Su belleza clásica -del estilo de Catherine Deneuve y Kim Novak- le abrió varias puertas, pero su talento y perseverancia la convirtieron en una imprescindible de los últimos tiempos. Ahora enamora al gran gorila en la remake de King Kong.

Pertenece al grupo de gloriosos talentos australianos (pero nacidos fuera de Australia) que triunfa en Hollywood. Igual que Russell Crowe (de Nueva Zelanda) y Nicole Kidman (de Hawai), Naomi vino al mundo en Inglaterra, pero se crió y comenzó su carrera en Sidney. Y ahora, lejos de estar a la sombra de su entonces pelirroja amiga y colega, su carrera viene en amplio ascenso. La revista Vanity Fair definió su rostro como una de las cosas más bellas del planeta… Pero su mayor mérito es su talento: además de haber logrado varios premios internacionales, la señorita Watts estuvo nominada al Oscar por su papel en 21 gramos, la aplaudida película que coprotagonizó en 2003 junto a Sean Penn. “Fue la absoluta inocencia lo que me trajo a Hollywood. Pensé que iba a pasar todo inmediatamente. Me dije: ‘le damos cinco años. No hay forma de que siga acá si no sucede en ese tiempo’. Pero acá estoy, ¡y ya me hicieron esperar diez años!”, bromeaba un tiempo antes de conseguir su primer gran papel en la meca del cine. La oportunidad soñada llegó en 2001 con su protagónico en El camino de los sueños. Llevaba más de una década intentándolo en Hollywood cuando la crítica la descubrió en el film de David Lynch y se le abrieron las puertas para oportunidades mayores. El director buscaba una rubia con aspecto de los años ‘30 capaz de desnudarse ante las cámaras y protagonizar unas de las escenas lésbicas más hot de los últimos años. Naomi y sus grandes ojos azules, su figura impecable, su cabello casi platinado y esa expresión misteriosamente triste resultaron ser ideales. En 2002 protagonizó The Ring, la remake made in Hollywood de un taquillero film de terror japonés que le dio bastante popularidad y del cual también hizo la secuela este año. En 2003, con el protagónico en 21 gramos, su nombre empezó a sonar como el de nueva promesa del cine. Tenían razón. Pero no todo fue soñado para Naomi. Su padre fue ingeniero de sonido de Pink Floyd y murió cuando ella tenía siete años. Aún le queda un amor especial por aquella época de su vida y, actualmente, el ringtone de su celular suena con la melodía de Money. A los 12, después de ver Fama, de Alan Parker, decidió que iba a ser actriz y, dos veranos más tarde, se mudó junto a su madre y hermano a Australia. Empezó a estudiar interpretación mientras iba al colegio y, siendo aún adolescente, hizo su primera película: un film romántico llamado For Love Alone. Comenzaba así su arduo camino al éxito. Los siguientes cinco años los pasó en el mundo del modelaje. En una audición para un comercial de bikinis conoció a quien sería su mejor amiga, la entonces desconocida Nicole Kidman. Ambas compartieron un taxi de vuelta y jamás se separaron. En 2001, cuando la actriz de Hechizada se divorció de su popular marido Tom Cruise, Naomi fue a vivir con ella para darle apoyo. Con una auspiciosa carrera actoral en Australia, y mientras su amiga triunfaba en Hollywood, Naomi decidió que era hora de ir por más. Hizo las valijas y cruzó el océano. Sus comienzos fueron duros, al punto que, confiesa, “miles de veces estaba sentada sola en la habitación de un hotel, comiendo la comida del frigobar, y sentía pena de mí misma”. Pero su esfuerzo y perseverancia valieron la pena: ahora ella es la perfecta Ann Darrow, la rubia debilidad del gran gorila en la remake de King Kong, la superproducción con la que Peter Jackson vuelve al ruedo después de la exitosa trilogía de El Señor de los Anillos. Naomi tiene pocas cuentas pendientes con la vida, pero asegura que ser mamá es una de ellas. No pudo ser con el actor Heath Ledger (el hijo de Mel Gibson en El patriota), de quién se separó hace más de un año, pero