Llamó la atención del público por primera vez cuando protagonizó la fábula romántica Amélie y, a pesar de tener el mundo a sus pies, decidió dejar a Hollywood plantado. Cinco años más tarde, la bella francesa finalmente debuta en la meca del cine con El código Da Vinci, el polémico film que se estrena este jueves en Argentina.

Su historia tiene un antes y un después de Amélie, de Jean-Pierre Jeunet, film por el que Audrey Tautou se hizo famosa. El lema era “Ella va a cambiarte la vida” y, justamente, es lo que le pasó a la protagonista: llevó adelante el rol principal de una de las películas francesas más vistas de todos los tiempos, la cual marcó el fenómeno de desbancar a las taquilleras norteamericanas en Francia, además de lograr una repercusión mundial que llegó incluso a países tan lejanos como Japón. Un papel tan trascendente como presentación en sociedad es algo difícil de dejar atrás, pero ella va por buen camino. Ya era hora de que olvidara el eterno flequillo y los mohines que le dieron popularidad: lo hace, final y definitivamente, en la versión cinematográfica del controvertido best-seller de Dan Brown, El código Da Vinci, donde comparte protagonismo con Tom Hanks. “Sin lugar a dudas creo en Dios. De lo que no estoy muy segura es si confío ciegamente en Él”, se aventura a comentar y, así, termina de sumergirse en el polémico mundo del libro en el que se basa el film. Comandado por el director Ron Howard, el productor Brian Grazer y el guionista Akiva Goldsman (el equipo ganador del Oscar por Una mente brillante), el elenco se completa con Jean Reno y Sir Ian McKellen para contar la historia de la investigación de un asesinato por la cual, siguiendo pistas ocultas en las pinturas de Leonardo Da Vinci, un profesor experto en simbología y una criptógrafa de la policía llegan a descubrir un misterio religioso, protegido por una sociedad secreta durante dos mil años, que podría quebrantar las bases del cristianismo. Una vez una vidente le dijo a Audrey que sería madre a los 30 y aún faltan dos años para comprobar la efectividad de la profecía. Mientras, está comprometida con el escritor norteamericano Lance Mazmanian, pero no es muy afecta a hablar sobre su vida privada, de la que se sabe poco y nada. “Todos piensan que tengo un origen étnico, que mi familia es africana o asiática. Pero, por lo que sé, soy ciento por ciento francesa”, aclara en un intento de explicar su exótica belleza. A primera vista, es una suerte de joven Juliette Binoche (una morena de piel blanquísima que desarrolló su carrera en Francia, habla excelente inglés y mantiene un delicado equilibrio entre el éxito y el prestigio combinando grandes producciones con trabajos independientes), pero al detenerse un segundo en su magnetismo y talento, es evidente que brilla por sí misma. Nació el 9 de agosto de 1978 en la localidad francesa de Beaumont y se mudó a París para estudiar arte dramático y literatura. Debutó con un pequeño rol para tevé en la serie La Vérité est un vilain défaut y en 1998 ganó su primer premio en el Noveno Festival de Comediantes Jóvenes en Bezier. Tonie Marshall le dio la oportunidad de entrar al cine cuando la llamó para ser una de las protagonistas de Vénus beauté (institut) en 1999, papel por el cual ganó un César como Mejor Actriz Revelación. Dos años más tarde llegó Amélie y, entonces sí, el mundo entero cayó rendido a sus pies. El éxito no la mareó. A la función especial organizada para el presidente de Francia, Jacques Chirac, no asistió porque tenía un compromiso previo con su hermano. Y una vez que el film comenzó a hacerse popular, decidió irse de viaje a Indonesia durante un año, para poder vivir sin que la reconozcan por la calle. En Dios es grande, yo soy pequeña (Pascale Bailly), siguió explotando su perfil de carita fresca y mirada enigmática, pero después se concentró en realizar películas pequeñas, aunque prestigiosas, como À la folie… pas du tout (Laetitia Colombani), Negocios entrañables (Stephen Frears), Amor eterno (Jean-Pierre Jeunet) y Las muñecas rusas (Cédric Klapisch). Como la mayoría de los mortales, Audrey se enteró de la existencia del libro El Código Da Vinci al buscar algo entretenido para leer durante unas vacaciones y, al dejarse atrapar por la lectura, jamás imaginó que terminaría interpretando el papel de Sophie Neveu. Cuando se fue a promocionar Amor eterno a Canadá, en una rueda de prensa, los periodistas comenzaron a felicitarla por haber conseguido el protagónico femenino de la versión cinematográfica del best-seller del momento. Nadie le creía su asombro y, menos aún, que jamás había hablado con el futuro realizador del film. Finalmente, oh sorpresa, su agente la llamó para avisarle que Ron Howard quería verla ya que había hecho un gran casting en París, por el que pasaron numerosas (y prestigiosas) actrices francesas, pero ninguna lo convencía. “Me pareció que yo era muy joven en comparación con el personaje del libro. Además, estaba de vacaciones y tenía que viajar especialmente, así que le dije que lo dejáramos para otro momento”, relata. Pero cuando el destino llama es implacable, así que la bella francesa decidió hacer su grandiosa entrée a Hollywood. -¿Es cierto que presionaron para que no se mencione al Opus Dei y que la relación entre Jesús y María Magdalena sea más vaga? -No sé cómo resultará la película al final, pero el guión está muy apegado al libro y no se disminuyó la intensidad de nada… Es obvio que tomaron la novela como ficción pura y la trataron como tal. -En el libro hay planteadas muchas dudas y explicaciones, por ejemplo, la maternidad de María Magdalena… ¿Esos pasajes son diálogos? -Hay momentos explicativos con Teabing (Ian McKellen). Para el resto, filmaron varias escenas históricas que ilustran las ideas, pero no sé si habrán hecho un corte final. -¿No viste la película terminada? -Nunca voy a los preestrenos. Así que ¡sólo vi el mismo trailer que el resto del mundo! (Risas). -¿Cuál es el don principal de Tom Hanks? -Justamente, tenerlos todos. No carece de nada, ni tiene defectos, que yo sepa. ¡Eso no es normal!. Es tan profesional que es sobrenatural. Pero a pesar de su estatus, es súper amable y generoso. Tiene una técnica extraordinaria y, para un director, trabajar con él debe ser un sueño hecho realidad. -¿Conociste a Dan Brown? -Sí. Y me comentó que le daba mucho gusto que yo represente a Sophie Neveu, ¡pero no me lo imagino diciéndome lo contrario! (Risas). -¿Qué te atrajo más del personaje? -Me gusta su espíritu de lucha y determinación. -Justamente, esas características las tiene en común con Amélie y Matilde, de Amor eterno… -Es cierto. Las tres son mujeres solitarias que luchan hasta el final. -¿Se parecen un poco a vos? -Sin duda. (Piensa un poco y se corrige): Aunque honestamente… no lo sé. -¿Cuál es tu mayor temor y la alegría más grande frente al estreno de El código Da Vinci? -Lo que me da más satisfacción es estar en una clase de película que es probable que nunca vuelva a hacer: acción, suspenso y súper éxito de taquilla norteamericano… Eso realmente me asombra. Y mi temor más grande, dada la escala del proyecto y las expectativas, tiene que ver con la fama y popularidad… Porque realmente espero poder continuar viviendo la misma vida sencilla que he tenido hasta ahora.