Opinión
Ambiente, Derecho y Realidad
LUIS CAVALLI (*)
Nuestra legislación ambiental. La normativa sobre la protección jurídica sobre el ambiente en la República Argentina a nivel nacional tiene fecha de inicio en la reforma de la Constitución Nacional de 1994. La legislación que debía emanar del mandato constitucional ha marchado con lentitud, debido a que el sistema de los estándares mínimos de protección que establece el artículo 41 es ajeno a nuestra tradición jurídica y a la relación Nación- Provincias.
Como consecuencia de la misma situación de extranjeras, las normas ambientales no se aplican ni se cumplen directamente, como la ley de gestión ambiental de aguas N° 25.688 o se aplican parcial e intermitentemente, como la ley general del ambiente N° 25.675. El resto de las leyes de presupuestos mínimos como las de residuos y PCBs son ignoradas o retóricamente incorporadas a las provinciales, como la que se introduce como objetivo en la Ley llamada “basura cero” de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, inventada por la sucursal argentina de Greenpeace y cuyos resultados se hallan desparramados por las calles de la Ciudad. Respecto del resto de los recursos naturales el avance en la sanción de los presupuestos mínimos es lento o nulo, manteniéndose vigente la normativa anterior. Así pasa respecto de la atmósfera y el clima, el suelo, policía sanitaria animal y vegetal cuyas leyes siguen siendo las sancionadas en 1906, flora y fauna silvestre, bosques, hidrocarburos, energía, paisaje. El sistema de los presupuestos mínimos ambientales no logra consolidarse.¿Qué pasa? Hay un choque entre la norma y la realidad. Y esto porque el legislador parte de una filosofía del derecho en la que la norma no surge de la propia realidad, se corta y se pega retazos de normas extranjeras sin digestión, sin adaptación y en contra de la realidad que tratan de contener. Este fenómeno de copia de modelos externos no es nuevo y explica en muchos casos el fracaso de nuestra legislación, el no cumplimiento, la no aplicación y el no ejercicio del poder de policía. II.- LOS CAMINOS DEL DERECHO Y LA JUSTICIA El derecho puede definirse de muchos modos según el punto de vista adoptado, dice Ihering, cuando habla de la noción del derecho en “El Espíritu del Derecho Romano.” Esta afirmación se verifica en el distinto contenido que se atribuye al vocablo en la historia de la humanidad. Los romanos utilizaban el término ius. Con este vocablo identificaban lo que era lícito, tal como lo declaraban las leyes, la costumbre o los magistrados. El jurisconsulto Celso decía que ius era el “arte de lo bueno y de lo equitativo”, o sea el modo de alcanzar la realización de la justicia a través de la conducta humana. En el Siglo IV de la era cristiana comenzó a utilizarse la palabra directum, derivada de dirigere, guiar, conducir, con lo que se quería indicar el conjunto de normas religiosas que orientan la vida humana por el camino recto. Luego se extendió la utilización del vocablo a las normas que se imponían a la conducta de los hombres y aspiraban a dirigirla en sentido justo. Hubo, entonces, un camino recorrido por “ius”, referido a la conducta lícita y otro por “derecho” referido a la norma que impone la conducta lícita. En este camino histórico también se abren, a su vez, dos concepciones distintas de “derecho”. El “derecho objetivo”, que es el conjunto de normas que rige obligatoriamente la vida en sociedad y por otro lado el “derecho subjetivo”, vinculado con las personas que lo ejercen, consistente en la facultad que tiene cada uno para obrar frente a los demás. III.- NUESTRA HISTORIA JURÍDICA En nuestra historia jurídica, la justicia, como acto que trasciende el mero orden legislativo, ocupaba un importante lugar en la tradición jurídica hispano-indiana. Las Partidas la consideraban como “arraigada virtud”, y además, “guía de los gobernantes” para sus actos de gobierno y de los jueces para resolver pleitos. Esta idea trascendente nutrió una actitud sentimental de la justicia, que vivía en el hombre común y que aparece también en la literatura del Siglo de Oro y en nuestras letras costumbristas. La justicia era un sentimiento social, era concebida como la más esencial y necesaria de las virtudes sociales. La justicia, como estado afectivo era hondamente vivida. Pero era un concepto vago, difuso y generalmente inabordable para los juristas, habituados al rigor intelectual, al ejercicio definitorio y al preciso encasillamiento legal. Su difícil aprehensión hacía que su aplicación práctica tuviera severos defectos. En 1828 en un diario porteño se leía que la justicia era: “Tela de araña en que se prenden los pequeños y pobres y que los grandes y ricos rompen y despedazan”. La justicia, con el advenimiento del racionalismo sufrió amputaciones para hacer de ella un concepto más técnico, donde empieza a regir el imperio de la ley. El papel predominante de la ley es un antiguo rasgo del derecho de tradición romana e igualmente lo era en el derecho indiano. En