Andrea Frigerio promedia una exitosa temporada en Mar del Plata y a los 43 años la comparan con chicas de 20. Posee los rasgos propios de la femineidad. Andrea Frigerio (43) es la definición misma de la cualidad de lo femenino y según ella eso tiene su lógica. “Soy la mayor de cuatro hermanas mujeres.

Nací y crecí en un universo muy femenino. Recuerdo que de chica me sentía muy seducida por mi mamá. Miraba la manera en que movía las manos, cómo hablaba y cómo fumaba. La veía como supongo ahora me ve Fini (7), mi hija a mí”, dice la actriz mientras su actual universo femenino se pone en marcha para hacer la producción fotográfica. Desde mediados de diciembre está instalada en Mar del Plata. Encabeza la obra Taxi 1, la más taquillera del verano, y empezó a grabar el segundo año de la tira Los Roldán. Pero antes de eso, peluquero, maquilladora y asistente de vestuario aúnan esfuerzos para lograr lo imposible: ponerla más linda de lo que es a cara lavada. Con frescura, vitalidad y gran profesionalismo, Andrea comienza a trabajar para hacer las fotos. Llega a la cita puntualmente acompañada por su marido Lucas Bocchino (38) y su hija que ha decidido sacar a pasear su colección de Barbies. No tiene pedidos extraños ni salidas de diva. En medio de este despliegue femenino comienza la entrevista. —A los 40 años es considerada como una de las mujeres más lindas del país ¿Cómo se siente con respecto a eso? —No cuentes que tengo puestos ruleros y estoy en bata porque si eso que decís es verdad voy a defraudar a mucha gente (se ríe). La verdad es que todo me parece un juego. —Pero gracias a mujeres como usted o Demi More la belleza ya no es sinónimo de juventud. —Pienso que la juventud está asociada con la belleza. Me parece que hay chicas que por ahí no son tan lindas, pero la frescura de su juventud logra atraer en sí misma. La juventud es bella, pero tal vez la verdadera belleza perdura en el tiempo y a medida que una mujer madura se remarca más, se acentúa. A mí me gusta pensar que a los 40 años uno tiene la cara y el cuerpo que se merece. Si tenés una vida bien llevada en lo físico y mentalmente equilibrada, tu cuerpo y tu rostro acompañan al tiempo de buena gana. —¿Se siente más sexy que a los 20 años? —Primero deberíamos definir qué se entiende por sexy. Tengo una cuestión con la seducción que tiene que ver con la herencia de mi familia. Mi mamá es una mujer muy seductora y siempre me fascinó esa cosa tan femenina que tiene. Me parece que soy muy femenina, a lo mejor copiado de mi mamá. No lo sé, pero vino conmigo. —¿La experiencia sirve para usar mejor la seducción? —No uso la seducción, me sale. No es que me digo a éste lo voy a matar, lo voy a mirar de tal manera y le voy a decir tal cosa. No es algo premeditado. Por ahí la experiencia hace que uno se cuide más, que no sea tan ingenuo. Creo que la seducción tiene que ver con lo adquirido en la infancia. —También aporta tener un buen físico, ¿se cuida con las comidas? —No. Cuando estoy en Buenos Aires soy más ordenada con las comidas pero acá me cuesta mucho cuidarme. Después del teatro siempre vamos a comer afuera. A nosotros nos encanta comer rico y probar. Acá en Mar del Plata la propuesta es variada, igual no engordé. Lo que yo trato de hacer con mi cuerpo primero es escucharlo. —¿Cómo vive la llegada de Araceli González a Los Roldán? —Me parece que está buenísimo porque da como más tensión. Las tiras son interesantes cuando hay conflicto. Como en la vida, cuando a la vecina le sale todo bien no le prestás atención. Ahora si le pasa algo lo querés saber. —¿Ella llega para competir con usted por el amor de Tito Roldán? —Sé que ella viene por tres meses y yo entro al mes. En ese mes ella me gana terreno con Tito. Yo llego con el hijo de Roldán y mío y bueno vamos a ver qué pasa. Yoly me parece que se va a poner de mi lado. —¿No compite con otras mujeres? —La gente es competitiva, somos competitivos, es como una parte de la condición humana. —¿Qué mira en otras representantes del sexo femenino? —Vengo de un universo muy femenino, nosotras somos cuatro hermanas y yo soy la mayor. No vivo una competencia con las mujeres, lo femenino lo vivo como un club. Esa cosa de ayudar, de prestarse cosas y consultar qué tal me queda este vestido. —¿No envidia nada de otras? —No, para nada. La verdad es que como vengo de una familia con muchas mujeres no. Me parece que la envidia tiene que ver con las inseguridades, yo tengo inseguridades pero no en ese sentido. No me fijo en si otra mujer me parece más linda o más fea. —¿Le tiene miedo al paso del tiempo? —Si lo dejo pasar sin sacarle el jugo, sí. Le tengo miedo si no la paso bien, no estoy apasionada con el trabajo o me abandono. Ahí sí no me gustaría que pase el tiempo. Quiero vivir todo con intensidad. Me parece que está bueno que el tiempo pase. Obviamente la vida es como una vuelta en calesita, uno no quiere que termine nunca. —¿Tiempo para qué quiere? —A mí me gusta esto que me está pasando. Me gustaría seguir con mi