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“Hombre, Pueblo, Nación, Estado: Todo está en los humildes bancos de la escuela”

LA GENIALIDAD DEL LOCO SARMIENTO

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Cada 11 de septiembre celebramos el Día del maestro en conmemoración de Domingo Faustino Sarmiento. Pasado a la eternidad como el padre del aula, su trascendencia fue cien veces mayor, registrando su impronta todos los rubros: el militar, el periodístico, el literario, el político.


“¡El loco Sarmiento!” gritaban sus enemigos, y el parecía agigantarse aún más bajo el filo de las críticas. La polémica y el debate eran sus armas predilectas. Como en su glorioso “Facundo”, demasiado indocumentado para ser historia, demasiado realista para ser literatura, le bastaba recurrir a su declamación apasionada para imponer su autoridad.

 

Se midió y se enfrentó con titanes: Rosas, Urquiza, Alberdi, Mitre, los caudillos federales, todos sufrieron su marca. Pasado a la eternidad como el padre del aula, su trascendencia fue cien veces mayor, registrando su impronta todos los rubros: el militar, el periodístico, el literario, el político…

 

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Con defectos, con pasiones, con vehemencia, con la severidad y el rigor que tuvo en las relaciones personales, fue alguien que avizoró y trató de divisar una nueva Argentina que rompiera definitivamente con el atraso, la miseria y los valores coloniales del mundo de su época.

 

El poeta Nicandro Pereyra dijo de él “su vida fue una epopeya cruzada de ofuscamientos, un sinfín furioso con hambre de luz y libertad”.

 

Y si la historia del hombre es la historia de la conquista de la libertad, Domingo Faustino nos da el ejemplo de una vida entera dedicada a luchar por la libertad. Nació públicamente en pugna contra la tiranía y pasó su existencia soñando con la libertad; era el pedestal de sus creencias, de sus fines, de sus ilusiones. Y por eso escribía quejoso desde su exilio en Valparaíso: “Nuestra época es una época de libertad y por tanto de tolerancia; donde no hay tolerancia no hay libertad; donde no se puede salir de los caminos trillados por temor de que le salgan al encuentro bandas de salteadores fanáticos, no hay descubrimiento, no hay progreso”.

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Despotricaba contra España y los caudillos, no por un odio irracional hacia la Madre Patria, sino porque veía en ellos el absolutismo, el atraso y la decadencia. Reconocía que podrían llegar a representar, tal vez, una voluntad popular inarticulada, inorgánica, pero toda la autoridad estaba centrada en la persona del caudillo. Condena al caudillismo como un gobierno “sin formas, ni debate”. Su justicia era administrada “sin formalidades de discusión”, ya que la discusión coloca la autoridad fuera de la persona del caudillo. Su gobierno era la creación de su arrogante voluntad.

 

Imaginó en “Argirópolis” el país que había que incitar. Dedicado a Urquiza, propuso allí desregular la navegación de los ríos, impulsar la libertad de comercio, construir las mejores escuelas, fomentar la inmigración y tener un gobierno institucional. La Argentina estaba destinada a ser el país más próspero de Latinoamérica.

 

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Impulsor obsesivo de la educación popular, a su regreso de Estados Unidos, y ya como presidente electo, expresó: “Vengo de un país donde la educación lo es todo, y por eso allí hay democracia; y mi programa va a ser tierras y escuelas, es decir darle al gaucho un pedazo de tierra para que la trabaje y escuela para sus hijos”.

 

Con su modelo de educación, la Argentina llega para 1915 con el 80% de su población alfabetizada, (cuando Sarmiento inicia su presidencia, solo el 20% lo estaba) logro incomparable ante el resto de Latinoamérica y ante países del viejo continente.

 

Sostenía que había que apegar al hombre a la tierra y al trabajo y fomentar la mediana propiedad. Fue un fanático de la ciencia, la tecnología y la innovación. Acompañado de su famoso reproche “¡Alambren, no sean bárbaros!” exhortaba a los productores a modernizarse y diversificar la producción.

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En una de sus facetas menos conocidas, sin haber ido a la secundaria y la universidad, tuvo rodaje de jurista debatiendo con Juan Bautista Alberdi y discutiendo las primeras tesis constitucionales sobre la intervención federal; y también naturalmente escribió sobre derecho. Dos son sus principales obras jurídicas: “Comentario de la Constitución de la Confederación Argentina” (1853) y “Derecho de ciudadanía en el Estado de Buenos Aires” (1854). Y como si fuera poco, intercambiaba correspondencia epistolar con nada más y nada menos que con Joseph Store, miembro de aquella recordada Corte Suprema de EEUU responsable, entre otros fallos, del histórico “Marbury v. Madison”.

 

Veía su álter ego en Abraham Lincoln, por quien se reflejaba y tenía profunda admiración; en su estadía en USA lo biografió y supo que, al igual que él, aprendió derecho por iniciativa didáctica. “El único modo posible de formar buenos ciudadanos es que la gente común sepa de Derecho”, fue uno de los pensamientos que lo guió y que hizo que se transformara en el primer profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Buenos Aires y que una universidad en Estados Unidos lo nombrara Doctor en Leyes Honoris Causa.

