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Kirchnerismo esquizofrénico

POR AGUSTÍN LAJE (*)

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La esquizofrenia es una enfermedad mental que supone graves trastornos en la percepción y expresión de la realidad. Su raíz etimológica proviene del griego clásico como una conjunción de schizein, cuyo significado es “romper”, y phren, cuyo significado es “entendimiento” o “razón”.


Alejado del famoso aserto “La única verdad es la realidad” atribuida muchas veces a Perón, pero que en realidad pertenece a Aristóteles, el kirchnerismo prefiere -y le conviene- adscribir a la idea de que “La verdad es una metáfora”, como supiera sentenciar Friedrich Nietzsche.

 

El kirchnerismo esquizofrénico piensa que con metáforas o, dicho de una manera más popularizada, con “relatos”, basta y sobra como para moldear con eficacia la realidad. Hay una creencia muy arraigada en todo el espectro kirchnerista de que la realidad, en todas sus dimensiones, resulta de una construcción del discurso, postura ontológica en boga, característica de las corrientes filosóficas postmodernas y, más precisamente, distintiva de los teóricos del discurso como Ernesto Laclau. De allí que la disputa contra las voces contrarias sea, en última instancia, una disputa por el control sobre la realidad misma.

 

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En este orden de ideas, la esquizofrénica lógica del kirchnerismo opera en los siguientes términos: aquello que no se dice no existe en la realidad, y aquello que se dice con vigor suficiente es capaz de adquirir existencia real, toda vez que la realidad se construye desde el discurso. A nivel individual, sería algo así como creer que ignorando el cáncer éste se cura, o que cacareando sobre las virtudes del consumo desproporcionado de alcohol nos evitaremos una resaca a la mañana siguiente.

 

Si tuviésemos que ponerle fecha al comienzo de la esquizofrenia kirchnerista, ésta sería el martes 13 de mayo de 2008, cuando en la Librería Gandhi se lanzó Carta Abierta con el expreso objetivo de contribuir a que “el Gobierno encuentre su propia inspiración metafórica” y logre “imponer su relato”. Nótese que el grupo de intelectuales-alcahuetes en cuestión no encontraba motivación en, por ejemplo, contribuir al desarrollo de políticas públicas para la transformación efectiva de la realidad. Como buenos esquizofrénicos que son, esgrimían que sus esfuerzos serían dedicados a la construcción metafórica, es decir, a la construcción del relato para trastocar la percepción de la realidad.

 

La esquizofrenia kirchnerista tiene fundamentalmente dos consecuencias políticas significativas. Por un lado, la supremacía del discurso por sobre la acción concreta, y por el otro, la enemistad enfermiza contra los medios de comunicación que interpelan el enunciado oficialista.

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Fanatizados con la idea de que la prensa actúa en forma directa sobre la consciencia de las personas tal como se creía en los años `70, prefieren ignorar los descubrimientos de la psicología social actual, que evidencian que el poder de los medios se reduce al establecimiento de la agenda (agenda setting).

 

Desde que asumió en 2007, Cristina Kirchner jamás pronunció la palabra “corrupción”. Ni siquiera para referirse a los años `90, una constante de su marido. La última vez que alguien del kirchnerismo dijo “corrupción” a nivel oficial, fue el 7 de agosto de 2007, cuando sin sonrojarse Néstor alegó que “por primera vez en esta Argentina se combate la corrupción”. Pero la lógica del “si no lo decimos, no existe” tiene sus fallas: a pesar del mutismo gubernamental, nuestro país ocupa los últimos puestos del ranking de Transparencia Internacional junto a los países más corruptos del planeta, y la gente ha tomado plena consciencia de que la corrupción representa un problema de suma gravedad en una Argentina manejada por un grupo de facinerosos enquistados en el Estado.

