Opinión
Ganaron, y ahora…?
ALBERTO MEDINA MENDEZ (*)
Culminó el proceso eleccionario que consagró a Cristina Fernández de Kirchner como Presidente electa de los argentinos. Quedan muchas conclusiones por recorrer, algunas de ellas será importante tenerlas en cuenta para repasarlas en algún tiempo.
Los oficialistas de siempre. Como en tantas otras oportunidades, salieron en la foto los “conservadores” del poder, esos que prefieren la continuidad al cambio. Más vale malo conocido que bueno por conocer. Se trata de esos que inclinaron definitivamente la balanza. Será cuestión de tomar nota, para que no se repitan historias que ya conocemos. No sea cosa que quienes votaron por el oficialismo ahora sean los mismos que reeligieron en su momento a Menem y hoy describen aquella época como la “década infame”. No sería deseable que se trate del mismo grupo que consagró en primera vuelta, con una mayoría aplastante a De La Rua para luego burlarse de su triste desempeño. Ojala en la próxima elección presidencial, no sean “estos oficialistas de siempre” quienes sin la autocrítica esperable de gente de bien, se ocupen de desbancar a la que hoy aplauden ciegamente. El regreso de las prácticas antidemocráticas. Reaparecieron los tradicionales métodos tan discutidos de la picardía partidaria. Una nueva versión de la anti –democracia de los que predican a viva voz que aceptan el pensamiento diferente, pero en la práctica no solo lo detestan, sino que violarían cualquier norma formal o ética que ponga en riesgo la posibilidad de encontrarse con el éxito en esta ya acostumbrada democracia de mayorías donde parecen tener razón los que mas votos consiguen. Se denunciaron irregularidades que indicaban que desaparecieron boletas de varios partidos políticos, casualmente opositores. Una renovada práctica de la vieja política, esa que es el orgullo de los señores feudales de la partidocracia, de los perfeccionistas constructores del clientelismo. Preocupa la picardía, pero mas aun la ausencia de límites cuando se hace de este, un ejercicio sistemático que se fundamenta en la necesidad de favorecer los intereses de los que ” precisan ” ganar para sostener sus estructuras de poder político….. y económico obviamente. Una oposición incapaz. Los números cantaron. Las agrupaciones mas importantes del arco opositor sumaron claramente mas que el oficialismo. Si bien en política no siempre 2 mas 2 equivalen a 4, resulta evidente que, de haber logrado el consenso y la conformación de una construcción única que hiciera frente al sólido oficialismo, otra hubiera sido la historia. No solo porque podría haber cambiado el resultado sino porque el equilibrio de poder, aun perdiendo, ofrecería otros contrapesos al sistema. Suena duro, pero la oposición ha sido “incapaz” no solo de ofrecer una alternativa viable, sino también de resignar mezquinas ambiciones protagónicas. Se privilegiaron cuestiones secundarias. Los resultados están a la vista. Los encuestadores se reivindicaron. Luego de ciertos significativos desvíos durante algunas importantes elecciones del año, en la elección presidencial se redimieron. Acertaron con mucha precisión, no solo en que no asistiríamos a una segunda vuelta, sino también, con aciertos en el orden de prelación y también en las cifras finales bastante ajustadas a las que resultaron finalmente como consecuencia de la decisión popular. La soberbia de los triunfadores. Pese a los típicos y predecibles discursos de apertura y tolerancia, aparecieron los soberbios consuetudinarios. Se trata de una especie plagada de triunfalistas clásicos, esos que no solo se enorgullecen del triunfo, sino que también descalifican a los que no los votaron. No es un patrimonio exclusivo de estos oficialistas contemporáneos. Siempre están. Son figurita repetida. De hecho, varios de ellos han festejado los triunfos, en otros tiempos, acompañando a políticos con los que hoy no desearían fotografiarse. Los apáticos renovaron sus esperanzas. Todo hacía pensar que tendríamos una baja participación ciudadana. Se puede esperar más, siempre se puede esperar algo mas, pero digamos que la anunciada apatía, al menos en el porcentaje de gente que decidió concurrir a votar, no se sintió mas de la cuenta. Aun no hay que cantar victoria. Los apáticos, siguen allí, con su apatía, solo que esta vez decidieron renovar el crédito, pero por poco tiempo. Otra desilusión alejará a varias generaciones. Para los escépticos crónicos este proceso no es mas que una puesta en escena de una vieja dicotomía. Esa que enfrenta por un lado a los mas picaros, a los expertos en el arte de recurrir a todos los medios para ganar. Esos que ya saben como y de que manera se le saca el máximo provecho a las debilidades del sistema, para llevar agua a su molino. Del otro lado están los que conociendo las perversas reglas de juego, son tan ingenuos que se dejan superar por predecibles artilugios, de vieja trayectoria. Así rodeados por esta dualidad, nos empujan a optar entre los que recurren a cualquier práctica para ganar, incluyendo las que tienen que ver con anular el pensamiento diferente, al grupo de partidos que desafían al poder pero son presas de su propia ingenuidad, de su infantilismo, y fundamentalmente de esa incapacidad para construir y superar los escollos mas evidentes. Ya ganó el oficialismo con esta mayoría TAN especial, que heredamos del repudiado Pacto de Olivos. Se trata de esa matemática mas que opinable, que dice que con algo mas de 40 puntos porcentuales y 10 de diferencia con la minoría que le sigue, cualquier agrupación política tiene mayoría ( ¿? ) y no precisa legitimarse en segunda vuelta alguna, que confirme esa mayoría que debería ser absoluta y no relativa. Mucho para concluir después de la jornada electoral más trascendente del año. Ganaron los que dicen que “el cambio recién comienza”. Sin dudas, la consigna promete. Habrá que ver si ese cambio que recién comienza tiene previsto combatir pronto a la inflación que el mismo modelo engendró. Será tiempo de ver como piensan hacerle frente al insoportable flagelo de la inseguridad. La desinversión energética y el creciente gasto público esperan soluciones que este gobierno no parece tener muy a mano, al menos no lo han demostrado hasta aquí. Igual insisten con esto de que “el cambio recién comienza”. Ojala que ese cambio llegue, pero pronto, y NO para profundizar los problemas que esta impaciente sociedad pide abordar. Por eso, es el momento de preguntarse, ganaron, y ahora ……? (*) Recibido por Corrientes al Día de Alberto Medina Méndez, amedinamendez@arnet.com.ar, 03783-15602694. Corrientes – Corrientes – Argentina.
Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.
Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo. Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico. Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!
Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles. Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan. Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.
Pobres Alberdi y Sarmiento. Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria. Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.
Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.
¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar. El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.
Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.
El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias. Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.
Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.
¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país. ¿En serio? ¿Se puede ser tan caradura? Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?
También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio? “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.
Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos? Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.
Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.
Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.
El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.
(*) Rogelio López Guillemain
La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.
Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.
Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.
También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.
Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.
Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables y caminos nuevos para salir adelante.
Pienso que un camino de desarrollo es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.
Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo foco en nuestros recursos y liderar.
Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos el compromiso de crear un cambio duradero.
Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner. Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.
El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".
En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.
La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.
Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.
Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.
En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.
La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.
(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.