Opinión
Oscar del Barco y su solitario grito Argentino
LA TRANSFIGURACIÓN ÉTICA POR EL DOLOR
Hace unos días discutíamos con unos amigos sobre lo mágico, lo pavorosamente mágico, que resulta que un tipo como Oscar del Barco viva en una esquina de Villa Cabrera. Yo le hice hace algunos años una entrevista. Llegué a su casa con 25 años. Salí y ya no importaba el tiempo. La entrevista salió en Ñ. Tampoco importaba eso.
En octubre y noviembre de 2004, la revista cordobesa La Intemperie publicó un testimonio en el que Héctor Jouve, ex integrante del Ejército Guerrillero del Pueblo (EGP), relata cómo fueron las ejecuciones de Adolfo Rotblat y Bernardo Groswald (miembros de la organización) en el monte salteño. En diciembre, el filósofo Oscar del Barco envió a la revista una carta (que puede leerse completa en el sitio www.revistalaintemperie.com.ar) en la que se declara responsable de esas muertes por el hecho de haber apoyado al EGP. “Todos los que de alguna manera simpatizamos o participamos, directa o indirectamente, en el movimiento Montoneros, en el ERP, en la FAR o en cualquier otra organización armada, somos responsables de sus acciones”, dice. En uno de los pasajes más polémicos de la carta, el filósofo cordobés afirma que el poeta Juan Gelman “tiene que abandonar su postura de poeta-mártir y asumir su responsabilidad como uno de los principales dirigentes de la dirección del movimiento armado Montoneros. Su responsabilidad fue directa en el asesinato de policías y militares. Debe confesar esos crímenes y pedir perdón por lo menos a la sociedad”. El texto originó un intenso debate del que participaron entre otros Héctor Schmucler, Jorge Jimkis, Eduardo Grüner y Martín Caparrós, en distintos medios. En la entrevista a Beatriz Sarlo publicada en Ñ nº 101, la directora de Punto de Vista también se sumó a la discusión. -¿Qué motivó que usted se declarase, en la carta a La Intemperie, culpable del asesinato de Adolfo Rotblat? -En realidad sucedió algo al margen mío, fue algo que sucedió de repente, algo que simplemente aconteció, como una gracia. De pronto, después de treinta años, apareció algo como un llamado, una voz que preguntaba -estoy utilizando una imagen- ¿qué has hecho? ¿cómo participaste en la muerte de ese chico que estaba tan mal, tan enfermo? -Lo raro es el tiempo transcurrido, esos treinta años. -Creo que en estas cosas no hay tiempo. Diría que es algo atemporal. Podrían pasar cien años y sería exactamente lo mismo. -Pero si usted no participó, ni directa ni indirectamente en el asesinato de Rotblat, ¿por qué se cree o siente culpable? -La culpa no es fundamentalmente un sentimiento, es ante todo un hecho. Tal vez sea algo que constituye lo que llamamos hombre. Todo el dolor de las guerras, de las torturas, de la sevicia, de la bestialidad, de la violencia cotidiana, de pronto llegan a la conciencia y la arrasan. Son esa gran carnicería y la infinidad de injusticias, de traumas, de persecuciones, aquí, alrededor de uno y en todas partes del mundo, las que se manifiestan como culpa. -¿Qué opina de lo que dijo Beatriz Sarlo en Ñ, respecto de esta cuestión? -Ella dice “todos estábamos de acuerdo con la liquidación violenta de nuestros enemigos o no necesariamente enemigos”, y punto, se queda ahí. Para mí, por el contrario, ese reconocimiento no sólo es terrible sino que es actual, e implica nuestro ser como ser libre y, por lo tanto, pasible de ser responsable. Además entiende este hecho, el de la “liquidación” del otro, recurriendo a la idea de “universo ético” (donde no existían los “valores humanos”) y de “configuración histórica”. Para ella, las cosas terminan en lo ya dado, mientras que para mí es a partir de ese punto que comienzan. La posición de ella conduce a la aceptación y a tratar de explicar lo sucedido, para mí se trata no sólo de explicar lo sucedido, sino de un reconocimiento de culpabilidad y de un acto de contrición que no cierran nada sino que abren a un universo de cuestionamientos. -¿Es en este sentido que usted acusa a Juan Gelman? -Yo no acuso a Gelman, digo que si él, como lo afirma en su entrevista a Babelia de octubre del año pasado, considera perentorio “decir la verdad”, él, consecuente y lógicamente, tendría que decir la verdad. Él reconoce su participación, que además es conocida por todos, en la dirección de Montoneros hasta 1979. Pero con esto no basta. -¿Qué verdad? -La de los actos, la de las decisiones, la de cómo decidían las muertes, de quiénes las realizaban, de cómo las realizaban, de cómo juzgaban, de quiénes defendían a los acusados, ¿o nadie los defendía? ¿O con decir que fue dirigente montonero, que fue un “revolucionario”, así, en general, es suficiente? ¿Por qué les exige a los otros lo que no hace él mismo? -¿Todos los que luchaban eran responsables? -El que se prepara para matar y el que mata y los que apoyan a los que matan, son responsables de sus actos. Y ninguna causa, ningún ideal, justifica el acto horrendo. -Entonces no se podría hacer nada. No se podría, por ejemplo, hacer la revolución. -Se podrían hacer una infinidad de cosas. sin matar. En cuanto a las revoluciones, mire usted en lo que terminaron: en masacres, en campos de exterminio, en nuevos y feroces capitalismos. Tanta sangre, tanto sufrimiento y espanto, ¡para terminar en lo mismo! -De lo que usted afirma podría deducirse que la