el Siglo XVIII la privilegiada situación de la ley se acentuó, entre otros factores, porque la misma, emanada del monarca, debía ser respetuosamente aceptada y obedecida por los súbditos. Este mismo concepto absoluto de la ley se ve brillar en los días de la Revolución de Mayo, con el importante cambio teórico referido a que la autoridad de donde aquella emanaba no era el rey sino el pueblo, cuya soberanía se ejercía por medio de sus representantes. Moreno decía en 1810: “Que el ciudadano obedezca respetuosamente a los magistrados, que el magistrado obedezca ciegamente a las leyes, este es el punto último de perfección de una legislación sabia…” Vencido Rosas se imponía armar un nuevo país a través de las leyes. Los pensadores, políticos y juristas de la época estaban animados por la idea de “modelo”, que era copiar la legislación vigente de otro país e implementarla lisa y llanamente en el nuestro. Sarmiento era uno de los mayores y fervientes defensores de esta postura. Podemos decir que quién atemperó esta postura copiadora fue Alberdi. Y la influencia fue de Savigny, pero a través de Lerminier. Savigny sostenía que “el derecho se crea primero por las costumbres y las creencias populares; y luego por la jurisprudencia; siempre, por tanto, en virtud de una fuerza interior y tácitamente activa; jamás en virtud del arbitrio de ningún legislador”. “El derecho vive al igual que la lengua en la conciencia popular”. Siguiendo esta línea de pensamiento Alberdi sostiene que el derecho es “un elemento vivo y continuamente progresivo de la vida social”, que se mantiene en armonía con otros elementos de la vida social, como el económico, el religioso, el artístico, el filosófico. El derecho no es la ley. Las leyes son “la imagen imperfecta y frecuentemente desleal del derecho”. En este ambiente de culto a los modelos extranjeros se sancionaron los dos cuerpos legales más importantes del siglo XIX: la Constitución Nacional, sobre todo después de 1860, y el Código Civil. La primera siguiendo el modelo norteamericano y el segundo siguiendo el modelo francés. Alberdi y Sarmiento, cuyas discusiones preanuncian lo que serán luego los términos que usarán las hinchadas en las canchas de fútbol, coincidían en varios aspectos: Su desprecio por lo provinciano, por lo popular, por lo local. Las masas eran incultas, los legisladores del interior reflejo de esas masas. Por lo tanto poco podía esperarse de su labor intelectual, poco podían aportar para el “progreso civilizador”. “Legislar un pueblo es hacer un pueblo”, esto significa cambiarlo. “Gobernar es poblar”, es un concepto complementario del anterior. Poblar es importar anglosajones, para que ellos sean el grueso de la población, de manera tal que reemplacen a los criollos y españoles y eduquen a los que quedan. Este concepto de los legisladores y el temor a que el proyecto fuera manchado de barbarismo provinciano inculto fue lo que impulsó a votar el Código Civil a libro cerrado. Alberdi había instituido en su bosquejo constitucional que forma parte de las “Bases”que el Congreso debía “legislar en materia civil, comercial, penal,”. Pero la Constitución fue sancionada con la fórmula “Dictar los Códigos civil, comercial, penal.” Se había seguido la tradición napoleónica europea. Alberdi, dado su menosprecio por las masas, por lo provinciano y la incultura parlamentaria se inclinaba por no sancionar códigos debido a lo prematuro y perjudicial que pueden ser para los países en formación. Decía que “son difícilmente enmendables, y con su poder institucional, en medios incipientes y cambiantes, pueden introducir obstáculos al libre desenvolvimiento del organismo social en el sentido de las leyes normales y naturales que le son inherentes…” Vemos una sombra del historicismo de Savigny. El gobierno presidido por Mitre encomendó la redacción de un proyecto de Código Civil para la República Argentina al doctor Dalmacio Vélez Sársfield. Alberdi tenía poca simpatía por este jurista práctico: había sido rivadaviano, luego, con pueriles excusas para con sus compañeros de ideología, escribió un libro de derecho canónico para Rosas y ahora escribía un código fundamental para la construcción de la República. Pese a todo, Vélez le manda una copia para que sea comentada. Alberdi no le hace un comentario personal, sino que le hace una dura crítica pública mediante una “Carta dirigida al país que ha de sufrir, (al Código) si no se le opone a tiempo su veto”, que luego ampliaría en sus “Estudios sobre el código civil de la República Argentina., redactado por el doctor Dalmacio Vélez Sársfield, y aprobado por el Honorable Congreso de la Nación el 29 de Septiembre de 1869”. La crítica, que sirve ahora para demostrar que las normas no surgieron de la realidad argentina ni la consideran, sino que son elaboraciones teóricas, cuando no copias de otras de otros países, giraba en torno a lo siguiente: La idea de dar al país un código civil único antes de haber dado un gobierno general, era ilógica e inoportuna; que después de la