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Opinión

La compulsión intervencionista

ALBERTO MEDINA MENDEZ (*)

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La criticada era consumista tiene su equivalente contemporáneo en esta compulsión de pedirle al Estado que intervenga SIEMPRE. No aceptamos la naturalidad de ciertos procesos. Lo vivimos en la vida ciudadana pero solo como un espejo de aquello que presenciamos en otros escenarios de la vida personal. Un médico diría esta enfermedad se cura con medicación en siete días y sin medicación, en idéntico plazo.


Muchas enfermedades requieren acompañamiento y no tratamiento. Sostener al paciente, quitarle las molestias de los síntomas, suprimirle los malestares evitables, para superar de la mejor manera posible, ese síndrome que irremediablemente desaparecerá. Sin embargo, hay gente que va al médico y quiere un medicamento que lo cure. Si no lo medica, cree que incluso que no ha hecho lo suficiente por su paciente. Su sabiduría y su ciencia, van de la mano, según esa creencia, de la medicina que sea capaz de recetar. Esa compulsión por la medicación de esta sociedad que cree en pociones mágicas, es la misma que reclama a los gobiernos ACCION. No importa cual ni como. Solo pretende acción, a cualquier costo. Piensan que quedarse de brazos cruzados no puede ser mejor que hacer cualquier cosa. Compulsión. Eso siente el mundo actual, una irrefrenable sed por controlarlo todo. Cree que solo si tiene el 100 % de las riendas, puede estar sereno. La seguridad se convierte en una obsesión, adquiriendo tal tamaño, que sin certezas no parece posible progresar. La historia del mundo es la historia de la incertidumbre, de lo impredecible, del descubrimiento y la invención. Tanto apego al obsesivo control no encuentra otra explicación que la falta de seguridad en nosotros mismos. El pánico a lo desconocido nos domina, generando una angustia desproporcionada. La tutela de la utopía estatal, el pedido de auxilio frente a la indefensión que se deriva de la incertidumbre de los desafíos del mundo global, ha hecho que muchos seres humanos busquen seguridad allí donde no la hay. El Estado planificador, ese que todo lo sabe, que puede prever lo peor, y evitarlo, no existe. Se trata solo de una construcción irreal que no tiene demostración empírica alguna. Solo simula un acto de fe religiosa sin paralelo en el mundo real. La inacción gubernamental no parece ser admitida como posibilidad. La sociedad se ha dejado influir por las corrientes intervencionistas. Hay que reconocerlo, Keynes y sus endebles argumentaciones teóricas y un conjunto de intelectuales influidos por el poder mágico de esas ideas sin soporte alguno, ganaron esta batalla ideológica. Se apropiaron de los ámbitos académicos, del lenguaje popular y las creencias menos demostradas, se convirtieron, sin más, en verdades casi irrefutables. Como esa que dice que el Estado debe intervenir la economía para garantizar crecimiento y desarrollo. Las evidencias dicen todo lo contrario. El Estado contemporáneo, inclusive los más modernos Gobiernos, controlan casi todo el mundo económico. Deciden en el mundo financiero. Lo hacen emitiendo moneda, controlando tasas, regulando toda la actividad por medio de profundas y minuciosas legislaciones. Casi nada queda fuera de su alcance. Esas propias regulaciones van creando nichos despiadados de corrupción y aprendizaje para el uso de la trampa como medio de vida. Ya no se trata de ser el mejor, sino solo el más pícaro para esquivar las reglas que inmoralmente se interponen. Esos mismos gobiernos aumentan sus funciones, se endeudan, incrementan el gasto público y luego financian sus fiestas en el ámbito de los impuestos, determinando que parte de los ingresos de un ciudadano pueden dejar en manos de aquellos que generaron riquezas. Todo esto para que esos dineros, fluyan hacia las “justas” e “inmaculadas” manos de los funcionarios estatales que iluminados por la alguna luz celestial, sabrán “exactamente” donde colocar esos recursos para lograr el soñado “bien común” El mismo Estado ejemplar establecerá que bienes exportar y con que margen de rentabilidad. También decidirá cuales productos son necesarios importar para proteger a la “industria nacional” perjudicando en su camino previamente a los contribuyentes locales a los que se les obligará a pagar el peaje con mayores costos y resignando poder adquisitivo en favor de la “eficiente” industria local que se ve atacada por la desleal competencia del invasor extranjero. Lo hará gracias a la inteligente política arancelaria. Todas estas teorías, y tantas otras más, se han instalado en la sociedad como verdades irreversibles e indiscutibles. Así las cosas, la comunidad toda, incluyendo ahora a la de los países que en otros tiempos razonaban de diferente modo, reclama un Estado presente, que NOS SALVE de esta crisis………….que el mismo Estado generó El Estado muestra como atributo adicional su gran capacidad para usar su poder discrecional y arbitrario habilitando a los corruptos de uno y otro lado, a los que compran voluntades y a los que siempre están dispuestos a vender lo que sea. Nos quieren convencer de que las cosas no salen bien y las crisis persisten, solo porque no logran acertar con los “ingredientes” adecuados en las cantidades exactas. Así justifican que seguirán probando hasta el infinito, porque solo restan detalles menores. Las sociedades de hoy, no admiten que sus gobiernos no hagan nada. Algo deben hacer y esta claro que de ese lado, el de los políticos y las corporaciones influyentes del poder, les viene extraordinariamente bien, esa manera de pensar las cosas. Les permite llevarse los laureles de las eventuales crisis superadas y al mismo tiempo manipular los recursos económicos violentamente detraídos de los contribuyentes, para sus propios fines. Lo cierto es que esta forma de razonar hoy se ha apoderado de la conciencia general de la sociedad. El Estado debe ser actor principal. Vivimos en tiempos de gobiernos omnipresentes y de sociedades que reclaman esa participación como UNICA forma. El Estado nació para resolver solo aquello que los hombres en forma individual no podían