Opinión
La anomalía argentina: ausencia de centralidades políticas democráticas duraderas
JULIO GODIO (*)
1. Un misterio a develar: la anomalía argentina Argentina, metafóricamente, puede ser definida como “la Australia (o Canadá) que no fue”. ¿Qué significado tendría esta comparación? Una comparación basada en el hecho de que a principios de siglo Argentina y Australia eran países parecidos -con ventajas para Argentina- en cuanto eran economías primarias con fuerte inserción en el mercado mundial.
Sus futuros posibles incluían un potencial proceso compartido en ambos países de industrialización “integrada” y “vertical” de bases agrícola, ganadera y minera.. Ambos países contaban con una fuerza laboral capacitada y con instituciones políticas liberales. Pero Australia logró alcanzar la meta y Argentina no. En la metáfora utilizada se esconde un misterio. Se trata de la “anomalía argentina”, es decir la especificidad nacional de las fuerzas pero también las limitaciones del Estado Nación. Para que Argentina y Australia pudiesen recorrer el largo camino de transformarse en economías integradas verticalmente se requería de una condición: la existencia de un partido político y un sistema de partidos que asegurase el cumplimiento de las etapas económicas y las etapas para sustentar el modelo económico en una fuerte sociedad civil. Australia lo logró a través de un acuerdo estratégico entre dos partidos centrales: el laborista y el conservadurismo liberal. Argentina no logró en esos años crear un sistema de partidos “parecido”, acorde con sus peculiaridades nacionales. En esta incapacidad política inicial reside una de las causas principales de nuestra posterior larga decadencia e incapacidad para construir una gobernabilidad democrática de larga duración, aunque hubo otros intentos importantes para construir centralidades políticas destinadas enfrentar desafíos económicos, sociales y políticos que se plantean a nuestro pueblo en distintas fases y coyunturas históricas. La centralidad política se refiere siempre a la existencia de algún partido capaz de asociar a la mayoría de la población con un proyecto político-económico y social fundacional de larga duración que garantice crecimiento sustentable con constante elevación de los estándares sociolaborales y culturales. Esta condición política ha sido inexistente en Argentina en todo el siglo XX. Se puede por lo tanto hablar de fundaciones prometedoras por diversos partidos y pronto agotamiento de esos mismos partidos para mantenerse como organizadores de centralidades políticas democráticas de larga duración. Esos partidos arraigaron en la sociedad, pero carecieron de las capacidades estratégicas necesarias para adaptarse y reaccionar con soluciones viables frente a las tensiones generadas por cambios en la economía, la sociedad y la política. La ausencia de tal tipo de partidos generó sucesivas crisis de legitimidad del Estado argentino y creó las condiciones para que una institución coercitiva del Estado se hiciese cargo de constituir en diferentes situaciones nuevas centralidades, también efímeras pero apabullantes en cuanto se basaban en el monopolio de la fuerza: el Ejército. Siempre hubo corrientes políticas e instituciones de la sociedad civil que se aliaron con las FF.AA. para dar el sustento necesario a los regímenes de excepción, razonablemente definidos por el buen sentido popular como dictaduras. Se pueden distinguir cuatro momentos en la historia argentina en los que formaciones políticas que prometían constituirse en los “núcleos duros” de centralidad política perdieron esas capacidades. 1. PRIMER MOMENTO Y FRUSTRACIÓN El primer momento se puede ubicar a principios de 1900, cuando el exitoso Partido Autonomista Nacional (PAN), habiendo logrado superar la crisis y revolución en 1890, fue incapaz de transformarse en un gran partido de masas. Tenía un background favorable: había fundado una economía pujante y un Estado liberal. Se contaba con un Ejército moderno. El estado nacional federal, poblado con conservadores, contaba con suficientes cuadros políticos y técnicos. Pero su ideología aristocrática rural y la trama de intereses rentísticos que articulan a las fracciones dominantes, incapacitaba al PAN para autorreformarse frente a las demandas de la nueva sociedad de masas en constitución. El PAN sólo fue capaz de construir una “sociedad ganadera”. En ella el arquetipo de dirigente político era el caudillo estanciero. Las prácticas políticas de la elite conservadores giraban sobre la democracia patrimonial y excluyente. Con estas enfermedades culturales y materiales era imposible que la clase terrateniente se autorreformase. Llegaron las revoluciones de la Unión Cívica Radical (UCR) y las grandes huelgas obreras, y toda la estantería conservadora se derrumbó. El PAN, en una metamorfosis defensiva, sólo atinó a desarticularse y sobrevivir a través de los reaccionarios partidos políticos conservadores de alcance provincial, salvo la interesante experiencia provincial de Lisandro de la Torre y otros grandes intelectuales y políticos conservadores nacionalistas y social-liberales localizados en la Provincia de Santa Fe. 2. SEGUNDO MOMENTO Y FRUSTRACIÓN Se plantea un segundo momento en la primera década del siglo XX, dado que la nueva ausencia de centralidad