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Era “K”, síntomas de agotamiento

SIN ALTERNATIVAS A LA VISTA (*)

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Normalmente, los inicios de los procesos generan una ilusión general, un estado de “encantamiento” colectivo si el liderazgo es fuerte y carismático, que sirve a los gobiernos para consolidar su poder e instrumentar medidas que en su ocaso no podrían. Un común denominador, en todos los ciclos, es el tiempo, que inicialmente juega a favor, pero que luego constituye el elemento desgastante de la relación bipolar entre gobernante y gobernados.


Un modelo desgastado

La década kirchnerista nos presentó muchos progresos en áreas como la económica, con la recuperación de la actividad luego de la tremenda crisis de 2001, la social, con la disminución de los índices de pobreza y de desempleo, y en el campo del juzgamiento de los delitos por crímenes de lesa humanidad.

 

Al igual que en la segunda mitad de los años 40, una situación mundial favorable, la revalorización de la demanda de alimentos a nivel global y de los precios de la producción primaria, posibilitaron también una política redistributiva muy importante, con un elogioso impacto en el sector desposeído.

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El progresivo aislamiento, el encierro en los “leales”, la “camporización” de las estructuras estatales, el incremento de la intolerancia política, el endurecimiento de las posiciones, un discurso de creciente autismo, la instrumentación de medidas de mayor corte autoritario, el desborde emocional, entre otras manifestaciones, constituyen el conjunto de síntomas de agotamiento de un ciclo que ya cumple diez años.

 

Los procesos políticos siempre están dotados de una complejidad que repele cualquier intento de simplificación analítica. Resulta difícil obtener parámetros absolutos que permitan identificarlos unos con otros, cada cual está dotado de elementos singulares que no toleran una completa asimilación identitaria. Sin embargo, la historia siempre suministra experiencias sobre las cuales basar comparaciones, con la relatividad constante del campo de las conductas.

 

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Si entendemos un ciclo político cómo la formación histórica de una época, en la que se conjuga un territorio, un gobierno, una adhesión colectiva más o menos importante, una direccionalidad política, un liderazgo, y a veces no necesariamente- un sistema ideológico, comprenderemos que el mismo tiene un ciclo vital, que involucra su nacimiento, desarrollo, apogeo, decadencia y muerte.

 

Normalmente, los inicios de los procesos generan una ilusión general, un estado de “encantamiento” colectivo si el liderazgo es fuerte y carismático, que sirve a los gobiernos para consolidar su poder e instrumentar medidas que en su ocaso no podrían.

 

Un común denominador, en todos los ciclos, es el tiempo, que inicialmente juega a favor, pero que luego constituye el elemento desgastante de la relación bipolar entre gobernante y gobernados. De allí, la limitación temporal de los mandatos como elemento legal y la alternancia política como sustento sociológico.

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Es obvio que la cultura de los pueblos tiene mucho que ver con las características de sus respectivos procesos políticos, no es lo mismo la política en Sudamérica, en Europa o en los países árabes y del Medio Oriente, y también en muchos casos las improntas nacionales tienen condimentos que los hacen únicos e irrepetibles.

 

“El drama argentino no es, como pudiera creerse, un asunto improvisado”, decía Perón, para hacer referencia a las características propias de nuestro país, que genera un componente adicional más gravoso que el del promedio de países. Es que, tal pareciera, así cómo nuestro pueblo tiene individualidades que resaltan en el concierto mundial, nuestro andar colectivo nos presenta como una nación voluble y cambiante a los ojos del extraño. “País asombroso dónde nada se olvida ni nada se aprende”, al decir del escritor Mauricio Rojas. Hablamos del inconfundible ADN de los argentinos.

 

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Con esa marca en el orillo, dictaduras y gobiernos democráticos se sucedieron a lo largo de la historia nacional, dejando muchas veces lecciones duras que penetraron la gruesa corteza criolla para asumirse en la conciencia colectiva, tal el caso del “nunca más” por la violación de los derechos humanos. Pero, en cuestiones menos dramáticas, las experiencias negativas no resultaron suficientes para no volver a repetir comportamientos que mucho nos costaron.

 

Aquello que denominamos los “populismos” en orden a la gestión gubernamental, tienen como característica la adopción de medidas de alto impacto en el universo social, especialmente en el de las clases menos favorecidas, lo que constituye una parte importante de un círculo virtuoso, que debería completarse con una planificada previsibilidad de recursos que haga sustentable en el tiempo el avance social.