reforma constitucional de 1860, de la que tanto Vélez como Mitre y Sarmiento, a la sazón enemistados con Alberdi, eran responsables de haberla inclinado al modelo norteamericano y por tanto tendiente a la descentralización federativa, la facultad de dictar códigos nacionales resultaba inconstitucional. Alberdi criticaba el hecho de que el Código Civil era un calco del Esbozo de Freitas y por tanto resultaba inadmisible toda vez que estaba este pensado para una sociedad aristocrática y esclavista como la brasilera y no para una democrática y liberal como era, o pretendía ser, la argentina. Una crítica posterior decía que omitía dos fuentes fundamentales: “El derecho patrio-intermediario”, cuajado en sesenta años de vida independiente, y, “con celo realmente monarquista”, la propia Constitución general de la República, en cumplimiento de la cual se pretendía estar dando ese Código. “Ni una cita de autor nacional, de una sola ley del país, de un solo fallo de tribunales argentinos, de usos y costumbres establecidos.” Para el autor de las Bases el Código era “remedo indigesto del original francés”, “embrión grosero” de código, “monumento grotesco y bárbaro, que acusa el atraso del país.” Respecto de la constitución bástenos mencionar las palabras de su redactor principal, José Gorostiaga: “El Proyecto está vaciado en el molde de la Constitución de los Estados Unidos, único modelo de verdadera federación que existe en el mundo”. Alberdi en “Estudios sobre la Constitución de 1853” trata de atemperar este servilismo. IV.- DE KELSEN AL “COPIAR Y PEGAR” CONTEMPORÁNEO Kant, quién no atendía en su definición de derecho más que a la manifestación exterior del derecho, la compulsión, fue el inspirador del “positivismo”o “normativismo lógico” de Hans Kelsen. Este jurista distinguió dos mundos, el natural, integrado conforme el principio de causalidad; y el de la sociedad, interpretado conforme al principio de la imputación. Del primero se ocupan las ciencias naturales y es ajeno al jurista. En cambio, sí le interesa a éste, el mundo de la sociedad, el del deber ser, pero no en su totalidad. Solo le atañe la imputación que relaciona ciertos hechos sociales antecedentes y el acto coactivo consecuente, despreocupándose por la justicia o injusticia de la imputación. Así el sistema de Kelsen se escinde del mundo del deber ser y desplaza a la justicia del ámbito teórico del jurista. Algunos de sus seguidores concibieron el derecho como una ciencia desprovista de valores y ajena a la justicia. Bajo el dominio de la Iglesia Católica el positivismo fue combatido desde el neotomismo, o doctrina aristotélico-tomista, la cual, centrada en la escolástica y reavivando al filosofía antigua y medieval, enlazaba el derecho natural con la existencia de Dios. En nuestro país las ideas positivistas de Kelsen han tenido gran aceptación y forma parte de las creencias aceptadas por políticos y juristas de diverso orden, de manera tal que dan a la ley, cualquiera fuera su fundamento intrínseco, su razonabilidad o justicia, suficiente fuerza coactiva, por estar sólo su sanción conforme a los mecanismos externos de poder. Esta idea de la ley ha sido usufructuada por los ideólogos de los organismos internacionales que intentan imponer sus modelos a los pueblos “atrasados”, y que encuentran en nuestro país un territorio fértil, según se observa por la cantidad de servidores que ingresan en las filas de “consultores”, que como los cipayos indúes , ejercen su actividad en el estado Nacional y en los estados Provinciales revistando en las “unidades ejecutoras” de la multiplicidad de programas financiados por el Banco Mundial, BID, BIRF y satélites por el estilo. V.- DEL CLUB DE ROMA A ESTOCOLMO. DE ESTOCOLMO A BUENOS AIRES La toma de conciencia comunitaria de los peligros de los procesos industriales contaminantes, del uso irracional de los recursos naturales y su posible agotamiento tuvo su consecuencia institucional: En 1970, el Club de Roma, una asociación privada compuesta por empresarios, científicos y políticos, encargó a un grupo de investigadores del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT) la realización de un estudio sobre las tendencias y los problemas económicos que amenazan a la sociedad global. Los resultados fueron publicados en marzo de 1972 bajo el título “Los Límites del Crecimiento” contándose entre sus autores a Donella Meadows, Jorgen Randers y Dennis Meadows. Las perspectivas resultaron muy negativas. Como consecuencia de la disminución de los recursos naturales, hacia el año 2000 se produciría una grave crisis en las producciones industrial y agrícola que invertirían el sentido de su evolución. Con algún retardo la población alcanzaría un máximo histórico a partir del cual disminuiría rápidamente. Hacia el año 2100 se estaría alcanzando un estado estacionario con producciones industrial y agrícola per cápita muy inferiores a las existentes al principio del siglo XX, y con la población humana en decadencia. Esto generó una teoría del crecimiento