dictadura militar fue lo mismo que los grupos guerrilleros. -La dictadura llevó el terrorismo de Estado a un límite insuperable, inimaginable, de monstruosidad. Me atrevería a hablar de una maldad absoluta. Dicho esto hay que reconocer que en un punto la guerrilla actuó de manera semejante: por medio del asesinato de los considerados “enemigos” (como los llama Sarlo), es decir, mediante una violencia extrema. Creo que la dirección de Montoneros o del Erp también deseaban llevar el país a un estado de inaudita violencia. Como supieron hacerlo Lenin, Stalin, Mao, el Che, etc. -Para Beatriz Sarlo se trata de las circunstancias o “configuraciones” históricas, ella dice que sus “valores presentes no eran los de ese momento”. -Sí, pero así, con ese sólo reconocimiento, no se obvian las responsabilidades. Es fácil decir “ahora tengo otros valores” o “mi ética es inmanente y humana”. Pero aquí están de por medio vidas concretas, muertes concretas, de las que fuimos, como ella misma dice, responsables. Sarlo dice que estábamos dispuestos “a liquidar” (y es cierto, estábamos dispuestos a matar, luego no éramos niñitos inocentes) pero no saca las conclusiones, digamos lógicas, casi naturales, de esa afirmación. Es como si fueran tres o cuatro palabras más, como si se estuviera refiriendo a una piedra, pero si piensa que iba a matar un ser humano, es decir, un absoluto, el único absoluto posible, un ser con padres, con hijos, con novias, con cuadernos, con amores. No es que “íbamos a matar” sino que íbamos a matar un hombre con nombre y apellido. -Pero el mundo se ha hecho así, lo han hecho hombres violentos como los que usted critica. -Es cierto, pero mire el mundo, mire el horror del mundo que tenemos. -Pero ¿qué consecuencias se sacan de su planteo? ¿Cómo respondería usted a la vieja pregunta sobre qué hacer? -No sé. En lugar de la potencia habría que sostener la fragilidad, la vacilación. Al terrible y vergonzoso deseo egolátrico de tener éxito, de triunfar, de ser reconocido, ¿porqué no oponer la reivindicación del fracaso? ¿Quiénes son los “bienaventurados”? Los buenos, los mansos, los enfermos, los sufrientes. ¿Acaso Ezra Pound no estuvo l2 años en un manicomio, acaso Bonino no se suicidó en un manicomio, acaso Vallejo no se murió de hambre y van Velde no tuvo que ser socorrido por Beckett, y Juan L. Ortiz no fue pobre como un pajarito, acaso Mandelstam no fue asesinado por Stalin, acaso Celan no se arrojó al Sena? ¿No son todos ellos, los débiles, como dijo Tarkovski, quienes sostienen el mundo? Y no se trata de palabras. Creo, me parece, que no hay otra posibilidad. Son millones.
Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.
Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo. Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico. Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!
Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles. Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan. Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.
Pobres Alberdi y Sarmiento. Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria. Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.
Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.
¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar. El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.
Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.
El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias. Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.
Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.
¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país. ¿En serio? ¿Se puede ser tan caradura? Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?
También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio? “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.
Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos? Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.
Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.
Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.
El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.
(*) Rogelio López Guillemain
La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.
Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.
Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.
También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.
Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.
Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables y caminos nuevos para salir adelante.
Pienso que un camino de desarrollo es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.
Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo foco en nuestros recursos y liderar.
Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos el compromiso de crear un cambio duradero.
Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner. Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.
El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".
En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.
La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.
Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.
Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.
En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.
La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.
(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.