Opinión
“Estrategias de aniquilación del sujeto”
EMILIANO GALENDE
El doctor Emiliano Galende, médico y psicoanalista dirige actualmente el Doctorado Internacional de Salud Mental Comunitaria en la Universidad Nacional de Lanús. Ha sido secretario general de la Federación Argentina de Psiquiatras y es autor, entre otras numerosas publicaciones, de “Psicoanálisis y Salud Mental” y los más recientes “Sexo y Amor, anhelos e incertidumbres de la intimidad actual” y “El Sufrimiento Mental- el Poder, la Ley y los Derechos”.
(Agencia CyTA-Instituto Leloir. Por Bruno Geller)- En la entrevista brindó a Agencia CyTA un panorama general sobre los sistemas de salud mental en Argentina y en el mundo y advirtió sobre los peligros del retorno de dos tendencias, la institucionalización psiquiátrica y el abuso de la medicación para tratar trastornos psicológicos. -¿Siendo psicoanalista, qué lo motivó a dedicarse a la salud mental comunitaria? Desde hace 42 años soy médico y comencé mi profesión trabajando en un Hospital Psiquiátrico, mientras realizaba mi formación psicoanalítica. El horror del Hospital Psiquiátrico, el maltrato a las personas internadas, y la comprensión del psicoanálisis me llevaron a un camino inevitable: tratar de comprender las condiciones subjetivas de estos trastornos y encontrar formas más humanas y racionales de tratar a quienes padecen trastornos psicológicos. En el transcurso de estos 42 años mi actividad ha sido doble: como psicoanalista y como sanitarista dedicado a Salud Mental. En los años setenta éramos muchos los psicoanalistas que seguíamos este camino. – A partir de su experiencia clínica en los últimos años, ¿Ha habido una correlación entre la situación social, económica y política del país y las patologías mentales? Desde siempre los trastornos psíquicos expresan en sus síntomas las condiciones sociales de vida, dentro de los parámetros simbólicos de la cultura. Todos los trastornos son en ese sentido, como la vida que llevamos, de época. Por otra parte locura, marginalidad, exclusión social, pobreza, desamparo, son aspectos que siempre se aúnan para generar el destino del sufrimiento mental. En nuestro país la última crisis mostró ejemplarmente esta asociación entre sufrimiento mental y exclusión social, en cierto modo dio lugar a nuevos sufrimientos vinculados a la marginalidad o al riesgo de la exclusión: violencia, depresión, crisis de personalidad, adicciones, trastornos psicosomáticos y del estrés, entre otros. -¿Cómo definiría el concepto de gravedad en el ámbito de la salud? El término de gravedad o grave no es un concepto, es apenas una categoría que usamos para calificar algunas situaciones. En Medicina, grave es aquel trastorno biológico del cuerpo que pone en riesgo la vida de la persona, una situación que requiere una intervención más inmediata. Pero no hay que olvidar que hay una relación, lo grave no está dado solo por el daño corporal, sino también por los recursos o las capacidades que puede tener el médico para atender esa gravedad; una cuestión deja de ser grave si uno cuenta con el remedio para impedir que esté en riesgo la vida de esa persona. Otro ejemplo, si alguien tiene una lesión arterial severa y está cerca de un quirófano con cirujano vascular, probablemente eso no sea grave, pero si ha ocurrido en el campo, lejos de cualquier hospital, puede ser mortal. -¿Algo similar sucedería en el área de la salud mental? Así es. Si pensamos a la gravedad no como un dato natural de lo que le pasa a alguien, sino como una relación entre lo que le pasa a alguien y los recursos que tenemos para atender eso que le pasa, la gravedad es algo más potente y más amplio cuando se trata de problemas de salud mental. El problema no es estrictamente psicopatológico, lo que esta en riesgo es la capacidad subjetiva de esa persona de subsistir en un medio social. Esa capacidad de subsistencia, de desarrollar su vida en un medio social, también esta en relación con los recursos que esa persona pueda encontrar en el ámbito de la salud mental. En ese sentido quienes trabajamos en el área de la salud mental no tenemos que olvidar algo que es clave: todo lo que llamamos enfermedad mental comienza con la pérdida de capacidades sociales para poder integrarse a un mundo simbólico, de participar de los intercambios culturales, económicos y sociales, entre otros. – En ese sentido, ¿usted sugiere que los profesionales que trabajan en el área de la salud mental tengan en cuenta las múltiples determinaciones que causan un cuadro psicopatológico? Sí, me parece que la primera cuestión es pensar que en la relación entre los recursos que tenemos para la atención y lo que se plantea como daño o trastorno en el ámbito mental, subyace la idea de complejidad. Con esto me refiero a que ningún trastorno se limita a la sintomatología propia del sujeto que lo padece, dado que provoca además un desorden en todos los ámbitos de su vida social, de sus relaciones familiares, de