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Opinión

El desafío de la coherencia

ALBERTO MEDINA MENDEZ (*)

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En casi todos los órdenes de la vida resulta difícil ser coherente. Alinear discurso y acción no es tarea sencilla. No lo es para los individuos, mucho menos aun para las sociedades y sus gobiernos.


En materia de política internacional los Estados viven en permanente debate al respecto, para decidir de que lado ponerse frente a determinadas circunstancias. Lograr ese delgado equilibrio implica respetar la soberanía de otros pueblos para elegir sus formas de gobierno y también sus gobernantes. No solo pasa en estas latitudes. A la inmensa mayoría de las naciones, les sucede. Sostener la dualidad que implica respetar a otros pueblos a través de sus circunstanciales gobernantes aun disintiendo con visiones y métodos, no es una simple labor. El protocolo vino, por otro lado, a ocupar ese espacio que “obliga” a ciertas formalidades que pretenden cubrir cuestiones de buena educación y relación civilizada. Nuestro actual gobierno nacional ha elegido el camino de establecer sus vínculos internacionales según la simpatía que les provoca el líder de turno. Hay que decir, tal vez, que esta forma de ver la política internacional omite una importante cuestión. Enfoca la relación en sus líderes y no desarrolla lazos con los pueblos, sino solo a través de los eventuales detentadores del poder. En ese contexto, y habiéndose el gobierno argentino declarado ferviente defensor de los derechos humanos es lógico que nos preocupe lo que sucede en el mundo en relación a estas cuestiones. Más allá de la sensación de cierta parte de la sociedad argentina que critica el espíritu revanchista del discurso pro derechos humanos puertas adentro, bienvenida la justicia y en esto, cabe esperar que las instituciones respondan sin repetir la historia, brindando juicios justos, con garantías, esas que no tuvieron muchos en el pasado. Es difícil no simpatizar con la idea de proteger derechos tan elementales como la libertad de culto, de expresión o de conciencia. Buena parte de la sociedad aspira a poder debatir, disentir, en un marco de respeto y tolerancia. Soñamos con ser plurales y transitamos el arduo camino de aprender estos códigos que implican toda una oportunidad para quienes, hasta ahora, solo logran aceptar parcialmente los valores que implican una republica. Por eso, en estas circunstancias, ha traído consigo una importante controversia, el haber recibido en nuestro país, con importantes honores y en un acto público, a un dictador, que ha llegado al poder de modo violento, con el uso de las armas, sin una elección democrática mediante, y que tiene en su haber reiteradas denuncias internacionales que lo relacionan con una creciente cantidad de presos políticos, esos que, precisamente, no comparten sus ideas. Esta descripción encaja perfectamente con el nombre del dictador africano, Teodoro Obiang, quien conduce los destinos de Guinea Ecuatorial desde 1979. Se dicen cosas terribles de este tirano. Buena parte de ellas se presumen ciertas. Paradójicamente esta descripción también se ajusta totalmente a Fidel Castro, el dictador cubano que llego al poder por la fuerza, armas mediante y se sostuvo allí por décadas. Las Naciones Unidas ha sido el ámbito elegido para las reiteradas condenas a su régimen, fundadas en las permanentes violaciones a los derechos humanos que se le imputa, incluidos sus ya famosos presos políticos. La Argentina rara vez tomo la posición esperada frente a semejantes atropellos. No es la idea de esta nota analizar si la visita del presidente africano ha sido un papelón internacional o no, o si el canciller cometió un error que puso incomoda a la Presidente obligándola a “despacharse” con un discurso, al menos incomodo para el “invitado”. Esos no dejan de ser asuntos domésticos de menor relevancia y que solo muestran cierto grado de informalidad e improvisación. Tampoco importa demasiado si el dictador africano fue convocado para firmar convenios de integración económica a las luces de su creciente desarrollo económico y sus riquezas en materia de energía. Esas serían solo cuestiones de mera conveniencia material. Después de todo para intercambiar bienes no resulta preciso comulgar con los valores morales de quienes nos compran o venden. Si así fuera casi seguro las naciones debieran aislarse. La magia del mercado justamente consiste en esa extraña fuerza natural que hace que contribuyamos entre nosotros, sin darnos cuenta, casi incluso en contra de nuestros propios principios. No es esa la cuestión de fondo. Solo vale la pena apuntar a esta pendular actitud nacional que califica a los dictadores según sus simpatías, y no según sus actos. La cuestión de los derechos humanos es una causa noble. De eso no hay duda. Ojala tuviéramos el coraje de ser denunciadores internacionales de cuanta dictadura anda aun desplegándose por el planeta. Para ello resultaría preciso despojarse de los prejuicios infantiles que nos hacen defender lo indefendible. Ofrecer las escalinatas de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires al patético dictador cubano, para que se pavonee frente a sus fans, es una ofensa no solo a nuestra recitada posición pro derechos humanos, sino lo que es mas grave aún, una bofetada al pueblo cubano, que no se puede dar el lujo de manifestarse libremente en la isla, sin correr el riesgo de ser apresado, cuando no torturado, por pensar diferente. Los dictadores no se clasifican en simpáticos o antipáticos. La tiranía implica soberbia, crueldad y por sobre todo supone la desaparición de las libertades políticas e individuales más elementales. No caben los atenuantes. Tampoco sirve aplaudir a quienes pretenden eliminar el sistema democrático de la faz del continente. En Argentina sabemos bastante de dictaduras. Aun estamos tratando de digerir nuestro pasado. No alimentemos a los monstruos del futuro. Nos podemos arrepentir, y mucho. El desafío es ser coherente. Y vaya si esta costando en estos tiempos. (*) Recibido por Corrientes al Día de Alberto Medina Méndez. amedinamendez@gmail.com. 03783 – 15602694. Corrientes – Corrientes – Argentina

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Cuando el mérito no importa

OPINIÓN (*)

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Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.


Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo.  Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico.  Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!

 

Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles.  Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan.  Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.

 

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Pobres Alberdi y Sarmiento.  Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria.  Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.

 

Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.

 

¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar.  El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.

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Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.

 

El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias.  Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.

 

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Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.

 

¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país.  ¿En serio?  ¿Se puede ser tan caradura?  Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?

 

También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio?  “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.

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Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos?  Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.

 

Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.

 

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Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.   

 

El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.

(*)  Rogelio López Guillemain

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Opinión

Reconvertir proyectos e innovar

POR MARIA EUGENIA MANCINI

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La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.


Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.

 

Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.

 

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También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.

Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.

 

Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables  y caminos nuevos para salir adelante.

 

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Pienso que un camino de desarrollo  es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.

 

Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo  foco en nuestros recursos y liderar.

 

Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos  el compromiso de crear un cambio duradero.

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Opinión

La “borocotización” de Alberto

(*) OPINIÓN

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Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner.  Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.


El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".

 

En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.

 

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La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo  a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.

 

Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.

 

Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.

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En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.

 

La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.

 

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(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.

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