política requería ser superada. El candidato principal fue la UCR. Esta entró con ímpetu en la historia argentina, con vocación y capacidades para representar a una cultura política liberal-popular con base de masas. Fracciones subordinadas de la clase terrateniente, amplios segmentos de la nueva clase media urbana, núcleos populares pobres que iban desde el mundo orillero a segmentos de los trabajadores asalariados, todos mezclados en la olla que mezclaba al criollaje con la inmigración europea masiva, pasaron a ser el sustento social de la UCR. Una parte sustancial de la oficialidad del Ejercito se sumó abiertamente a la UCR en la Revolución de 1905. Pero la UCR, hija díscola en la sociedad estanciera, pese a que gobernó 14 años seguidos (1916-1930) no pudo transformarse en un partido liberal-popular capaz de enfrentase a lo que ya se percibía en la década del “20 como agotamiento del modelo agroexportador y la necesidad de establecer una nueva etapa económico-social: esta nueva etapa debía desembocar en el pasaje de una economía agro-extensiva a una economía agroindustrial integrada. La UCR no pudo realizar una revolución democrática “desde arriba”. Por eso fue arrastrada por el impacto de la crisis de 1929 sobre el país. Las fuerzas conservadoras derrotadas, pero no vencidas, con la ayuda inestimable de la Iglesia Católica y sectores reaccionarios de la propia UCR y del socialismo logran a través del Ejército desplazar violentamente del gobierno a la UCR en 1930. 4. TRANSICIÓN, FUGAZ TERCER MOMENTO E INICIO DEL CUARTO Durante la “década infame”, debajo de la dominación política restaurada de la sociedad ganadera, se inicia un proceso de industrialización “sencilla” con la formación de una burguesía industrial local y se amplía la clase obrera y la sindicalización. La UCR, acostumbrada a las rústicas prácticas de hegemonía de caudillos y punteros, no podía captar que estaba naciendo la “sociedad industrial”. Sólo la Iglesia Católica, decidida a revigorizar a las instituciones políticas según los patrones integristas de la época, captó el nacimiento de esa nueva sociedad. También los sindicatos, los cuales, bajo las direcciones sindicalistas, socialistas y comunistas, comenzaban a procesar las nuevas realidades del mundo del trabajo, incluido el hecho de que los trabajadores comenzaban a reclamar que junto con las banderas rojas se colocase a la cabeza de sus manifestaciones banderas argentinas. Durante la década del “30 tanto el Partido Socialista (PS) como el Partido Comunista (PC) amagaban con diseñar nuevas formas de centralidad política sustentadas en la clase obrera y segmentos de las capas medias urbanas. Hubo por eso entre l936-1941 un tercer momento, precario pero interesante, en el que pareció que podría constituirse un esbozo serio de centralidad política de inspiración socialista genérica. Pero fue esbozo que fracaso porque ni los socialistas ni los comunistas pudieron descifrar el misterio de anomalía argentina, la condición fundamental para poder transformarse en partidos nacional-populares. Las prácticas políticas excluyentes y autoritarias de los sucesivos gobiernos conservadores apoyados en las Fuerzas Armadas, estaban llegando a su fin a principios de los años “40. La centralidad política aristocrática y estanciera se agotaba irremediablemente por la irrupción de la nueva sociedad industrial-salarial. Dentro de las propias fuerzas conservadoras se formaban corrientes populistas que querían extender el clientelismo tradicional a los nuevos actores sociales.. Los nuevos vientos políticos anunciaban el cuarto momento político y con él nacimiento de una nueva centralidad política. Esta nueva centralidad nació con la Revolución de 1943. Fue una revolución apoyada en dos pilares: las FF.AA y la Iglesia Católica, las dos únicas fuerzas capaces de impulsar una revolución nacionalista-industrialista “desde arriba”. 5. CUARTO MOMENTO: ESTABLECIMIENTO Y CRISIS La Revolución de 1943, para no finalizar como triste preludio a una posible guerra civil, debía terminar constituyendo una nueva centralidad política sustentada en las líneas de fuerza que brotaban de la sociedad industrial en rápida expansión. Esa nueva centralidad política, construida a través de una compleja alianza entre las FF.AA., la Iglesia Católica y los principales líderes sindicales, se realiza a través del peronismo. Su líder, el entonces coronel Juan Domingo Perón, fue el hombre más inteligente, políticamente culto y audaz de su tiempo. Fue capaz de pensar “más allá” del corporativismo integrista y construir un movimiento político nacionalista-laborista de masas que funda el Partido Justicialista (PJ). Con el ascenso al poder del flamante “peronismo” en 1946 culmina exitosamente la Revolución de 1943 y se inicia una etapa de centralidad política sustentada en un partido nacionalista-laborista de masas. Es el desarrollo pleno del cuarto momento. Una “revolución desde arriba” iniciada en 1943 se ha transformado en 1945 en una “revolución desde abajo”. Nace una nueva ciudadanía social. Los trabajadores asalariados se hacen “peronistas” no sólo porque mejoran sustancialmente sus condiciones de vida y de trabajo, sino porque en los marcos del estado justicialista y el keynesianismo criollo se transforman, por fin, en ciudadanos/as. La