Opinión
La impunidad como forma de gobierno
LA MUERTE DEL FISCAL
Primero plantearon la hipótesis del suicidio, como si un tipo que se enfrenta en soledad a un régimen teocrático pudiera temerle a los impresentables del bloque del Frente para la Victoria. Luego, Cristina dijo que no tenía dudas de que no fue un suicidio. Al igual que su descargo contra la imputación de Nisman, en lugar de hacerlo ante la Justicia, lo hizo en Facebook. La monada, mientras tanto, le desea fuerza a Cristina, se ve que algunos creen que Nisman murió por interponerse entre un asesino y la Presidenta.
(http://blogs.perfil.com/relatodelpresente) Los que quedaron del oficialismo se reunieron a velarse entre ellos, leer un documento en el que primero defendieron a Cristina y luego afirmaron que todo se trata de una operación para tapar el boom turístico. No muy lejos se ubicaron algunos colegas, que en el afán de no perderse la ola –y porque prefirieron twittear desde el baño que laburar la noche del domingo– salieron a jugar a ser detectives y caminaron la patente del auto de Nisman, para luego tirar que no estaba a su nombre y que pertenecía a una empresa que “sería la fachada” de un ex agente de la CIA. Si en vez de embarrar la cancha se hubieran detenido a pensar que era un auto blindado alquilado, habrían frenado a tiempo. A no ser que crean que a Nisman lo mataron por no contar con la cédula azul.
Mientras las escuchas demuestran que D´Elía es más servicial y vendepatria de lo que se creía, se acordaron recién hoy de Lagomarsino, que debería haber sido demorado la misma noche del domingo por decir que le entregó el arma hallada a un tipo que contaba con otras dos registradas. Al igual que con la custodia, que dijo que se retiró por su propia cuenta, no está Nisman para refutar los dichos. Ahora buscan irregularidades en el registro del edificio. El auto que el sábado anterior merodeaba con cuatro tipos debe haber llamado la atención de alguien. La fiscal empieza a abordar la teoría del homicidio y los amigos del periodismo policial dicen que es porque en el lugar del hecho estaba la división Homicidios de la Federal. Chicos: la división homicidios va a todos lados en el que haya una muerte dudosa. Y estaban ahí junto a la fiscal. Si encara ahora la del homicidio es porque ya tiene un 99,9% de certeza de que no hubo suicidio. Y no porque necesitara demasiadas pruebas, sino porque está en la mira de todo el mundo y cualquier pelusa que se le escape, sería una fatalidad.
El colectivo de judiciales chupamedias del Gobierno llamado Justicia Legítima, que saca comunicados cuando a Gils Carbó le rebotan disposiciones administrativas, no dijo nada del colega pasado a valores. Gils Carbó, tampoco. Porque para hablar de ideología donde debería haber independencia, siempre sobra tiempo. La impunidad, en cambio, los silencia. Impunidad que cierra un círculo, no el virtuoso que nos propuso Cristina cuando asumió en diciembre de 2007, pero círculo al fin.
El 26 de junio de 2004, un malón comandado por D’Elía tomó una dependencia del Estado. Como buen valiente, escudado en la masa el piquetero copó la Comisaría 24 de la Policía Federal. La comisaría terminó en llamas –literalmente-, destrozada y hasta desapareció un cuadro de Quinquela Martín. La Jueza en lo Criminal María Angélica Crotto ordenó desalojar la Comisaría, el secretario de Seguridad Norberto Quantín dijo que no, al Juez Oyarbide le pareció más copado lo que dijo Quantín, Crotto denunció a Quantín, Béliz y José María Campagnoli –por entonces subsecretario de Quantín– y a los policías que no quisieron acatar sus órdenes. Oyarbide dijo que el hecho no le pareció tan grave.
Al final, tanta violencia y actitudes penadas por el Código Penal finalizaron. D´Elía enfrentó el escarmiento del Estado: fue designado Subsecretario de Tierras para el Hábitat Social. Tuvo mejor suerte que el resto de los intervinientes: el comisario Greco perdió la carrera, Beliz, Campagnoli y Quantín se fueron del Gobierno.
Y nos olvidamos.
A principios de 2004, lo de “este gobierno no reprime la protesta social” todavía no estaba de moda. La Federal llevó a cabo una brutal represión televisada cuando pasó por arriba a los manifestantes que se oponían a la sanción del nuevo Código de Convivencia porteño, en julio de 2004. Problemas con la Secretaría de Inteligencia mediante, Beliz renunció y fue reemplazado por Horacio Rosatti, quien debería cobrar regalías por haber sido el primero en decir que no se reprimen las protestas.