 

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Polifacético y enérgico como pocos, fundó clubes, diarios, bibliotecas, impulsó por primera vez el voto femenino siendo gobernador interino de San Juan y escribió sin parar sobre política, historia, derecho, literatura, pedagogía, todo compilado en 52 voluminosos tomos de sus obras completas. Y con esa energía creadora y transformadora presidió su Nación, tormentosa como toda su vida, sin un día de paz y tranquilidad, luchando constantemente contra el asedio de sus adversarios.

 

Frente a un contexto político turbulento, rodeado de sus más acérrimos calumniadores, Sarmiento fue el primer Presidente Constitucional que logra dejar un sucesor en la presidencia, apostando por el joven Nicolás Avellaneda de tan solo entonces 37 años. Al “loco Sarmiento”, también lo acompañaban el buen calculo y el olfato político, como ya lo había demostrado en su reconciliación con Urquiza.

 

Cabe un párrafo aparte al mito del Sarmiento “anti-correntino”. El Sanjuanino fue ferviente defensor de la alternancia del poder político y fue duramente crítico de la clase política de la provincia. Criticó fuertemente la intervención al gobernador Evaristo López  fogoneada por dirigentes correntinos que parecían “inmortales” en los espacios de poder. Nunca despotricó contra Corrientes, sino contra sus gobernantes. Admiró el coraje de los correntinos en su lucha contra la tiranía y le dedicó un tomo entero de sus obras completas; y al tocarle gobernar la Nación, Corrientes fue una de las grandes beneficiarias de su impulso a la educación pública.

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En 1888, en los albores de un mundo con nuevas transformaciones, a las que no obstante el seguía aportando, tres generaciones enteras le deben su influencia al llegarle su muerte. En la oración fúnebre, Carlos Pellegrini fue contundente: “fue el cerebro más poderoso que haya producido la América”.

 

Cuando entrado el S.XX se intentó “homogeneizar” a los hijos de los inmigrantes mediante una enseñanza tradicional, volvió el dogmatismo bajo la forma de un patriotismo mal entendido, que fomentó aventuras absurdas que buscaban eliminar el espíritu científico, entre otras cosas. El auge del sentimiento antiliberal (en sus versiones de izquierda y derecha) demonizó a las generaciones del 37 y 80 y Sarmiento fue,
naturalmente, su principal blanco.

 

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Y así fue que al hombre que logró alfabetizar la República pasó a ser catalogado de “antipopular”, “genocida”, “anti-argentino” y otros anacronismos varios que solo pueden provenir de revisionistas de segunda mano. El fervor anti-Sarmiento llegó a ser tan absurdo y ridículo que en 1978 el gobierno de la provincia de Neuquén prohibió la lectura del sanjuanino en sus escuelas.

 

Pero pese a todo, Sarmiento aún camina, como escribía Borges, “día y noche entre los hombres, que le pagan (porque no ha muerto) su jornal de injurias o de veneraciones”. Su legado sigue ahí, vivo, más allá de los fastos; no lo abruman las furiosas críticas de quienes no fueron sus contemporáneos, los insultos, ni los ultrajes, porque basta con ingresar en los borrascosos vientos del S.XIX para maravillarse con “el loco Sarmiento”, el loco que pensó y actuó para desterrar la decadencia e impulsar el progreso, aquel el loco que, con su obsesivo afán de hacer, llevó su escuela civilizadora a los montes, a todos los rincones de éstas lacerantes y despedazadas tierras del fin del mundo.

 

Dr. Fabián Nieves

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El autor es Concejal de la Ciudad de Corrientes (CC-ARI) y Profesor de Historia Constitucional Argentina en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales y Políticas (UNNE).

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Opinión

Cuando el mérito no importa

OPINIÓN (*)

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Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.


Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo.  Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico.  Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!

 

Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles.  Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan.  Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.

 

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Pobres Alberdi y Sarmiento.  Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria.  Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.

 

Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.

 

¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar.  El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.

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Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.

 

El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias.  Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.

 

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Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.

 

¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país.  ¿En serio?  ¿Se puede ser tan caradura?  Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?

 

También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio?  “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.

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Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos?  Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.

 

Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.

 

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Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.   

 

El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.

(*)  Rogelio López Guillemain

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Opinión

Reconvertir proyectos e innovar

POR MARIA EUGENIA MANCINI

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La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.


Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.

 

Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.

 

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También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.

Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.

 

Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables  y caminos nuevos para salir adelante.

 

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Pienso que un camino de desarrollo  es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.

 

Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo  foco en nuestros recursos y liderar.

 

Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos  el compromiso de crear un cambio duradero.

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Opinión

La “borocotización” de Alberto

(*) OPINIÓN

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Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner.  Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.


El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".

 

En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.

 

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La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo  a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.

 

Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.

 

Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.

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En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.

 

La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.

 

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(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.

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