Parece que ni en tardes como la de ayer (domingo 08) se lo puede doblegar a Boca. No jugaba bien, era superado por Gimnasia, de Jujuy, y su arquero, Roberto Abbondanzieri, había sufrido tres tiros en los palos.

(lanacion.com.ar) Sin embargo, en el mejor momento de Gimnasia, cuando parecía que iba a pagar sin descuentos por un funcionamiento dubitativo y tambaleante, apareció el gol de Ricardo Noir, que picó como una flecha para capturar el rebote tras el zurdazo de Nico Gaitán y puso el 1 a 0. Hacía apenas seis minutos que había reemplazado a Mouche y ese festejo fue clave. Sólo faltó que el delantero posara con una bandera con la leyenda “¡Boca vive!”. Al final, el triunfo fue por 2 a 1 y, vaya paradoja, el Lobo se quedó con más bronca todavía porque el tanto del descuento de Calandria llegó cuando ya no le servía para nada. Fue así. Como si la fortuna del título que consiguió en el Apertura 2008 siguiera de su lado. Algún memorioso dirá: “Pero cómo, si en el triangular final perdió con Tigre…”. La rápida respuesta de sus protagonistas sería: Sí, cayó pero… fue campeón. Boca puede perder una batalla, pero en las guerras saca un plus y difícilmente un rival logre apartarlo del objetivo. Es que los xeneizes ayudan a la suerte muchas veces con su juego audaz, ofensivo y el buen trato de la pelota, pero también se aprovechan de ella, como en tardes como las de ayer. En todo momento se palpitaba en la jornada jujeña por el final de la luna de miel que venía disfrutando Boca desde el título, en diciembre pasado, y en los torneos de verano, donde se quedó con otra copa y además le ganó los dos superclásicos a River. Al final sonrió, aunque la pasó mal. En la primera etapa, sobre todo, fue un equipo dubitativo, inseguro. Más allá de las proyecciones desordenadas de Ibarra y Morel Rodríguez nunca abrió la cancha ni jugó con las bandas. Buscó explotar los recursos del doble enganche (Nicolás Gaitán y Riquelme), pero en el comienzo fue tan notoria la diferencia de velocidad que ambos se movían en distinta sintonía. A Boca nunca se lo vio compacto, entre la intermitencia de Riquelme y la imprecisión de Ibarra, los dos que más entraron en contacto con la pelota. Justamente el juego pasó por los que más inactividad traían. Este Boca fue diferente y estuvo lejos del buen nivel que habían mostrado los juveniles y los no tan pibes en los torneos de verano. Al margen de las buenas intenciones de Forlín, no fue un detalle menor la ausencia de Battaglia. El equipo siempre jugó nervioso, envuelto en esas dudas que se reflejan en pases mal dados, en la falta de creatividad y de ideas para llevarse por delante al rival. La imprecisión condujo al desacople en cada una de sus líneas, desde Abbondanzieri, que tuvo tres fallas que pudo haberlas pagado caro, a errores en ofensiva y en superioridad numérica para, por ejemplo, no saber aprovechar un contraataque cuando quedaron cuatro futbolistas xeneizes contra dos jujeños. Gimnasia supo aprovechar bien ese panorama. Si bien estuvo lejos de ser brillante, fue criterioso, prolijo y ordenado. Y aprovechó mucho la superioridad en la zona de los volantes, con Ricardo Gómez por la izquierda y Jorge Luna en posición de enganche, detrás de los puntas Ferradas y Calandria. El partido fue intenso y los dos arqueros tuvieron mucho trabajo en el show de los remates desde fuera del área, casi un recurso obsesivo desde ambos lados para inquietar al rival. Así fue como Gimnasia le causó problemas con tres disparos que dieron en los palos: uno de Calandria, otro de Ricardo Gómez y el restante tras un tiro libre-centro de Montenegro que nadie desvió. Labruna se agarraba la cabeza en el banco local y su rostro terminó por desdibujarse ya no con los goles visitantes, sino con el tanto que erró Calandria bajo el arco, solo, sin arquero ni oposición, tras un centro de Gómez cuando el marcador estaba en cero. Boca había avisado con un córner de Riquelme que dio en el travesaño y estuvo cerca de transformarse en gol olímpico, un mano a mano que Pezutti le desvió a Gaitán y otros disparos de media distancia. En el segundo tiempo, cuando Gimnasia seguía castigando el arco de Abbondanzieri, Nicolás Gaitán contagió a Riquelme y rescató a Boca de la pasividad. Román modificó el ritmo de juego en los últimos 25 minutos y participó en las jugadas de los dos goles. En el primero se asoció con Gaitán y en el segundo recibió de Ibarra y asistió con un taco a Viatri, que definió muy bien al ángulo superior izquierdo de Pezzuti. El descuento de cabeza de Calandria sólo decoró el resultado, pero le dejó un mensaje a Boca: sabe que no debe confundirse con lo hecho en Jujuy. No fue ni el campeón del verano ni el del Apertura. Mostró apenas una ráfaga de aquellos rendimientos que le posibilitaron terminar feliz 2008 y con una vuelta olímpica. Tiene muchas cosas para corregir aunque -al menos ayer- los palos y la suerte le guiñaron un ojo.