carrera, hacer cine. Quiero tiempo para viajar por el mundo, me encanta viajar. Después tengo sueños chiquitos míos, que tiene que ver con mi familia. Ver crecer a mi hija o verlo a Tomi (22) que se está por recibir, estudia Ciencias Políticas. Lo veo tan inteligente y tan profundo y quiero ver cómo se dispara su vida. —¿Siempre supo que iba a ser actriz? —No, renegué mucho de ser actriz. Empecé a trabajar como modelo y a los tres años comencé a trabajar en televisión como conductora. La verdad es que no trabajé mucho sólo como modelo, hacía las dos cosas simultáneamente. Yo di el salto en la televisión, no arriba de la pasarela. Siento que mi medio es la televisión, me manejo como un pez en el agua. Hice radio, conducción y mucha gente desde muy chica me decía ‘vos tenés que ser actriz’. Me resistí durante mucho tiempo a pesar de que había gente que me lo decía muy seriamente —¿Finalmente por qué decidió convertirse en actriz? —No sé porque me costó tanto. El otro día leía una nota que le hicieron al premio Nobel de literatura José Saramago y lo que me pareció más interesante es que hasta casi los 60 años él no descubrió su vocación. Empezó su carrera “laboral” como cerrajero. Podría haber sido cerrajero toda su vida y sin embargo se dejó llevar por un impulso interno o de Dios. Se dejó llevar de la mano de su vocación y la encontró y encontró la felicidad. Lejos estoy yo de compararme con Saramago, no quiero ni por las tapas que parezca una comparación. Lo que quiero decir es que en la vida uno se tiene que aflojar y dejarse invitar por esta gran fiesta que es vivir. Animarse a recorrer distintos caminos sin prejuicios. Yo lo aprendí no hace mucho, te diría que de diez años a esta parte. —¿Y así encontró su vocación? —Sí, creo que mi vocación es ésa, dejarme invitar por la vida y después sentarme a elegir. Las elecciones no las tomo sola, sino con mi familia. Primero lo pienso yo, después lo comento y si mi marido está de acuerdo, si mis hijos tienen ganas… Por ejemplo, esto me ocurrió cuando tuvimos que ver si veníamos a Mar del Plata. La propuesta me interesó mucho, Taxi es una obra que es una gran comedia, que está muy bien escrita. El elenco era inmejorable. Un domingo nos sentamos en mi casa a hablar de esta posibilidad de venirnos cuatro meses a Mar del Plata con todo lo que eso significa. Dejar de ir a otro lado, que la mamá trabaje en el verano después de haber trabajado cuatro años sin parar todos los veranos y todos los inviernos. Que Tomi tenga que ir y venir. Fue toda una desición. Porque yo soy la mamá. Por ahí para un hombre que trabaja es más fácil, pero la mamá se ocupa de otras cosas. La mamá se ocupa del supermercado, de que la casa esté en orden, de que los chicos se diviertan y no se aburran. Yo soy una persona que tiene determinado estilo de vida y no cualquier hombre podría estar conmigo. Y el hombre que está conmigo que es Lucas, se adaptó y mis hijos también pero este es un pacto que renovamos contínuamente. —¿Cómo está viviendo su familia esta etapa de su carrera? —Primero dentro de mi casa yo no tengo 35 puntos de rating, no soy la tapa del frasco. El podio número uno lo tienen Josefina y Tomás. Después lo que pasa afuera de mi casa es fuerte. Salir todas las noches del teatro y que la gente esté ahí esperando es muy lindo. Siempre trabajé para que a la gente le guste lo que hago. Josefina se pone muy celosa sobre todo cuando las chicas de su edad me piden fotos o autógrafos. Viene, me da muchos besos y yo le tengo que decir que la quiero mucho y que es mi preferida. —¿Y Tomás cómo lo maneja? —Tomi convivió con eso durante toda su vida, sus amigos de toda la vida me vieron crecer en esta carrera desde el día uno. Empecé a trabajar cuando él tenía un año. Desde el comienzo y hasta hace poco me cuidé mucho por él. Porque es varón y cuidé que no sintiera vergüenza de que me viera en ropa interior. Ahora que es más grande me relajé porque él ya entiende el juego. Puedo hacer una foto sexy, pero siempre con un límite. Nunca hice cosas demasiado jugadas por mí, pero también por él. Me lo imaginaba a Tomi paseando con sus amigos y yo en un afiche o una revista en bombacha y corpiño. —¿Es una presión mantener el rating que tuvo Los Roldán el último año? —No. Sé que vivimos en mundo exitista. A mí eso de ver todo en términos de éxito y fracaso, me aburre muchísimo. Me parece que ser exitista te conduce indefectiblemente a un pensamiento lineal que termina en el aburrimiento. Sólo jugar para ganar te termina aburriendo. En mi caso particular lo que más me entusiasma es lo más chiquito, que es poder encontrar ciertos matices en el personaje, que tenga un desafío conmigo misma. Esta profesión es muy impactante y te da la posibilidad de vivir o entender la vida de otras personas. Para mí esto recién empieza. Estoy como una nena en una juguetería y recién voy por la entrada. Quiero ver todo y jugar con todo. Eso me provoca una gran felicidad. Por Laura Vigo (desde Mar del Plata) – Fotos: M. DE