Un increíble caso de secuestro y tortura a una militante cristiana rosarina se produjo en nuestra Ciudad el pasado 21 de diciembre. Los principales medios de prensa locales decidieron taparlo entonces y ahora continúan con la misma postura.

La historia de Susana Ábalo pareciera haber sido recuperada del túnel del tiempo, no es la suya una historia de esta época sino más bien que es de un anacronismo temerario que nos permite creer que “todo es como era” en cuanto a la permanencia en el tiempo de nuestros “servicios de limpieza”. También esta historia puede ser tomada a la ligera por parecer “alucinada”, de hecho fue lo que nos ocurrió cuando Susana se contactó con nosotros la primera vez, pero todos los datos aquí vertidos pueden comprobarse fácilmente en Internet, puesto que la prensa rosarina (La Capital, Rosario/12, etc…) cubrió con toda seriedad (pudiéndose compartir o no la posición ideológica de cada medio) todas las situaciones por las que pasó esta mujer, también lo hizo la prensa nacional y decenas de publicaciones independientes. Es solo cuestión de abrir el buscador de Internet Google y escribir “Susana Ábalo”, aparecerán casi 2000 vínculos para consultar y constatar. Todo comenzó en Villa Banana, uno de los sectores populares de mayor densidad poblacional de la segunda Ciudad de la República, allí funciona una Capilla en la que Susana cumplía un importantísimo rol social con la gente de la villa en el marco de un grupo de trabajo comunitario llamado “Mensajeros de Jesús”, que forma parte del proyecto “Comunidades Justas y Seguras”; un plan de trabajo comunitario que cuenta con el aval del Ministerio de Gobierno de la Provincia de Santa Fe, la Municipalidad de Rosario, el Centro de Derechos Humanos de la Facultad de Derecho y algunas instituciones Canadienses. Susana carga consigo una cruz personal, tiene una enfermedad que le impide desde hace algunos años movilizarse con normalidad, por lo que de acuerdo a su estado será si puede caminar sin ayuda, si puede hacerlo con el sostén de un par de bastones o si directamente solo logra desplazarse a través de una silla de ruedas, tal es su estado actual. En esa misma condición se hallaba el 21 de agosto de 2002, cuando encontrándose sola, un hombre y una mujer irrumpieron en su domicilio de Rosario para propinarle una brutal golpiza “adornada” con algunos cortes de navaja. “No te vamos a matar, te vamos a destruir” fue el mensaje que recibió por aquel entonces. A pesar de no haberlo conseguido trabajaron duro para lograrlo! Si bien Susana ya había recibido amenazas telefónicas y mensajes anónimos en varias oportunidades, este fue el primer atentado real contra su integridad física. A partir de allí comenzó el calvario de esta mujer que tiene como único “delito” llevar la palabra de Dios (aunque sin tergiversarla) a los que menos tienen, es decir… dedicó su vida a realizar el trabajo que indicó Jesús a sus discípulos, sin ostentación, sin oro y, sobre todo, sin hipocresía. Luego del primer atentado contra su integridad física las amenazas telefónicas ya se convirtieron en una costumbre, pero el día 10 de octubre del mismo año, volvió a recibir la visita de estos amigos de la muerte; estando en la Facultad de Derecho, donde cursaba sus últimas materias, fue abordada en el baño y luego de ser amordazada la volvieron a golpear y a cortar brutalmente con un bisturí, Susana reconoció en su atacante a la misma mujer que la había “visitado” en su casa dos meses antes; en rueda de reconocimiento Ábalo identificó a una Oficial de la Policía de Santa Fe de nombre Claudia Beatriz Mendoza, quien fue procesada y luego exculpada, como ocurre habitualmente en estos casos. Esta vez la sociedad reaccionó y la conmoción abarcó a toda la comunidad universitaria, militantes sociales y defensores de los derechos humanos, quienes inmediatamente se congregaron frente a Derecho y a la sede de la Gobernación para reclamar una reunión