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El paradigma de la “sociedad de trabajo”

JULIO GODIO (*)

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El paradigma de la “sociedad de trabajo”, expresado por Julio Godio, contien el siguiente sumario: 1. Autorrevolución del capital y desarticulación de la sociedad industrial: la “revolución conservadora”. 2. Apropiación por el neoliberalismo de la categoría mercado: el “libre mercado”. 3. Se inicia la resistencia socio-política: la consigna “otro mundo es posible”. 4. El retorno de Keynes: planificación y economía de mercado. 5. La sociedad de trabajo: premisa del desarrollo sustentable. 6. La sociedad de trabajo no es una utopía: rasgos generales. 7. A modo de conclusión: la sociedad de trabajo, un objetivo socio-político.


1- Autorrevolución del capital y desarticulación de la sociedad industrial: la “revolución conservadora”. En el XVI Congreso Continental de la Organización Regional Interamericana de Trabajadores (CIOSL-ORIT), celebrado este año por la central sindical internacional más importante del continente americano, se aprobó como documento programático la Plataforma Socio-política 2005-2009, dentro de la cual se destaca la propuesta de luchar por la construcción de “sociedades de trabajo”. Se trata de un paradigma sociolaboral hoy novedoso. Pero corrientes dentro de la sociología del trabajo francesa -de inspiración socialcristiana o marxista- hacen referencia a él desde hace tres décadas. Es un paradigma todavía no verificado en la historia, porque las fuerzas político-laborales representativas a de los trabajadores se movían hasta hacía dos décadas con el paradigma sociolaboral de la “sociedad industrial democratizada” a través de las instituciones del estado de bienestar. Hasta la década de los ochenta del siglo pasado todavía se daba por sentado que la sociedad industrial ampliaría constantemente sus estructuras productivas, aumentaría la extensión de la “sociedad salarial”, y la acción sindical garantizaría la profundización de la humanización del trabajo y el bienestar de las sociedades. Pero, el paradigma de la sociedad industrial democratizada comienza a erosionarse objetivamente por el impacto de la “autorrevolución del capital” que, a través de la aplicación de las nuevas tecnologías sobre procesos y productos del trabajo, logra producir fuertes aumentos en la productividad del trabajo. Se pasa del fordismo al toyotismo y a la empresa de “variedad”. Nace la “nueva economía” con eje en la informática. Se amplia la terciarización de procesos de trabajo. Se generaliza la empresa en estrella. Se agotan los yacimientos de trabajo fordistas. El desempleo y el subempleo se vuelven estructurales en países altamente desarrollados y de desarrollo intermedio. El capitalismo liberal – vencedor sobre el keynesianismo dentro de su propio sistema y sin competidores y vencedor en la lucha histórica entre ” dos sistemas” a nivel mundial por la desaparición por obsolescencia histórica de la URSS y los países del socialismo real en Europa y el viraje de la República Popular China a la economía de mercado- impulsa y direcciona sin dificultades la segunda ola de mundialización de la economía .El capitalismo se torna plenamente mundial o ” global”. Los sindicatos, tanto por la necesidad de adaptar sus políticas y practicas sociolaborales a las nuevas realidades del mundo del trabajo, como por la asimilación de estudios científicos sobre el nuevo escenario sociolaboral mundial, comienzan a revisar desde principios de los ochenta del siglo pasado sus plataformas de acción socio-políticas para defender los intereses del los antiguos y “nuevos” trabajadores asalariados y ampliar su radio de influencia sobre contingentes de trabajadores ubicados en empresas y subsistemas económicos informales. El nuevo enfoque sindical refuerza al papel internacional del sindicato en la “economía global”. La autorrevolución del capital no fue neutral. Desde su comienzo se observa que el capital financiero es quien motoriza las operaciones empresarias, favoreciendo a las grandes empresas multinacionales de los países altamente industrializados. No existe la voluntad de utilizar a las nuevas tecnologías para promover la modernización de las economías en escala global, sino para favorecer una gigantesca concentración capitalista. La herramienta política es la teoría económica neoclásica sustentada por la “revolución conservadora” (con epicentro en EE.UU. y Gran Bretaña), que establece como objetivo central garantizar la prioridad absoluta de la oferta del capital (rentabilidad empresaria) sobre la demanda. La revolución conservadora (luego conocida como “neoliberalismo”) se imagina y promueve un tipo de “nueva sociedad” funcional al predominio de la teoría de la oferta: es la “sociedad de mercado”. Se debe aceptar que el progreso económico exige mercados de trabajo “desregulados” y aceptar que existirán grupos sociales “vencedores” y grupos sociales “perdedores” (revival del ” darwinismo social”). El neoliberalismo avanza aún más para rediseñar al mundo del trabajo al anunciar que de ahora en adelante el ” trabajo será escaso”, que descenderá el número absoluto de trabajadores asalariados y que es necesario acostumbrase a la existencia de sociedades duales” con un tercio, por lo menos, de desocupados y trabajadores informales de bajos ingresos sujetos del “asistencialismo”. El anunció neoliberal es explicado en el libro de J. Rifkin “El fin del trabajo”. El neoliberalismo se instala fuertemente en los países altamente desarrollados del G-7. Su objetivo es mundial. Necesita para ello contar la participación activa de los organismos multi-bilaterales de crédito (FMI, Banco Mundial y otros), partidos políticos, multimedias, centros académicos, sectores de las Iglesias, etc., etc. Se trata de una batalla cultural y política del neoliberalismo para derrotar los eventuales bolsones de resistencia en los sindicatos, partidos políticos progresistas y de izquierda, en organizaciones del empresariado favorables el estado de bienestar, sobre corrientes culturales y científicas opuestas al neoconservadurismo. El objetivo político-cultural de la revolución conservadora es construir una nueva hegemonía y ello exige decretar la erradicación definitiva en los imaginarios sociales no solo de toda variedad de socialismos, sino también y especialmente, la erradicación de las tradiciones keynesianas. 2. Apropiación por el neoliberalismo de la categoría mercado: el “libre mercado” El neoliberalismo se apropia -en el contexto político de la segunda mundialización de la economía en curso- de la categoría mercado, y la reformula como “libre mercado” (que sólo existe en el imaginario propio de “el capital”). Las sociedades necesitaron un tiempo para descubrir por sus resultados la operación de subsumir la categoría de mercado en el “libre mercado”. No fue sencillo el proceso de descubrir que existía una contradicción sustancial entre ambos términos, porque la persistente ofensiva ideológica neoconservadora se legitimaba con sus capacidades para direccionar la fantástica tercer revolución tecnológica y el despliegue de la segunda ola de mundialización de la economía. Se había producido a partir de los años “70 una “autorrevolución del capital” en el interior del capitalismo liberal. Pero por sus resultados sobre las sociedades, con sus secuelas de desempleo, subempleo y pobreza, fue posible a para ciertas instituciones (en especial sindicatos y núcleos de intelectuales y políticas progresistas) constatar que el supuesto “libre mercado” se construía en gran medida a costa de la pauperización relativa de importantes segmentos de trabajadores asalariados (incluso en los países de la OCEDE) y la consolidación de la pobreza y los empleos de baja calidad entre los trabajadores de la economía informal y las economías campesinas familiares (especialmente en los países periféricos). A fines de los “90 se hizo evidente que, en las condiciones de hegemonía de los países del G-7 y sus brazos financieros operativos (FMI, Banco Mundial -B. M.), grandes corporaciones financieras privadas, etc.) y de la capacidad unilateral del imperio norteamericano, el capitalismo liberal desarticulaba los mercados y los incapacitaban para promover el desarrollo sustentable. Las políticas públicas laborales neoliberales, promovidas con métodos coercitivos por el B. M. y el FMI, se fundaban en la premisa “malthusiana” de que “lamentablemente”, para garantizar el crecimiento económico global, era “inevitable, por un periodo histórico, la exclusión del trabajo productivo y decente de mas o menos la mitad de la población mundial. Lo que estaba en curso era una gigantesca concentración y centralización del capital: 200 grandes empresas multinacionales controlaban en el año 2000 el 70% del comercio y las inversiones a escala mundial. Ese proceso de concentración y centralización era acelerado por el capital financiero rentístico, que se había constituido en una especie de “variable independiente” de realización del capital (ganancias financieras especulativas) a escala mundial. 3. Se inicia la resistencia socio-política: la consigna “otro mundo es posible” Fue la resistencia de los sindicatos, de empresarios desplazados y condenados a la ruina, de movimientos sociales antiguos (por ej., los campesinos) y “nuevos” (ecologistas, asociacionistas, de género, minorías étnicas) los que organizaron las acciones espontáneas de resistencia al neoliberalismo. La mayoría de los partidos políticos asociados en el pasado con el mundo del trabajo (con contadas excepciones) quedaron “shockeados” por el neoliberalismo y tardaron (o no pudieron) en reaccionar. Lo “social” solidario se constituyó entonces en la gran matriz de resistencia y convocatoria. De allí el alto prestigio del Foro Social Mundial de Porto Alegre y su consigna “Otro mundo es posible”. En el interior del heterogéneo pero vital escenario sociopolítico de resistencia al capitalismo liberal, se