Eso de meter en cana a los trabajadores que se manifestaban contra Repsol en Ensenada, ya no estaría bien. Mandar gente al calabozo por pedir tres kilos de mondongo a un frigorífico, tampoco. En el camino quedaron las imágenes de los 102 manifestantes presos, baleados y asfixiados con gases lacrimógenos, resultado de protestar contra el Fondo Monetario Internacional. También desalojaron a palazo limpio a quienes ocupaban las instalaciones de la quebrada farmacia Franco Inglesa.
El Estado decidió reservarse el rol de buenazo y tercerizó el poder policial en las organizaciones que antes protestaban contra el Estado. Claro ejemplo de esto fue la contramarcha que organizó D´Elía en contra de la movilización en reclamo de justicia por el asesinato de Axel Blumberg el 31 de agosto de 2006. Era la quinta marcha que organizaba un padre que había perdido a su único hijo. Dos años antes había juntado más de 5 millones de firmas pidiendo justicia. A Blumberg, cuyo hijo fue secuestrado y asesinado, lo destrozaron cuando se descubrió que no era Ingeniero. El problema de no ser Presidente.
Y nos olvidamos de la muerte del hijo, del pedido de justicia y de la forreada de D’Elía.
En 2005 Ricardo Jaime viajó a España para pasar la gorra entre las empresas con intereses en Argentina y juntar dinero para la campaña de Cristina Senadora 2005. Una pequeña contribución, un palito por cabeza, a voluntad. De aquellos viajes, Jaime también trajo material ferroviario por la ganga de 1.600 millones de dólares, material que, como corresponde, nunca se usó. Parte del mismo aún puede verse pudriéndose en terrenos del ferrocarril Roca como un monumento al choreo. Poco después, el Ministro de Economía Roberto Lavagna contaba ante la Cámara de la Construcción que tenía registrados al menos 10 casos de sobreprecios en obras públicas. Salió eyectado y pusieron a alguien más amiga de lo ajeno: Felisa Micelli.
En noviembre de 2005 una parva iracunda prendió fuego la estación Haedo del ferrocarril Sarmiento, los trenes, un par de patrulleros y, de paso, se hicieron la tardecita saqueando los comercios de los alrededores. Aníbal Fernández acusó a Quebracho, comandada por Fernando Esteche. Menos de veinticuatro horas después, los muchachos estaban en Mar del Plata para la III Cumbre de los Pueblos, una joda que se organizó como contrapartida de la IV Cumbre de las Américas. Mientras Néstor, recién arribado al tercer planeta desde el sol, criticaba las políticas neoliberales de los noventas, los muchachos financiados vaya a saber por quién –guiño, guiño– prendieron fuego algunos bancos, se cagaron a piedrazos con la cana y saquearon algunos locales de Havanna para traer alfajores a la familia.
Unos días después, Néstor pagaba cash la deuda con el FMI, con guita obtenida gracias a todos los bonos comprados por Hugo Chávez, quien fue el primero en arrimarse a los iraníes, a tal punto que condecoró al entonces presidente persa Mahmud Ahmadineyad.
Para fines de 2006, como caja navideña recibimos como noticia que la empresa Skanska había pagado coimas para ganar la licitación de un gasoducto. El gerente de la compañía confesó, pero no pasó nada. El gobierno intervino Enargas y desplazó a todos los directivos por las cometas, entre ellos el Pacha Velazco, pareja de Felisa Micelli, a quien muy poquito después le encontraron una bolsa llena de dólares en el baño de su despacho. Una inspección de rutina encontró la bolsa. En silencio, Felisa fue desplazada de su cargo, aunque le mantuvieron la custodia policial.
El juez a cargo de la causa, Guillermo Montenegro, renunció un año después para asumir como Ministro de Seguridad de Mauricio Macri. Con él, se llevó a sus dos secretarios, Matías Molinero y Daniel Presti. El fiscal de la causa, Carlos Stornelli, se fue a cumplir la misma función que Montenegro, pero con Daniel Scioli. La causa quedó sin juez, secretarios ni fiscal. En septiembre de 2006, finalizado el juicio contra Miguel Etchecolatz por crímenes de lesa humanidad durante la dictadura, la defensa decide apelar por las inconsistencias del testimonio de Jorge Julio López. López desaparece. Pasaron ocho años y monedas.
Y nos olvidamos.
