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La necesaria visión crítica de la sociedad

CONFUSIÓN MONÁRQUICA (*)

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La verdad, es que tanto espectáculo cotidiano en el que muchos personajes de la política se “aprovechan” del despiste ciudadano de rutina, agota y solo se puede visualizar un cambio si la sociedad hace un giro, ve las cosas desde otro lugar, y asume una actitud critica con ello.


Mayoritariamente, la humanidad ha elegido como sistema imperante a la democracia, que con sus matices y tradiciones locales, ha tomado diversas formas, pero intentando conservar su esencia. Los partidos políticos parecen ser el instrumento mas apto para ese despliegue electoral con la que se alimenta este estilo de vida. El sistema representativo agrega esa posibilidad de tomar decisiones a través de personas a las que delegamos ciertos derechos, por algún tiempo, para que ejerzan nuestro poder ciudadano bajo determinados parámetros. En este esquema, los ciudadanos somos convocados, cada tanto, para indicar en elecciones populares, a quienes nos suplantarán a la hora de resolver sobre la administración del Estado. No existe dirigente político alguno, que se precie de tal, que no reitere hasta el cansancio, en cada ocasión, frente a diferentes tribunas, su profunda vocación democrática y su irrevocable respeto por las instituciones republicanas. Eso no debería extrañar demasiado. Es el discurso políticamente correcto, lo que todos esperan que se diga, y por lo tanto lo que hace cualquier candidato para tener mayores oportunidades y atraer los votos que precisa para acceder al poder. Hasta aquí todo parece lógico y normal. Sin embargo, a poco que el político asume la función para la cual se postuló, parece tirar por tierra todo lo recitado y empezar a recorrer el camino de desconocer, de modo concreto, en cada acto, la esencia misma del sistema democrático. Existe un proceso casi automático, por el cual el “elegido” se apropia de lo público, asume que fue ungido como un monarca y que, por lo tanto, es propietario de la vida y el patrimonio de sus mandantes. Inicia, de ese modo, una espiral en la que se establece a si mismo ciertos privilegios personales que, por otro lado, los replica entre sus colaboradores como si fueran parte de una misma casta. Se trata de un fenómeno reiterado, cíclico y casi universal, que no reconoce fronteras étnicas, ideológicas, ni de niveles de educación o desarrollo. Con más o menos obscenidad, se presenta a diario de un modo ostentoso y procaz. Es que tal vez el caudillo “ocasional” no entendió que fue elegido como mandatario, como representante, para actuar por los ciudadanos y bajo determinadas consignas que no dependen de la ley, sino de la formación moral del que le toca en suerte ejercer la labor. Fue seleccionado entre tantos otros, por sus propuestas, por sus ideas, por su visión. Está para eso, para llevar adelante la misión que le fue encomendada y no otra. Muchos no entienden que ese dirigente, desde el momento mismo en que obtuvo la preferencia de su sociedad, dejó de representar a un partido político, a una facción, a una parte de su comunidad. Ahora se ha integrado a la estructura estatal por el periodo que le toca, pero para trabajar por el conjunto y no por su sector ideológico. El electorado optó por sus ideas frente a otras, pero debe hacer esa tarea con la mayor austeridad posible, sin lujos, ni privilegios, con el sentido común y el respeto de quien, está “de paso”, circunstancialmente ocupando una función para la que ha sido elegido por un tiempo establecido, y no mas que eso. Esta de paso, a préstamo, provisoriamente, por lo tanto no puede comportarse como dueño de casa, debería hacerlo, a lo sumo, como inquilino, como mero visitante, a la que se le han asignado determinadas responsabilidades durante su estadía. Vale esto para él y para cada uno de sus colaboradores, sin distinción de rango. Sin embargo, resulta recurrente ver, como el sufragio parece convertir a mansas versiones sonrientes y celebridades amigables, en autoritarios y discrecionales personajes que se apropian del poder como si fuera eterno, con la soberbia, la impunidad y el desparpajo de quien ha venido para quedarse. En su despliegue cotidiano, el funcionario opera casi como por cuenta propia, hace la suya, decide a su arbitrio, y asume que el poder delegado por los ciudadanos fue, en realidad, transferido. Habrá que decir que la democracia representativa supone una delegación transitoria y no definitiva de atribuciones, que la sociedad puede reclamar, y hasta retirar, en ese ejercicio ciudadano. Esta confusión que aparece como denominador común en tantos, al punto de marearlos y aturdirlos, y hasta hacerles meter en una coctelera a conceptos tales como Gobierno, Estado, Partido y hasta a ellos mismos, tiene el resultado que ya conocemos. Un conjunto de hombres y mujeres, probablemente decentes los mas de ellos, que no sabe bien cuando habla por si, cuando lo hace en representación del partido, en que momento defendiendo los intereses del Estado y cuando en función de gobierno. Ante semejante alboroto que tanto agobia, aparece el funcionario utilizando recursos públicos, de todos los ciudadanos, para actividades partidarias, políticas y personales, sin entender donde está la verdadera línea divisoria que separa esto de aquello. Tal vez muchos, deban repasar lo que significa una democracia representativa. Tanta naturalización de lo incorrecto, tanta prerrogativa convertida en tradición cultural, y tantos “pícaros” personajes de la política, han logrado hacer una gran ensalada para que muchos ciudadanos no podamos visualizar a diario las cosas con claridad frente