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Opinión

Ganarse el derecho a la República

ALBERTO MEDINA MENDEZ (*)

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Todo ser humano nace con ciertos derechos naturales. Ellos son los derechos a la vida, a la libertad y a la propiedad privada. Son inherentes al individuo y nadie se los otorga porque preexisten. Tampoco nadie debería quitárselos, aunque lo intentan a diario.


El derecho a la VIDA está implícito en el ser humano. Con él, viene asociado, el derecho a ejercer con LIBERTAD sus decisiones haciéndose cargo de sus consecuencias. De eso se trata la libertad. Elegir y responsabilizarse por lo que ello pueda provocar. De ese derecho se desprende que el individuo es dueño de su cuerpo, y por ende de lo que genera su singularidad. Así, la PROPIEDAD PRIVADA se desprende como un derecho natural que surge de su vida y su libertad. Sin embargo, mucha gente, tal vez demasiada, asume que la democracia y la república son derechos que les corresponden así porque si. Es como que vienen por añadidura. Y hasta creen que se trata de otro derecho natural. No asumen que esa forma de vida se deriva de un acuerdo social en el que los habitantes de una comunidad pretenden vivir bajo el imperio de la ley., buscando un conjunto de normas que posibiliten la preservación de sus derechos naturales, garantizando la vida, la libertad y la propiedad privada. Pero esos ciudadanos que asumen esa idea de creer ganado el derecho a la república sin esfuerzo alguno, olvidan que lograrlo, precisa de gente con férreos principios. No existe república sin republicanos. Para ello, es imprescindible mucha conducta ciudadana que no se agota participando de una votación cada tanto. Esa es una versión muy infantil de la democracia y la república. Además, de conveniente para la partidocracia que promueve esta forma descomprometida de ejercer los derechos. Después de todo, votar con alguna frecuencia, le permite a la partidocracia ponerse a prueba periódicamente, pero rara vez rendir cuentas de lo hecho, o lo que se ha omitido. Gozar de las ventajas de la República debe ser la consecuencia de un permanente compromiso democrático. Cada uno de nosotros debería luchar activamente por ello, aportando lo que está a nuestro alcance para ejercer nuestra convicción republicana. No basta con contemplar como suceden las cosas. Tampoco con despotricar contra los que se devoran a diario la republica y viven, parasitariamente, de ella. A muchos políticos populistas, disfrazados de demócratas, les gusta recitar ese simpático discurso, de convocar a la gente a participar de la actividad política. Sostienen, ampulosamente, que los ciudadanos deben involucrarse en la vida de los partidos políticos, sumándose a sus filas para fortalecer la dirigencia y darle sustentabilidad al sistema de partidos. Suena atractivo y convocante como discurso. Pero una señal contradictoria nos advierte que casi ninguno de ellos, esta dispuesto a ejercer internamente, en sus propios partidos, la democracia de la que tanto hablan. De hecho, eligen los candidatos del primero al último, con una técnica tan inmoral como irresponsable. Otra vez, esta allí, el siempre mesiánico “dedo” del líder de turno, que decide quienes son los mejores candidatos para representar a su partido como si fueran propietarios de esa institución a la que tanto prestigio le falta, y a la que tan poco ayudan con sus patéticas practicas. Por eso, los ciudadanos deben comprometerse, recurriendo a aquello que mejor pueden hacer, sumando desde donde se sientan más seguros y donde sus talentos puedan aportar mayor calidad a la república. No necesariamente, desde los partidos. No solo sumándose a la militancia partidaria se fortalecen las instituciones. Esa es una falacia propia de los que quieren adueñarse de la republica. A esos, solo los obsesiona el acceso al poder y todo lo que se deriva de ello. Saben que la política puede ser una actividad profesional muy rentable cuando se ejerce con cierta perversa inteligencia. Desde ahí se ofrecen cargos, se establecen impuestos y se distribuyen subsidios. Esa es la especialidad de la política, distribuir el dinero que otros hombres libres han generado con su propio esfuerzo. Esta claro que la política es una herramienta, valida por cierto, para modificar la realidad. Tal vez, cierta cuota de escepticismo provenga de ver como tantos que prometen modificar nuestro presente, llegan al poder y olvidan sus convicciones. No solo no luchan por torcerle el rumbo a los acontecimientos, sino que se pliegan gentilmente frente al poder de turno. Otros, los mas, simplemente se resignan a creer que el futuro es solo una extensión del presente. Necesitamos ciudadanos comprometidos. La república lo precisa. La militancia no es patrimonio exclusivo de los partidos políticos. NO es esa la única forma de modificar la realidad. Todos debemos aportar para sostener la república, mejorarla y hacerla un instrumento de transformación para provecho de estas generaciones y las venideras. Hay que entender que contribuir con la república, no es un mero enunciado, requiere de esfuerzos, pero no de los que provienen del sacrificio autoflagelante, sino del que surge de las entrañas y de las más profundas creencias. Se cambia la historia de una sociedad cuando las convicciones son superiores al conformismo, cuando la sociedad entiende, a través del comportamiento de sus individuos, que algunas cosas deben modificarse para seguir avanzando en el camino de una convivencia pacifica, pero capaz de dejar de lado las injusticias. La republica NO es un derecho natural. Requiere de esfuerzos y compromiso. Incluso aquellos que recitan a diario ser defensores de estas ideas, a veces no aportan ni su tiempo ni su dinero para defender esas causas. Sin embargo, si lo hacen, depositando dinero en las cuentas bancarias de esos partidos políticos que luego fabrican dirigentes que solo saben quitarles riquezas a los individuos que las generan con