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Lo que se puede esperar

OBAMA (*)

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El nuevo Presidente de los EEUU ya está en funciones. Atraviesa el ritual de la “luna de miel” con sus votantes. Son sus primeros días al frente del país más poderoso del planeta. Casi cualquier líder que triunfa en un proceso electoral con claridad y siendo del signo contrario al partido que gobernó en periodos anteriores, arranca con idéntico entusiasmo popular que lo suele acompañar durante unas cuantas semanas.


No es un Presidente más. No se trata simplemente de otro caso. Muchos depositan desproporcionadas esperanzas en este nuevo líder mundial. Las expectativas están a la orden del día. Tal vez sea buena idea revisar sobre que cuestiones resulta razonable proyectarse positivamente y sobre cuales otras no. Un exceso de optimismo es el clima que se vive tanto en EEUU como en buena parte del mundo. Es que por momentos sorprende los niveles de popularidad de este hombre no solo en su Nación, sino también en otros países, incluyendo a muchos de demostrada militancia antinorteamericana. Es que los números, como bien señala el periodista Andres Oppenheimer, muestran que la popularidad de este nuevo Presidente estadounidense supera incluso a la de muchos de los circunstanciales líderes latinos dentro de sus propias fronteras. Es tiempo de recuperar la serenidad y evitar dejarse llevar por cierta fantasía muy propia de la “luna de miel”. Ilusionarse es humano, pero depositar expectativas fuera de la realidad solo nos llevará a confrontarnos luego con la realidad, cayendo en el desalentador proceso de la desilusión y sus inevitables consecuencias. Es importante visualizar claramente dos planos bien distintos. Por un lado el estrictamente político y por el otro el siempre determinante que propone la economía. En lo político, se trata de un hombre con convicciones y con una clara determinación para intentar cambiar el curso de la historia. Sobre todo acerca de las “formas” de hacer las cosas. Parece tratarse de un trasgresor, de alguien capaz de proponer nuevas maneras de hacer política. Una campaña casi impecable, un superador modo de comunicarse, inteligente, con un discurso moderno, contemporizador, plagado de ejemplos que muestran que no solo es retórica sino que lo empieza a plasmar en acciones. Barack Obama tiene las condiciones para cambiar la política mundial. Puede lograr que la sociedad norteamericana y la del resto de las naciones, recuperen el respeto por quienes han decidido dedicarse a la política. Expresa la justa combinación de determinación y humildad. Designar a su principal rival de las primarias de su partido, como una de sus principales colaboradoras, lo pinta de cuerpo entero. Un hombre seguro de si mismo, determinado, con suficientes convicciones como para no caer en la trampa de rodearse de mediocres. Dispuesto a desafiar a quienes le recomendaron alejar al matrimonio Clinton del poder. Una secuencia de medidas tomadas desde el inicio del ejercicio de su flamante cargo, se enfocaron en lograr más transparencia en la agenda de la Casablanca. Rompió con el protocolo, con los viejos hábitos y la tradición del gobierno. Avanzó en dar el ejemplo. Empezó por modificar algunos de sus propios privilegios. Recortar las facultades de su cargo no es un gesto de todos los días, destacándose justamente por lo infrecuente. Los líderes del mundo que con tanta facilidad lo vienen elogiando pueden terminar cayendo en sus propias trampas, cuando probablemente se vean obligados, desde lo moral, a imitar a este Presidente al que tanto elogian. Obama puede revolucionar la política mundial. Si profundiza su discurso llegando hasta el fondo con las reformas que anunció, este hombre será recordado por su capacidad para devolverle a la política algo de la confianza perdida a lo largo de tantas décadas. La contracara de todo este despliegue en las formas de la política tiene que ver con su mirada sobre la economía. No está planteando nada nuevo. Ni siquiera se ha desajustado en relación a lo que venían haciendo los últimos mandatarios, no solo frente a la crisis sino respecto del manejo de la economía local durante décadas. EEUU se ha venido alejando gradualmente de su alineamiento con el mercado desde hace muchos años. Demasiados quizás. Lo ha hecho progresivamente. Su compulsión por manipular la moneda, su obsesión por regular las tasas e interferir en diferentes mercados, tiene múltiples antecedentes. Republicanos y demócratas se han sucedido, cada tanto, alternativamente en el poder. Ambos han avanzando en esta idea de darle al Estado un excesivo protagonismo en la vida económica de sus ciudadanos. Obama no solo comparte esa visión, sino que ante la crisis financiera los americanos han coincidido fuertemente desde la política, respecto de cómo enfrentarla. La receta ha sido MÁS intervención y una mayor intromisión en los mercados. El resultado es predecible. Solo logrará aplazar la recuperación. Pero sus consecuencias no serán solo temporales. Dejará un legado moral cuestionable, estableciendo una nueva pauta moral que solo premiará a los ineficientes y castigará a aquellos que actuaron con prudencia y responsabilidad. En esta crisis en que toda la clase política critica duramente a los que participaron de decisiones irresponsables desde el sector privado, los han terminado premiando con un “rescate inmoral”. El mensaje de la política es perverso en este caso. Los que se comportaron de manera inadecuada recibirán “el premio” de que un Estado poderosísimo salga a resguardar los intereses que sus