Opinión
Los niños son imprescindibles para la democracia
INFORME ESPECIAL
El 21 de Octubre de 1919, se promulgó la ley 10903 de Patronato de Menores, aboliéndose durante 85 años la consideración básica de igualdad ante la ley de generaciones enteras de niños y niñas en la República Argentina. Contrariando a la Constitución Nacional, la afrenta omnipotente de esa ley menor, excluyó a una parte de los habitantes del territorio de la nación fuera de la comunidad política, lugar donde los sujetos son portadores de derecho. Estas legislaciones desprecian la Condición Humana de la infancia y colisionan contra los principios constitutivos y legitimadores del Estado Democrático de derecho.
Afirmamos con García Méndez que “Nunca está de más recordar, que igual que en la relación de los hombres con las mujeres, las peores atrocidades los adultos contra los niños, siempre las han cometido mucho más en nombre del amor, la piedad y la compasión, antes que en nombre de la propia represión”. Sostenidos en esas formulaciones es que, en esta fecha, apelamos a la palabra para convocar a la reflexión a la comunidad y exhortar a nuestros representantes a la urgente derogación de dicha ley y sus correlativas en el orden penal: la 22278 y 22.803, con las que se expresa y sostiene un ideario respecto de la infancia que desconoce y anula la condición ciudadana de los niños y niñas habitantes de nuestro país, obstaculizando con gravedad el incentivo por la conformación de subjetividades democráticas y pluralistas. Esto es, al ser dividido el imaginario infancia en “el niño” por un lado, y “el menor” por otro, las prácticas que se derraman a través de las instituciones agentes del Estado Nación, responden a ese postulado básico. El aval y la legitimación brindada por el Estado Nacional a la libre circulación de esas legislaciones, afectan de modo profundo tanto la esencia del régimen democrático e institucional del Estado de derecho, como así también la promoción de pensamientos, sentires y saberes democráticos. La sociedad toda se ve impregnada por los efectos de las palabras sostenidas en dichas legislaciones y las representaciones que se instauran a partir de allí, son consecuentes con ese escenario escindido. De esta manera, no sólo se divide el imaginario infancia, sino que se divide el discurso Estatal Nacional: por un lado – desde el dispositivo pedagógico escolar – se pretende inscribir al niño en el orden de la ética de la igualdad y por otro – en los procedimientos que sobre la infancia se realizan – se graba la desigualdad de unos en relación a otros. A “los niños” se los educa, a “los menores” se los reeduca, a “los niños” se los incluye; a “los menores” se los tutela. Y en este orden de las cosas, la infancia misma termina afectada. ¡Cuánto menos dificultoso sería para el ser humano, transitar hacia el ejercicio cada vez más comprometido de la condición ciudadana en la adultez, de haber recibido en su más tierna infancia las herramientas necesarias para su progresiva conformación! El acceso paulatino al cumplimiento de las responsabilidades, el reconocimiento del otro como un semejante, la sensación de protección y cuidado hacia los demás y la necesidad de refrendar esos principios luego en su vida adulta, serían cuestiones cotidianas para el sujeto, albergadas en su interior desde sus primeros tiempos en este mundo. Al ser la palabra de la ley quien marca la escisión del imaginario infancia y al ser el Estado quien a través de sus instituciones facilita la materialización de esa premisa, el paisaje donde los niños y las niñas transitan esa etapa vital, se torna oscuro y poco prometedor. Así, la democracia es la que se ve afectada pues, ella misma, deberá esforzarse por hallar subjetividades acordes donde anidar para su sostenimiento y perpetuación. Afirmamos esta premisa porque decimos que el concepto de ciudadanía es coemergente con el de democracia. No existe en la historia democracia sin ciudadanía ni ciudadanía sin democracia. De allí que el análisis que se realice acerca de la una está obligadamente ligado al análisis de la otra. Por esto, afirmamos que la democracia es posible solamente donde existen ciudadanos, es decir, sujetos iguales ante la ley. De la misma manera, el reconocimiento y ejercicio de la ciudadanía sólo es posible donde las decisiones de carácter público son tomadas acordes a las reglas de la democracia. Ciudadanía y democracia son, por consiguiente, dos caras de una misma moneda; moneda cuyo canto está compuesto por la dimensión subjetiva como término encadenante. Por ello, decimos que la ciudadanía de la infancia se verifica como diferente, pero no es menor a la que tienen los adultos; sin embargo, es este modelo de desigualdad fáctica la que sustenta la legislación aquí mencionada, por cuya vía el fantasma de Erodes anda a sus anchas. La democracia encuentra su fundamento filosófico y normativo en una concepción del ser humano como sujeto portador de derechos. La significación imaginaria infancia sólo fue reconocida tardíamente como parte del género humano cuando la Convención Internacional de los Derechos del Niño estableció que los niños son personas. La primer defensa jurídica de un niño, data de 1874, cuando en un tribunal de los Estados Unidos no había legislación que contemplase la posibilidad de proteger a una niña (Mary Ellen) frente a la crueldad de sus padres. Sí había, una ley que protegía a los animales. Su defensor entonces buscó la ayuda de la Sociedad Americana para la Prevención de la Crueldad contra los Animales. Ante los tribunales se argumentó entonces que, dado que Mary Ellen era parte del reino animal, por extensión se le debía dispensar en consecuencia la misma protección que a un perro. El resultado fue que en 1874 se dictó por vez primera en la historia una sentencia condenatoria contra unos padres por haber maltrado a su hija; pero no porque fuera una persona humana…sino porque era apenas naturaleza. De este modo las leyes con que una Nación se conduce, dice acerca de cómo considera a sus integrantes y cómo considera a los demás pares humanos del mundo. No sólo eso, sino también cuál es el anhelo que sostiene para sí. Y en ese sentido, acordamos con García Méndez cuando nos invita a imaginar al derecho como un horizonte de anhelos. Por eso la importancia de declarar a viva voz