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Poco por celebrar

BICENTENARIO

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El denominado bicentenario de la patria, este cumpleaños aparentemente especial por la singularidad del doble siglo, trajo consigo una andanada de frases hechas y lugares comunes. La verborragia fácil, el discurso hipócritamente acertado, la compulsiva demagogia, han sido solo ingredientes demasiado cotidianos en estas fechas.


Parece más simple seguir la corriente de los acontecimientos, decir lo que todos esperan, recitar la cantinela de los mas, para estar en sintonía fina con la prédica hegemónica, que intentar profundizar un poco en la cuestión trascendente. Habrá que decir que nada hay de meritorio en acumular años y cumplirlos matemáticamente cada 365 días, por el mero transcurso del tiempo. Este hábito festivo, que ya es una tradición mundana, parece trasladarse linealmente, a la vida institucional. Algunos se cuestionan si esta fecha del calendario, la de mayo de 1810 es la que realmente debe marcar la bisagra más relevante de nuestra la historia. Tal vez la Constitución Nacional de 1853, sea un hito mas adecuado, porque tiene mas que ver con el espíritu de Nación, con esa vocación de caminar juntos, de construir algo perdurable, dejando de lado las viejas diferencias del pasado y ya superadas las confrontaciones. Pero mas allá de aquella polémica, que seguramente tiene muchas mas aristas para analizar, tal vez haya que reflexionar sobre el verdadero significado de estos 200 años. En realidad tanta displicente actitud de conmemorar, parece un acto desproporcionado frente al irrefutable balance de estos siglos transcurridos. Tanto dinero dilapidado, haciendo lo establecido por un ritual arcaico, festejando, como si hubiera algo que celebrar, muestra la liviandad de una sociedad que se deja arrastrar sin resistencia por lo que parece lo adecuado, por temor a hacer lo diferente y más genuino. Frente a tanta evidente asignatura pendiente, nuestro país podría haber invertido mucho mejor sus esfuerzos en reflexionar sobre lo que nos pasa asumiendo el problema y mirando hacia delante, en función de los propios errores cometidos en su historia. También podríamos habernos evitado este despilfarro de recursos utilizado en festejos suntuosos, pomposas inauguraciones y actos inoportunos. Es que todo parece tan fuera de contexto para aquellos argentinos que sienten que el futuro se le va de las manos, mientras algunos desperdician el dinero que les han detraído a otros vía impuestos. Vaya modo de celebrar, una fiesta pagada por otros. En todos los ámbitos, en mas o en menos, un sector publico que tiene mucho de que arrepentirse, sigue haciendo lo de siempre, gastando en protocolos y supuestos correctos homenajes, en vez de replantearse el fondo de la cuestión. Tanto sacrificio y empeño podría haberse invertido en hacer una autocrítica en serio, en proponer ideas y planes mediante foros que hubieran justificado la acción. Argentina nacía, hace mucho tiempo atrás, siendo pionera en diversos aspectos. Su capacidad de organizarse como sociedad, de superar sus rivalidades de corto plazo anteponiendo la mirada de futuro, su visionaria construcción republicana, su notable habilidad para generar políticas que vayan mas allá de lo inmediato, superando las mezquindades de la coyuntura. Los argentinos hicimos infinidad de cosas bien durante mucho tiempo. Y no es que en aquella época todo funcionara de maravillas. Se cometieron cuantiosos errores, se tomaron decisiones equivocadas, convivimos con personajes perversos y con manipuladores de la política, pero muchos de esos errores se veían superados por una visión de largo plazo que nos colocó entre los países mas avanzados del globo. Argentina supo construir un país, abrir sus fronteras sin temor, integrarse con otras naciones, generar una herramienta clave para explicitar su proyección con la Constitución, que garantizaría unión, democracia y un instrumento vital para la pacifica convivencia de nuestra heterogeneidad. Gestamos un ámbito adecuado para un federalismo de vanguardia y fuimos capaces de dar pasos firmes en muchos aspectos institucionales, allí donde el mundo no era capaz de avanzar. Democracia, pluralismo, diversidad, un verdadero crisol de razas, un modelo productivo para el planeta, una Nación con riquezas naturales, que invitaba a sumarse a su crecimiento y una habilidad implacable para ir por mas. Fuimos una de las naciones con más futuro, con más proyección. Pero desde hace décadas, varias por cierto, venimos transitando este tobogán que nos muestra retrocediendo en muchas facetas. Una institucionalidad resquebrajada, una moralidad que no podemos sostener, múltiples oportunidades perdidas, la mediocridad que nos inunda e inmejorables situaciones desperdiciadas, son solo una parte de esa radiografía actual. La actitud de los festejos del día de la patria de este bicentenario, nos pintan de cuerpo entero. Festejamos sin motivos, expresamos nuestro nacionalismo con banderas, pero somos poco capaces de darnos cuenta del lugar que ocupamos, de lo que nos muestra el cruel espejo del presente. No hemos podido generar una mínima revisión de lo hecho, ninguna autocrítica. Estos doscientos años nos muestran festejando y sin reflexionar. Un país que se agrega feriados para homenajearse, pero no para meditar. Que se prepara para disfrutar de los fines de semana largos, planificando su turismo, pero no su crecimiento. Eso somos, ese es nuestro reflejo mas claro, así estamos. No se trata de una mirada pesimista del presente. Se trata de asumir con hidalguía nuestro propio presente. Una comunidad que no es capaz de asumir su situación actual, no solo no acepta lo que es, sino que no tiene un futuro posible. Nosotros estamos celebrando nuestros discutibles 200 años, pero lo estamos haciendo desde el equivocado lugar de las conmemoraciones. Ni siquiera hemos podido dar el primer paso, ese que nos lleve a un profundo repaso de lo hecho, para descubrir lo repetitivo de nuestros errores, lo patológico de la inmensa mayoría de nuestras actitudes. Mirar el presente con optimismo es necesario, pero para ello precisamos al menos admitir que no pasamos por el mejor momento y que tenemos mucho por replantearnos y poco por celebrar. (*) Recibido por Corrientes al Día de Alberto Medina Méndez amedinamendez@gmail.com – Skype: amedinamendez – www.albertomedinamendez.com

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Opinión

Cuando el mérito no importa

OPINIÓN (*)

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Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.


Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo.  Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico.  Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!

 

Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles.  Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan.  Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.

 

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Pobres Alberdi y Sarmiento.  Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria.  Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.

 

Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.

 

¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar.  El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.

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Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.

 

El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias.  Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.

 

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Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.

 

¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país.  ¿En serio?  ¿Se puede ser tan caradura?  Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?

 

También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio?  “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.

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Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos?  Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.

 

Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.

 

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Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.   

 

El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.

(*)  Rogelio López Guillemain

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Opinión

Reconvertir proyectos e innovar

POR MARIA EUGENIA MANCINI

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La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.


Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.

 

Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.

 

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También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.

Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.

 

Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables  y caminos nuevos para salir adelante.

 

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Pienso que un camino de desarrollo  es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.

 

Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo  foco en nuestros recursos y liderar.

 

Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos  el compromiso de crear un cambio duradero.

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Opinión

La “borocotización” de Alberto

(*) OPINIÓN

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Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner.  Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.


El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".

 

En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.

 

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La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo  a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.

 

Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.

 

Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.

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En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.

 

La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.

 

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(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.

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