Tenía 66 años. Falleció en la noche del miércoles 8 de Septiembre por un paro cardiorrespiratorio en su domicilio de Las Heras, Mendoza. Fue campeón mundial AMB de los welters juniors pero ante todo un artista del ring, inventor de un estilo único e irrepetible. Un verdadero Chaplin con guantes.

Si Charles Chaplin hubiera usado guantes, seguramente habría sido muy parecido a Nicolino Locche, el recordado “Intocable”. Y es que con la misma facilidad que el cineasta podía desdramatizar el horror del Holocausto en una de sus películas, el mendocino, con sus esquives legendarios, le quitaba esa carga de fatalidad que acompaña al boxeo, el deporte donde todo puede acabar en un segundo: los millones de dólares, el cinturón de campeón y hasta la vida. Por eso, ahora que quien fuera campeón mundial por la Asociación Mundial de Boxeo (AMB) de los welters juniors entre 1968 y 1972 acaba de morir, a los 66 años, se acentúa aún más aquello de que no habrá otro igual. Locche era un boxeador capaz de dormirse una siesta antes de encarar la que fue su pelea consagratoria. Así es, poco antes de subirse al ring para obtener el título ante el hawaiano Paul Fuji, el 12 de diciembre de 1968, en Japón, el genial Nicolino se recostó en una camilla que había en su vestuario y se quedó dormido. Después, subió al cuadrilátero e hizo lo que nunca, le dio una violenta paliza a su oponente con un concierto de ganchos de izquierda. Por eso, en el décimo round, la esquina del campeón decidió retirarlo de pelea y la Argentina sumó al tercer monarca de su historia. Por esas curiosidades del destino, el cinturón no le fue entregado en su momento y Locche realizó cinco defensas exitosas hasta perder su campeonato frente al panameño Alfonso “Peppermint” Frazier el 10 de marzo de 1972 en Panamá. Pero hace muy poco, haciendo un homenaje y una reparación histórica en vida, la AMB le entregó su faja al gran mendocino en lo que fue su última aparición pública, el 23 de agosto. Pero su legajo mundialista no alcanza para describir lo que verdaderamente significó Locche como ídolo. Fue el mimado de Juan Carlos “Tito” Lectoure, el histórico promotor del Luna Park. Y es que el mendocino hizo rebalsar el Palacio de los Deportes en cada una de sus presentaciones con un encanto singular y una manera de entender el deporte de los puños como ninguno. No por nada el tango tuvo que ocuparse de él. Un sábado más, de Chico Novarro, dice en una de sus estrofas “Total esta noche minga de yirar / si hoy pelea Locche en el Luna Park”. Hasta el género debió rendirse a la seducción despertada por el “Intocable”. Nicolino atraía a los amantes de la disciplina pero también a los que no comulgaban en gran medida con el arte de los puños. Y es que el placer con Nicolino estaba en ver sus esquives, no sus golpes. En apreciar como hacía sus fintas mientras levantaba un brazo y saludaba al ring side. Y claro, el público lo aplaudía y lo vivaba. Lo amaba. El idilio con el Luna Park venció al tiempo y conquistó a nuevas generaciones. Cuando El Palacio de los Deportes reabrió sus puertas a la actividad, luego de tener vedado al boxeo por 13 años, muchos ex campeones subieron al ring para ser saludados por la concurrencia. Pero ese 13 de julio de 2002 la ovación más grande fue para el “Intocable”, que demostró que su alquimia seguía vigente aunque habían pasado 26 años de su última pelea. Ese Olimpo del boxeo que es el Hall de la Fama de Canastota, New York, lo incorporó en 2003. En ese mismo lugar está con las grandes leyendas del pugilismo mundial y también las nacionales como Pascual Pérez, Carlos Monzón, Víctor Emilio Galíndez y Lectoure. Cuando se realizó la celebración, en la que al boxeador exaltado se le otorga un anillo recordatorio, el mendocino, que ya arrastraba problemas de salud, sonreía como un niño para las fotos. Locche sufría problemas respiratorios desde hace mucho tiempo que habían obligado a su internación en más de una ocasión. El tabaquismo terminó siendo un golpe muy duro y que culminó con un paro cardiorrespiratorio. No obstante, Nicolino fue un hombre que pudo palpar, por los reconocimientos recibidos, su gloria en carne propia. Incluso en sus últimos días, a pesar de que probablemente su adicción le haya traído más padecimientos que los golpes de sus adversarios. Por eso, más allá de esto ultimo, es una bella sensación saber que, ahora que ya no está, su leyenda será igual que él: “Intocable”. Fuente: Terra