es imposible que esta joyita no logre encontrar al hombre de su vida pronto. Mientras, se dedica con pasión y entrega absoluta a su trabajo y convicciones. “Si tengo que producir o dirigir películas, allá voy. Voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para cambiar el trato que reciben las mujeres en Hollywood. Si tengo que burlar las reglas, lo haré. Y si tengo que romperlas, también”, declaró. Entonces, en 2004, produjo y protagonizó Ellie Parker, film con el que compitió en el Festival de Sundance y le valió el premio a la mejor actriz de cortometraje. Nada casualmente es la historia de una chica en Los Ángeles, que corre de una audición a otra sin mucha suerte, y está narrada en tono de comedia y de un modo casi documental. Pero esta rubia de 37 años ya tiene asegurado su devenir en las doradas colinas del cine porque descubrió la clave de su éxito: encontrar proyectos desafiantes y atractivos en los que combine su extraordinaria belleza con su indiscutible talento. Por ejemplo, en King Kong interpreta a una glamorosa pero aguerrida actriz de la década del ’30 que parte junto a una expedición a una lejana isla en busca de un legendario gorila gigante. Lo encuentran, el mono queda prendado de su hermosura y, con ella como anzuelo, lo llevan a la ciudad. Su tipo de belleza (pálida, rubia nórdica, alta y elegante) le viene como anillo al dedo a su personaje. Y el desafío llega de la mano de lograr hacer interesante un rol que hoy ya es un icono, sin caer en el cliché. -¿Cuán modernizado está tu personaje? -Mi Ann se desarrolló bastante y es mucho más fuerte ahora. Si ves su pasado y su historia, te das cuenta de quién es ella, por qué es capaz de sobrevivir en la selva y qué la hace tan leal a Kong. Esas cosas realmente crecieron con respecto a la versión original. -¿Cómo te sentiste cuando te ofrecieron el papel? -Fantástica. Yo nunca había hecho una de estas películas, jamás había trabajado en un proyecto como King Kong. La gente piensa que no me gustan, porque muchas de mis elecciones fueron un poco más oscuras, pero adoro este tipo de cine si está bien hecho. -¿Le encontraste una vuelta al personaje? -Ella es una sobreviviente, una chica que creció en las calles y que pasó momentos muy duros. Así que no es sólo con Kong con quien se las ha tenido que ver en la vida. Y por eso logra esa hermosa conexión entre dos especies totalmente diferentes. Para mí, ese es el corazón de la historia. -¿Te preocupa, ahora, quedar encasillada con este tipo de roles? -Bueno, sí. Igual siempre tengo dudas sobre todo. Incluso cuando estoy filmando me sigo preguntando si seré capaz de hacer las cosas bien. Pero creo que en este caso, como hice muchos otros trabajos antes, todos muy diversos, no voy a quedar encasillada. Y también sé que voy a volver a hacer algo diferente después. -¿Habías visto las versiones anteriores de King Kong antes de aceptar el proyecto? -Sí, vi las dos películas, la original (Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, 1933) y la primera remake (John Guillermin, 1976). Y fui nuevamente a verlas una vez que comenzamos a hablar con Peter. La película es muy icónica y mi personaje también. Y creo que es una gran historia… simple y hermosa. Tiene todas las cosas que se necesitan y yo sabía que en manos de Peter se le iba a sumar algo increíblemente nuevo y grande. -¿Sigue habiendo mucho grito involucrado? -Bastante. En nuestro King Kong hay mucho grito pero igual, en la versión original… había muchísimo. Veremos, el público dirá si hay suficientes o no. Aunque quizá no encuentren tantos, porque Ann ahora es un poco más fuerte. -¿Es la primera vez que te tratan como a un juguete? -(Sonríe) De esta forma, sí. -¿Es cierto que en una escena te golpeaste la cabeza contra el piso muy fuertemente? -Hubo muchas sacudidas…. (Piensa) Y sí, todo el rodaje fue casi como ir a un concierto de rock (risas). -Daniela Pasik.