van perfilando posiciones políticas, económicas y laborales que se constituyen en contratendencias al neoliberalismo, y que tienen como denominador común reinstalar el rol del Estado como “organizador” de los mercados y las políticas públicas de desarrollo como sus herramientas principales. Las contratendencias son legítimas. Por eso penetran en el interior de las “grandes burocracias” del FMI y BM, y provocan divisiones de doctrina y políticas. J. Stiglitz ha sido el gran testigo y ha dejado su testimonio del desconcierto inicial en las organizaciones multi-bilaterales de crédito y de la filtración de tibias ideas neokeynesianas en esos organismos, ahora sometidos a críticas abiertas por sus responsabilidades en las grandes “crisis de la deuda” que recorrieron a países periféricos desde la primera crisis mexicana (1991) hasta la crisis argentina (2001). 4. El retorno de Keynes: planificación y economía de mercado Súbitamente “resucita” el keynesianismo. Ahora sin rivales a la izquierda (por el desplome de la URSS) y por lo tanto con el prestigio de haber sido el precursor de la idea de que es posible planificar en la economía de mercado. Nace un “nuevo keynesianismo”. El caso más espectacular de versión neokeynesiana -en gran medida por haber sido capaz de demostrar la posibilidad de planificar en los mercados sin abjurar del curso socialista (que fundó en 1949 un país moderno) es el de la República Popular China, que pasa del régimen de planificación central burocrático a una “economía socialista” de mercado. Pero el “revival” keynesiano está presente en otras áreas clave del mundo. Ante todo, en la Unión Europea (UE), donde la mitad de los habitantes rechaza el curso neoliberal socio-laboral (mezclado con temores étnicos y otros temas) que se pretende legitimar con el ambivalente Tratado Constitucional, hoy en debate y rechazado en Francia y Holanda. También con los intentos de países nucleados en el Grupo de los 20 de convertir a la Organización Mundial de Comercio (OMC) en un ámbito de equilibrios comerciales y exigir un retorno del FMI y el BM a las funciones monetarias y financieras previstas en Bretton Woods. Por último, con la emergencia de países en Asia, en Medio Oriente y en América Latina (gobiernos “neodesarrollistas” en Brasil, Argentina, Chile, Venezuela, Uruguay) que tratan de modificar a la lógica económicas con la aplicación políticas públicas desarrollistas (“neodesarrollismo” genérico de “inspiración” keynesiana). ¿Qué significa organizar y planificar en los mercados? Resumidamente, significa que el Estado democrático se “reforma” para ejercer su poder y asegurar modos de producción y distribución nacionales y supranacionales funcionales a la inversión productiva y el consumo popular. Para ello, se debe planificar una distribución del excedente económico en función de la mejora constante y equilibrada de la productividad media de la economía, tres de cuyos componentes centrales son el “pleno empleo” (entendido como “trabajo para todos”), la capacitación continua y la entrada a los mercados de trabajo de jóvenes y mujeres. Esto requiere de redes y estructuras productivas asociadas con la tercer revolución tecnológica, y con sistemas de normas laborales (“dimensión social”) que protejan a los trabajadores asalariados y a categorías no asalariadas propias de las “nuevas formas” de trabajar. Se trata de economías de mercado, y por lo tanto concurren a su organización diversas formas de propiedad (privada, pública, cooperativas) que dan forma a economías de “propiedad mixta”. Se puede denominar a las economías de mercado como “economía social de mercado”, como “economía socialista de mercado” u otra fórmula especial. Pueden existir diferencias entre ellas, pero serán secundarias si se tiene claro que el capital no tiene por qué realizarse exclusivamente con el capitalismo liberal, y que el denominador común es la organización de los mercados no sólo por el Estado, sino también por la acción concertada del Estado con las empresas, sindicatos y otras organizaciones de la sociedad civil. 5. La sociedad de trabajo: premisa del desarrollo sustentable No puede aceptarse- en nuestra época – un modo de producción sustentable sin instituciones socio-políticas que garanticen la igualdad de oportunidades. Esta se garantiza, ante todo, con una distribución positiva de los ingresos, pero incluye también la distribución masiva de una variedad de bienes sociales (educación, salud, vivienda, etc.). Estructuras sociales solidarias y generadoras de bienestar social son imprescindibles para alcanzar las metas del desarrollo sustentable democrático. Esta demanda, presente con formas histórica específica en la evolución de las sociedades, adopta hoy la forma concreta de “sociedades de trabajo”.La sociedad de trabajo revindica como valor esencial que el trabajo es la “substancia fundante” de toda la historia de la humanidad. Ya tenemos una visión “general” de la sociedad del trabajo. Esta se apoya en teorías y prácticas