Opinión
Las cosas por su nombre
ALBERTO MEDINA MENDEZ (*)
El desgastado debate sobre el pasado acosa cíclicamente a nuestra nación. Esto nos hace vivir como si permanentemente apeláramos al espejo retrovisor. Lo cierto es que estas históricas heridas no cicatrizan tan fácilmente. Aun perduran generaciones que tuvieron estrecha vinculación con la época. Ellos lo vivieron desde el protagonismo mismo de los hechos.
Determinados hitos puntuales, reeditan este tema en forma recurrente. Alguna contemporánea causa judicial, una fecha evocativa, alguna declaración altisonante, en definitiva, cuestiones cotidianas que nos recuerdan el horror de esos años. Es difícil comulgar con los que creen que ignorando el asunto se pueden borrar las heridas. Mucho más complejo aun, es creer que lograremos superar lo sucedido con meras expresiones voluntaristas que solo aspiran a “lavar culpas” y diluir las responsabilidades de quienes fueron parte interesada y activa de esos tiempos. Responsables existieron. No se trata a estas alturas de héroes o villanos, de buenos o malos, de jóvenes idealistas o de quienes pretenden habernos liberado de la subversión. Esa versión caricaturesca, solo deforma la realidad, minimiza lo sucedido, pretendiendo disfrazar de gesta lo que debe calificarse como un atroz error histórico. Es una página que debemos dar vuelta, pero no para olvidarla, sino para hacer el necesario duelo, reconociendo lo que paso, profundizando nuestros conocimientos sobre lo vivido, y fundamentalmente haciendo que se hagan cargo de sus errores quienes inequívocamente lo cometieron. Es importante intentar comprender que nos sucedió como sociedad, para que hayamos transitado semejantes y desproporcionados actos contra la vida. Ya no se trata del debate judicial, plagado de recursos y tecnicismos. Vivimos en un país que transcurre su existencia evitando llamar a las cosas por su nombre. Pretendemos ser lo que no somos y disimular lo malo cubriendo los hechos de un sinfín de argumentaciones justificatorias que pretenden atenuar las decisiones del pasado. No es así como se sale. Se supera, reconociendo el asunto y para eso es preciso poder contar los hechos tal cual sucedieron, sin eufemismos. Los recursos literarios y las licencias poéticas no pueden ser la forma de justificar las atrocidades cometidas por unos y otros. Por eso cuando escuchamos en estos días, frases hechas, lugares comunes repetidos hasta el cansancio nos cuesta entender semejante hipocresía. Bastardear palabras como libertad, patria, nación, lucha y tantas otras, para utilizarlas deliberadamente, intentando que estas brinden un “paraguas intelectual” a las ideologías de la muerte, es solo una perversión de los que se creen dueños de la vida. Disponer de la vida humana como propia, decidir por los demás definiendo sus destinos por el mero hecho de pensar diferente, no puede ser jamás la explicación racional que haya permitido apropiarse de la vida ajena. Cuando nos pretenden contar que existieron bandos, y que ambos lucharon por un país mejor, por liberarnos de la opresión, por devolvernos la libertad y ofrecernos una nación llena de oportunidades, realmente llegamos a la conclusión de que evidentemente tenemos una cuestión semántica por resolver. Es difícil aceptar que se pueda luchar por la libertad colocando bombas, secuestrando, violando, torturando y matando. Vivir en la clandestinidad, armados hasta los dientes, financiados por oscuros intereses, abusando de los recursos económicos obtenidos con el trabajo de otros, apropiándose de bienes materiales para alimentar la máquina de matar, despojando a familias completas, quitándoles sus padres a los hijos y los hijos a los padres, no parece ser la forma de liberarnos de ninguna opresión. Matar por una supuesta causa superior, arrojando cadáveres desde los aviones o desapareciendo conciudadanos, asesinando en un campo de concentración también clandestino o con atentados salvajes y violentos, quemando vehículos en las calles, o rompiendo vidrieras de negocios, no puede ser nunca el camino para lograr un país mejor. Ser un militante político o tener un uniforme no son razones suficientes para que en si mismas otorguen licencia para matar. Por eso cuando hoy leemos a los recitadores del horror, esos que pretenden escudarse detrás de sus ampulosos discursos de libertad, hablando del pueblo, de la patria y la nación, no debemos olvidar que son solo palabras, porque en el fondo son solo militantes de la muerte. Se trata de seres humanos que desprecian la vida humana, que creen que pueden decidir por los demás, adjudicándose derechos que nadie les concedió. Se han autodesignado liberadores de la nación cuando en realidad son solo seres arrogantes, que se suponen iluminados por algún ser superior que los eligió para esa causa que persiguen. NUNCA se podrá justificar la muerte humana como camino para llegar a la libertad. Las muertes no pueden ser el modo. Hay que aprender a cuidarse de los fundamentalistas del terror. Son grandes manipuladores de la palabra. Seducen con apasionados discursos plagados de buenas intenciones, pero solo transportan resentimiento y sus manos están habidas de sangre. Utilizan a la democracia y sus instituciones pero en su país soñado solo existen dictaduras. Viven camuflados detrás del sistema que los ampara, un sistema que si ellos hubieran triunfado, tantos unos como otros, no existiría, porque la tolerancia para ellos no es un valor. Su desprecio por la vida humana es