Opinión
Los manipuladores de la moneda
ALBERTO MEDINA MÉNDEZ (*)
Se ha instalado profundamente la idea de que asistimos a una etapa de “inflación mundial”. El alza en los precios del petróleo y de algunos alimentos, impulsan fuertemente esta teoría. Hasta la justifican con algún grado de pretendida solvencia.
Se suele definir a la inflación como el aumento generalizado de precios. Aceptando esa interpretación, significaría que el incremento en los precios relativos de algunas mercancías (combustibles y alimentos ) no debería ser suficiente, para atribuir a estas subas la reaparición de un fenómeno que parecía ya superado en la década pasada. Se podría inferir que la importancia y peso específico de los alimentos en la canasta básica impactan más que cualquier otro bien. Los combustibles hacen lo propio al ser uno de los determinantes directos o indirectos del costo de casi cualquier mercancía. No deja de ser éste, un cambio, de los tantos que ha vivido la humanidad. Por significativo que parezca, es solo una modificación en los precios relativos de algunas mercaderías. No obstante todo esto, que resulta demasiado evidente, pocos técnicos se animan a buscar explicaciones sólidas para este fenómeno que ahora muestra su cara globalizada. La literatura económica ha pretendido explicar de diferente manera el proceso inflacionario. Muchas de esas teorías, en realidad, confunden causas con efectos. Resulta claro que la sociedad moderna ha desarrollado una profunda incapacidad para entender los mecanismos del mercado y se resiste, soñando con que puede dominarlo. Los precios son el mecanismo más eficiente para establecer una adecuada asignación de recursos. Cuando estos son vulnerados en forma espuria, el mercado solo reacciona con naturalidad, intentando contrarrestar aquello que ha sido modificado contra su voluntad. Simplificando, los precios suben básicamente cuando la demanda supera a la oferta, ya sea porque la primera sube, porque la segunda disminuye, o ambas. La sociedad moderna no alcanza a percibir que, a la creciente demanda que empuja los precios, solo se la nivela con más oferta. Si no queremos que los precios suban, por alguna razón cultural o por esta cada vez más desarrollada pasión por la certidumbre, pues solo debemos allanar el camino para facilitar el rápido incremento de la oferta. No nos debe espantar que algunos precios se disparen. El caso mas claro, es el de los alimentos, que ha sido provocado, entre otros motivos por la, cada vez más notoria, salida de la pobreza de muchas naciones populosas. Esto debería ser una buena noticia. Sin embargo, los individuos tienen cada vez menos tolerancia a los cambios abruptos, mucho mas aun en precios que pueden impactar en el corto plazo en su calidad de vida. Esa actitud, es la que ha impulsado, en las últimas décadas, un demandante mecanismo social, que ha sido funcional para los dirigentes contemporáneos que alimentaron esta ridícula e ineficiente política de intervención monetaria. Es que un sector importante de los intelectuales del mundo, especialmente académicos y economistas, han desarrollado teorías que se sostienen sobre la base de evitarle a la sociedad contratiempos indeseados. Han convencido a la comunidad que la intervención estatal puede ayudarla a evitarse problemas. Les han mentido absolutamente. No solo no lo evitan, sino que generan problemas mayores a los que pretenden evitar. Los Bancos Centrales han transitado un camino, convenciéndose de que su función era lograr la estabilidad de precios a través de los siempre ingeniosos mecanismos del control monetario. Creyeron descubrir en la estabilidad de precios un valor. Confundieron economía sin inflación con ausencia de cambios en los precios relativos. Los precios se mueven siempre selectivamente. En el mejor de los casos, nos advierten que debemos ajustar la oferta con más producción, o bien ir en busca de nuevas alternativas que permitan recuperar el equilibrio o alcanzar uno nuevo. La idea de preservar el valor de la moneda ha sido la excusa perfecta para acumular un poder casi ilimitado en manos de los manipuladores profesionales. Parafraseando a Georges Clemenceau, la moneda es algo demasiado importante para dejarla en manos de economistas y políticos. Los siempre dispuestos militantes del intervencionismo estatal, creen que con artificios, podrán amortiguar el cambio en los precios relativos. Asistimos entonces, a tiempos donde los manipuladores de la moneda están en su salsa, provocando por doquier inflación. En algún caso, hasta se dan el lujo de exportarla a países que confían en su, cada vez más, opinable seriedad. Los bancos centrales están perdiendo el rumbo. Los políticos de turno creen tener todo bajo control. Están provocando una crisis mayor que la que pretenden evitar. Como decía Lord Maynard Keynes, en una de sus pocas frases acertadas, en la economía se puede hacer de todo, salvo evitar las consecuencias. Cuando el mundo deje de ver fantasmas en cada cambio de precios relativos, cuando la sociedad deje de asustarse y comprenda que el mecanismo de precios es el mejor parámetro para orientar la asignación inteligente de recursos, ese día dejaremos de ser prisioneros de los manipuladores de la moneda. Mientras tanto, preparémonos para vivir bajo sus órdenes. Ellos decidirán lo que debe subir y lo que debe bajar, cuando y de que manera. Para ello, nos harán pagar el precio más alto que una sociedad puede soportar, el de la desvalorización de la moneda. Provocarán inflación allí donde no la hay, apelando a la más moderna compulsión de imprimir billetes sin sustento. Los principales bancos centrales del mundo no están dispuestos a soportar una transición que desacelere la economía mundial. Mucho menos aun, toleraran un periodo recesivo. Prefieren una inflación que sostenga ficticiamente el nivel de actividad. Eso ya está a la vista. Han convencido a la sociedad de que pueden ayudarla con sofisticadas teorías, buscando responsables de la inflación en mecanismos tan perversos como falaces. Estamos en sus manos. Al menos por ahora, ganan los manipuladores de la moneda. (*) Recibido por Corrientes al Día, amedinamendez@gmail.com; Corrientes (Argentina)
Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.
Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo. Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico. Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!
Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles. Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan. Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.
Pobres Alberdi y Sarmiento. Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria. Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.
Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.
¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar. El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.
Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.
El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias. Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.
Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.
¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país. ¿En serio? ¿Se puede ser tan caradura? Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?
También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio? “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.
Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos? Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.
Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.
Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.
El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.
(*) Rogelio López Guillemain
La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.
Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.
Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.
También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.
Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.
Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables y caminos nuevos para salir adelante.
Pienso que un camino de desarrollo es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.
Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo foco en nuestros recursos y liderar.
Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos el compromiso de crear un cambio duradero.
Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner. Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.
El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".
En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.
La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.
Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.
Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.
En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.
La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.
(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.