la necesidad inminente de derogar la ley 10903 y sus correlativas en el Código Penal para no continuar rodando en la vergüenza de decirle a nuestros conciudadanos y al mundo mismo que el Estado Nacional Argentino considera a sus niñas y niños, objetos (de tutelaje, sí, pero objetos al fin). La subjetividad ciudadana, no viene en los genes. Es, en sí, un triunfo, una victoria de la Condición Humana. Ella misma, es una esperanza que se expresa en cada niña y niño que viene a este mundo. Y es la sociedad misma tanto a través de quienes tienen a su cargo las funciones nutrientes y protectoras como a través de las instituciones, los responsables de alimentarla para su crecimiento y despliegue; más aun, teniendo en cuenta, que la vida misma es una posta intergeneracional que debiera ser transitada hacia la progresión infinita de su potencia creadora. Es por esto que: A los Señores legisladores, les decimos: estimamos que los argumentos en este sentido abundan. Ya es tiempo de reconocer que la infancia argentina merece una legislación acorde al nuevo siglo que estamos transitando; acordes a la Constitución de la Nación. Si ella aún no alcanza el status de ciudadanía, seguirá reproduciéndose una injusticia de orden político que es, en definitiva, el peor de los desórdenes en cuanto acción del Estado de Derecho: negar por la vía parlamentaria los derechos humanos de primera generación. A los Señores Jueces de la Nación, como instrumentos custodios de la Constitución, les decimos: consideramos que su silencio debe terminar. Ese silencio opaca la dignidad con la que los ciudadanos los han investido. Y si desean recuperar el honor que la democracia les ha concedido, se vuelve preciso la movilización de todas las herramientas que están a su alcance para dar fin al cono de sombra que alienta, de modo explícito y de modo velado, la exclusión de los recién llegados a este mundo. La igualdad ante la ley se vuelve así, transversal y el derecho, desde esta perspectiva, o es igualdad o no es. Decimos que, sin igualdad ante la ley no hay democracia y es ella misma – la democracia en acto – la que supone que la ley levanta un muro a la discrecionalidad Estatal preservando de este modo al sujeto, quien cedió por medio del pacto fundante, parte de la pulsión de muerte para que sea contenida y administrada desde la equidad. Es la democracia misma quien cuida que ese poder concedido, no devenga ilimitado, lo avasalle y así lo destituya. Se desprende de lo expuesto que son los ciudadanos quienes constituyen por esa razón, la fuente y justificación última de la pretensión de autoridad que el Estado y el gobierno invocan. En el momento de toma de decisiones colectivas vinculantes, la decisión de mando se legitima en la medida en que se encuentre nacida considerando estos parámetros. Así, la democracia apela, como fundamento de sus mecanismos e instituciones, a una cierta visión de la condición humana y su desarrollo: todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos. Los principios que de allí emanan, se proyectan al conjunto de la sociedad. Es por todo ello que afirmamos: los niños son imprescindibles para la democracia. `Para Corrientes al Día de Lic. Viviana Demaría Psicoanalista – Escritora. Mg. José Figueroa Investigador – Docente de la UNSJ. GARCÍA MÉNDEZ, E., en DEMARÍA, Viviana y FIGUEROA, José. No sólo de pan, Instituto Interamericano del Niño (OEA) y Editorial EFU, ISBN 950-605-364-2, Montevideo, 2004, pág. 5. DEMARIA, V. DNI 16.515.598. Córdoba. Email: vivianademaria@data54.com FIGUEROA, J. DNI 11.482.876. San Juan. Email: josefigueroa@data54.com
Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.
Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo. Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico. Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!
Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles. Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan. Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.
Pobres Alberdi y Sarmiento. Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria. Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.
Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.
¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar. El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.
Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.
El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias. Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.
Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.
¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país. ¿En serio? ¿Se puede ser tan caradura? Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?
También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio? “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.
Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos? Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.
Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.
Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.
El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.
(*) Rogelio López Guillemain
La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.
Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.
Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.
También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.
Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.
Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables y caminos nuevos para salir adelante.
Pienso que un camino de desarrollo es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.
Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo foco en nuestros recursos y liderar.
Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos el compromiso de crear un cambio duradero.
Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner. Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.
El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".
En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.
La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.
Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.
Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.
En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.
La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.
(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.