sociedad política y la sociedad se reconcilian, aunque sin haberse resuelto positivamente la escisión entre nacionalismo popular y liberalismo popular. Esta contradicción permanecerá en el centro de la política hasta que la irracional guerra de Malvinas y el consiguiente desmoronamiento de la autoridad de las Fuerzas Armadas que cierran en 1982 un ciclo histórico de golpes militares conservadores. Como era previsible, la emergencia y ascenso del peronismo al gobierno con la consiguiente transformación del Estado tendría sus damnificados en la sociedad política. En primer lugar, los conservadores, que ya habían perdido sus capacidades para construir un fuerte partido liberal de centro-derecha y ahora carecían definitivamente de base social por la desaparición” material” de la sociedad estanciera. En segundo lugar, la UCR, que si bien continuaba siendo la legítima representante del liberalismo popular, se había convertido en una fuerza “extrañada” dentro del nuevo estado nacionalista-industrialista. En tercer lugar, el Partido Socialista( PS) y el Partido Comunista (PC), que habían sido literalmente expulsados culturalmente de la sociedad industrial y los sindicatos, por su línea de coalición política con la UCR y las fuerzas conservadoras liberales en contra del peronismo. Desde entonces los socialistas y comunistas vagarían como fantasmas errantes y sin gran destino en la política argentina. El peronismo emergió como una fuerza poderosa. Sus orígenes militares se reflejaron, sin razones suficientes, a recurrir prácticas políticas centradas en la distorsión” hegemonista” de los sistemas de representaciones políticas nacional y provinciales ( distorsiones que eran, con razón, inaceptables para la UCR y otras corrientes políticas reformistas no peronistas). Pero el peronismo había producido una revolución social, había creado una nueva “economía política del desarrollo”, de base keynesiana, y contaba con la legitimidad necesaria para organizar una nueva centralidad política por contar con el apoyo de la mayoría de la ciudadanía, en particular en la poderosa clase obrera sindicalizada. El nuevo estado social de derecho justicialista había impedido una posible guerra civil. Sin embargo, el nuevo proyecto nacionalista-industrialista demostró en pocos años que su formato inicial era inviable. Expresaba las líneas de fuerza de la industrialización sustitutiva y el desarrollo del mercado interno. Pero este formato se había originado en una etapa de agotamiento del dinamismo de la antigua inserción de Argentina en la economía mundial vigente hasta 1929. El precio por sepultar a la vieja “sociedad ganadera” era muy alto, porque incluía una peligrosa incapacidad para reinsertar a la Argentina en la economía mundial como productora de commodities con alto valor agregado. A principios de 1955 el gobierno justicialista comprende, flaco de divisas para importar bienes industriales, que para aumentar la productividad en el campo se requería producir un gran viraje en la orientación de la política económica. Perón cree que el Congreso de la Productividad es la herramienta política. Pronuncia un discurso importante como inauguración del evento. El país debe marchar hacia la constitución de una economía agroindustrial. Se deben facilitar las inversiones extranjeras en sectores de energía, petróleo y comunicaciones y modernizar el aparato industrial. Pero los primeros que no entienden el viraje son sus propios aliados de la Confederación General Económica (CGE) y la Confederación General del Trabajo (CGT), que utilizan al Congreso de la Productividad para discutir casi exclusivamente el tema específico de precios y salarios. Quien entiende bien el intento de viraje de Perón es el establishment, que capta que la nueva orientación económica puede afectar las formas más atrasadas de apropiación del excedente económico: la renta financiera y el latifundio atrasado. En alianza con los EE.UU. y Gran Bretaña, el establishment, con apoyo en los partidos de la oposición y en la Iglesia Católica (ahora enfrentada con Perón), comienza el operativo golpista. El PJ está desorientado y dividido. Pierde progresivamente su capacidad para “autorreformarse” y preservar su centralidad política. El corolario es un golpe de estado antiperonista exitoso en septiembre de 1955. 5. SE AVIZORA UN INCIERTO QUINTO MOMENTO Desde 1955 hasta la fecha ninguno de los partidos políticos mencionados ha logrado establecer una nueva centralidad política de larga duración. El PJ es el único que, pese a oscilar entre el neoliberalismo (menemismo) y neodesarrollismo (duhaldismo-kirchnerismo) conserva la capacidad de producir una autorreforma política de larga duración. Esa capacidad se funda en la relación histórica entre el peronismo y el mundo del trabajo. Pero hoy, pese al impulso neodesarrollista del Presidente Kirchner, las divisiones internas subsisten y amenazan con producir una “crisis catastrófica” en un partido que funciona como confederación de fuerzas provinciales sin haber saldado definitivamente el debate entre neoliberales y neodesarrollistas, y sin encontrar una nueva fórmula para restablecer las relaciones ente el partido y el mundo del trabajo. El actual curso neodesarrollista en curso es, en rasgos generales, el correcto. También es legítima la