sociales precedentes que son sus “pisos civilizatorios”: Las instituciones y prácticas socio-políticas que sustentan la entrada en la historia de la sociedad del trabajo son aquellas que han dado lugar a la creación de empleo productivo y decente de la “historia del capital y de la organización autónoma de trabajadores asalariados”. Concurren como “pisos civilizatorios” la acción de los sindicatos, las diferentes modalidades del “Estado social”, las organizaciones políticas afines al mundo del trabajo “en particular los sindicatos”, el soporte de corrientes religiosas progresistas, la cooperación institucional entre los intelectuales y el mundo del trabajo para humanizar y mejorar la calidad del trabajo, etc. Las normas internacionales del trabajo y el tripartismo promovidos por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) han jugado un papel central para construir mercados de trabajo nacionales y supranacionales con regulados a través de normas laboral que favorecen la humanización del trabajo y la solidaridad social. Esto se conoce como “dimensión social de la globalización”. La primera razón de la legitimidad de la sociedad del trabajo consiste en que se confronta teóricamente con la categoría de “sociedad de mercado”. Esta última categoría se corresponde con los intereses de un sector de las sociedades identificados con las capacidades dinámicas pero al mismo tiempo también “darwinistas” de “el capital”, cuando no existen regulaciones. El curso real de la “revolución conservadora”, que a través de la apropiación dominantemente privada del excedente económico, genera segmentación en las estructuras productivas y de ingresos, y bloquea la expansión del trabajo productivo en sus diversas modalidades salariales y no salariales. Por eso el neoliberalismo no es aceptable para las sociedades. Se recalca que con el neoliberalismo los mercados -incluidos los mercados de trabajo- se dualizan por el fuerte carácter rentístico-financiero de la acumulación, por la concentración de las riquezas y el poder. 6. La sociedad de trabajo no es una utopía: rasgos generales La categoría “sociedad de trabajo” podría permanecer en el reino de las utopías si no logra constituirse como “estructura autónoma” (modelo sociolaboral) que debe ser pensada simultáneamente como componente de la economía política de desarrollo .La sociedad de trabajo es el instituto sociolaboral específico dentro de modos de producción y distribución “superiores” a los que ha generado la presente autorrevolución del capital en los marcos del capitalismo liberal. Si nos movemos con el concepto de buscar el crecimiento de la “economía real”, terminaríamos pensando que la sociedad de trabajo es un revival de la sociedad industrial y del keynesianismo clásico. Bastaría con agregar un poco de “demanda efectiva” al modo de producción capitalista liberal. Pero de lo que se trata es de pugnar dentro de la economía de mercado para convertir en dominantes a nuevos modos de producción sustentables (desarrollo) según regiones y países, con capacidades políticas y técnicas para “apropiarse” y “utilizar” los logros tecnológicos y productivos de la autorrevolución del capital. Esto solo será posible a través de la democratización de las formas de propiedad y la participación de los trabajadores en la gestión empresaria. Los nuevos modos de producción y distribución basados en la economía política de desarrollo pueden – como hemos dicho- ser denominados “economía social de mercado”, “economía mixta de mercado” o “economía socialista de mercado”, entre otras expresiones. Utilizando las ideas de Jean-Paul Fitoussi, esos nuevos modos de producción y distribución -en el nivel (sistema) sociolaboral- deberán reunir tres condiciones básicas: reunificación del espacio físico (eliminación de las segregaciones urbanas y rurales), reunificación en el espacio social (integración de las sociedades mediante diversas formas de trabajo productivo y predomino de la economía productiva sobre la economía rentístico-financiera) y reunificación en el tiempo (garantizando la vinculación a través de la de la estabilidad laboral y la capacitación continua de mujeres y jóvenes). La fórmula sociolaboral de Fitoussi parece a primera vista sencilla. Pero se trata de una fórmula muy compleja. Supone ante, en el nivel del sistema económico, eludir el recurso simplista de “estatización el capital”. Se trata de economías de mercado de propiedad mixta. Por eso, el poder político democrático , debe identificarse con las metas concentradas en lograr una distribución justas del ingreso, con la participación de los trabajadores en la gestión de las empresas, el despliegue de emprendimientos privados y públicos basados en diversas formas de asociacionismo (por ejemplo, redes productivas y de pequeños y medianos industriales, de servicios agrícolas, etc.). Estamos pensando en economías nacionales de “apertura selectiva” que para ser eficientes deben realizar en los mercados subregionales, regionales