trabajo, compañeros, amigos, incluye su economía, su hábitat, es decir, una problemática compleja que incluye dimensiones sociales y a veces culturales más amplias. Esa complejidad implicaría que los recursos que hay que tener para atender también deben ser complejos. -¿Habitualmente cómo se trabaja en los servicios de salud mental en la Argentina? Los recursos que tenemos son básicamente dos, el uso de psicofármacos y la posibilidad de una psicoterapia, pero esto no es suficiente. Si consideramos que los síntomas, que no son más que el modo en que se expresa un sufrimiento a nivel subjetivo, son de una complejidad mayor, en el sentido que incluyen dimensiones familiares, laborales, culturales y de otro tipo, entonces es preciso que sepamos, cuando trabajamos con pacientes graves, que la posibilidad de que una persona reconstruya mínimamente ciertos sostenes sociales hacen a la incidencia o no de recaídas de su trastorno psicótico. Es evidente que las circunstancias de empleo, sociabilidad, influyen directamente en la evolución de la enfermedad. Los servicios de salud mental tienen que comprender esta problemática y orientar también su labor a la recomposición de los lazos sociales de la gente. -¿Podría dar un ejemplo? En España acaba de sancionarse recientemente una ley que establece que el Estado debe entregar un subsidio, equivalente a un salario, a un familiar o amigo que cuide a una persona que tiene un trastorno severo durante determinado tiempo en su domicilio. Se llama subsidio de carga familiar. Se trata de un recurso con el que podrían contar los servicios de salud mental, una estrategia comunitaria, que se complementa con el trabajo que llevamos a cabo los psiquiatras, los psicoanalistas y otros profesionales del área. Los servicios de salud requieren más recursos, hay que tener cierta seguridad de que es posible ayudar socialmente a estas personas en relación con su vivienda, con su empleo, a veces con la necesidad de hogares sustitutivos, que se necesitan de algún modo cuando la situación familiar es patógena para esa personas, o tener la capacidad de intervenir en esas familias en sus propios domicilios. -En ese sentido, el estado argentino debería dar más apoyo a los servicios de salud. Sí, creo que esa es una demanda que los servicios de salud deben hacer a los gobiernos. Existe un modo más complejo de encarar el problema, que no se limita al famoso equipo interdisciplinario. Hay que lograr que ese equipo interdisciplinario tenga recursos adecuados para que los servicios puedan atender la complejidad a la que me refiero en su conjunto. -La disponibilidad de recursos o bien un servicio de salud que funcione racionalmente mejoraría la salud mental de muchas personas. Sí, es un tema serio, el 50 por ciento de los chicos con trastornos graves pasa por distintos servicios y recibe una cobertura fragmentaria, es decir, sólo se atiende una parte del problema. Ocurre que ese trastorno se agrava, se prolonga y puede ser el comienzo del camino del enfermo mental. Ese camino, que muchas veces se inicia en la infancia, en la pubertad, termina construyendo una subjetividad particular, que es la subjetividad del marginal, marginal que puede ser por pobre, “loco”, trastornado, enfermo, incapacitado socialmente, pero cuyos comienzos suelen estar en estas fragilidades que se ponen en juego en la infancia o en la pubertad y que si no se resuelven van abriendo un camino para la construcción de esos sujetos. -Además de las complicaciones que atraviesan los servicios de salud en Argentina y en otros países, ¿Qué otros problemas impiden mejorar la atención de las personas con trastornos psiquiátricos y/o psicológicos? Creo que estamos frente a algunos problemas nuevos o, más bien, retornos de viejos problemas, por ejemplo, la institucionalización psiquiátrica, que en el siglo XIX se caracterizó por encerrar en instituciones a todo aquel que tenía algún grado de dificultad o incapacidad para vivir en sociedad. Se crearon los famosos hogares de menores, los hogares para chicos desamparados, los parvularios, los hogares para madres solteras, y estas medidas creaban una dificultad para la vida social de esas personas. Por supuesto, también se crearon los manicomios y se crearon las cárceles. La psiquiatría fue la gran contribuyente a la configuración del derecho penal y a la configuración de la internación como solución terapéutica, tanto para el delito como para la enfermedad. -Y dice usted que se está produciendo un retorno a la internación. La famosa desinstitucionalización apuntaba ofrecer alternativas comunitarias para que las personas con trastornos severos pudieran tramitar sus incapacidades en el seno de su comunidad, con su familia y con la ayuda de los sistemas de salud, para apoyar esas capacidades sociales o desarrollar capacidades sociales más amplias. Cuando creíamos que esto estaba afirmado allá por 1970, empezó a retroceder, y lo que estamos viendo en la actualidad es