solucionar. Las relaciones internacionales, la seguridad y la justicia. El resto, solo ha sido la deformación más acabada del concepto original, patrocinado por ideologías que promueven un Estado protagonista. Es difícil entender como razonan aquellos que creen que el Estado tiene todas las soluciones. Cual sería el límite de la libertad para ellos ?. Si tuvieran razón, el Estado podría decirnos que deberíamos estudiar, en que trabajar, como criar a nuestros hijos y hasta como resolver nuestros problemas personales, sentimentales y familiares. Si el Estado es la solución, pues que cabe a los individuos ?. Estamos transitando un camino peligroso, plagado de una gran falsedad ideológica. Los individuos queremos gobernar nuestras vidas en lo personal, no queremos perder libertades personales, pero parecemos estar dispuestos a que los demás cedan la suya. La argumentación de estos tiempos, a favor de las bondades del Estado, habilita prácticamente cualquier cosa. La humanidad valida casi todo y eso debería preocuparnos. El Estado y sus intelectuales, siempre al acecho de algún cargo público que los ubique del lado de los saqueadores y manipuladores de vidas ajenas, ha avanzado para apropiarse del producido de nuestro esfuerzo. No todo lo que generamos nos pertenece. Trabajamos para ellos buena parte del día. Ya se apropiaron de nuestro esfuerzo, pero siguen avanzando y pretenden quedarse con nuestra libertad y de la mano de ella, con nuestras vidas. Utilizarán el mismo razonamiento que hasta ahora. El Estado debe intervenir, según esa visión, para asegurar el “bien común”. Están en eso, y nosotros, los individuos, aceptando todos los días, con acciones y omisiones, que esa manera de reflexionar es la correcta. Cuidado. Siguen avanzando. Por ahora se han quedado con buena parte de nuestros recursos. También con mucho de nuestro futuro y el de nuestros hijos. Ahora vienen por nuestras libertades. Salvo que estemos dispuestos a empezar a cuestionarnos algunas falsas verdades con las que convivimos a diario y desafiemos a esta moderna “compulsión intervencionista”. (*) Recibido por Corrientes al Día de Alberto Medina Méndez, amedinamendez@gmail.com; (Corrientes,Argentina).

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Cuando el mérito no importa

OPINIÓN (*)

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Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.


Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo.  Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico.  Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!

 

Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles.  Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan.  Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.

 

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Pobres Alberdi y Sarmiento.  Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria.  Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.

 

Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.

 

¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar.  El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.

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Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.

 

El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias.  Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.

 

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Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.

 

¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país.  ¿En serio?  ¿Se puede ser tan caradura?  Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?

 

También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio?  “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.

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Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos?  Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.

 

Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.

 

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Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.   

 

El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.

(*)  Rogelio López Guillemain

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Opinión

Reconvertir proyectos e innovar

POR MARIA EUGENIA MANCINI

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La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.


Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.

 

Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.

 

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También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.

Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.

 

Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables  y caminos nuevos para salir adelante.

 

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Pienso que un camino de desarrollo  es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.

 

Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo  foco en nuestros recursos y liderar.

 

Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos  el compromiso de crear un cambio duradero.

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Opinión

La “borocotización” de Alberto

(*) OPINIÓN

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Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner.  Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.


El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".

 

En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.

 

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La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo  a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.

 

Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.

 

Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.

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En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.

 

La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.

 

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(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.

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