 26 de junio de 2000- fuera hecho flanqueado por las dos personalidades que representan esos intereses y ambos en un pie de absoluta igualdad simbólica!. De un lado estaba Francis Collins, que dirigió la iniciativa pública del Proyecto (integrada entre otros por los gobiernos de EEUU, Gran Bretaña, Francia, Alemania, Japón y China) y del otro Craig Venter, investigador y director de la empresa privada “Celera Genomics”, con sede en Rockville, Maryland, EEUU. En el orden jurídico-económico y de orientarnos según el fallo de la Corte Suprema de los EEUU de 1980 (a propósito de la solicitud de patente para una bacteria fabricada en laboratorio por la General Electric, capaz de digerir manchas de petróleo) la vida es de quién la crea, desembolsando recursos económicos para ello; lo cual a su vez justifica la protección de ese invento con una patente que garantice en exclusividad su explotación económica. Simple y rotundo fallo del tribunal de justicia del país más poderoso de la Tierra (quien además lleva ampliamente la delantera genética) aplicando puntualmente la lógica de la economía de mercado: el que invirtió para producir tiene el derecho consecutivo de explotación y ganancias. Así ocho años después la Oficina de Patentes Comerciales del mismo EEUU – teniendo como antecedente ese fallo de la Corte- le otorgó patente al ratón MYC, un “onco mouse” fabricado por la Universidad de Harvard con fondos de los laboratorios Du Pont, programado para desarrollar su propia enfermedad. Y tres años más tarde, en 1991, esa misma Oficina norteamericana aceptó el patentamiento del primer Gen humano que se presentó en su mostrador. El portador era la empresa israelí “Yeda” (conocimiento), que comercializa productos de investigación médica del Instituto Weizman y el gen (bautizado SOD) estaba dedicado a la terapéutica de los daños biológicos causados por los radicales oxigenados. Y así sin más, hasta Craig Venter , el propietario de “Celera Genomics” quien – bendecido por el simpático “Tío Bill” – comerciará con los genes, pero difundirá, eso sí, gratuitamente el genoma! O sea que de atenernos estrictamente a la lógica económica del mercado -ratificada luego en los fallos judiciales- la pregunta “¿de quién es la Vida?” se contestaría diciendo: la Vida es de quien la produce y la paga. Gasto e inversión de riesgo que luego habilita para explotarla comercialmente, para lo cual se requiere su protección mediante una patente debidamente registrada y con nombre propio. Para encontrar otra respuesta a la pregunta ¿de quién es la vida?, hay entonces que girar la vista desde la lógica económica del mercado (y sus intereses muy particulares) y volverla hacia la sociedad humana en un conjunto, hacia la idea (reguladora, por cierto) del “bien común”?. Llamo a esto, provisionalmente, ejercer una opción ética en la materia. La dejaremos aquí planteada, provisoriamente, y pasamos a la segunda de estas preguntas. B. ¿ES POSIBLE SER INMORTAL, ES DECIR NO MORIRSE JAMÁS? Esta es la segunda cuestión filosófica que acompaña -subterráneamente todavía- al fabuloso desarrollo biotecnológico en torno del Genoma Humano. Tan importante y motivador es este deseo de “inmortalidad” que -junto al patentamiento y a los negocios de los laboratorios- compartió escenario el ya histórico 26 de junio de 2000, cuando Clinton anunció universalmente el desciframiento por televisión. En medio del escenario mediático, lo primero que el campechano Bill le dijo a su colega Inglés Tony (Blair) – al establecerse la teleconferencia entre Washington y Londres – fue: “Tu hijo vivirá 25 años más que nosotros” (recuérdese que el también muy simpático Tony, acababa de ser papá). En esto Bill y Tony representaban por TV, la puesta en acto de uno de los deseos más viejos y humanos de la historia: el de no morirse nunca, o bien el de prolongar la vida lo más posible o, si se pudiese, el de ser inmortal. Nótese de paso que este deseo es, a la vez, el más imposible y menos humano de los deseos, puesto que a esto que denominamos “hombre” le pertenece en esencia la muerte ; él es, por sobre todas las cosas, un ser mortal. Si antes fue la búsqueda del elixir de la vida, o de la poción mágica que prolongase eternamente la juventud, la nueva esperanza -mucho más potente y menos inocente por cierto- está puesta ahora en la ingeniería genética, en la manipulación de los genes. Y aquí seguramente, al igual que con los nacimientos por clonación, se irá por partes: primero aumentando cronológicamente la vida disponible (la “esperanza de vida”), luego programándola más extensa, finalmente se verá. Lo cierto es que el patentamiento y la prolongación de la vida, fueron las dos presencias más fuertes de esa teleconferencia mundial. Frente a tantas buenas noticias, nadie quiere hacer el papel de aguafiestas. Por eso ni una palabra sobre las posibilidades discriminatorias que abre el uso masivo y a presión de los tests genéticos; ni sobre los fabulosos negocios farmacéuticos invadiendo, sin demasiados miramientos, el campo de la salud; ni sobre el largo y vidrioso