Opinión
Alfonsín y los jóvenes del ´83
DIOGENES GONZALEZ (*)
Haber formado parte de unas pocas vivencias directas con una gran personalidad de la historia argentina como Raúl Alfonsín nos coloca, en la actual perspectiva, en un lugar de privilegio.
Formamos parte de una generación de argentinos, que sin haber vivido en carne propia los horrores de la violencia de los ´70, ni la posterior represión desenfrenada de la dictadura militar, pudo vivir una democracia de ciudadanos, ejerciendo ininterrumpidamente el derecho constitucional de elegir y ser elegidos, a partir del año 1983, marcado por la fulgurante presencia de Raúl Alfonsín como líder de la democracia argentina. El natural impulso de cambio de la juventud sintonizó de manera química con las características de un dirigente político que abrevando en arraigadas tradiciones radicales, de libertad y defensa de las instituciones, se presentaba con un lenguaje moderno y directo. Su llegada a los jóvenes fue masiva. En los debates familiares, en la ronda de amigos, en las mesas de estudio, surgían sus palabras, y de pronto nos encontrábamos siguiendo, tal vez intuitiva o emocionalmente a un gran orador que hablaba de la democracia con devoción, que veneraba las libertades, y de todo lo que ellas podían hacer en nuestras vidas. Los actos políticos de un viejo partido republicano y democrático, se llenaron de jóvenes que pugnaban por participar en política. Vivimos con alegrías y penurias el acompañamiento militante a la gestión de gobierno de Alfonsín. Nos convocaron varias veces a la plaza, una de ellas para decirnos que estábamos en “economía de guerra” y volvimos con el ceño fruncido, tal vez sin entender aquel complejo contexto internacional que agobiaba a la economía argentina y latinoamericana. Vimos cumplidos nuestros sueños de justicia y progreso, con el legendario juicio a las juntas militares y tantos otros logros de su gestión, como la paz con Chile, la integración con Brasil, las leyes de divorcio y patria potestad compartida, el congreso pedagógico nacional, y tantos otros. Estuvimos con todo el pueblo argentino, en las calles, defendiendo la democracia del peligro delirante de los carapintadas. A pesar de todos estos conflictos, en la Argentina de esos días se vivía en un clima tolerancia plena. Muchas veces no lo comprendimos y hasta lo criticábamos abiertamente, y aunque ello es natural en un espacio político democrático, hoy, es una rareza poco vista. Acompañamos con angustia el final de su mandato, pero recordamos muy claramente que nos habló directamente a Nosotros cuando justificó la entrega anticipada del poder, diciendo que las generaciones futuras habrían de valorar esta decisión, puesto que estaba entregando el poder a otro Presidente electo por el pueblo, consolidando la democracia. Cuanta razón tenía. Pero la vida política habría de depararnos nuevas luchas y alegrías con Alfonsín. Aquel Presidente de gesto adusto y cara cansada en poco tiempo se transformó nuevamente en el militante de la democracia que recorría el país levantando los ánimos caídos. Conocimos ahora a un Alfonsín cercano, de carne y hueso, que seguía luchando desde el llano, con sencillez y optimismo. Toda esa gloria y todos esos tropiezos no habían alterado su alma, hecha de hierro caliente de pura pasión y vocación de servicio. Pudimos entonces acompañarlo en importantes eventos como el acto de Autopista Center en 1992, cuando relanzó un radicalismo con definido perfil social demócrata y recibió la participación de personalidades y artistas consagrados como Víctor Heredia y Mercedes Sosa, que sin ser radicales han valorado su decencia y la apertura democrática que El protagonizó. Lo recibimos en Corrientes, en muchos actos y debates. Tal vez uno de los más importantes, fue el que precedió al llamado Pacto de Olivos y la reforma Constitucional de 1994. Todavía recordamos a un amigo al decir: “Para qué vine. Yo estaba en contra y ahora me convenció…”. Su potencia racional se sintetizaba en una frase que le gustaba mucho: No vencer sino convencer. En otra visita en el año 1996, vino a presentar su libro Democracia y Consenso, disertando en la Universidad Nacional del Nordeste y recibiendo la distinción de huésped de honor del Concejo Deliberante. Eran épocas duras para lo que hoy llamaríamos su “imagen”. Nos decía jocosamente, “…la gente me quiere, no me votan, pero me quieren, estoy seguro…” Por entonces pudo sintetizar en ese libro la idea del consenso democrático y del estado legitimo, batallando con toda su fuerza contra la imposición de un modelo neoliberal y excluyente, propiciada por el justicialista Carlos Menem. Su última presencia en Corrientes fue el 22 de Diciembre de 2000. Ya con algunos kilos de más, algunas canas y casi todos con hijos a cuestas, llevábamos a nuestros niños al acto, cuya algarabía sabíamos que le gustaba, como buen abuelo y nos decía “a estos niños los estamos vacunando contra las dictaduras”. Aquel día por la tarde inauguró un busto de Hipólito Irigoyen en el Barrio Laguna Seca y dialogó con los vecinos en forma serena y directa. Lo habíamos invitado a cerrar un acto partidario, colmándose las instalaciones del Club San Martín. Una anécdota marcó la jornada, por la aparición de un gran cartel que decía Ricardo Colombi Gobernador, por ello se molestaron varios por la picardía, faltando seis meses para el cierre de listas, pero sin dudas fue premonitorio. Aquel Alfonsín viejo, de gestos enérgicos y enormemente lúcido se ocupó de corregirnos a varios de los que hicimos uso de la palabra antecediéndolo, diciendo que la democracia, tal como El la concebía estaba aún muy lejos de ser plena, habiendo todavía tantas desigualdades, exclusión y falta de oportunidades para millones de argentinos sumidos en la pobreza. Si el siglo XX había sido el de la lucha por la libertad en todo el mundo, el siglo XXI debía ser el siglo de la lucha y conquista de la igualdad. En estos días de su partida terrenal hemos llorado, como lloran los hijos cuando pierden al padre. Pasado el dolor, nos quedará toda la fuerza de su ejemplar vida, llena de decencia personal, coherencia política, pasión por construir una democracia para todos, vocación de servicio y ese brillo especial de sus ojos, que denotaba toda su integridad y franqueza. Raúl Alfonsín ha sorteado el paso de la muerte para nacer a una nueva vida. Su presente es haber entrado en la historia como el Presidente que condujo la transición democrática no pactada con los militares y en condiciones muy adversas, regando la democracia por todo el Cono Sur. Su porvenir es constituirse en un símbolo de la Argentina y en el paradigma del político que sirve y no se enriquece, y que ilumina con la razón y el ejemplo. Como ha dicho un sabio: Un buen discurso moviliza conciencias pero un buen ejemplo moviliza multitudes. Alfonsín además de ambas cosas, nos movió el corazón. (*) Recibido por Corrientes al Día de Diógenes González (UCR). (Corrientes; Argentina).
Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.
Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo. Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico. Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!
Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles. Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan. Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.
Pobres Alberdi y Sarmiento. Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria. Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.
Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.
¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar. El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.
Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.
El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias. Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.
Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.
¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país. ¿En serio? ¿Se puede ser tan caradura? Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?
También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio? “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.
Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos? Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.
Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.
Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.
El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.
(*) Rogelio López Guillemain
La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.
Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.
Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.
También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.
Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.
Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables y caminos nuevos para salir adelante.
Pienso que un camino de desarrollo es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.
Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo foco en nuestros recursos y liderar.
Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos el compromiso de crear un cambio duradero.
Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner. Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.
El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".
En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.
La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.
Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.
Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.
En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.
La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.
(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.