cero. Es decir que la comunidad se fijara límites de crecimiento, a fin de evitar el agotamiento de los recursos naturales. Notemos que esta preocupación era por el agotamiento de los recursos naturales y partía de los países más poderosos del planeta. Era una versión moderna de la teoría de Malthus que por 1870 decía que los alimentos iban a crecer aritméticamente y la población mundial geométricamente de manera que un día iba a llegar que los alimentos no iban a alcanzar para todos. La predicción no sucedió porque el hombre utilizó la tecnología que permitió producir más alimentos y mejores servicios. Pero esa misma tecnología provocaba contaminación y fundamentalmente el agotamiento del recurso natural motor impulsor de todo: el petróleo. La predicción del equipo del MIT, sustentada en cálculos informáticos y prospectivas computarizadas tampoco se cumplió, aunque sus autores publicaron un segundo y un tercer informes justificando su teoría. Si bien su fracaso es concluyente hoy, estos primeros análisis, muy criticados por los sostenedores del libre mercado quienes vieron en este trabajo una obstrucción al desarrollo capitalista, sirvió para encender luces de alarma en las potencias mundiales. El proceso mundial de incorporación a la agenda de los países de la protección jurídica del ambiente tiene un primer hito internacional que es la Cumbre del Medio ambiente de Estocolmo del año 1972 y las sucesivas reuniones continuidad de aquella primera. VI.- LA INFLUENCIA DEL DERECHO INTERNACIONAL AMBIENTAL EN LA ARGENTINA El proceso que se dio a nivel internacional tuvo su impacto en el derecho argentino, un tanto vulnerable a las modas de otros lares. En el año 1994 al reformarse la constitución nacional, cuyo fin principal era permitir la reelección del Presidente de la Nación, se incorporan los derechos de tercera generación, los del ambiente, de los usuarios y consumidores. Esto en el artículo 41 y 43 La incorporación del sistema de los “presupuestos mínimos ambientales” no es más que un refrito del derecho español, del sistema de los estándares mínimos ambientales. Según el sistema importado, la Nación establece los presupuestos mínimos ambientales y las provincias los complementan. Es un sistema extraño a nuestra tradición jurídica y a la relación entre al Nación y las Provincias. ¿Cuál es nuestra tradición jurídica en la relación Nación Provincias? La Nación, construida sobre el andamiaje de la Constitución Nacional y los códigos, estableció un sistema de leyes que son el reflejo del modelo económico sobre el que se asentó: el modelo agroexportador. Por ello las leyes de defensa de este modelo fueron de orden público, no discutidas ni por los particulares ni por las provincias, que adherían a la ley nacional para hacer un conjunto armónico. La Ley de Policía Sanitaria Animal, del año 1906 y vigente aún, es el más claro ejemplo del sistema. Nótese que esta Ley, como la de policía sanitaria vegetal no solo atenta contra el sistema federal al legislar sobre el poder de policía, poder no delegado por las provincias a la Nación, sino que colisiona con el Código Civil y el derecho de propiedad privada, toda vez que le permite al Estado Nacional penetrar al inmueble rural de un particular y disponer de sus cosas muebles, como es la interdicción y muerte de los semovientes enfermos o sospechados de estar enfermos de enfermedades que la reglamentación determina. A más de cien años de su vigencia la ley de Policía Sanitaria Animal tuvo la adhesión de todas las provincias argentinas y aceptada por los particulares. Esto es un ejemplo de una ley nacida de las necesidades concretas de una sociedad, convencida de que hay intereses superiores que proteger, por normas que por tal calidad se llaman de orden público. Es por ello que el esquema importado de los estándares mínimos, a doce años, le cuesta entrar en funcionamiento. Decía Ihering que un derecho que no nace del fondo viviente de la sociedad donde va a aplicarse, es un derecho que no se realiza y un derecho que no se realiza no es derecho. Como hiciera Aristóteles en su momento, Ihering compara el sistema jurídico con el cuerpo humano. Nos enseña que en nada importaría que el derecho fuera un prefecto sistema filosófico desde el punto de vista de la unidad y orden lógico de sus miembros, si fuese impropio para el uso que se le destina, si no fuera posible su realización en la práctica. Es un error tratar la materia del derecho como emanación de una idea o plan que se desarrolla lógicamente, puesto que la disposición lógica de sus miembros es cosa secundaria, producto que depende de que puedan satisfacer en esa forma las necesidades de la vida, por lo cual su desarrollo se ve a menudo interrumpido o contrariado. Sin la influencia de la vida el valor lógico del derecho sería mayor, pero inútil. Porque la función del derecho es realizarse. Dice Ihering: “Lo que no es realizable no puede ser derecho, y viceversa, toda realización es derecho antes de que se lo reconozca como tal” Y agrega “Por esto ningún código o compilación de leyes puede comprenderse totalmente sin el conocimiento de las condiciones reales del pueblo y de la época que es de donde nacen las reglas del derecho y los obstáculos o los medios de éste para realizarse”. VII.