mismos propietarios decidieron poner en riesgo. Para ello, esquilmarán a quienes tuvieron la prudencia, la sensatez de hacer las cosas del modo correcto. Igualmente, pese a su sentido común, terminarán pagando la fiesta de los negligentes. Vaya lección para el mundo. Obama puede cambiar la historia de la política mundial. Puede constituirse en la bisagra que tanto esperamos y que tanta esperanza puede traer a quienes creen que la política es la forma más eficiente de transformar la realidad. En lo económico será más de lo mismo. Y hasta puede agravar el recorrido ya conocido. Se trata de otro exponente más del renovado intervencionismo económico norteamericano. Lamentablemente este hombre se ha rodeado de especialistas que comulgan con las más tradicionales recetas keynesianas. Y está dispuesto a aplicarlas. Es penoso ver como EEUU ha importado “teorías económicas” destructivas. EEUU no ha podido escapar a la regla. Esa visión gobierna el mundo hace mucho tiempo y viene perfeccionando la manera en la que los Estados crecen irresponsablemente, acumulan poder, concentran dinero, decisiones y nuevas funciones. Para ello le quitan cada vez más recursos a los que los generan, a los que producen, para apropiarse de ellos bajo el falaz discurso de favorecer a todos. Tal vez Obama pase a la historia como el hombre que fue capaz de transformar la política. En ese aspecto, bienvenida su llegada al poder. En lo económico, solo podemos esperar más de lo mismo. Y eso no da lugar para esperanzar a nadie. (*) Recibido por Corrientes al Día de Alberto Medina Méndez. E Mail: amedinamendez@gmail.com. Corrientes – Corrientes – Argentina

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Cuando el mérito no importa

OPINIÓN (*)

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Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.


Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo.  Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico.  Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!

 

Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles.  Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan.  Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.

 

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Pobres Alberdi y Sarmiento.  Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria.  Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.

 

Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.

 

¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar.  El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.

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Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.

 

El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias.  Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.

 

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Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.

 

¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país.  ¿En serio?  ¿Se puede ser tan caradura?  Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?

 

También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio?  “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.

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Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos?  Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.

 

Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.

 

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Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.   

 

El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.

(*)  Rogelio López Guillemain

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Opinión

Reconvertir proyectos e innovar

POR MARIA EUGENIA MANCINI

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La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.


Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.

 

Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.

 

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También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.

Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.

 

Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables  y caminos nuevos para salir adelante.

 

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Pienso que un camino de desarrollo  es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.

 

Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo  foco en nuestros recursos y liderar.

 

Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos  el compromiso de crear un cambio duradero.

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Opinión

La “borocotización” de Alberto

(*) OPINIÓN

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Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner.  Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.


El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".

 

En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.

 

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La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo  a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.

 

Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.

 

Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.

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En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.

 

La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.

 

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(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.

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