Opinión
Argentina, una vez más
MANUEL GERARDO MONASTERIO (*)
“Cómo va a ser la Patria esta inmensa laguna en que andamos braceando con desesperación, nadando contra corriente y empantanándonos sin poder ir ni atrás ni adelante; esta casona derruida donde respiramos aire gastado, comemos pan duro o vemos cada día cosas que nos dan en el rostro, estamos vejados por el cretinismo ambiente y creciente, soportamos vergüenzas nacionales. Entonces la Patria real ¿es muy chica? No lo sé, puede que si, puede que no. Pero la Patria son ustedes”. (Leonardo Castellani).
“Volver a hablar de mi país es como retornar una y otra vez a un cáliz de amargura sin fin. Y sin embargo vuelvo, como el perro bíblico que vuelve sobre su vómito a regurgitar el alimento que ya estuvo en su vientre alguna vez”. De “Elegía a un niño crucificado”; Manuel Monasterio, 1992 De una punta a la otra de esta Argentina grande y extraña, se habla y se vuelve a hablar siempre de lo mismo sin decir nunca prácticamente nada. Pero hay gente que vive precisamente de eso, e incluso ganan bastante bien. Mientras que otros hemos perdido el sueño y la cordura en pos de convertirnos en una voz clamante en el desierto de tantas “almas inclinadas hacia a la tierra”… Pero es una vergüenza que alguien como yo se queje, mientras en el momento que escribo esto un niño, cuyos huesos sobran en un par de manos grandes, se disuelve entre las grietas de una ignorancia inconcebible que se alimenta de lo que se llama por estas tierras -con un desparpajo inaudito- “democracia”. Una “democracia” que sólo sirve a los intereses de unos estafadores profesionales disfrazados de políticos, que necesitan muchos “changuitos” y “gürisitas” bien hambreados, bien hundidos en el lodo de la pobreza neurobiológica inmarcesible para que puedan luego ir a las urnas a votar por ellos. En Argentina votan los muertos y los idiotas. Y me refiero a los idiotas en serio -sin menosprecio alguno- a los discapacitados severos y profundos que están en el padrón electoral nacional y cuyo voto vale lo mismo que el de cualquier otro ciudadano que tenga algo más de idea de lo que está haciendo, o de lo que lo obligan a hacer. Porque en Argentina además, el voto es obligatorio. Y que no se le ocurra a alguien hablar de “voto calificado”. No señor, esto es una verdadera DEMOCRACIA, y por eso su voto vale lo mismo que el del enfermo neurológico profundo que está con usted en el padrón. ¿Y por qué no habría de valer igual? Si los votos de ambos junto con el mío y el de millones valen finalmente lo que valen, es decir, lo que una cagada de paloma. Esto es, no nos sirven a todos nosotros, a la Nación, pero son indispensables para los que han usurpado el poder en nombre de la “democracia”. Ellos necesitan muchos niños hambreados en esa edad en que el daño neurológico de la desnutrición es irreversible, para sostener esta infamia, mal llamada “democracia”,que precisa de millones de esos votos esclavos procedentes de la incompetencia cívica que ellos mismos fabrican de una punta a la otra del país del que se han apropiado. Porque Argentina es un Proceso y un Castillo de Kafka donde todos los días tenemos -varias veces en el día- la misma sensación de Deja-Vu. Y todos los días al fin del día terminamos convertidos, como Gregorio Samsa, en el mismo insecto a merced del mismo funcionario -presidente, gobernador o diputado- que se presenta ante nosotros con un nombre diferente que saca de la misma galera -aparentemente infinita- de la codicia sin fin y del egotismo sin pausa….Y la estupidez sin mengua, de un pueblo que sigue dando vida a tanto degenerado serial disfrazado de político y con apetencias de eterno funcionario. Decía Leonardo Castellani, “La antigua monarquía francesa estaba sustentada por las cuatro columnas de Iglesia, Universidad, Nobleza y Gremios -incluso aquí los Parlamentos-que tenían su vida propia y a las cuales no era cómodo ofender; de manera que Luis IX por ejemplo, teóricamente ‘rey absoluto’, podía hacer muchísimas menos cosas -y prepotencias- que un presidente democrático-liberal de la República Argentina…” Y sería, digo yo, caer ciertamente en un pozo de gran ingenuidad, pensar que la democracia nos pone a salvo del absolutismo. Precisamente al revés, porque no hay autocracia más feroz que la difuminada del amorfo “demos”, que es como llamaban al pueblo los griegos. Es por todo esto que no puede sorprendernos absolutamente nada de lo que la actual administración nacional haga o pretenda hacer. Y considero además que la mayoría de las criticas que hoy día reciben el Sr. Presidente y su Primera Dama son profundamente insustanciales y, finalmente, completamente irrelevantes. Ellos son en realidad “culpables” de una sola falta: la de ser una mera clonación de la indigencia política hereditaria que aqueja desde siempre a este país. Nietzsche se planteó un par de preguntas que deberían ser asimismo relevantes para nosotros, “¿Cómo llego a ser lo que soy?” y “¿por qué sufro siendo lo que soy?” Hemos llegado a ser lo que somos por un conjunto de pensamientos y la práctica constante de esos pensamientos. El conjunto de pensamientos se cristaliza en una actitud, una actitud frente a la vida, una actitud ante los otros. Una imagen de nosotros mismos que se plasma en una conducta. Una conducta en lo personal y en lo social. En Argentina la testosterona circulante es poca, de pobre calidad y muy mal distribuida. Será por eso que somos famosos por nuestras mujeres histéricas y ahora también por nuestras mujeres machorras. Porque parece ser que a pesar del discurso soberbio de los machos argentinos las señoras están tan insatisfechas que terminan por asumir el rol masculino. No porque las mujeres manden, eso lo han hecho siempre, sino por la manera en que pretenden hacerlo por estos lares. Porque debe haber pocas cosas más desagradables que una mujer que trastoca su pudor -casi un significante de su identidad- por la postura chabacana de imponerse a los gritos moviendo las manos como aspas de molino. Uno esperaría, como mínimo, que un poco del dinero recaudado a lo largo de muchos años de ejercer el “próspero negocio” que representa la política en este país, hubiese sido invertido en tratamiento psicológico y entrenamiento emocional para aminorar y conducir esos visibles horrores del carácter. La mujer verdaderamente poderosa no necesita ejercer su autoridad como un capataz de esclavos en época de la conquista. Mi abuela, que era analfabeta, tenía la Presencia como para imponer el orden -tantas veces necesario a pesar de las veleidades afiebradas de la mal entendida “democracia” y la aún peor interpretada “libertad”- con una sola mirada. Pero mi abuela era una pobre campesina europea “sin pajaritos raros en la azotea” y