Opinión
Educar. Una estrategia posible
ALBERTO MEDINA MENDEZ (*)
El conflicto del campo sigue escribiendo su historia. Tiene, por ahora, un final abierto. No obstante ello, su prolongación en el tiempo, trae consigo profundas consecuencias.
Los expertos en negociación dicen, que uno de los últimos recursos a aplicar cuando no se consigue un acuerdo, consiste en “educar”. Esto implica explicar al otro, cuales son las consecuencias que conlleva no alcanzar un acuerdo. Existe un mito que dice que los poderosos negocian en mejores condiciones porque terminan imponiendo su decisión ante el temor de su poder. El clásico ejemplo, es aquel por el cual el empleador consigue que su empleado haga lo que el desea por el mero hecho de ser su patrón. Lo logra por jerarquía. En realidad se trata de una gran falacia que solo justifica la propia incapacidad para ver las cosas de una forma diferente. Siempre hay opciones. Pero hay que saber verlas. Luego enseñarlas, explicando al otro lo que implicará no encontrar un acuerdo razonable. Aun así, no consiguiendo esto, siempre tendremos alternativas. Solo hay que tener el coraje, estar dispuesto a tomar esas variantes. Y eso ya no depende de los otros. De eso se trata la libertad. Aun en casos donde unos parecen estar en mejores condiciones que otros, porque están en posiciones superiores, existen caminos para alcanzar una negociación. Negociar supone que AMBAS partes salgan satisfechas consiguiendo sus objetivos de forma razonable. Un acuerdo donde unos ganan y otros pierden solo es el primer paso de una larga sucesión de revanchas para vengarse de los triunfos ajenos. No hace falta buscar demasiado a nuestro alrededor para ver múltiples ejemplos de esta descripción. Pero hasta ahora, el denominado conflicto del campo, no ha hecho más que mostrarnos una combinación de hipócritas argumentos que no se ajustan a la cuestión de fondo, con poco creativas medidas de uno y otro lado. El trillado recurso nacionalista de la bandera, el himno y la escarapela, plagado de discursos que apelan a la patria, los héroes y nuestros fundadores, no es más que eso, un recurso. Sirve, ayuda, hasta orienta, pero no va al fondo del asunto. Este tema, enfrenta a muchos argentinos y proviene de una decisión estrictamente económica. Es racional, por lo tanto, hay que debatirla en el campo de las ideas y no en el de las emociones. Desde lo táctico puede valer casi cualquier cosa, pero para lograr acuerdos es necesario recurrir a argumentos tangibles que sostengan la posibilidad de un acuerdo. La posición del gobierno ya la conocemos. Inflexible, recaudatoria, tal vez hasta ideológica. Gente entrenada, preparada y con gimnasia en esto de buscar rivales. Están en su salsa. Hacen lo que mas saben, confrontar. Además conocen el juego y sus reglas. El campo, por el contrario menos experimentado en esto, aprende sobre la marcha, asesorándose, rodeada de consultores que le dicen que ofrecer a cambio. Buscando aliados en la política, en la religión, en las organizaciones civiles y la sociedad, tratando de sumar voluntades, como si la matemática otorgara razones adicionales. Han hecho un gran esfuerzo, sin dudas. No es tiempo de criticar. Probablemente sea el costo del aprendizaje de enfrentar a especialistas. Sin embargo, es necesario detenerse unos segundos a reflexionar sobre el escenario actual. Tenemos un gobierno inflexible, dispuesto a dar batalla con sus mejores jugadores, parado sobre su posición original y argumentando acerca de las bondades de no claudicar, tirando toda la basura y la voluntad popular sobre los poco carismáticos dirigentes del campo. La ventaja de superioridad inicial a lo que se agrega una sociedad impaciente, confluyen en una fórmula que parece predecir el resultado. La sociedad siente ahora las consecuencias de las cada vez menos creativas medidas que el sector rural propone. Este recorrido lleva invariablemente a una derrota que mas tarde o mas temprano implicará una revancha, del gobierno, del campo o incluso de la sociedad. Uno de los sectores no siente que debe negociar. Cree que le han conferido en las urnas el poder suficiente para imponer criterios y tomar decisiones por los demás. Si no siente que debe negociar, pues no negociara. Es lo que ya ha demostrado sobradamente. El campo esta entonces, entre la espada y la pared. Este camino lo conduce a un seguro fracaso, y ese resultado no le conviene a nadie. Es preciso retomar la cordura y sentarse a conversar soluciones que nos lleven por el rumbo adecuado. Existe, tal vez, una manera de “educar” a los que no quieren negociar, mostrándole la razón por la que si deben hacerlo. El meollo de la cuestión parece pasar por las retenciones. Al menos ha sido ese el detonador. Un razonamiento lineal propondría ir al hueso del asunto. Este es un impuesto a las exportaciones, pues la medida educativa adecuada es NO EXPORTAR. Ya no porque ellos regulen el mercado, fijen cuotas o decidan cuando si y cuando no. Sino por la propia decisión de los exportadores. Alguien diría “eso no le conviene al campo”. Es cierto. Tampoco al gobierno. Alguien diría “el campo perderá mucho dinero”. Es cierto. También, si este conflicto no se resuelve, el campo colapsará. Así se educa. Con cuestiones prácticas, osadas pero pragmáticas, valientes, costosas, esforzadas pero consistentes. El porcentaje de retenciones que quieran aplicar sobre NADA es NADA. El de antes o el de ahora. Tendrán así las manos vacías. Esta decisión, extrema por cierto, valiente y hasta coherente, vendrá acompañada de consecuencias favorables adicionales. La primera de ellas, es que podrían INUNDAR el mercado interno de mercaderías, provocando una considerable disminución del desabastecimiento evitando así que los ciudadanos sigan siendo los rehenes de esta historia, retirando también argumentos que hoy son esgrimidos desde el sector gubernamental. La segunda, seria demostrar que esto se trata de convicciones y no de dinero. Cosa que hasta ahora, genera dudas en muchos de los que acompañan, instintiva y moralmente al campo cuando se adhieren en cuanta manifestación popular se convoca. Con las convicciones no se tranza. Los principios no son materia de negociación. Se pueden acordar sobre intereses y satisfacerlos aceptablemente. En definitiva, para negociar, resulta importante educar y así restablecer el dialogo perdido. Para ello es imprescindible coraje, creatividad, pero sobre todo, convicciones. (*) Recibido por Corrientes al Día de Alberto Medina Méndez. Corrientes – Corrientes – Argentina. amedinamendez@gmail.com
Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.
Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo. Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico. Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!
Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles. Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan. Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.
Pobres Alberdi y Sarmiento. Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria. Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.
Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.
¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar. El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.
Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.
El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias. Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.
Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.
¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país. ¿En serio? ¿Se puede ser tan caradura? Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?
También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio? “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.
Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos? Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.
Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.
Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.
El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.
(*) Rogelio López Guillemain
La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.
Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.
Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.
También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.
Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.
Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables y caminos nuevos para salir adelante.
Pienso que un camino de desarrollo es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.
Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo foco en nuestros recursos y liderar.
Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos el compromiso de crear un cambio duradero.
Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner. Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.
El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".
En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.
La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.
Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.
Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.
En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.
La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.
(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.