Opinión
Chicas de calendario
DAVID GISTAU (*)
Mediados de los 40. El hongo atómico acaba de precipitar el final de la guerra en el mal llamado océano Pacífico. El Emperador humilla su naturaleza divina al inclinarse ante un general americano cuyos revólveres tienen cachas de marfil.
Las tripulaciones de la Armada, que ya no tienen que temer los ataques en picado de los Zero, debieran relajarse para cumplir tan sólo con los preceptos estratégicos de una ocupación planteada como tránsito hacia otro tiempo. Y, sin embargo, se propaga la consigna de mantenerse alerta, porque hay noticia de ciertas operaciones de comando —golpes de mano nocturnos, nadadores que escalan las cubiertas— concebidas, como si de nuevos Paris se tratara, para consumar el rapto de Esther Williams. Me explico. Todo comenzó en el USS Parks, durante el conflicto. Allí, un oficial tenía colgado de su taquilla un retrato autografiado de la pin-up anfibia, vestida con el uniforme de la Armada y con el cabello desordenado por el viento. La dedicatoria del retrato era tan íntima, tan cariñosa, que el oficial presumía de que, cuando regresara a casa, la Williams estaría esperándole en el muelle. El caso es que la tripulación entera se confesaba enamorada de la pin-up. E incluso convirtió la fotografía, como los antiguos hacían con el mascarón de proa, en una superstición, en una cábala a la que se atribuía toda la buena suerte que les bendecía en los combates. Un día, antes de la rendición japonesa, el oficial recibió una orden de traslado a otro buque. Para impedir que se llevara con él a Esther, le robaron el retrato: le raptaron a su Helena. El suceso en seguida se transformó en un juego que fue famoso en la Armada durante todos los años siguientes, más allá de la guerra de Corea. Se trataba de ir robándose los unos a los otros la “Trophy Copy”, el retrato de la así ungida madrina colectiva, en la así custodiada como símbolo de una unidad igual que las legiones sacralizaban sus águilas y consideraban una afrenta perderlas. La única regla obligaba a los oficiales del barco que en cada momento fuera dueño del trofeo a colgar la fotografía en un lugar visible, quedando prohibido esconderlo. Por lo demás, todo valía: golpes de mano nocturnos, nadadores escalando las cubiertas, acechando el barco en el que viajara Esther Williams. Todavía hoy, los veteranos australianos del Nizam reclaman el honor de haber sido ellos los que llevaron a Esther Williams hasta la bahía de Tokio durante la invasión. Antes de serle robada, por supuesto, por alguna otra tripulación que también la perdió después. La anécdota revela dónde cuajó la importancia universal de las chicas de calendario, de las next door girls: las pin-up, herederas todas de una estética que arranca en el dibujo con Betty Boop. Con su erotismo liviano —rara vez aparece desnuda—, con su picardía inocente tan de baile de graduación, se convirtieron en el ideal romántico de los soldados metidos en la enorme riña de la Segunda Guerra Mundial. Y, también, en una especie de recordatorio de por quién luchaban: por esa reina de la belleza de la que no se esperaba una existencia turbia y viciosa como luego fue la de las starlettes o las gruppies sesentayochistas, sino una madurez de poner a enfriar tartas de manzana en el alféizar de la ventana. Si en los romances galantes, antes de aventurarse en una justa, el caballero llevaba enlazado en el brazo el pañuelo ofrendado por una doncella, los bombarderos norteamericanos, a la manera del Memphis Belle o del propio Enola Gay, llevaban pintado en el fuselaje a una pin-up inspiradora. Esto, por cierto, creó incluso toda una corriente artística, volcada también en los tatuajes, que pervive hoy en día con el nombre de nose-art, arte-nariz, porque procede del morro de los aviones. Donde no sólo hay mujeres: basta recordar la dentadura de tiburón de los Mustang. De todas las pin-ups consagradas por los combatientes, la más importante fue sin duda Betty Grable, que tenía las piernas aseguradas en un millón de dólares y de quien se dijo que, durante el conflicto, estuvo colgada en dos millones de taquillas militares y tatuada en miles de brazos y de torsos. Un detalle delata su fama, ya casi olvidada salvo por los fetichistas de la materia. En Salvar al soldado Ryan, de Steven Spielberg, hay una escena en que un soldado alemán, arrodillado delante de la patrulla del capitán Miller, suplica por su vida porque teme ir a ser ejecutado. Para ablandar la furia de sus captores, el alemán suelta toda una retahíla de virtudes atribuibles a la sociedad americana. Entre otras cosas, dice: “Betty Grable… Buenas tetas…”. Otra Betty, apellidada Page, es tal vez la pin-up más misteriosa. Golpeada por una infancia dickensiana llena de pobreza y de abusos, de navidades con tan sólo una naranja para cenar, tuvo una irrupción esplendorosa gracias a un posado en una playa, con las olas rompiéndole en el culo. En el 34, desapareció sin dejar rastro alguno, lo cual la elevó a la categoría de enigma. Muchos años después, se supo que tan sólo se había apartado del escenario para contraer matrimonio y diluirse en la normalidad de las existencias con mascota y cercas blancas, porque de alguna manera Jesús le había comunicado que no le gustaba que anduviera desnudándose. Pero en los años de su desaparición se convirtió en un mito porque el dibujante Dave Stevens le robó los rasgos para ponérselos a la heroína del cómic Rocketeer. De ahí, su rostro y su contorno pasaron a otros cómics y a innumerables talleres de tatuaje de la costa Oeste. Hay incluso un cómic español, el Torpedo 1936,de Abulí y Bernet, en el que casi todas las bellezas fatales tienen la melena negra, los pómulos escurridos y los labios pletóricos de Betty Page. El dibujo es una de las vías de consagración de las pin-ups. Están los elegantísimos de Alberto Vargas para la revista Esquire, que fueron asumidos como un modelo al que todavía se deben autores como Labanda, cuyas pin-ups sofisticadas y algo anoréxicas, menos carnales como mandan las modas de nuestro tiempo, son una adaptación actual del género. Incluso Jessica