y mundial un 20-30% del Producto Bruto Interno (PBI). ¿Qué significa organizar los mercados? Significa que el Estado en todos los niveles debe contar con herramientas de política económica para que la demanda efectiva (consumo + inversión) y las políticas públicas de distribución del excedente económica direccionen el comportamiento de todas las variables económicas según un patrón común de industrialización de todos los sectores económicos. A su vez, las reglas de la economía integrada deben estimular las inversiones extranjeras, localizándolas en los sectores productivos estratégicos que movilicen al conjunto del aparato económico, bloqueando las incursiones depredadoras del capital financiero rentístico y estimulando a que las empresas multinacionales y grandes empresas locales funcionen como generadoras de empleo (ubicando en el centro de las empresas estrellas y cadenas de valor) y generadoras de divisas (exportaciones). En la economía global, es donde, en definitiva, se demostrará la vitalidad histórica de la economía política del desarrollo. La esquemática formulación de un modo de producción apto para dotar a las economías de mercado de “direccionalidad de sustentabilidad programada” con” trabajo para todos” (ensamblaje este último de diversas formas productivas de trabajar asalariadas y no asalariadas) requiere de instrumentos econométricos, y por lo tanto de la gestión de instituciones públicas y especialistas capacitados para localizar y programar las demandas laborales de los mercados de trabajo. Por lo tanto, la categoría abstracta de sociedad de trabajo logra transformarse en categoría concreta (operativa) si se cuenta con herramientas institucionales para la garantizar formación continua de trabajadores , empresarios y técnicos requeridos por la economía real , y si logra la identificación ideológica de los sujetos del mundo del trabajo(trabajadores, sindicatos ,organizaciones empresarias , asociacionistas y centros generadores de tecnologías aplicadas) con los objetivos y prioridades de plan de generación de empleos productivos. Como la planificación opera en los mercados, es fundamental que se generen sistemas de capacitación continua de trabajadores, empresarios y gerentes según las demandas de las empresas y los merados laborales nacionales y escala regional. Esos sistemas de capacitación se fundan en la cooperación entre las instituciones especializadas del Estado, las organizaciones empresarias y los sindicatos. Ejemplos de este tipo de “planificación” para incorporar trabajadores al mercado laboral ya existen, y han demostrado su eficiencia: por ejemplo, los sistemas de capacitación duales para los jóvenes trabajadores en Alemania, países escandinavos, etc. El gran desafío mundial es, sin duda, concentrar los esfuerzos para incorporar a los mercados de trabajo a través de sistemas de capacitación duales a las mujeres y los jóvenes. 7. A modo de conclusión: la sociedad de trabajo, un objetivo socio-político La sociedad de trabajo es sinónimo de sociedad que genera empleos decentes. Pero si bien la calidad de los empleos depende, en última instancia, de la productividad media alta de una economía, ninguna economía puede funcionar adecuadamente si los patrones de distribución del ingreso se ajustan a la actual y creciente polarización social. En una sociedad del trabajo existen las desigualdades, pero esas desigualdades serán acotadas. Las escalas salariales, cuando son superiores a una diferencia del ingreso mayor de 1 a 10, impiden el crecimiento económico sostenido. Por eso la sociedad de trabajo incluye políticas impositivas que gravan fuertemente la riqueza. La viabilidad de la sociedad de trabajo se decidirá en escala mundial. En otros términos, la sociedad de trabajo forma parte de un diseño del sistema-mundo sustentado en políticas supranacionales y nacionales destinadas a favorecer los intereses de los pueblos y restrictivas del poder discrecional de las empresas multinacionales y del sistema financiero internacional. La sociedad de trabajo debería ser un núcleo de sustentación del objetivo del Milenio para erradicar la pobreza a sociedad de trabajo sólo es sustentable en escala mundial si se articula en la base de las sociedades nacionales como cooperación entre municipios (u homólogos) y empresas gestionadas por empresarios y trabajadores. Así, por ejemplo, la existencia legal de los comités o cuerpos de delegados en las empresas la participación democrática de los ciudadanos/as en las instituciones públicas que regulan la vida cotidiana (como hemos dicho, la protección del medio ambiente, los sistemas de salud y de seguridad social públicos, etc.) son prácticas sociales clave para la construcción de sociedades de trabajo. Los paradigmas de la sociedad post-industrial o de la “sociedad de la información” prefiguran, ciertamente, los nuevos modos de vivir y trabajar. Pero esos modelos serán incompletos (y por lo tanto, también utilizados para legitimar la exclusión social y considerar