Opinión
La pertinaz supremacía del movimiento creado por Perón
RAZÓN HISTÓRICA DEL PERONISMO
El peronismo ha sido un movimiento político hegemónico desde 1945 y extenderá a 70 años su supremacía con la inminente reelección de Cristina Fernández de Kirchner. Su extraordinaria vitalidad le ha permitido sobrevivir a la muerte de su líder, ocurrida hace 37 años. La dictadura soviética se mantuvo en el poder 72 años (1917-1989) y el PRI mexicano 71 años (1929-2000).
(www.lanacion.com.ar) A diferencia de estos regímenes, el peronismo no tuvo el monopolio absoluto del poder, pero ha sido y es el eje medular sobre el que gira la vida argentina. Según José Ortega y Gasset y Julián Marías, la razón histórica es el saber que interpreta el pasado de un pueblo en tanto articulación entre su pretensión futura y la trayectoria real seguida entre las trayectorias posibles que se le ofrecían. En este sentido estricto, ¿cuál es la razón histórica del peronismo?
Para intentar una respuesta, analizaremos cuatro elementos que confluyen en la larga vigencia del peronismo: la circunstancia histórica de su nacimiento, la personalidad e ideología de Juan Domingo Perón, el monopolio sindical y uno bastante menos citado, el nivel de los términos del intercambio. A pesar de que numerosos autores argumentan sobre la incapacidad de opositores civiles y militares para hacer olvidar el peronismo, el movimiento ha tenido, como factor de poder mayoritario, la potencia suficiente para anular esos intentos y frustrar trayectorias alternativas. Debe afirmarse sin ambages que el peronismo ha configurado la historia argentina hasta nuestros días, se encontrara en el gobierno o en la oposición.
Perón gana las elecciones presidenciales del 24 de febrero de 1946. Encuentra un país que ha acumulado ingentes riquezas debido al extraordinario progreso alcanzado desde las décadas finales del siglo XIX, y que ha superado la terrible crisis del 30 y el fin del modelo agroexportador clásico e iniciado, desde los años veinte, un vigoroso proceso de industrialización. Por la inmigración masiva que atrajo el éxito rotundo de la Argentina, la población ha crecido exponencialmente y es la mejor educada de Hispanoamérica; sin embargo, es marginada por el fraude electoral y tiene baja participación en los beneficios de la Argentina opulenta, según la exacta definición de Félix Luna.
Sobre ese trasfondo, entra en escena el segundo elemento: Perón. Hábilmente, se transforma en el intérprete de las necesidades de las grandes mayorías y construye el peronismo de “arriba hacia abajo”, desde el seno mismo del poder militar que ha dado el golpe de 1943, fundando un movimiento político que viene a reivindicar sus pretensiones de ascenso social. Sin embargo, Perón equivoca su diagnóstico sobre la posguerra e inspirado en el nacionalismo económico y en un vago antiimperialismo que ha ido cobrando fuerza desde la segunda presidencia de Yrigoyen (1928), cree que es el momento de estatizar la economía, forzar el crecimiento de la industria liviana y desarrollar el mercado interno por un acelerado proceso de redistribución del ingreso. Para ello, dispone de una cuantiosa acumulación de divisas. El experimento dura tres años, de 1946 a 1949, y es acompañado en la exaltación demagógica del líder por su esposa, Eva Perón. Obligado por su fracaso y por la mala asignación que ha hecho de los recursos, Perón modifica por completo el rumbo de su política económica al mismo tiempo que acentúa la persecución de sus adversarios, pero en la memoria del pueblo los años dorados de su primera presidencia nunca serán olvidados. Durante el trienio de euforia populista, Perón consolida la estructura de poder que será la columna vertebral de su movimiento: el sindicalismo. Habiendo cooptado las antiguas corrientes sindicales que existían en 1943, organiza una estructura sindical monopólica, donde sólo puede existir una única organización gremial por rama industrial o de servicios, según los dictados del corporativismo fascista.