 

Este último tramo es en el que comienzan a verse las dificultades, teniendo en cuenta que para el sostenimiento de una política social de subsidios, debe mantenerse en el tiempo un elevado nivel del gasto público. Una coyuntura inicial favorable, puede generar recursos para financiar los programas de ayuda, pero la falta de una política económica que consolide la actividad productiva en consonancia con la política redistributiva, resulta la razón desencadenante de la crisis de un modelo de este tipo.

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En el sentido indicado, no encuentro diferencias sustanciales en los procesos históricos del peronismo y el kirchnerismo, dueños de una misma matriz política. En la década del ‘40, con la crisis de post guerra, los importantes ingresos de divisas para el país que significaron las exportaciones del sector agrícola, permitieron al gobierno de Perón una fuerte redistribución de recursos a través del salario, permitiendo un aumento decisivo del consumo interno.

 

Un primer gobierno de alta popularidad y de justicia social, fue declinando en la continuidad del segundo mandato, por la disminución de los ingresos públicos que permitieran el sostenimiento de la política de reparto, generando un progresivo deterioro de las condiciones políticas, que condujeron a Perón a encerrarse en sí mismo, a practicar una progresiva intolerancia política y a provocar una fuerte división en la sociedad, razones todas éstas que coadyuvaron al golpe militar que lo derrocó y el fuerte revanchismo subsecuente.

 

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Hoy, la década kirchnerista nos presentó muchos progresos en áreas como la económica, con la recuperación de la actividad luego de la tremenda crisis de 2001, la social, con la disminución de los índices de pobreza y de desempleo, y en el campo del juzgamiento de los delitos por crímenes de lesa humanidad. Al igual que en la segunda mitad de los años 40, una situación mundial favorable, la revalorización de la demanda de alimentos a nivel global y de los precios de la producción primaria, el fortalecimiento de las arcas fiscales a través de los ingresos por exportaciones agrícolas entre otras razones- posibilitaron también una política redistributiva muy importante, con un elogioso impacto en el sector desposeído.

 

Sin embargo, el deterioro de los recursos estatales con la continuidad de un alto gasto público, una inflación que es imposible controlar con el actual nivel de emisión monetaria, los primeros reconocimientos oficiales del deterioro de los índices de actividad económica, como la caída del empleo, el poco acierto en medidas restrictivas, reglamentarias y de control de los precios y del dólar, configuran un panorama que repite la experiencia histórica señalada e indica los síntomas de agotamiento del modelo.

 

Los tibios anuncios de días pasados, con el incremento de la AUH y el salario familiar, son pequeños parches a una situación en progresivo deterioro, y tiene como direccionalidad el incremento del gasto improductivo y una casi nula incidencia en el sector trabajador que sigue pagando impuestos a un nivel intolerable.

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La realidad argentina hoy es: un gobierno tomando medidas de gobierno en función del programa de Jorge Lanata y una oposición sentada en la tribuna de Canal 13 aplaudiendo al periodista. Lo que se dice, realismo mágico.

 

De cualquier manera, el agotamiento de un ciclo político no significa, necesariamente, que espera a la vuelta otro de mejor calidad. Este gobierno es ideológicamente confuso y contradictorio, pero tiene sin embargo una clara matriz de gestión política y la lleva adelante contra viento y marea.

 

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En rigor de verdad, las contrapropuestas políticas son una materia harto pendiente para los sectores políticos que no comparten este modelo ya desgastado. Al kirchnerismo no se le gana con fuegos de artificios ni con improvisación y egocentrismo. Además de oponer, hay que proponer. Estará el arco opositor a la altura de las circunstancias? Habrá que ver.

 

(*) Por Jorge Eduardo Simonetti- Corrientes – Argentina

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Opinión

Cuando el mérito no importa

OPINIÓN (*)

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Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.


Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo.  Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico.  Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!

 

Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles.  Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan.  Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.

 

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Pobres Alberdi y Sarmiento.  Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria.  Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.

 

Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.

 

¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar.  El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.

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Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.

 

El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias.  Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.

 

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Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.

 

¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país.  ¿En serio?  ¿Se puede ser tan caradura?  Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?

 

También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio?  “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.

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Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos?  Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.

 

Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.

 

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Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.   

 

El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.

(*)  Rogelio López Guillemain

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Opinión

Reconvertir proyectos e innovar

POR MARIA EUGENIA MANCINI

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La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.


Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.

 

Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.

 

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También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.

Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.

 

Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables  y caminos nuevos para salir adelante.

 

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Pienso que un camino de desarrollo  es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.

 

Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo  foco en nuestros recursos y liderar.

 

Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos  el compromiso de crear un cambio duradero.

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Opinión

La “borocotización” de Alberto

(*) OPINIÓN

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Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner.  Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.


El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".

 

En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.

 

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La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo  a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.

 

Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.

 

Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.

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En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.

 

La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.

 

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(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.

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