Argentina se acordó de ganar cuando perdía. Tocalli puso a Messi y Lavezzi y, con actitud, se quedó con el clásico y mejoró la imagen.

Así, Argentina. Así te queríamos ver. Fueron los últimos 35 minutos, poquitos, casi como una ráfaga, pero peor es nada, ¿no? Con huevos y también con fútbol y atrevimiento, nunca bajando los brazos, el equipo dio vuelta un partido que pintaba feo. Y todo tiene mayor valor al saber que enfrente estaba nada menos que Brasil. Por eso el triunfo es especial, se disfruta el doble y se grita fuerte. El campeón del torneo fue Colombia, es cierto, pero esta Selección Sub 20 ganó, en el sudamericano, el partido que todos siempre quieren ganar. En esta ocasión, además de gozar al clásico rival, sirvió para terminar invicto, con la valla menos vencida, y para dedicárselo con todo cariño a Hugo Tocalli, en su despedida como DT de las selecciones juveniles. SONÓ EL DESPERTADOR Parecía que no habría reacción tras ese lindo gol de Evandro (definición exquisita, picándosela a Ustari), que le ponía algo de justicia al partido. La sospecha estaba fundamentada en lo que había pasado hasta ese momento: Argentina había mostrado su peor versión y era superado por un Brasil que al menos iba al frente. La imagen, queda claro, no daba para ilusionarse ni un poco. Había mucha marca atrás con Garay como abanderado, mucha hacha y tiza en el medio con el liderazgo de Zabaleta y Torres, pero casi nula creatividad arriba. El planteo inicial, un 3-4-2-1, ya olía a cauteloso. Y así fue. Para inquietar a Brasil, el equipo dependía de alguna genialidad de Barrientos, de alguna corrida de Neri Cardozo o de alguna patriada de Peirone. Demasiado poco. Por eso, durante el primer tiempo, la pelota anduvo por los pies de los volantes y delanteros brasileños, especialmente de Rafael Sobis, quien complicó con su habilidad. Así y todo, Argentina igual no se la hizo tan fácil. Así que los brasileños terminaron llenando el área de centros para hacer lucir a un muy seguro Ustari, uno de los puntos más altos que tuvo el equipo a lo largo de todo el torneo. Pero las sospechas de resignación y las ganas de apagar la tele o irse de la cancha tras el 0-1 se fueron al tacho. Con la mojada de oreja, Tocalli metió dos cambios ofensivos. El equipo se adelantó en la cancha, modificó la actitud y en eso influyó mucho la entrada de Lavezzi (por Fórmica) y la de Messi (por Cardozo). Ahí apareció la Argentina protagonista, que ataca, que busca los espacios, que genera los huecos, que mete como si estuviera jugando un clásico y que transpira la camiseta. La defensa de Brasil no pudo ni supo aguantar el aluvión argentino. En su primera aparición, Lavezzi demostró su desfachatez y casi convierte. También lo tuvo Peirone. Y Garay pegó un tiro libre en el palo. El empate se veía venir. No hubo tiempo de pensar que Zabaleta, símbolo y caudillo del equipo, puso la cabeza para el 1-1. El partido estaba a pedir de Argentina. Y una corajeada de Garay, otra pieza clave, se tradujo en un pase-gol de Barrientos para la definición, de primera, de ese pichón de crack que es Messi. En los últimos minutos hubo que aguantar el resultado. Pero nadie se colgó del travesaño sino que se trató de defender lejos del arco. Hubo actitud ganadora, como si el gol de Brasil hubiera despertado a todos, incluido a Tocalli, después de una larga siesta que había empezado en el partido con Colombia. Dio la sensación, en el choque con el campeón, que al equipo le faltó animarse a más. Con Brasil, tardepero seguro, apareció la Argentina que todos queremos. No hubo vuelta olímpica aunque el festejo del plantel en el vestuario fue similar al de un campeón. El título no importa. Holanda, allá vamos. Ojalá que bien despiertos. (Fuente: Diario Deportivo Olé)