Rabbit, la mujer fatal que se defendió diciendo “No soy mala. Es que me dibujaron así”, es un homenaje en clave de humor a un estereotipo en el que resulta fácil adivinar a Rita Hayworth quitándose el guante. Quien por cierto fue prácticamente reconstruida en un quirófano para aligerarle la latinidad —hasta le borraron el nombre de Margarita Cansino— y ajustarla al molde de los calendarios. Pero la primera pin-up de carne y hueso, la precursora de esta especie zoológica, fue Clara Bow. La It Girl. El It se refería a que ella personalizaba un Todo eso que en los años 20 era la liberación de la mujer mediante el arma del erotismo, del apetito feroz, de la suficiencia sexual que también caracterizó a la Mae West —como Clara, mejor cuanto más mala— que se permitía frases inolvidables como aquella de “Tienes una pistola en el bolsillo o es que te alegras de verme”. Ellas abrieron el camino para otras como Joan Leslie, quien decía desnudarse para poder tener, algún día, “dos hijos médicos”. Lo conseguiría, por cierto. La atracción que despertaban estas mujeres era ambigua, lo mismo convocaba a mujeres que a hombres. Tanto fue así, que una jovencísima Marlene Dietrich le pidió una vez a Mae West que le dejara lavar el pelo. Se lo negó, porque, según dijo la West, “no estaba segura de que se refiriera al pelo de la cabeza”. Después de inventar un ideal erótico, Clara Bow envejeció mal, condenada a una muerte en absoluta soledad, un crepúsculo parecido al de Gloria Swanson cuando, diosa ella, bajó la escalera para Otto Preminger. Hay un momento, a partir de los 50, en que las pin-ups evolucionan hacia registros más atrevidos, más golfos, por así decirlo. No serán ya tanto la doncella del romance galante como el objeto sexual con el que se ha de decorar una buena fiesta o una película. En parte ocurre porque un joven redactor despedido del Esquire, un tal Hugh Hefner, diseña en la cocina de su apartamento, con una foto de Marilyn como póster central, una nueva revista que se llamará Playboy, “la revista para leer con una sola mano”, como la llamó Tom Wolfe. Ahí, al prototipo de pin-up se le dará una vuelta de tuerca más explícita, y para definirla se acuñará el término Playmate. De esa nueva corriente proceden pin-ups como la propia Marilyn, quien saltó a la fama después de mucho lampar por las oscuridades de Hollywood gracias a un mítico desnudo con fondo de terciopelo rojo. Y Jayne Mansfield, la que fue concebida como reverso tenebroso de Marilyn, directamente como una anti-Marilyn con unas medidas ciclópeas de ?02-56-89 y un aspecto híbrido entre mujer y zodiac. La Mansfield, justo cuando andaba extraviada en fiestas excesivas, en los arrabales del glamour, murió decapitada por la mala suerte de sufrir un accidente de tráfico yendo en un descapotable. Mucho menos elegante, esa muerte, que la de Isadora Duncan, a quien tan sólo se le quedó la bufanda prendida en la rueda de un Morgan. Para acabar, no se puede obviar a la pin-up más arrepentida de haberlo sido. Antes de que el compromiso político la convirtiera en la Hanoi Baby, se dejó vestir de Barbarella por Roger Vadim, quien aseguró haberlo hecho porque el “goce de verla desnuda” tenía que compartirse. Desde entonces, Jane no ha dejado de pedir perdón por traicionarse a sí misma como cheese-cake girl, que así también se conoce a la pin-up. (*) Recibido por Corrientes al Día desde elmundo.es
Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.
Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo. Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico. Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!
Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles. Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan. Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.
Pobres Alberdi y Sarmiento. Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria. Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.
Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.
¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar. El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.
Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.
El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias. Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.
Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.
¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país. ¿En serio? ¿Se puede ser tan caradura? Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?
También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio? “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.
Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos? Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.
Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.
Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.
El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.
(*) Rogelio López Guillemain
La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.
Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.
Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.
También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.
Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.
Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables y caminos nuevos para salir adelante.
Pienso que un camino de desarrollo es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.
Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo foco en nuestros recursos y liderar.
Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos el compromiso de crear un cambio duradero.
Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner. Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.
El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".
En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.
La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.
Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.
Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.
En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.
La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.
(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.