urgente con Reutemann y exigir el esclarecimiento de los ataques. Al día siguiente del atentado las calles Moreno y Santa Fe estuvieron cortadas durante toda la mañana. La Facultad fue tomada simbólicamente por los estudiantes y los docentes levantaron las clases. Al caer la tarde, Derecho fue epicentro de un masivo acto de repudio que congregó a miles de personas, entre los que se encontraban personalidades políticas; y hasta el Obispo de Rosario. La presión popular logró que Reutemann la recibiera en su despacho, reunión esta en la que Susana ratificó ante el Gobernador sus acusaciones contra el Secretario de Seguridad Enrique Alvarez, un oscuro personaje que había sido funcionario de la dictadura militar, procesado por los hechos del 19 y 20 de diciembre de 2001 y al que luego se le dictó falta de mérito, “como corresponde a todo político que se precie de tal”. A partir de su reunión con el entonces Gobernador Reutemann a Susana se le asignó custodia personal las 24 hs. del día, situación esta que se mantuvo hasta que terminara el mandato del ex corredor de F1, pero que no influyó de manera alguna en la seguridad de Ábalo, quien a pesar de la custodia asignada sufrió dos atentados más. Apenas dos meses después, el 3 de diciembre de 2002, mientras descansaba, recibió un artefacto explosivo de bajo alcance que fue arrojado por la ventana de su cuarto y cayó sobre su cama, este explosivo, a pesar de haberse ella arrojado al suelo, le generó graves quemaduras en una pierna. En este caso la policía actuó con “impecable pericia”, acomodando la escena del crimen de tal manera que no quedaran rastros de un posible atentado, por lo que además del sufrimiento Susana tuvo que soportar que la procesaran a ella por esta causa. Cabe señalar que todo ocurrió sin que el custodio de Susana (estaba apostado frente a su casa sentado en un patrullero) se enterara de nada. Seis meses pasaron sin que la familia Brunetti/Ábalo tuviera que lamentar nuevos atentados, solamente las acostumbradas llamadas telefónicas intimidatorias y algunos mensajes anónimos con el “viejo” formato arruinaban de a ratos la tranquilidad de un hogar que comenzaba a creer que la paz podía ser posible. Pero esta sensación duró poco, el 24 de abril de 2003 Susana sufrió su primer secuestro, estaba en la Facultad cuando alguien se asomó por la puerta del aula y le mostró una mochila negra, inmediatamente se dio cuenta que era la de su hijo porque tenía una inscripción hecha con corrector blanco que rezaba: “Hasta la victoria siempre”. Salió del aula, la condujeron al baño, la hicieron cambiar de ropa, le colocaron un pañuelo y la sacaron de la facultad entre dos personas diciéndole que si no hacía lo que le ordenaban no volvería a ver a su hijo Emiliano (no era cierto que lo tuvieran), “casualmente” el custodio personal de Susana, un policía de nombre Ciriaco Cantero no estaba donde debía estar y no vio nada de lo que ocurrió. Susana apareció 30 hs. más tarde tirada cerca de la estación terminal de Vell Vill, Córdoba, a 200 km. de Rosario, estaba maniatada, muy golpeada, tenía quemaduras hechas con cigarrillos por todo el cuerpo y había sido violada por tres hombres. Este fue el punto de inflexión que terminó convenciendo a Susana y su familia que sus agresores estaban dispuestos a cumplir con su promesa, no matarla sino destruirla; y fue entonces que decidieron viajar a Paso de los Libres (Ciudad en la que residen los padres de su esposo) en busca de la tranquilidad que no lograban en Rosario, todo esto le costó a Susana el abandono de su carrera y, lo más doloroso, el virtual desmantelamiento de una organización social que llevaba a diario contención y ayuda espiritual a miles de personas necesitadas. En medio de toda esta locura, apareció muerto un integrante de la misma comunidad cristiana a la que pertenecía Susana, el chico, de apodo “Pitu” fue encontrado muerto con un tiro en la nuca, otro en el