fundación del ” kirchnerismo como corriente dirigente en el partido. Pero el kirchnerismo, aún cuando resulte vencedor en las próximas elecciones legislativas en noviembre 2005, no esta en condiciones todavía de convertirse en el núcleo duro de una nueva centralidad política y ampliar la base sustentación del actual gobierno. El PJ, para preservar su capacidad de proponer y alcanzar una gobernabilidad democrática necesita reafirmar su fundación como partido nacionalista-laborista y reformular su programa de acuerdo a los desafíos de la globalización e interdependencia del mundo. Si no logra realizar este tipo de “autorreforma” este partido puede involucionar a través de una escisión estéril entre una corriente nacionalista populista conservadora y otra corriente afín al progresismo social-liberal que es ajena y refractaria a las líneas de fuerza transformadoras del mundo del trabajo. Esta última forma de “involución” fue la que llevo a su incapacidad y temprana disolución al poco recordado Frente Grande. La crisis global (económica, social y política) que se ha iniciado en diciembre de 2001 y que no ha finalizado, ha instalado en este país la demanda de una nueva gobernabilidad democrática, ahora ya no centrada en el plano de la instituciones políticas en el imperfecto y asimétrico bipartidismo PJ-UCR, que ha terminado, sino en un compromiso democrático entre el PJ, el centro-derecha en formación y expresiones del centro-izquierda con capacidades políticas para cohesionar y movilizar a la sociedad. La sociedad argentina, por el impacto de la crisis global de 2001, esta procesando espontáneamente sobre nuevas ideas que pueden ayudar a que los sectores mas lúcidos de la “sociedad política” política termine por descubrir el misterio de la anomalía argentina. Pero si esto no ocurriese una nueva etapa de desorden político podría, paradójicamente, iniciarse después de octubre de 2005. No necesariamente esa etapa terminaría con la democracia, pero puede erosionarla seriamente. Porque un núcleo irreductible de nueva demanda de la historia a este nación, y que subsiste en medio de la incertidumbre y el cansancio de la sociedad agobiada por la crisis, no es otro que la necesidad del nacimiento de una nueva centralidad política democrática en este país. De no cuajar este nueva centralidad, viviremos en “zozobra”, hasta que bajos formas originales, surja otra centralidad política cuya naturaleza es todavía difícil visualizar. (*)Recibido por Corrientes al Día de rebanadas de Realidad, por Julio Godio, Director del Instituto del Mundo del Trabajo.
Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.
Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo. Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico. Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!
Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles. Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan. Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.
Pobres Alberdi y Sarmiento. Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria. Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.
Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.
¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar. El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.
Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.
El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias. Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.
Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.
¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país. ¿En serio? ¿Se puede ser tan caradura? Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?
También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio? “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.
Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos? Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.
Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.
Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.
El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.
(*) Rogelio López Guillemain
La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.
Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.
Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.
También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.
Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.
Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables y caminos nuevos para salir adelante.
Pienso que un camino de desarrollo es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.
Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo foco en nuestros recursos y liderar.
Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos el compromiso de crear un cambio duradero.
Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner. Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.
El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".
En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.
La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.
Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.
Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.
En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.
La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.
(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.