Desde entonces, el sindicalismo ha sido el reaseguro permanente del poder peronista, el resguardo de su mitología y el mayor factor desestabilizador de los gobiernos no peronistas.
Nos resta analizar el cuarto elemento, que debemos cargar en la cuenta de la fortuna: los gobiernos peronistas, con la única excepción del menemismo -que no es aceptado como representante del movimiento-, siempre han contado con elevados términos de intercambio, es decir, con una ecuación muy favorable entre los precios internacionales de nuestros productos de exportación y los de los bienes importados.
Entre 1946 y 1949 se produce un pico histórico (superior incluso a los logrados en la época del granero del mundo, entre 1908 y 1914, cuando las inversiones superaron el 50% del PBI), que se derrumba a partir de 1955 y llega al punto más bajo de la serie histórica en 1957. El segundo hito más elevado se produce entre 1973 y 1975, para luego sufrir una abrupta caída en 1976. Se produce una recuperación menor entre 1979 y 1981, pero en 1987 vuelven a tocar su umbral mínimo; en el año 2000 sufren una nueva recaída. Finalmente, hace unas semanas se alcanzó el máximo nivel histórico, inserto en uno de los procesos más prolongados de términos de intercambio elevados de toda la historia argentina. La asociación entre peronismo y bonanza económica, nacida entre 1946 y 1949, es deudora en buena medida de este azar histórico.
La sumatoria de un líder demagógico y una doctrina nacionalista mal entendida; la disposición de enormes riquezas para llevar adelante una vertiginosa política de redistribución del ingreso, cuya aplicación dejó huellas indelebles en la memoria colectiva de los trabajadores; la organización de una estructura sindical monopólica para custodiar su mitología y hacer frente a los opositores, y el goce de términos de intercambio muy favorables en sus períodos de gobierno conforman la razón histórica de la vigencia omnipresente del peronismo.
La Argentina enfrentó la fase crucial de su proceso de modernización en la posguerra dominada por una visión del mundo profundamente errónea. Existía la posibilidad de una trayectoria histórica que fuera equilibrando el ascenso social de las mayorías con fundamentos más sólidos de economía política. La aparición de Perón significó abortar esa trayectoria posible y su reemplazo por una vía populista y cortoplacista, ejecutada con el fin de consolidar su poder, que produjo efectos de corto alcance en el bienestar de la población, pero sacrificó la consolidación de una trayectoria socioeconómica positiva a largo plazo.
Dar razón histórica del peronismo significa comenzar a desentrañar las causas que llevaron al país a desaprovechar el ciclo de mayor prosperidad de Occidente entre 1945 y 1973 (año en que estalló la crisis del petróleo) y comprender la prolongada decadencia que sufrimos a partir del Rodrigazo de 1975 y llega hasta nuestros días.
Una coda histórica: de acuerdo con este artículo, hoy existen todos los elementos que permiten explicar el triunfo del peronismo: el recuerdo de un líder fallecido (Kirchner) que favorece a la imagen de su esposa (una saga matrimonial que emula la del primer peronismo), la invariable presencia del poder sindical y términos de intercambio excepcionales.
Lo que también nos debería enseñar la historia es que esos elementos en manos del peronismo siempre terminan con la pérdida de oportunidades históricas únicas para consolidar un desarrollo duradero del país.
Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.
Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo. Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico. Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!
Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles. Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan. Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.
Pobres Alberdi y Sarmiento. Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria. Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.
Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.
¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar. El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.
Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.
El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias. Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.
Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.
¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país. ¿En serio? ¿Se puede ser tan caradura? Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?
También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio? “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.
Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos? Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.
Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.
Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.
El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.
(*) Rogelio López Guillemain
La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.
Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.
Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.
También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.
Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.
Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables y caminos nuevos para salir adelante.
Pienso que un camino de desarrollo es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.
Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo foco en nuestros recursos y liderar.
Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos el compromiso de crear un cambio duradero.
Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner. Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.
El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".
En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.
La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.
Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.
Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.
En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.
La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.
(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.