a la “guerra de civilizaciones” como necesidad del Occidente “superior” para obligar a “evolucionar” al resto del mundo) si está ausente la meta de construcción de sociedades de trabajo. Por último, la sociedad de trabajo es un instituto clave para dotar de vitalidad a la democracia representativa (teniendo en cuenta que sólo el 30% de la población mundial la considera como valor en sí mismo), porque como meta histórica que se realiza todos los días al funcionar como guía” de las luchas sociales (en la lucha por la realización de la democracia económica, política y social) fortalece a los sectores sociales y políticos identificados con esa gran consigna democrática del Foro Social Mundial que hemos mencionado en este artículo: “Otro mundo es posible”. La democracia política es creíble y defendible cuando los excluidos y explotados perciben que la meta es la constitución de sociedades de trabajo. (*) Recibido por Corrientes al Día de Rebanadas de Realidad, por Julio Godio, Director del Instituto del Mundo del Trabajo

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Cuando el mérito no importa

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Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.


Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo.  Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico.  Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!

 

Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles.  Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan.  Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.

 

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Pobres Alberdi y Sarmiento.  Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria.  Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.

 

Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.

 

¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar.  El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.

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Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.

 

El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias.  Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.

 

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Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.

 

¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país.  ¿En serio?  ¿Se puede ser tan caradura?  Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?

 

También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio?  “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.

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Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos?  Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.

 

Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.

 

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Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.   

 

El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.

(*)  Rogelio López Guillemain

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Opinión

Reconvertir proyectos e innovar

POR MARIA EUGENIA MANCINI

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La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.


Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.

 

Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.

 

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También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.

Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.

 

Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables  y caminos nuevos para salir adelante.

 

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Pienso que un camino de desarrollo  es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.

 

Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo  foco en nuestros recursos y liderar.

 

Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos  el compromiso de crear un cambio duradero.

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La “borocotización” de Alberto

(*) OPINIÓN

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Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner.  Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.


El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".

 

En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.

 

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La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo  a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.

 

Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.

 

Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.

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En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.

 

La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.

 

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(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.

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