mas fuerte que ellos. Forma parte de su esencia. Se declaman comprensivos en público, pero en privado se los escucha con discursos plagados de odio, xenofobia, racismo y discriminación. No quieren en realidad el progreso de su pueblo. No les interesa el resultado de la supuesta causa que defienden. Les seduce la perversidad del camino del combate que suponen les aporta una dignidad que tampoco se han ganado. Hay que cuidarse de ellos. A esos hay que decirles, que los cambios se consiguen aportando verdad, construyendo argumentos, consiguiendo adhesión a las ideas. Cualquier otro camino que implique terror, muerte y destrucción no puede ser ni digno, ni revolucionario. La revolución es lograr los cambios con convicción, con armonía y dentro del marco del respeto. Al menos lo es para quienes creemos en una nación civilizada. El hombre primitivo se imponía por la fuerza. El desarrollo de la especie humana nos ha llevado a madurar hacia el dialogo, el entendimiento, la tolerancia y el respeto. Volver a conductas tribales nos acerca al costado más patético del origen de nuestra existencia. Las reglas de la jungla, la ley del más fuerte, supone un estado anterior al del desarrollo racional de la humanidad y nos retrotrae a nuestro pasado más instintivo. Es tiempo de llamar a las cosas por su nombre. Aquellos protagonistas de esos años, solo fueron guerrilleros, terroristas, asesinos uniformados y de los otros, ladrones y saqueadores, en fin, delincuentes comunes con pretensiones de héroes. Eran iguales. En ambos bandos. El resto, lo místico, la idealización de sus objetivos y su lucha, es solo una retorcida construcción intelectual que, de un lado y de otro, intenta justificar el pasado de personas profundamente equivocadas, que creyeron ser los dueños de la vida ajena. Muchos terminaron pagando sus errores con la propia, otros con vejaciones, privaciones y el escarnio publico. Los ideales NO se imponen. Se comunican, se difunden y son voluntariamente comprendidos (o no) por otros que se suman, expresamente, a la causa. Nadie puede ofenderse porque otros piensen diferente. Una democracia se construye sobre la base del respeto al pensamiento ajeno, a la divergencia, al disenso. Cualquier forma de imposición salvaje apoyada sobre la cobardía que alimentan la pólvora, las armas, la muerte y la destrucción no puede ser el camino. No se trata ahora de comunistas o fascistas. Es bastante más simple. Fueron y serán solo fundamentalistas del terror, meros pregoneros de la muerte, que parten del grosero error de creerse dueños de la vida ajena. Es tiempo de llamar a las cosas por su nombre. (*) Recibido por Corrientes al Día de Alberto Medina Méndez, amedinamendez@gmail.com. 03783 – 15602694. Corrientes – Corrientes – Argentina
Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.
Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo. Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico. Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!
Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles. Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan. Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.
Pobres Alberdi y Sarmiento. Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria. Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.
Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.
¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar. El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.
Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.
El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias. Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.
Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.
¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país. ¿En serio? ¿Se puede ser tan caradura? Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?
También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio? “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.
Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos? Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.
Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.
Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.
El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.
(*) Rogelio López Guillemain
La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.
Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.
Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.
También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.
Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.
Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables y caminos nuevos para salir adelante.
Pienso que un camino de desarrollo es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.
Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo foco en nuestros recursos y liderar.
Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos el compromiso de crear un cambio duradero.
Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner. Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.
El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".
En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.
La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.
Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.
Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.
En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.
La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.
(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.