Opinión
Más allá de la radiodifusión
MIGUEL BONASSO
La libertad de expresión es algo demasiado serio para dejarlo en manos de los medios y del Gobierno. Tampoco se resuelve la cuestión con una “nueva ley de radiodifusión”, como se viene machacando en estos días, a partir de la guerra gaucha (y guacha) que puso sobre el tapete la bronca entre la Rosada y Clarín.
El tema de la libertad de expresión, en un país donde desaparecieron más de cien periodistas y donde desaparecieron más de treinta mil ciudadanos sin que los medios de la época registraran el fenómeno, debería ser asumido por el conjunto de la sociedad o al menos por sus sectores más lúcidos y comprometidos con la construcción de una verdadera democracia. Lo que falta –una vez más– es un proyecto estratégico de “comunicación social” que vaya más allá del limitado y anacrónico concepto de “radiodifusión”, que a los más veteranos parece remitirnos a los Pérez García y el Glostora Tango Club. Lo único bueno, hasta el momento, es que el tema –por las razones que sea– empieza a ser discutido en el ágora, como nunca antes en el cuarto de siglo que sucedió a la dictadura. Calificadas opiniones de expertos en comunicaciones, o excelentes investigaciones periodísticas como las publicadas en Crítica de la Argentina por Damián Glanz, iluminan los aspectos menos conocidos de la cuestión, como los tecnológicos (el cercano fin del sistema analógico y la sustitución por el digital), que podrían abrir una ventana a la pluralidad o sellar aún más un sistema cerrado, proclive a la concentración monopólica. Y, por lo tanto, al discurso único. ¿Qué pretende el actual gobierno en realidad? Una pregunta clave que admite algunas infidencias por parte del autor de esta nota, al que los medios insisten en etiquetar como “diputado kirchnerista”. Debo confesar que he discutido sobre estas cuestiones (en privado) con Néstor Kirchner. Varias veces. Las primeras, tensas charlas, fueron acerca del papel que debía jugar Canal 7, en el que mi compañera Ana de Skalon ejercía la dirección periodística, en un sistema bifronte, confrontativo, con la gerencia artística a cargo de Leonardo Bechini. Ambos tenían concepciones diametralmente opuestas acerca de lo que debe ser un canal estatal: en tanto Ana, que venía de trabajar en Channel Four de Londres, pretendía un vehículo para la información y la formación de los televidentes, Bechini compraba material enlatado, difundía programas de su autoría y pretendía llenar la grilla de Morias Casanes y otros engendros similares. También había diferencias en la manera de trasladarse: en tanto Ana usaba un Gol que parecía de los tiempos de Pancho Villa, Bechini estacionaba en el canal una suntuosa Cherokee 4×4. Por encima de ambos navegaba un burócrata grisáceo, el interventor del Sistema Nacional de Medios Públicos, Ricardo Palacios, que en realidad compartía la visión (por así llamarla) de Bechini. En agosto de 2004, en el despacho presidencial, le expresé a Kirchner mi total desacuerdo con la prórroga de las licencias a canales y radios por diez años. Me dijo entonces algo por lo que algunos veníamos luchando en el Parlamento sin las menores probabilidades de éxito: “Hay que cambiar la Ley de Radiodifusión”. En 2006, en mi carácter de diputado nacional, le hice llegar una pregunta al jefe de Gabinete Alberto Fernández para que corroborase o desmintiera versiones acerca de una posible modificación de la Ley de Radiodifusión. La respuesta fue categórica: “El Poder Ejecutivo no tiene un proyecto de modificación integral de la Ley 22.285, de Radiodifusión”. En 2004, un gran especialista en estos temas, el prestigioso abogado cordobés Miguel Julio Rodríguez Villafañe, me había sugerido una estrategia que me pareció correcta: en pasos sucesivos previos a la reforma total, ir podándole a la ley de la dictadura algunos de sus artículos más anacrónicos e irritantes. Como el 96, que ordena integrar el directorio del Comfer (Comité Federal de Radiodifusión) con tres representantes de las Fuerzas Armadas. Una burrada dictatorial que sigue vigente y determina que al no poder cumplirse la ley, el funcionario a cargo del Comfer tenga que ser “interventor” y no “director” o “presidente del directorio” de un organismo que debe ser necesariamente autárquico. En 2004 logramos que un proyecto de mi autoría, que sustituía el artículo 96, fuera votado positivamente por la Cámara de Diputados. Pero esta media sanción fue prolijamente acostada en el Senado, obligándome a representar la iniciativa el 12 de marzo de este año (expediente 555-D-2008). Algo similar ocurrió con el famoso artículo 45, que viola directamente el principio de igualdad ante la ley y ha sido reiteradamente considerado inconstitucional por diversos tribunales, incluyendo la Corte Suprema. Ese artículo, para decirlo en forma llana, determina que las personas jurídicas sin fines de lucro (como pueden ser cooperativas, mutuales, sindicatos, asociaciones vecinales, etc.) no pueden ser propietarios de medios radiales o televisivos. En cambio las sociedades anónimas pueden acceder sin mayores problemas a las licencias. Lo cual produce situaciones absurdas, como ésta: en tanto un banquero, como Raúl Moneta, acusado judicialmente de haber quebrado dolosamente el Banco de Mendoza, podía ser accionista de Canal 9, cooperativas que prestan otros servicios públicos, como la de Santa Rosa (La Pampa) u Oberá (Misiones) no podían poseer una cablera. También en 2004, una tibia reforma del 45 tuvo sus idas y vueltas entre Diputados y el Senado y quedó tan oscuramente redactada que sigue sometiendo a las cooperativas de servicios públicos a una supervisión discrecional del Comfer en los casos en que ya hubiera cableras preexistentes en el lugar donde se solicita el nuevo permiso, lo que les niega de facto el derecho que teóricamente la ley reformada les concede. Expresé mi disidencia por escrito, por considerar que era una reforma gatopardesca. Como era de prever, las cooperativas de servicios públicos siguieron reclamando ante los tribunales y hubo nuevos fallos declarando que la “inconstitucionalidad” se mantiene. Este dato puede parecer menor, pero es decisivo. Allí está el núcleo más perverso de la ley en cuestión: la imposibilidad de que nuevos actores sociales ingresen al mundo de la comunicación. Y en la Argentina, como ya lo han dicho varios académicos independientes, hacen falta más voces. No se trata de censurar, sino de ampliar el espectro. Con medios públicos gestionados por el Estado (y no por el gobierno), medios públicos concesionados a privados y medios públicos concesionados al sector social de la economía. Queda mucho más para decir y ya lo iremos diciendo. Desde esta columna y también desde el Congreso. (*) Nota del diputado Miguel Bonasso, publicada el 4 de Mayo de 2008 en Crítica de la Argentina.
Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.
Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo. Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico. Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!
Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles. Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan. Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.
Pobres Alberdi y Sarmiento. Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria. Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.
Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.
¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar. El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.
Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.
El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias. Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.
Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.
¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país. ¿En serio? ¿Se puede ser tan caradura? Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?
También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio? “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.
Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos? Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.
Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.
Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.
El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.
(*) Rogelio López Guillemain
La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.
Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.
Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.
También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.
Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.
Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables y caminos nuevos para salir adelante.
Pienso que un camino de desarrollo es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.
Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo foco en nuestros recursos y liderar.
Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos el compromiso de crear un cambio duradero.
Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner. Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.
El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".
En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.
La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.
Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.
Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.
En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.
La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.
(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.