una nueva institucionalización. En la Argentina volvieron las internaciones masivas, los 42 hospitales psiquiátricos del país han vuelto a poblarse, el Hospital Tobar García se ha visto duplicada su población. Es muy sencillo, la internación simplifica el problema. -¿Cuál es el objetivo de la internación? Suplantar la vida real de un chico o un adulto por una vida institucional, ahí ya no hay que preocuparse por los amigos, por el trabajo, por la familia. La tentación de la institucionalización está sostenida en dos cosas, una es la política del estado, que no ha resuelto todavía esta cuestión, y otra, la incapacidad de recursos que tienen los servicios para resolver estos problemas. Se podría hacer una analogía con las personas que viven en la calle, sujetos desubjetivados para la vida social, gente que está institucionalizándose en el espacio público, en los márgenes de la vida social y cultural. -¿Qué otro problema grave percibe? La tentación de la medicación. La industria farmacéutica está tratando de instalar la cultura de la medicación para tratar trastornos psicológicos, mediante campañas publicitarias, invirtiendo en proyectos de investigación para comprender el modo en que las redes neuronales y los neurotransmisores actúan sobre el estado de ánimo de las personas. Muchos psiquiatras son cómplices de esa tendencia. – ¿Y esto a qué conduciría? Estamos en un proceso de desubjetivación creciente. La propuesta de medicar a los niños “que no se adaptan en la escuela” pretende que los chicos no sólo no se piensen a sí mismos en la conflictividad que puede traerles la escuela o la familia, sino que intenta que la familia o a la escuela no tengan que interrogarse sobre las condiciones en las cuales emerge esa conflictividad. Esto también sucede con los adultos. Medicar implica no enfrentar el problema. Hay muchos psiquiatras que trabajan así: “No se preocupe, tiene problemas de estrés en su trabajo, está agotado, no puede dormir bien. Venga, le doy un medicamento y lo calmo sin necesidad de que se pregunte por su empleo, su jefe, su carácter, el carácter del jefe y lo que sucede en la empresa”. La institucionalización psiquiátrica y la medicalización son estrategias de aniquilación del sujeto.
Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.
Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo. Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico. Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!
Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles. Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan. Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.
Pobres Alberdi y Sarmiento. Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria. Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.
Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.
¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar. El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.
Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.
El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias. Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.
Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.
¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país. ¿En serio? ¿Se puede ser tan caradura? Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?
También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio? “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.
Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos? Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.
Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.
Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.
El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.
(*) Rogelio López Guillemain
La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.
Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.
Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.
También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.
Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.
Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables y caminos nuevos para salir adelante.
Pienso que un camino de desarrollo es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.
Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo foco en nuestros recursos y liderar.
Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos el compromiso de crear un cambio duradero.
Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner. Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.
El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".
En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.
La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.
Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.
Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.
En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.
La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.
(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.