esmero. Está claro, que la sociedad termina pagando esa falta de compromiso, esa abulia ciudadana de no aportar ni tiempo, ni recursos para apoyar sus creencias. El costo de esta inacción resulta altísimo. Frente a cada crisis económica e institucional se paga esa debilidad, con más impuestos, endeudamiento o inflación. Los argentinos sabemos demasiado de esto. Lo que parece barato, termina siendo demasiado caro. Dejar que los saqueadores sigan esquilmando a los individuos, aprovechándose de los rudimentos de la democracia, no es el camino. Pero hay que hacerse cargo. Muchos que pueden cambiar el rumbo, no lo hacen. Es mas, alimentan a los depredadores de turno brindándoles logística y recursos para que luego, los triunfadores se ufanen de representar a los más. Cada vez más, la República, merece mayor protagonismo por parte de los ciudadanos. Los individuos debemos merecernos la republica y para eso, hemos de estar dispuestos a poner algo más que nuestra queja sistemática e inconducente. No se puede seguir cediendo espacios a los aprovechadores del poder. La gente debe involucrarse, no solo en los partidos. Aportar lo que cada uno sabe es la tarea. En cada asociación y en cada barrio, desde la religión y el deporte, en la actividad cultural y social, a través de los medios de comunicación o desde la actividad gremial. Todo suma, todo sirve, pero hay que hacerlo con convicción. La República se construye día a día. Eso precisa de amplitud democrática, tolerancia y respeto por el pensamiento ajeno. La pluralidad no es una opción. La República, precisa republicanos. No se trata solo de recitarla asumiéndola como algo que estará allí siempre. Hay que merecerla. Sino hacemos lo suficiente no habrá derecho a reclamar por su ausencia. Si no hacemos lo correcto, no podremos quejarnos por su fragilidad. El derecho a la República, hay que ganárselo. (*) Recibido por Corrientes al Día de Alberto Medina Méndez, amedinamendez@gmail.com, 03783 – 15602694. Corrientes – Corrientes – Argentina

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Opinión

Cuando el mérito no importa

OPINIÓN (*)

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Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.


Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo.  Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico.  Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!

 

Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles.  Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan.  Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.

 

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Pobres Alberdi y Sarmiento.  Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria.  Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.

 

Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.

 

¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar.  El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.

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Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.

 

El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias.  Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.

 

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Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.

 

¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país.  ¿En serio?  ¿Se puede ser tan caradura?  Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?

 

También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio?  “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.

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Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos?  Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.

 

Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.

 

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Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.   

 

El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.

(*)  Rogelio López Guillemain

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Opinión

Reconvertir proyectos e innovar

POR MARIA EUGENIA MANCINI

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La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.


Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.

 

Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.

 

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También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.

Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.

 

Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables  y caminos nuevos para salir adelante.

 

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Pienso que un camino de desarrollo  es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.

 

Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo  foco en nuestros recursos y liderar.

 

Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos  el compromiso de crear un cambio duradero.

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Opinión

La “borocotización” de Alberto

(*) OPINIÓN

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Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner.  Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.


El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".

 

En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.

 

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La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo  a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.

 

Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.

 

Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.

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En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.

 

La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.

 

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(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.

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