pecho y otro en una pierna, tenía las manos atadas con alambres y la causa curiosamente se caratuló como “Muerte por legítima defensa”. Pasó un poco más de un año y medio, en este tiempo Susana recobró en cierto modo la tranquilidad y comenzó a diagramar una nueva vida, buscó el sustento en la repostería artesanal e intentó retomar la lucha desde donde pudo y lo hizo desde un sector bien diferente al que estaba acostumbrada, iniciando una campaña para lograr que el Hospital San José tuviera un mamógrafo propio. Pero la locura la volvió a encontrar; y fue en Paso de los Libres. Ábalo volvía a su casa luego de realizar algunas compras, cuando desde un auto que se detuvo junto a ella le hablaron sobre la campaña del mamógrafo, al acercarse al vehículo fue subida por la fuerza y llevada a algún lugar (aparentemente Ombucito) donde el infierno volvió a aparecer. Golpes, cortes y numerosas quemaduras (aparentemente producidas con electricidad) en la vagina y en las mucosas de la boca fueron el resultado de poco más de una hora de un minucioso “trabajo”, todo esto fue registrado en un video que más tarde le mostrarían a una de sus hijas en Buenos Aires. Más allá del inmenso sufrimiento físico regresó el desgaste psíquico, Susana vivió un retroceso en su enfermedad que volvió a postrarla en una silla de ruedas, la actuación policial y judicial fue, como era de esperarse, profundamente deficiente y más allá de no haberse, hasta la fecha, descubierto nada, se estima que hubo intencionalidad de no investigar; a saber, Susana cuenta que el médico forense tardó mucho en llegar y que se negó a tomarle las muestras para biopsiar, que esto tuvo que hacerlo un médico del Hospital San José y que esas muestras nunca habrían sido remitidas a Corrientes para hacer los estudios pertinentes. Al recuperarse decidieron volver a Rosario, en el afán de que pasado el tiempo podría esa Ciudad volver a ofrecerles algún tipo de protección, sin embargo al llegar comenzaron nuevamente las llamadas intimidatorias y con ellas esa sensación de desprotección, pero lo que desencadenó la locura familiar fue una llamada que realizó el yerno de Susana desde Buenos Aires a pocas hora de su llegada, este les contó que habían secuestrado a la hija (su esposa) y que solo la liberarían si ella salía de Rosario, cosa que hicieron inmediatamente, media hora después de haber recibido el mensaje estaban en la ruta y poco rato después llegó la tranquilizadora llamada que esperaban, la hija de Susana había sido liberada. Pero como si la capacidad de asombro no tuviera límites, se enteraron en esa misma llamada que durante las horas que la hija de Susana Ábalo estuvo secuestrada le mostraron el video que había sido grabado durante la sesión de torturas que su mamá había sufrido en Paso de los Libres. El lunes 25 de abril Susana dio su testimonio en un programa periodístico de una FM local y cuando promediaba ese programa sonó su celular, por entonces en poder de su hijo, quien al atender solo escuchó gritos de sufrimiento que parecían provenir de un televisor, solo tardó unos segundos en reconocer la voz de quien gritaba, era sin dudas la de su mamá, evidentemente le estaban haciendo escuchar el mismo video que le habían mostrado a su hermana en Buenos Aires. Es evidente que quienes persiguen a Susana Ábalo desde hace tres años no están dispuestos a detenerse y si las autoridades políticas y judiciales continúan mostrando la misma pasividad que mostraron hasta ahora, estos enviados de la muerte seguirán gozando de la misma impunidad con que contaron siempre. Como decíamos al principio, aquel que crea que esta historia pueda no ser real, solo tiene un trabajo, abrir un buscador de Internet y escribir “Susana¨Ábalo”. Las pruebas están a la vista! (*) Recibido por Corrientes al Día de Gabriel Link, Mariana Arroyo, 90.1 fm / Revista Kamikazes, Paso de los Libres – Corrientes. Tel: 03772-422318. e-mail: 901fm@arnet.com.ar