 

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El azote diario de la inseguridad ha sido tratado bajo el mismo esquema lógico por los esquizofrénicos de turno. Mientras los índices de actos delictivos van en aumento exponencial en un país donde los criminales son los que gozan de libertad y sus víctimas son las que deben encerrarse detrás de rejas para protegerse, los relatores oficiales arguyen que lo que existe en la realidad no es inseguridad, sino una mera “sensación” de la misma. Así pues, la culpa no parece ser de la inexistencia de efectivas políticas de seguridad y prevención, sino de que Clarín informe delitos generando “sensaciones de inseguridad” en la gente. El cinismo en su máxima expresión.

 

Lo mismo vale para el problema de la inflación, talón de Aquiles de un modelo económico agotado y decadente cuyos responsables debieron intervenir el INDEC a los efectos de manejar a su antojo las estadísticas oficiales y distorsionar la realidad. Fiel reflejo de la esquizofrenia kirchnerista, la titular del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, llegó a argumentar que “es totalmente falso decir que la emisión genera inflación”. Si esto fuese cierto, entonces no se entiende por qué razón el gobierno no nos enriquece a todos de una buena vez si sólo se trata de poner en marcha la maquinita de imprimir billetes.

 

Hace algunas horas se conoció que en el último trimestre, según el propio INDEC, la tasa de desocupación creció en un punto. La cantidad de pobres e indigentes en Argentina sería mucho mayor si el organismo en cuestión diese datos ajustados a la realidad, atento a que cada punto de aumento en la Canasta Básica de Alimentos negado por el gobierno equivale al desconocimiento oficial de 170.000 pobres y 90.000 indigentes. ¿Cómo diseñar políticas públicas efectivas bajo un estado de esquizofrenia permanente?

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Lo cierto es que la esquizofrenia es una constante en el kichnerismo que se deja ver todos los días y en todos los ámbitos de la administración pública. En un patotero Guillermo Moreno que se piensa que con la probadamente ineficaz receta del congelamiento de precios podrá detener la escalada inflacionaria; en un soberbio Axel Kicillof que, en lugar de hacer lo posible por traer inversiones al país, esgrime que “la seguridad jurídica es un concepto horrible”; en un irrisorio Amado Boudou, que esquiva las preguntas de la prensa tocantes a sus causas de corrupción y hace de cuenta que nada ocurre con una fingida sonrisa de oreja a oreja; en un oligofrénico Hernán Lorenzino, que admite que “Me río mucho cada vez que veo la cotización del dólar blue” pero que se quiere ir y gimotea cuando le preguntan sobre la inflación. La lista sería interminable. Se trata de muestras de evasión de la realidad en personas más próximas a la insania que a un estado de salud mental.

 

La realidad pronto se terminará imponiendo por sobre el discurso, y el relato kirchnerista acabará implosionando estruendosamente. Pues como decía la filósofa de cuño aristotélico Ayn Rand: “El hombre es libre para elegir no ser consciente de la realidad, pero no es libre para escapar a la sanción que merece la falta de conciencia: su destrucción”.

 

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(*) Es autor del libro Los Mitos Setentistas, y director del Centro de Estudios LIBRE. agustin_laje@hotmail.com | www.agustinlaje.com.ar | @agustinlaje. La Prensa Popular 

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Opinión

Cuando el mérito no importa

OPINIÓN (*)

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Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.


Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo.  Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico.  Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!

 

Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles.  Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan.  Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.

 

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Pobres Alberdi y Sarmiento.  Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria.  Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.

 

Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.

 

¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar.  El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.

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Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.

 

El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias.  Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.

 

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Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.

 

¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país.  ¿En serio?  ¿Se puede ser tan caradura?  Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?

 

También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio?  “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.

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Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos?  Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.

 

Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.

 

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Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.   

 

El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.

(*)  Rogelio López Guillemain

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Opinión

Reconvertir proyectos e innovar

POR MARIA EUGENIA MANCINI

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La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.


Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.

 

Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.

 

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También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.

Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.

 

Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables  y caminos nuevos para salir adelante.

 

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Pienso que un camino de desarrollo  es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.

 

Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo  foco en nuestros recursos y liderar.

 

Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos  el compromiso de crear un cambio duradero.

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Opinión

La “borocotización” de Alberto

(*) OPINIÓN

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Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner.  Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.


El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".

 

En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.

 

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La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo  a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.

 

Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.

 

Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.

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En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.

 

La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.

 

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(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.

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