Irritabilidad, ansiedad, indecisión, aislamiento social, pensamiento obsesivo, conductas compulsivas, insomnio y pérdida de interés sexual, son sólo algunos de los problemas asociados a los tratamientos para perder peso. El resultado final: engordar más de lo que se quería perder

Más de una vez se ha hablado sobre los efectos nocivos de las dietas que, de manera casi mágica, prometen a quien la practique perder peso, ganar felicidad y glamour y alcanzar el éxito deseado. De la misma forma, se escribió sobre las pequeñas gotas de verdad que encierran dichos planes y muy poco se explicó los trastornos que el organismo puede sufrir, en muchos casos de manera irreversible, y que no son las ya conocidas patologías de bulimia y anorexia. Uno de los problemas de las dietas que permiten adelgazar de manera abrupta es que no están basadas en un programa paulatino de cambios de los hábitos alimentarios. Paradójicamente, provocan una recuperación brusca de los kilos que se buscaban perder. Otro punto es el mal diagnóstico profesional, cuando los médicos clínicos, en forma errónea, hablan de bulimia o anorexia con sólo detectar la presencia de algunos de sus síntomas. Debido a ellos, los expertos aconsejan no caer en diagnósticos apresurados y de consecuencias riesgosas y consideran más importante tener en cuenta el incremento de patologías nuevas como los llamados trastornos alimentarios no específicos, es decir, las disfunciones que sin llegar a poseer la intensidad de los síntomas bulímicos o anoréxicos, también requieren contención y tratamiento. A Alejandra F., un profesional le había diagnosticado bulimia y le proponía realizar un tratamiento de hospital de día (donde debía concurrir diariamente de 8 a 17 hs.), lo que la obligaba a dejar su trabajo. ¿Cuáles eran los síntomas que tenía? Por un lado, realizaba comilonas compulsivas que no podía controlar y le ocasionaban “dolores de panza” y estados depresivos. Después de cada comilona, apelaba a dietas restrictivas que resultaban muy difíciles de ser respetadas a lo largo del tiempo y, como resultado, la llevaban inexorablemente a un nuevo atracón. Al recurrir a nuevas consultas se detectó que el problema de Alejandra no era ser bulímica sino haber caído en el círculo vicioso de la dieta-atracón-dieta-atracón. Tras someterse a un plan equilibrado de alimentación, y en la medida en que empezó a superar sus compulsiones, pudo también decodificar otras emociones. Estas tenían que ver con su historia personal y familiar y, hasta entonces, ella no había podido ponerlas en palabras. Esta paciente es un claro ejemplo de los llamanos trastornos alimentarios no específicos, ya que cuando el enfermo no llega con sus atracones a la frecuencia semanal, ni tampoco recurre a laxantes o a la inducción del vómito, no es suficiente para agitar el fantasma de la bulimia. Del mismo modo, nadie debería apresurarse a calificar de anoréxica a una jovencita que está delgada, hace dieta y se “mata” en el gimnasio. En más de una oportunidad las madres consultan muy preocupadas porque su hija había sido diagnosticada como bulímica habiendo vomitado en una sola ocasión. CÓMO SUPERAR LOS TRASTORNOS ALIMENTARIOS Para superar los trastornos alimentarios no específicos se requiere un trabajo en forma conjunta del aspecto nutricional y del psicológico ya que muchos sujetos que se someten a dietas restrictivas con la ilusión de alcanzar el actual modelo social de delgadez social. Es esa conducta sobre-exigente en la cual, según los expertos, radica el principal origen de estos trastornos, que se extienden en la población a un ritmo aún mayor que la bulimia y la anorexia. Para entender como funciona el mecanismo de “las dietas que trastornan” se pueden tomar en cuenta los resultados de un estudio realizado por un equipo de profesionales de la Universidad de Minnesota, que logró determinar varios de las consecuencias que produce en el organismo las dietas restrictivas prolongadas. Los 36 voluntarios que participaron del estudio, redujeron a la mitad su consumo calórico, durante un período de seis meses. Al llegar a una pérdida del 25% de su peso, comenzó a observarse en ellos una serie de cambios relativas a una mayor preocupación por la comida y el comer, recogimiento y colección de recetas y libros de cocina, desarrollo de nuevos hábitos (por ejemplo desmenuzar comida) y aumento del consumo de te, café y cigarrillos. Lo más significativo se produjo, sin embargo, en la etapa de recuperación de su peso: un alto porcentaje informó que sentía hambre a pesar de haber estado alimentándose en forma normal, otros escondieron comida y también se verificaron atracones. Pero lo más preocupante fue que todas las personas que participaron de esta experiencia desarrollaron distintos grados de problemas como irritabilidad, ansiedad, indecisión, aislamiento social, pensamiento obsesivo, conductas compulsivas, insomnio y pérdida de interés sexual. “Un tratamiento adecuado debe indagar profundamente el vínculo del sujeto con la comida, los excesos en que incurre y, en forma paulatina, realizar cambios a partir de un trabajo nutricional (cambio de hábitos) y psicológico (despliegue del deseo de cuidarse, quererse y estar bien, con el consiguiente aumento de la autoestima)”, dice la médica nutricionista Mariana Chapochnikoff. Uno de los trabajos más vanguardistas que se realizan en la actualidad consiste en integrar al paciente en pequeños grupos con el fin de individualizar elementos de la historia vital y de su relación con el Otro, o su inconsciente. Por el contrario, el sometimiento a ciertos tratamientos generalizadores, hace que la persona pierda cada vez más su subjetividad, su devenir particular, el significado que la comida guarda para él, el porqué de sus excesos y no llegue nunca a pensar-se ni a poder desear las profundas modificaciones que su situación requiere. Llega así el fracaso y la desilusión. Después de someterse a una de las llamadas “dietas que trastornan”, el shock provoca desesperanza por el fracaso yoico, en el dominio de aquello que viene desde “más allá del principio del placer”. Padecen la imposibilidad de cumplir con el ideal cultural dominante y están expuestos a generar otras patologías más graves como la bulimia y la anorexia. Los cambios en la alimentación deben ser graduales, sostenibles en el tiempo y basados en el descubrimiento de la clave de aquello que lleva a cada paciente a su relación patológica con la comida. Cristina Galazo cgalasso@infobae.com