camino de las denominadas terapias génicas. Es que se está desarrollando -como producto de la ultra predicción que permite la ingeniería genética- una nueva categoría de enfermo: el no-enfermo (todavía), el enfermo potencial, el enfermo virtual, el posiblemente enfermo, el sospechoso de enfermedad. Un ser humano que goza de casi perfecta salud, que no tiene síntomas pero que -en virtud de esa predicción- igualmente es catalogado como enfermo. Un “enfermo” en salud y que anticipadamente (socialmente) empieza a sufrir las consecuencias discriminatorias de una potencial enfermedad. En fin, una amenaza en potencia. ¿Y esto por qué? Porque el resultado de la prueba genética no sirve para determinar con total seguridad si una persona va o no a desarrollar cierta enfermedad, ni tampoco en qué medida o grado podría desarrollarla. Lo único que sí indica es que tiene un mayor porcentaje de posibilidades de adquirirla que otras personas. Igualmente, se la enferma, por las dudas! Y como casi todos somos candidatos a contraer alguna posible enfermedad seria a lo largo de nuestra vida, todos somos en consecuencia sospechosos de atentar contra la economía de nuestros empleadores y de nuestro sistema de salud. Entonces, por las dudas, mejor no emplearmos, ni darnos cobertura médica. Que “alguien” se haga cargo de nosotros, potenciales enfermos que podemos llegar a estropear los buenos negocios! Tenemos así un nuevo tipo de ser humano: el enfermo que todavía no está enfermo, pero frente al cual hay que estar prevenido. Nuevo excluido tecnológico que se suma a una ya larga lista de “apestados” y que seguramente no será el último habitante de los flamantes lager biotecnológicos. Ahora bien y retomando el problema central, este tipo de promesas, locuras o quimeras de salud a cualquier costo y a cualquier precio, son posible allí donde un deseo (enfermo, el mismo) de longevidad indefinida o de eterna juventud, se despliega y acrecienta, fomentado por la promesa tecnológica del progreso constante. Este deseo (“humano, demasiado humano”) es a su vez soportado por un imaginario tan imposible como dramático: el de la inmortalidad física, el del cuerpo eternamente regenerable y perfecto. En suma: la “Vida eterna”, en la vida actual. Nueva religiosidad laica donde el hombre -autoconvertido en su propio creador- es a la vez sujeto y objeto de una ratio manipuladora que, a la vez que lo exalta, lo degrada y lo muta. Así como privar de la vida está penado en casi todas las culturas, lo mismo debería estatuirse (simbólicamente) para quienes pretenden privarnos de la muerte. Luego lo simbólico se hará ley positiva y entonces la sensatez tendrá su lugar en medio de tanta locura tecnológica. Al derecho de nacer y vivir con dignidad, debe completárselo ahora con el de morir con dignidad. Derecho que debe proteger al cuerpo no sólo en el momento final de la enfermedad -frente a la obstinación terapéutica que provoca más sufrimiento y al sostenimiento artificial e inútil de la función cardiorrespiratoria- sino también frente a las falsas ilusiones de longevidad cuasi eternas. Si desde siempre sabemos que la vida es una “preparación para la muerte”, quitarnos la muerte es entonces privar de sentido a la vida. Vida y muerte se copertenecen mutuamente, se respetan y necesitan recíprocamente. Ninguna de las dos es patentable, ninguna de las dos tiene un dueño humano, ninguna de las dos debería ser un bien transable en el mercado y ninguna de las dos puede ser sometida a nuestro propio tiempo, por más que así parezca. Ambas tienen su propio kairós (tiempo justo) y a la larga éste termina por sepultar cualquier desmedida pretensión humana. C. ¿CUÁL ES EL ESTATUTO INVIOLABLE DE LA PERSONA HUMANA Y DE LA LIBERTAD, EN MEDIO DE LAS ACTUALES POSIBILIDADES BIOTECNOLÓGICAS? La actual revolución tecnológica no guarda con las anteriores (comercial e industrial) una relación de estricta continuidad, por el contrario implica un salto cualitativo de dimensiones muy considerables. Ella ha dotado al hombre de un poder inédito sobre sí mismo, sobre el resto de las especies y sobre la naturaleza en general. La mayoría de esas dificultades provienen hoy paradojicamente del hombre mismo y del ejercicio de su propio (nuevo) señorío sobre las cosas, no como en la antigüedad donde la naturaleza (exterior) era la fuente casi permanente de cataclismos y de desgracias. Si bien la naturaleza -hipercontrolada – cada tanto se encarga de recordarnos que sólo somos una hoja en medio de la tempestad y que toda nuestra tecnología bien puede irse al diablo en medio de una buena tormenta de viento y agua (al menos en nuestros países latinoamericanos y “subdesarrollados”), el principal peligro no proviene ya de ella sino de nosotros mismos. Atento a esto, el sociólogo alemán Ulrich Beck ha acuñado una buena expresión para caracterizarnos: somos una “sociedad de riesgo”. No solo porque producimos cosas potencialmente peligrosas -algo que en mayor o menor medida ha sucedido siempre- sino porque el estilo de vida y de producción que hemos adoptado es