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La receta política del profesor Deutsch

JOSÉ ENRIQUE MIGUENS (*)

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Quiero relatar un acontecimiento personal que nos puede servir para orientarnos dentro del caos político en el que estamos envueltos. En octubre de 1971, la Universidad de Harvard me invitó a dar unas conferencias para profesores y graduados de las carreras de Sociología y de Gobierno sobre las curiosas características de la política argentina, que ya en esa época intrigaban al mundo académico.


En la última de ellas estaban presentes, entre otros que no recuerdo, los profesores Albert Hirshman, Samuel Huntington, Gino Germani y Karl Deutsch. Terminada la conferencia se produjo un interesante debate acerca de la inestabilidad crónica de la política argentina y el mal funcionamiento de su pretendida democracia, sus orígenes y sus posibles remedios. Cerró la discusión el profesor Karl Deutsch, uno de los cientistas políticos más prestigiosos de entonces, que con la modestia de los grandes dijo: “Yo no conozco bien la situación política argentina, pero por la información que tengo y la que nos mostró el profesor Miguens, opino que esa sociedad no podrá salir de su continuada decadencia política sin una profunda transformación moral y religiosa”. Todos nos quedamos asombrados por tal afirmación, sabiendo que Deutsch no era un hombre religioso y que, además, se caracterizaba por su riguroso cientificismo y por sus críticas a lo que él llama en sus libros “cruzadas morales”. No vimos en ese momento que el que hablaba era un técnico político, que nos estaba dando una solución política a un problema social concreto. Recién treinta y cinco años después, con la experiencia del agravamiento del proceso de decadencia de la política argentina, pude darme cuenta de que no habíamos interpretado debidamente la receta del profesor Deutsch para la Argentina, porque le habíamos dado un sentido obvio de prédica filosófico-moral unida a la orientación banal -tan difundida en nuestro país- de remitir la solución de nuestros problemas políticos a una utópica mejora educativa. Así pude entender el significado político de la innovadora receta de Deutsch y a qué se refería cuando hablaba de una profunda transformación moral y religiosa. Pude entenderlo debido a dos circunstancias posteriores: una lectura más completa de las publicaciones científicas del profesor Deutsch que me permitió precisar sus ideas políticas, y haber padecido existencialmente, junto con mis conciudadanos, las tristes consecuencias de la inmoralidad básica de la corrupción generalizada y la violencia entre hermanos que, con altibajos, corroen desde siempre la política en nuestra patológica sociedad, pero que se agravó en los últimos decenios. Deutsch, como la inmensa mayoría de los científicos sociales, parte de la base de que una sociedad no es un mero agregado de individuos -como erróneamente afirmaba Margaret Thatcher y creen nuestros “progresistas”-, sino que es una entidad viviente que puede corregirse y desarrollarse a sí misma, o bien puede destruirse como sociedad (self-destructive societies, las llama), como es el caso de la Argentina. Sería tedioso explicar todas las características de este tipo de sociedades autodestructivas y las condiciones que las llevan a hacerlo, pero hay una de tan especial relevancia en nuestra situación que no puedo dejar de comentarla. Se trata de la que Deutsch denomina “una condición patológica de falta de respeto por sí misma” que lleva a cualquier sociedad a su ruina. Esta se comprueba en el menosprecio que tiene por su historia, por sus próceres, sus tradiciones y hasta por su propio pueblo. En “The Nerves of Government”, afirma: “Ninguna persona, cultura, pueblo o Estado pueden perdurar sin respeto por sí mismos y sin poner un valor positivo en sus propias memorias y en su propio carácter”. Entonces, parece que es hora de que dejemos de apoyar a los sepultureros de nuestra historia, de nuestros próceres, nuestras tradiciones, nuestro pueblo y nuestra Patria, a los demoledores de nuestra sociedad, que la están llevando a su destrucción con nuestra indiferencia. Esta altanería despectiva de muchos intelectuales hacia los demás argentinos es una enfermedad moral que sobrestima la importancia de uno mismo y le falta el respeto y la consideración al otro, atentando contra la humildad que enseñan casi todas las religiones. También es políticamente inmoral la posición opuesta, mantener una actitud de beatería, una idolización de lo propio, porque, como dice Deutsch, nos “impide cualquier posibilidad de cambio y desarrollo ante el impacto de nuevas experiencias e información”. Que la gente se dé cuenta de esto es un inicio de solución política que llevará a una transformación moral de nuestra sociedad. En segundo término, me ayudó a entender la receta política del profesor Deutsch la experiencia de haber sufrido, junto con la inmensa mayoría de los argentinos en los últimos cincuenta años, las tristes consecuencias de la inmoralidad básica en la política, de las apetencias inmoderadas de poder y dominio sobre las personas y de los odios y persecuciones que llegaron hasta el asesinato entre hermanos, que han prostituido la política en la Argentina. Sir Isaiah Berlin, en un famoso prólogo al libro de Franco Venturi The Roots of Revolution, apuntó un concepto fundamental en la política de los pueblos. Sólo entienden cabalmente los conceptos políticos circulantes aquellos que han vivido las situaciones reales a las que éstos se refieren, y la gente sólo se rebela contra algo si lo ha padecido. LO DEMÁS ES RETÓRICA. Puedo equivocarme, pero creo que en estos últimos tiempos hemos llegado como sociedad, expresada por sus dirigentes alentados por la indiferencia de la mayoría de la población, a un grado intolerable de bajeza moral en nuestros hábitos políticos. Entre otros síntomas, esto se ve hoy en el menosprecio y descalificación a los que piensan diferente, el avasallamiento de la dignidad de los pobres, subordinar toda consideración moral a la finalidad de ganar elecciones, el sometimiento servil de muchos políticos por razones venales, adoptar decisiones arbitrarias a favor de compinches y proferir declaraciones denigratorias que llevan a la violencia y a la sectarización entre los argentinos. Cada vez más gente se está dando cuenta de que así no podemos seguir, porque se está demoliendo nuestra convivencia social. La sociología de los movimientos sociales nos enseña que cuando la corrupción, la violencia, la