- LA PROTECCIÓN JURÍDICA DEL AMBIENTE HOY Hoy, aquellos que tenemos la preocupación de fortalecer la protección jurídica del ambiente, nos encontramos con un escenario complejo, de lento avance. Pero la realidad nos muestra cierta luz en el horizonte y viene de la mano de la propia sociedad nacional. Como dato concreto tenemos que las normas no logran alcanzar los objetivos que se proponen, con escaso cumplimiento y aplicación, cosa que aunque absurda es una verdad ostensible; escasa coordinación de políticas ambientales; difícil consolidación del sistema de presupuestos mínimos ambientales para reglar la competencia de la Nación y las Provincias; fragmentación de normativa y políticas por recursos naturales que nos muestra el feudalismo jurídico imperante; visión de conflicto entre la producción económica y la protección ambiental, tanto el ámbito privado como en el estatal. Desconocimiento y/o escasa aplicación de la normativa ambiental por parte de los jueces. Asimetría de protección jurídica entre provincias. Pero por otro lado aparece como evidente un dato que se debe tomar en cuenta porque marca el rumbo para el futuro: hay una mayor conciencia social ambiental, hay una mayor información acerca de la protección ambiental, a la vez, que se valora el tema como prioritario en una amplia franja de la sociedad argentina. Este dato no es menor: ahora la sociedad nacional incorpora en su sistema de valores la protección ambiental con lo cual la exigencia y presión social van a ser mayores. Esto tiene notoria influencia en cuanto al poder de policía para el cumplimiento de la normativa ambiental vigente, como a su protección judicial, como a la modificación y ajuste de la legislación por parte del legislador. Esta educación ambiental informa y forma a los mismos ciudadanos en su quehacer cotidiano, en una escalada progresiva de mejoramiento de la calidad ambiental. Saber leer estos datos de la realidad es el imperativo del momento. (*) Luis Cavalli Es Secretario General de la Asociación Argentina de Abogados Ambientalistas.
Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.
Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo. Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico. Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!
Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles. Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan. Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.
Pobres Alberdi y Sarmiento. Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria. Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.
Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.
¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar. El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.
Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.
El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias. Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.
Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.
¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país. ¿En serio? ¿Se puede ser tan caradura? Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?
También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio? “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.
Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos? Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.
Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.
Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.
El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.
(*) Rogelio López Guillemain
La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.
Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.
Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.
También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.
Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.
Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables y caminos nuevos para salir adelante.
Pienso que un camino de desarrollo es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.
Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo foco en nuestros recursos y liderar.
Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos el compromiso de crear un cambio duradero.
Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner. Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.
El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".
En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.
La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.
Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.
Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.
En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.
La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.
(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.