riesgoso en sí mismo. Paradójicamente, nos hemos transformado en nuestro propio riesgo y vivir entre nosotros puede llegar a ser más peligroso que la antigua vida natural. Es entonces lógico que, en medio de esta situación, crezcan advertencias y se reclamen “limitaciones” (en el sentido positivo de esta palabra); caso contrario toda sensatez estaría perdida y no es así, aún cuando nuestra capacidad de atender esos reclamos a tiempo pueda ponerse en dudas. Me parece que en una época así es importante pensar y promover (en el orden simbólico, en primer lugar) la idea de un estatuto inviolable de la persona humana y de la libertad. Sobre estas ficciones simbólicas podrán (y deberán) luego inspirarse un conjunto de leyes o normas positivas, entonces sí valiosas para el conjunto de la sociedad (pero nunca al revés, que de poco vale a pesar de ser lamentablemente lo habitual). Este estatuto ficcional sería entonces “inviolable” no porque no pueda ser violado, sino porque pudiendo serlo decidimos (en un acto de auténtica libertad) que no lo sea. Aclarado esto, nos parecería oportuno empezar por asumir las siguientes cinco ficciones básicas, reguladoras e inspiradoras de un ulterior derecho positivo: 1. El carácter a priori y universal de deberes y cuidados que el hombre tiene hacia sí mismo como especie, los que no deben menoscabados, ni puestos en riesgo bajo ningún pretexto científico, político, económico, cultural, ni ideológico, ni por relativismos -en este orden- de ninguna naturaleza. Así como una especie no se forja sin individuos, el viceversa es de total pertinencia. Acertadamente se está hablando ya de promover una suerte de “Declaración de deberes del Hombre” para consigo mismo como especie, lo cual es tan importante como los obstáculos de todo tipo que habrá que vencer seguramente para iniciar la tarea; 2. En ese mismo sentido, es cada vez más urgente mentalizarnos en que debemos considerar al Genoma Humano, al gen y al embrión humano -así como al conocimiento de sus estructuras y procesos fundamentales- como patrimonios de la Humanidad y, en cuanto tales, impatentables e inapropiables individual o grupalmente. Sólo a partir de este reconocimiento expreso, es posible sí reconocer y proteger legítimos derechos derivados de los esfuerzos investigativos, económicos y empresariales de orden particular (sean estos privados o estatales). Por tanto, no puede trasladarse, ni simplemente adaptarse, el derecho comercial vigente a cuestiones de esta nueva índole, sino que será menester consensuar y crear nuevas reglas y estatutos jurídicos específicos de carácter auténticamente universal (no “imperial”, por lo tanto); 3. En cualquier caso -y en tanto se atienda expresamente esa prioridad de cuidado de la especie que señalamos en el punto primero de estas enumeraciones- debe respetarse y protegerse con todo énfasis la libertad humana, la capacidad de elección que le es concomitante y el derecho inalienable a su singularidad y privacidad, así como las diferencias culturales que soportan y requieren de tal libertad. Aquí también, ningún pretexto es válido para menoscabar al individuo en nombre de ninguna “razón” científica, política, económica, cultural o social. 4. En materia de ingeniería genética, de fecundación asistida, de muerte biológica, de transplantes e implantes y de todos aquellos tópicos conflictivos que les están asociados, debe primar esta premisa tan simple como contundente: “no todo lo posible, está permitido”. En consecuencia, lo “prohibido y lo posible” (en el sentido simbólicamente fuerte de estos términos), no dependerán tan sólo de la capacidad y el poder tecnológico o económico para llevarlo adelante, ni mucho menos del aprovechamiento de vacíos en la legislación vigente, ni de una interpretación torcida o rebuscada de las normas, ni mucho menos de los deseos o demandas del mercado, sino de instancias y controles éticos -cada vez más objetivos, plurales y universales- que la comunidad científica ligada a estos asuntos deberá ir construyendo y/o participando, en debates francos, públicos y democráticos. En esta comunicación fluida se irán construyendo (y modificando) ciertas normas universales que funcionen como umbrales y límites de “lo aceptable o inaceptable”, en materia de biotecnologías y de manipulación genética. Esto, lejos de interferir con la libertad académica o comercial, la encausarán de manera humanamente sostenible, única manera de perdurar y desarrollarse en el tiempo; 5. La promoción y el aliento de todos estos diálogos, así como la paulatina implementación práctica de los acuerdos que en ellos se logre (bien sea por vía de legislación escrita, o estableciendo “moratorias”, embargos o pausas en. los asuntos más peligrosos), no puede ser obra individual, ni subregional. Por la naturaleza misma de los temas en cuestión, deben tener alcance global, requiriendo en consecuencia de un sistema internacional remozado y represtigiado (con plena y democrática participación de los estados y organismos que lo constituyen) y poder suficiente como para hacer