Para enero de 2007, el gobierno desplazó a Graciela Bevacqua del Indec por negarse a dibujar la inflación. Llevamos ochos años de garabatos. Luego, con el país en campaña, el mangazo electoral para “Cristina, Cobos y vos” incluyó un millón y medio del Grupo Marsans –por entonces, Aerolíneas Argentinas no era nacional, popular ni estaba vaciando la empresa, ni se calentaban en averiguarlo mientras pusieran la tarasca–, valijas voladoras de visitantes bolivarianos que firman su registro en la Casa Rosada y narcotraficantes de efedrina.
En 2008, mientras la multimillonaria empleada pública criticaba a los ruralistas por querer llenarse los bolsillos a costillas del pueblo, en una de las tantas marchas D’Elía cagó a trompadas a un manifestante y se abrazó a la Pirámide de Mayo al grito de “la plaza es nuestra, la puta que los parió”, mientras en Olivos, los carros hidrantes de la policía disparaban contra una manifestación compuesta, en su mayoría, por mujeres que tan sólo sostenían carteles. Días después, la Gendarmería se llevaba en cana a veinte manifestantes, entre ellos, Alfredo De Angeli. Con el conflicto resuelto tras el voto no positivo de Julio Cobos, las pintadas amenazando de muerte al vicepresidente por traidor se multiplicaron. Fue el mismo año en el que Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina aparecieron con las manos atadas y corchazos en sus cabezas al costado de una ruta. Tiempo después nos enteramos que Ferrón era socio de uno de los imputados por el tráfico de medicamentos, y que Forza no podía justificar su exponencial crecimiento patrimonial con su distribuidora, pero que así y todo, pudo aportar unos 200 mil pesos para la campaña presidencial de Cristina. Fue también en 2008 cuando se produjo el allanamiento de una quinta en Ingeniero Maschwitz y la detención de narcotraficantes mexicanos, o sea, el inicio de lo que más tarde llamaríamos “La ruta de la efedrina”.
En su momento nos olvidamos. En 2014 procesaron por narcotráfico al extitular del Sedronar, que debía velar precisamente por una política anti drogas. El tipo, José Ramón Granero, era amigo de Néstor Kirchner. Pasó hace unos meses y nuevamente nos olvidamos.
En 2012, la formación Chapa 16 de TBA ex Ferrocarril Sarmiento no frenó al llegar a la estación Once de Septiembre y murieron 51 personas. El video muestra cómo los vagones que por fuera estaban pintados, por dentro estaba podridos: una nube de polvo de óxido inundaba el lugar luego de que el coche numero dos se incrustara dentro del coche cabecera, algo que no debería haber sucedido con toda la guita que dijeron haber gastado y que nadie sabe dónde cazzo fue a parar, aunque algo intuimos. 51 muertos, cientos de heridos, una Presidenta que se esconde y vuelve para decir que ella sabe lo que se sufre la muerte porque es viuda.
Casi nos olvidamos.
El 2 de abril de 2013 la ciudad de La Plata sufre la tormenta perfecta. No había forma de que no se inundara, pero sí de mitigar los riesgos. Pero el radar del Servicio Meteorológico Nacional estaba roto, los celulares no funcionaban, la luz se cortó y la planta de YPF nacional y popular no contaba con la dotación de bomberos que sí le exigieron a Repsol. Más de dos metros agua en media ciudad y frenaron el conteo de muertos en 54. Los electrocutados, los infartados y los hipotérmicos no contaron. La limpieza del arroyo El Gato fue encomendada a la cooperativa Néstor Vive en Nosotros por la módica suma de cuatro millones de pesos a valores 2012. La limpieza nunca se llevó a cabo. Quizás haya contribuido el hecho de que la cooperativa tenía domicilio en Escobar y se le complicaba llegar.
El primer helicóptero de rescate en aparecer fue para llevarse a la mamá de Cristina. El segundo, para traer a Cristina dos días después. Entre las puteadas de la gente, la Presi afirmó que ella sabe lo que se siente, porque cuando era chica le entro agua a la casa.
Y nos olvidamos.
Pepe Eliaschev investiga y descubre por sus propios medios que Argentina estaba negociando con Irán la impunidad del atentado a la AMIA a cambio de petróleo. Nadie le da bola. En 2013, el Gobierno encara una cruzada patriótica para establecer un memorando de entendimiento con la República Islámica de Irán. La idea consistía en que los funcionarios judiciales argentinos fueran a tomar declaraciones al régimen teocrático que había condenado a muerte al fiscal de la causa, Alberto Nisman.
Pepe nos había avisado, pero nos olvidamos.