acá estamos en la Argentina posmoderna de la pizza y del champán, la Argentina tilinga de los millonarios-tipo-sopa-instantánea y de los políticos que viven la política como sacarse la lotería, y de un pueblo que lo permite porque a lo mejor sueña con poder participar de alguna manera de las ganancias de esa lotería mal habida. La Argentina de los militares capones que necesitan que sus mujeres hagan en público las veces de hombre; que no son capaces de admitir lo que es tan evidente que lo sabe todo el mundo: que hicieron las cosas mal, horrorosamente mal. Que no tuvieron los atributos de su masculinidad bien puestos antes, y menos los van a tener ahora -que ya no tienen poder alguno- como para pedir perdón como Dios manda por los desmanes de los que fueron responsables en una guerra que tenían derecho a entablar, pero nunca-jamás de la forma chapucera en que lo hicieron. Hicieron las cosas tan, pero tan mal, que hoy los asesinos terroristas pasan por mártires, y muchos de los que pusieron bombas debajo de las camas de gente durmiendo han pasado a ser “jóvenes idealistas”. Y varios de los ideólogos y terroristas que llevaron a la muerte a verdaderos jóvenes idealistas son hoy prósperos empresarios que se nutren del capitalismo que decían entonces combatir. Aquellos fueron los militares de entonces y son también los de ahora. Porque Argentina es tan indefinida que no ha sido capaz de generar un solo dictador como la gente. Un dictador que en su momento, como un padre responsable, hubiese puesto las cosas en marcha para sentar el ejemplo indispensable a las generaciones por venir. Porque como dijo San Agustín -uno de los escasos y verdaderamente grandes filósofos que dio el catolicismo- “los pueblos corrompidos sólo pueden ser gobernados por tiranos”. Pero también, como dijo Leonardo Castellani, “es necesario que (el dictador) sea santo. Porque el grado de violencia que un hombre tiene derecho de infligir a otros hombres corresponde, por lo menos, al grado de amor que les tiene. La violencia infligida por el odio es siempre contagiosa y volvedora: rebota sobre el violento.” Pero esto es Argentina, donde los políticos honestos se suicidan como Lisandro de la Torre o terminan en la miseria como el Dr. Ramón Carrillo y los pensadores y profetas como Castellani son exonerados de todos sus cargos, se les prohibe ejercer su oficio y se los condena a pensiones de hambre. Y es por eso que en Argentina volvemos siempre, de mala manera y a los tropezones, a generar autócratas de segunda y tercera categoría como los que hemos tenido en los últimos años. Políticos pequeños, tan pequeños que se creen que verdaderamente merecen el poder que han recibido. Que ignoran o soslayan que se encuentran con el poder entre manos por arbitrio de la corruptela y el desorden generalizados y se lo toman tan en serio que se olvidan del valor puramente instrumental de su mandato. Y hacen todo -y bastante mal-para el estado, y nada para la Nación. Olvidando que el estado no es más que una maquinaria dentro de la nación y que su único objeto es servir a la nación, que es la gente. Shakespeare escribió en su Hamlet “si le dieran a cada hombre lo que se merece nadie se libraría de una buena paliza”. Y los argentinos tenemos lo que nos merecemos, porque esto es lo que somos. Pero como yo no creo en el karma de mis colegas hindúes de la manera en que ellos creen, continúo pensando que a lo mejor algún argentino se merece otra cosa distinta que la que hoy está recibiendo. No yo, porque yo ya soy un hombre grande y lleno de vicios y puedo tolerar la paliza que me toca. Pero no podré aceptar jamás como un hecho natural que en el momento en que escribo esto, un niño, cuyos huesos sobran en un par de manos grandes, se disuelva entre las grietas de una ignorancia inconcebible que se alimenta de lo que se llama por estas tierras -con un desparpajo inaudito- “democracia”. (*) Enviada a Corrientes al Día por el Dr. Manuel Monasterio desde su propio sitio Foro Planetario (6 de Agosto de 2007).
Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.
Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo. Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico. Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!
Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles. Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan. Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.
Pobres Alberdi y Sarmiento. Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria. Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.
Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.
¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar. El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.
Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.
El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias. Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.
Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.
¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país. ¿En serio? ¿Se puede ser tan caradura? Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?
También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio? “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.
Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos? Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.
Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.
Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.
El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.
(*) Rogelio López Guillemain
La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.
Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.
Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.
También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.
Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.
Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables y caminos nuevos para salir adelante.
Pienso que un camino de desarrollo es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.
Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo foco en nuestros recursos y liderar.
Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos el compromiso de crear un cambio duradero.
Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner. Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.
El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".
En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.
La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.
Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.
Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.
En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.
La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.
(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.