Opinión
La Falsa promesa de la Ayuda Externa para África
IAN VÁSQUEZ (*)
La delusión de que los países ricos pueden rescatar a los países pobres de su pobreza si así lo quisieran hacer está expuesta al público a principios del mes de julio. Bob Geldof organizó conciertos de rock en ciudades alrededor del mundo para promocionar la idea, mientras que la reunión de los G8 en Escocia se enfocará mayormente en la cancelación de deudas y aumentos masivos en la ayuda externa para salvar a los pobres del mundo.
Desde ya, EE.UU. y Gran Bretaña han acordado cancelar la deuda de 18 países altamente endeudados, y el Presidente Bush ha prometido duplicar la ayuda externa estadounidense hacia África. Los ingleses están pidiendo un nuevo Plan Marshall para África. Si la historia nos sirve de guía, las iniciativas de los G8 harán poco para reducir la pobreza en África, la región más pobre del mundo y en la cual se focalizan tanto los esfuerzos de los países ricos. La cancelación de deudas en sí no ha demostrado ser efectiva en el pasado. Desde los 1980s, los países altamente endeudados, muchos de los cuales están en África, han recibido más de $30 mil millones en cancelación de deuda, y aún así el problema de la deuda se ha empeorado. De hecho, los países han sido recompensados por tener políticas económicas malas y la ayuda externa ha asegurado la permanencia de estas. La iniciativa para la cancelación de deudas de los G8 se trata en realidad del fracaso de la ayuda externa. De acuerdo al economista Adam Lerrick de la Universidad Carnegie-Mellon, 94 por ciento de la ayuda externa de los países altamente endeudados es debido a préstamos oficiales de acreedores tales como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional. Desde los 1960s, África del Sur del Sahara ha recibido cerca de $500 mil millones en ayuda externa, aún así la región se ha empobrecido en las últimas décadas. Es difícil concluir de este nefasto record que la solución es más cancelación de deuda y más ayuda externa. Propuestas para un nuevo Plan Marshall están fuera de lugar. En los dólares actuales, esa iniciativa de ayuda externa desembolsó alrededor de $100 mil millones a lo largo de 4 años luego de la Segunda Guerra Mundial. África, por lo tanto, ya ha recibido el equivalente de aproximadamente cinco Planes Marshall. Además, la ayuda a África ha estado aumentando y se encuentra a un nivel históricamente alto. La ayuda neta para el desarrollo hacia África era de alrededor de $24 mil millones en el 2003; por ende, la región está actualmente recibiendo ayuda externa a nivel de un Plan Marshall. ¿Por qué la ayuda externa se ha desempeñado tan mal y por qué no deberíamos esperar mejores resultados en el futuro? Para los 1990s, un muy atrasado consenso emergió entre los expertos en desarrollo de que la ayuda externa otorgada dentro de un ambiente de políticas económicas pobres no funciona. En general, no hay una correlación entre la ayuda externa y el crecimiento, pero en África la ayuda externa ha perjudicado el desarrollo al respaldar gobiernos con políticas públicas que en realidad han empobrecido a las personas. Aún cuando la ayuda externa se supone que promueve cambios de políticas, falla en lograrlo. Los países prometen reformarse, reciben dádivas de los donadores, luego introducen reformas a medias o fallan en introducirlas del todo. Un estudio reciente del Banco Mundial observó el record de la ayuda externa entre 1980 y el 2000 y descubrió que “la ayuda externa en balance atrasa considerablemente en lugar de fomentar la reforma de políticas públicas de orientación de mercado”. Ese descubrimiento es consistente con un estudio anterior del Banco que observó que “la reforma es más probable que sea precedida por un declive en la ayuda externa que por un aumento de esta”. Una razón por la cual la ayuda externa no promueve buenas políticas es porque las agencias de ayuda externa tienen un incentivo institucional para prestar. Cuando los prestamistas saben que los donadores prestarán sin importar su comportamiento, las condiciones atadas a la ayuda externa pierden credibilidad. A pesar de la probabilidad de que aumentos masivos en la ayuda externa solo empeorarían la credibilidad de las condiciones de los donadores, los proponentes de más ayuda externa para África dicen que las cosas serán diferentes en el futuro. Los préstamos y sus condiciones de alguna forma tendrán credibilidad. La ayuda externa será dirigida sobre criterios “selectivos” hacia países que tienen buena gobernación y que hayan demostrado una disposición de reformar por si solos. La ayuda externa respaldará la salud y la educación, sin las cuales el crecimiento es socavado. De hecho, no hay razón alguna para creer que la efectividad de la ayuda externa mejorará de manera notable. Las agencias prestadoras todavía carecerán de un mecanismo para asegurar el cumplimiento y los países ricos todavía dependerán de tales agencias, la cuales tiene un record comprobado de mal juicio, para determinar qué países merecen ayuda externa y cuándo. El Banco Mundial ahora dice que está redirigiendo sus préstamos hacia gobiernos con mejores políticas e instituciones, pero una auto-evaluación reciente del Banco concluyó, “Hasta ahora, hay poca evidencia de que la gobernación está mejorando o que la corrupción está disminuyendo”. Un nuevo estudio del FMI provee aún menos razones para ser optimistas. El Fondo descubrió que la ayuda externa no solo falla en aumentar el crecimiento, pero que “no hay evidencia de que la ayuda externa funciona mejor en mejores ambientes de política o geográficos”. Además, el FMI descubrió que “ninguna sub-categoría [de ayuda externa] tiene algún impacto significante…en el crecimiento”. El efecto en el desarrollo de la ayuda social, económica, o alimenticia, en otras palabras, es igual. Las naciones africanas pueden ser prósperas, pero nos estamos engañando si pretendemos que los países ricos puedan obtener aquel resultado mediante transferencias de riqueza de gobierno a gobierno. La modestia está ausente en el debate. El difícil trabajo del desarrollo económico siempre le ha correspondido a África. Es hora de que los gobiernos africanos apoyen la libertad económica y de que los países ricos paren de incentivarlos a no hacerlo. (*) Director del Proyecto sobre la Libertad Económica Global del Cato Institute. Traducido por Gabriela Calderón.
Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.
Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo. Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico. Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!
Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles. Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan. Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.
Pobres Alberdi y Sarmiento. Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria. Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.
Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.
¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar. El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.
Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.
El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias. Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.
Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.
¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país. ¿En serio? ¿Se puede ser tan caradura? Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?
También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio? “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.
Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos? Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.
Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.
Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.
El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.
(*) Rogelio López Guillemain
La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.
Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.
Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.
También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.
Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.
Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables y caminos nuevos para salir adelante.
Pienso que un camino de desarrollo es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.
Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo foco en nuestros recursos y liderar.
Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos el compromiso de crear un cambio duradero.
Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner. Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.
El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".
En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.
La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.
Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.
Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.
En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.
La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.
(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.