Se cargaron a un fiscal federal y, más allá de todas las dudas que algunos seguirán teniendo al respecto, la pregunta que más me duele, la que más me angustia es cuántos anónimos quedaron en el camino sin que nos enteremos. Si al fiscal de mayor exposición pública que debía declarar ante el Congreso un par de horas después le hicieron lo que hicieron, lo que habrán hecho antes y pasó desapercibido.
Más de una vez dije que si les garantizaran la impunidad se cargarían a cualquiera que molestara. Está claro que exageraba: además de la impunidad debía darse la situación de desesperación. Desesperación por el poder perdido, desesperación porque no conciben la vida sin sentirse amos y señores de los destinos de todo aquel que guste de pisar suelo argentino. Basta ver cómo reaccionan cuando una opinión viene de alguien que no vive en el país, al que no le pueden tirar con la AFIP y que reside en un lugar donde no llegan las cadenas nacionales.
Al mejor estilo del final de All that Jazz de Bob Fosse, este gobierno se despide de la vida haciendo una presentación lisérgica y decadente de todos sus hechos, reprimiendo la protesta social, demostrando que los derechos humanos fueron una circunstancia al bancar a un Jefe del Ejército más flojo de papeles que el auto de Boudou, con la presidenta ausente en los momentos picantes, con la militancia bancando hoy un suicidio, mañana un homicidio, pasado una resurrección, con victimizaciones incluso cuando los muertos son los otros y, fundamentalmente, con quilombo.
Un día como hoy, hace 33 años, en un parto que casi le cuesta la vida a mi vieja, nació el tipo que escribe estas líneas. Fui misionero, junior de colonia de vacaciones, portuario, canillita, tarjetero, músico ocasional, empleado judicial y consultor. Nunca dejé de leer ni de escribir desde que aprendí a los cuatro.
Tenía esa edad, también, cuando se suicidó el papá de un amiguito, veterano de Malvinas que no conseguía laburo ni respeto. Contaba con cinco cuando se produjo el primer levantamiento carapintada y seis cuando aprendí qué significaba hiperinflación. El día de mi cumpleaños número siete lo pasé encerrado por el copamiento de La Tablada. Tenía diez cuando voló la embajada de Israel, doce cuando explotó la AMIA, y cumplía quince cuando mataron a Cabezas. A mis 17 se estrelló el avión de LAPA y el estallido de diciembre de 2001 me encontró con 19 años y trabajando en el Poder Judicial.
Desde los 21 hasta hoy cambié tres veces de juzgado, me fui del Poder Judicial, me casé, tuve un hijo, me divorcié, tuve cuatro laburos más, muchas veces de a dos, y finalmente me dediqué a lo que decía que quería hacer cuando me preguntaban a los seis: periodismo. Cambié muchísimo y lo único que no cambió es el Gobierno. Sí, un tercio de mi vida y casi la totalidad de mi adultez, me gobernaron los mismos tipos y conviví con los mismos nabos que creyeron que la rebeldía de la juventud consiste en ser sumiso y obediente al capricho de Presidencia. Sin cuestionar, sin pensar.
Me tomé con humor las desgracias, me preocupé de más por boludeces y, si bien procuré apelar al olvido selectivo, nunca pude aplicarlo. Hoy tengo 33 y, con todo lo que recuerdo, me cuesta entender cómo muchos de los que vivieron estos mismos años se olvidaron de todo. Quizás la pasen mejor. Quizás por eso se sorprendan de lo que estamos viviendo por estos días. Y quizás por ello, dentro de un tiempo, seremos pocos los que recordemos que hubo un Gobierno que, amparado en ideologías caducas y la lucha por la Patria frente a los molinos de viento, transcurrió sus años con la corrupción más pornográfica, la gestión más improvisada y la impunidad más calamitosa. Pero eso sí, con democracia.
Sábado. Me crié en un país en el que los asesinatos políticos eran algo que había pasado hacía mucho tiempo. La maldición de la memoria.
Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.
Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo. Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico. Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!
Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles. Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan. Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.
Pobres Alberdi y Sarmiento. Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria. Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.
Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.
¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar. El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.
Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.
El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias. Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.
Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.
¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país. ¿En serio? ¿Se puede ser tan caradura? Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?
También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio? “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.
Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos? Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.
Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.
Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.
El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.
(*) Rogelio López Guillemain
La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.
Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.
Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.
También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.
Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.
Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables y caminos nuevos para salir adelante.
Pienso que un camino de desarrollo es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.
Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo foco en nuestros recursos y liderar.
Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos el compromiso de crear un cambio duradero.
Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner. Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.
El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".
En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.
La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.
Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.
Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.
En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.
La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.
(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.