La yerba mate es uno de los productos que caracteriza al nordeste argentino. Su carácter autóctono, sin embargo, no la excluyen de estar atada a una serie de dificultades que afectan de manera directa a quienes la producen.

En la actualidad, la mayoría de los yerbales se caracterizan por su baja productividad debido principalmente a que las plantaciones existentes datan de los años ´30 y ´40; sumado al hecho de que el sistema de implantación es de baja densidad. En tal escenario, los pequeños productores de no más de 5 a 10 hectáreas contribuyen substancialmente a la producción primaria del sector, debiendo las grandes empresas acudir a ellos parta cumplimentar sus necesidades industriales. De un tiempo a esta parte, el Instituto Nacional de la Yerba Mate busca, a través de distintos proyectos, dotar de un paquete tecnológico a este segmento de producción con el fin de que, utilizando sólo una parcela de su propiedad pueda duplicar sus actuales rindes y destinar el resto de su posesión a la práctica de otros cultivos, maximizando así el uso de la tierra. En este contexto, un grupo de investigadores del Instituto de Botánica del Nordeste (IBONE-CONICET) liderados por el doctor Pedro Sansberro, viene trabajando en un proyecto denominado “Clonación in vitro de la yerba mate mediante el uso de biorreactores de inmersión temporal automática”. El objetivo de esta línea de trabajo es lograr un sistema de clonación efectiva para la yerba mate que permita llevar a campo un producto con ciertas características productivas que le aporten calidad. Si bien, Sansberro lleva más de 10 años trabajando en lo que es la bioquímica del enraizamiento y el mecanismo fisiológico de la planta entre otros aspectos, los resultados marcan que aún se está en la antesala del gran objetivo. La yerba mate aún no se produce a escala comercial con clones de alta producción. Esto se debe a que el proceso de clonación tuvo que superar una serie de obstáculos, el más importante estaba relacionado con la imposibilidad de aplicar la técnica a ejemplares adultos. “Cuando se selecciona una planta de yerba, ya sea por su velocidad de brotación, por su porte, u otro carácter agronómico, se está tomando un ejemplar adulto”, explicó Sansberro. Una planta leñosa como la yerba mate se la considera adulta una vez que floreció. Su fisiología cambia radicalmente y se acentúa a medida que pasan los años. “Hasta hace unos años atrás clonar una planta, inclusive de 10 años de edad era un sueño”. Por entonces se consideraba que las plantas recalcitrantes (las que no pueden propagarse por sistemas vegetativos) morían. Mediante la ejecución de una tesina de grado realizada en la Facultad de Ciencias Agrarias, demostró todo lo contrario: logró enraizar plantas de 20 años empleando porciones de tallo con varias yemas (“la estaca”) que actualmente se utiliza con fines de clonación. “El problema no estaba en que la especie no podía echar raíz, descubrimos que se necesitaba de la presencia de al menos una hoja para hacerlo, requiriéndose de un estricto control ambiental”, relató. En la actualidad están enraizando plantas de hasta 78 años edad, y el producto de esa clonación se lleva a las empresas para realizar huertos clonales. Este vergel tiene la característica de poseer distintos cultivos de yerba mate con material genético definido. MICROPROPAGACIÓN Por el momento la clonación de la yerba mate sirve para realizar huertos clonales, pero no para llevarlo a la gran escala. El motivo está en que para lograr la clonación exitosa de la especie hay que controlar muy bien el ambiente por el cual pasa la planta madre, de donde se saca la estaca, durante todo el año. “Si podamos una planta en el campo, para sacarle un tallo y hacer clones de esa planta, dependo mucho del clima de ese año”. “En el caso de que se registre un clima seco como el actual, es muy bajo el porcentaje de sobrevivencia de la estaca por más que se maximicen los cuidados en el vivero. Esto se debe a que la planta ya registró estrés hídrico y su composición química se alteró totalmente. Tiene un balance hormonal diferente y eso conlleva a que cuando se lo va a estaquear muere, por más que se cuide la humedad relativa”, explicó Sansberro. Una alternativa a esta dificultad es la micropropagación por medio semisólido, o dicho de otra forma hacerlo in vitro. Unas pocas plantas en invernáculo y cuidándolas todo el año, con condiciones ideales para que no tengan estrés al momento de la clonación. Es un método que en la actualidad sólo sirve para estudios básicos de las plantas leñosas, no para herramienta de clonación a gran escala. Fundamentalmente por dos motivos: es altamente costoso y con un crecimiento muy lento de la planta. Desde fines de los 90 el equipo que lidera Sansberro y que hoy tiene su actividad en el Laboratorio de Ecofisiología del IBONE ya trabaja con algunas de las empresas de la zona yerbatera en la formación de huertos clonales, que son utilizados para replicar y rejuvenecer los mejores ejemplares de Ilex paraguariensis. Están abocados a multiplicar y fortalecer esos clones en el laboratorio mediante el uso de biorreactores. Este dispositivo, que si bien fue ideado en Cuba, el equipo de Sansberro desarrolló el sistema de distribución para hacerlo a gran escala con fondos otorgados por el Programa Regional de Asistencia al Sector Yerbatero (PRASY). “Son vasos comunicantes (dos frascos de mayonesa), unidos por una sonda. En uno de ellos se pone el medio de cultivo y todo lo que requiere la planta para desarrollarse y en el otro se pone la estaca. Hay dos vías presurizadas, con electrovávulas que se manejan con secuenciadores de tiempo. Al accionar el dispositivo traslada aire del medio de cultivo a la estaca por el vaso comunicante. Cuando se termina el tiempo de inmersión, la segunda línea hace el camino inverso”. Este proceso permite en un corto lapso de tiempo lograr un brote, para luego pasar a la etapa de enraizamiento y llevarlo finalmente a tierra. “Hay una demanda muy importante en la región para solucionar el tema de la clonación de las distintas especies. La tecnología que adoptará la región, será básicamente el sistema que hemos desarrollado”. GENÓMICA FUNCIONAL El equipo de Sansberro está profundizando una línea de trabajo relacionado con la genómica funcional. Consiste en estudiar la planta en una situación ambiental determinada y a partir de allí analizar la expresión de sus genes, y cómo responden en defensa a un determinado factor ambiental. “Específicamente estamos estudiando estrés hídrico o estrés por sequía. Aunque parezca increíble, estamos preparando a la yerba mate para contar con plantas que toleren el estrés hídrico. El cambio ambiental ya es un hecho, no es algo por venir, ya lo estamos viviendo”. El desarrollo de esta técnica posibilitará que en no mucho tiempo más, un productor pueda disponer de un plantín con suficiente “valor agregado”, que al ser implantado en la chacra no sólo soporte condiciones ambientales exigentes sino que además mejore el rendimiento.