injusticia y la arbitrariedad de los irresponsables llegan a un cierto punto la gente se apercibe de la gravedad de la situación, porque se produce lo que se llama un “aprendizaje social” sin que sea necesario enseñarlo. Ocurre, entonces, un corte abrupto en las cuestiones políticas que los preocupa. Dejan de primar los intereses sectoriales y el grueso de los ciudadanos se unifica para exigir un cambio moral en la política. Incluso dejan de interesarse por cuestiones de interés general, tales como el aumento del PBI, el principio de la división de los poderes o la reforma de las instituciones, y se movilizan para terminar con la prepotencia y el avasallamiento, la arbitrariedad en las decisiones y la corrupción de los gobernantes. Llega un momento histórico en que los pueblos ven que se toca fondo en el proceso de decadencia y de autodestrucción y quieren emprender una profunda transformación moral, un cambio radical en los modos políticos vigentes. Aparecen entonces los líderes naturales, que saben recoger estas inquietudes profundas de los pueblos y levantar nuevas consignas constructivas que hacen a la paz, la solidaridad, el respeto mutuo, la cohesión, la unidad nacional, la dignidad y la justicia, para reconstruir entre todos una nación que deje de ser factoría de bajos intereses parasitarios enfrentados. Son todos objetivos morales de reconstrucción de la política, que se llevan adelante políticamente. Entre nosotros, están apareciendo emergentes sociales que no captan las encuestas usuales y que van en este sentido, como la elección de Misiones, fruto de un trabajo de cuatro años de concientización cívica; con antecedentes en las “marchas del silencio” de Catamarca, de Santiago del Estero y de San Luis, que triunfaron contra maniobras siniestras de sus gobiernos; en las marchas y manifestaciones en todo el país de padres y madres para exigir justicia; los casos de poblaciones que expulsaron a intendentes coimeros y jueces venales, y los levantamientos ruralistas que fueron surgiendo espontáneamente en todas las zonas productivas, reivindicando su dignidad ante la discriminación y el maltrato. No son reclamos económicos ni ideológicos, sino movimientos sociales inspirados en los principios de las principales religiones, exigiendo políticamente una transformación moral de nuestro sistema político. Parece que nuestra sociedad civil está comenzando a seguir el buen camino que marcaba para nuestra Argentina, como única salida, la receta política del profesor Deutsch. (*) Recibido por Corrientes al Día desde el Diario la Nación

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Opinión

Cuando el mérito no importa

OPINIÓN (*)

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Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.


Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo.  Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico.  Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!

 

Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles.  Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan.  Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.

 

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Pobres Alberdi y Sarmiento.  Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria.  Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.

 

Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.

 

¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar.  El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.

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Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.

 

El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias.  Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.

 

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Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.

 

¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país.  ¿En serio?  ¿Se puede ser tan caradura?  Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?

 

También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio?  “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.

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Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos?  Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.

 

Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.

 

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Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.   

 

El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.

(*)  Rogelio López Guillemain

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Opinión

Reconvertir proyectos e innovar

POR MARIA EUGENIA MANCINI

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La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.


Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.

 

Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.

 

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También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.

Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.

 

Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables  y caminos nuevos para salir adelante.

 

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Pienso que un camino de desarrollo  es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.

 

Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo  foco en nuestros recursos y liderar.

 

Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos  el compromiso de crear un cambio duradero.

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Opinión

La “borocotización” de Alberto

(*) OPINIÓN

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Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner.  Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.


El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".

 

En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.

 

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La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo  a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.

 

Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.

 

Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.

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En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.

 

La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.

 

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(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.

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