cumplir sus acuerdos, penalizar las transgresiones y alentar sus modificaciones y desarrollos. Esto -que por cierto no se logrará en unos pocos años, pero nunca si no nos ponemos a marchar en esa dirección- no apunta tanto a la creación de supraorganismos burocráticos específicos, sino a introducir en la agenda práctica y concreta de los ya existentes, los grandes temas genéticos, biotecnológicos y bioéticos. Si las Naciones Unidas surgieron -entre otras causas fundamentales- ante el terror de la bomba atómica, cómo no recordar la frase de Konrad Lorenz al prevenirnos que “es tan peligroso tocar la genética como jugar con las potencias nucleares”. Hoy la amenaza estratégica no finca ya más en las explosiones nucleares masivas y generalizadas entre estados, sino -junto al hambre y a la pobreza injustificable de la mayoría de la población del planeta- en la alteración o supresión de la especie humana, a la luz de quimeras genéticas tan enceguecedoras como las de Hiroshima y Nagasaki. Establecer entonces en serio, esta ficción fundante de una autoridad internacional en estos asuntos, corola a las cuatro anteriores de manera tan urgente como práctica. Por cierto que hay más que esto, pero nos parece que estas cinco ficciones fundantes son más que suficientes para establecer una agenda inicial de debate. Lo demás irá surgiendo en su transcurso y complicarlo al inicio es una manera de seguirlo frustrando. Por lo demás hay que estar prevenido de entrada -y no amedrentarse por ello- sobre acusaciones de “idealismo”, o de imposibilidades prácticas de todo tipo, o alertas sobre presuntas intromisiones en asuntos privados o morales, o de atentados contra la libertad de investigación y de comercio, etc., etc. , de las que suelen ser víctimas quiénes se atreven por estos senderos. Los intereses económicos en juego son muchos y poderosos, los escrúpulos muchos menos y los prejuicios sobran. Sin embargo, la gravedad ética de lo que está en juego justifica sobradamente el lance. (*) Recibido por Corrientes al Día del Doctor Mario Casalla, quien es profesor e investigador en la Facultad de Psicología de la UBA y en la de Filosofía de la Universidad del Salvador. Es además presidente de la Asociación de Filosofía Latinoamericana y Ciencias Sociales. Se ha especializado en temas de filosofía moderna y contemporánea.
Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.
Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo. Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico. Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!
Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles. Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan. Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.
Pobres Alberdi y Sarmiento. Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria. Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.
Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.
¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar. El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.
Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.
El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias. Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.
Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.
¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país. ¿En serio? ¿Se puede ser tan caradura? Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?
También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio? “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.
Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos? Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.
Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.
Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.
El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.
(*) Rogelio López Guillemain
La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.
Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.
Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.
También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.
Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.
Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables y caminos nuevos para salir adelante.
Pienso que un camino de desarrollo es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.
Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo foco en nuestros recursos y liderar.
Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos el compromiso de crear un cambio duradero.
Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner. Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.
El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".
En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.
La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.
Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.
Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.
En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.
La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.
(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.