a este conveniente y funcional desorden que se ha instalado entre nosotros. La próxima vez que veamos en escena a un funcionario público, no importa el rango ni la jurisdicción, no resulta relevante su carisma o su preferencia partidaria, prestemos suficiente atención. Cuando los ciudadanos aprendamos a diferenciar que no es lo mismo actuar para sí, que para el partido en el que se milita, para la función institucional que se ejerce, que para la tarea de empleado estatal que implican los cargos públicos, podremos estar en condiciones de poner las cosas en su lugar. Cuando se actúa dentro del marco democrático, en los ámbitos públicos, resulta prudente recordar que se está haciendo uso de recursos públicos, de dinero de todos, ese que se origina en el cobro de los impuestos, en el endeudamiento irresponsable de los gobiernos de turno y en la inconveniente emisión de moneda. En sociedades como las nuestras, la inmensa mayoría de las democracias del planeta, se convive con perversos regímenes impositivos que hacen que sean los más pobres quienes terminen siendo los principales financiadores de la creciente voracidad estatal de la partidocracia reinante. Vivimos tiempos de un oportuno aturdimiento, ese que posibilita a los ciudadanos ser protagonistas estelares de esta apropiación de lo público por parte de quienes se sirven de los más nobles atributos de la democracia para complacer sus propios objetivos. Lo peor de la política pretende adueñarse de todo, aprovechando el enredo conceptual del que somos cómplices, abonando, como siempre, a esta funcional “confusión monárquica”. (*) Recibido por Corrientes al Día de Alberto Medina Méndez -amedinamendez@gmail.com – Skype: amedinamendez – www.albertomedinamendez.com

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Cuando el mérito no importa

OPINIÓN (*)

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Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.


Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo.  Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico.  Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!

 

Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles.  Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan.  Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.

 

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Pobres Alberdi y Sarmiento.  Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria.  Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.

 

Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.

 

¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar.  El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.

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Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.

 

El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias.  Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.

 

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Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.

 

¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país.  ¿En serio?  ¿Se puede ser tan caradura?  Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?

 

También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio?  “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.

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Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos?  Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.

 

Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.

 

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Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.   

 

El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.

(*)  Rogelio López Guillemain

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Opinión

Reconvertir proyectos e innovar

POR MARIA EUGENIA MANCINI

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La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.


Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.

 

Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.

 

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También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.

Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.

 

Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables  y caminos nuevos para salir adelante.

 

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Pienso que un camino de desarrollo  es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.

 

Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo  foco en nuestros recursos y liderar.

 

Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos  el compromiso de crear un cambio duradero.

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Opinión

La “borocotización” de Alberto

(*) OPINIÓN

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Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner.  Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.


El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".

 

En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.

 

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La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo  a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.

 

Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.

 

Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.

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En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.

 

La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.

 

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(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.

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