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Nota feíta publicada por diario El Libertador (10/02)

DISQUISICIONES SOBRE INQUISICIONES (*)

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Arnaud Amaury era un caballero muy francés y muy católico que vivió en el siglo XIII. Aquellos eran días agitados: para el papado, el catarismo- una rama cristiana disidente que floreció en el Languedoc- era una cuestión a aniquilar a como diera lugar, y por ello llamó a una cruzada. Béziers era uno de los epicentros de esta herejía, y para convertir a sus habitantes y tornarlos al redil de la piadosa iglesia romana, el Papa echó mano al recurso al que siempre, variando los estilos y las tácticas, recurre la piadosa iglesia romana: condenarlos a la destrucción total.


La tarea le fue encomendada al entusiasta Arnaud Amaury, a quien en medio del furor del saqueo y la degollina, uno de sus subordinados preguntó a quienes les sería otorgado el perdón. Monsieur Amaury respondió sin dudar: “Matadlos a todos, el cielo reconocerá a los suyos”, (no por nada era legado del máximo representante de Dios en la tierra, el infalible pontífice católico). Aquel día de julio de 1209 fueron pasados a cuchillo los varios miles de habitantes de la ciudad, que seguramente habrán cruzado al otro mundo preguntándose si verdaderamente Dios les pediría credenciales en la puerta de su reino. La aparatosa digresión anterior busca atraer la atención hacia la frase que se hizo legendaria (hasta Metallica la usó para titular uno de sus discos, Kill “em all) y cuyo espíritu pareció inspirar a los responsables de la matanza descomunal perpetrada por los gobiernos militares que rigieron los destinos de la Argentina durante siete años, desde el “76 hasta el “83. La intención de destrucción purificadora irreflexiva movió a ambos, al cruzado francés y a los cruzados con escudos celestes y blancos prendidos a sus uniformes, a erigirse en jueces y verdugos motivados por la idea de la aniquilación sin contemplaciones; algo así como “hagámoslos saltar a todos que entre estos, algún cátaro/ zurdo debe haber”. Y si no hay, alguno vez habrán conocido a uno (en tren de citar sentencias memorables, recuerdo la del general Ibérico Saint Jean, gobernador de Buenos Aires en 1977: “Primero mataremos a todos los subversivos, luego mataremos a sus colaboradores, después a sus simpatizantes, enseguida a los que permanecen indiferentes y finalmente mataremos a los tímidos”). Ahí se remarca el carácter indiscriminado de la carnicería. Cuando leí la respuesta de Alejandro Petroff publicada en el diario El Libertador (domingo 10 de febrero) a un lector, Gonzalo Obregón Centeno, que a su vez respondía a un artículo suyo, no digo que me escandalicé o que se me erizó el vello de la nuca- porque son recursos literarios berretas y en tren de ser sinceros sólo se escandalizan las señoras viejas y los militares en pantuflas cuando ven pibes con pelos largos tomando vino, pero algo sentí. Algo feíto, como de historia repetida. El caso es que Petroff, entre otras cosas, gira elípticamente alrededor de la teoría de los dos demonios, despotrica contra los reclamos de justicia de las víctimas, resta importancia a los crímenes cometidos por los militares contra personas que, según su visión, en algo malo estaban metidos (… no seamos tan ingenuos de creer que los Galimbertis, los Firmenich, los Arrostito y otros eran bebés de pecho, que sólo querían la romántica revolución para un país. Después de todo, si adoraban al Che, compartían la teoría del foco insurreccional, esto es la guerra de guerrillas. Que hayan sido indultados o hayan fallecido o se hayan reciclado no les lava la sangre de las manos, ni devuelve las vidas que segaron ni la plata que obtuvieron mediante secuestros) y dictamina, con un curioso espíritu místico- exorcista que “… un demonio pequeño sigue siendo un demonio…”. Lo más bajo de todo este asunto es que Petroff vuelve una y otra vez a todos los paradigmas que la Dictadura nos supo legar (algo habrán hecho, no te metás, fue una guerra sucia, etcétera, etcétera), pero sin aludir directamente a ellos, como excusándose para no quedar como un reaccionario, muy a la Cecilia Pando. La nota dice, entre líneas, que pedir justicia está bien, pero que ellos no se la merecen, porque fueron terroristas que atentaron contra la patria, y que embanderarse en el lado de los que piden que no se olvide es pertenecer a una masa facciosa digitada por poderes que buscan la desestabilización a cualquier precio. Pero no toma partido directamente, de frente, sino que lo hace de manera solapada, dando un paso y retrocediendo dos, justificándose a cada momento, conmiserándose por los caídos de ambos lados para no dejar dudas sobre el humanismo que profesa el autor. Eso hace todo un poco más ruin. Pedir perdón a familiares de desaparecidos suena hipócrita, a guiño sarcástico de alguien que mira desde una tribuna la pérdida ajena. Pero algo hay de cierto en el texto de Petroff: los caídos no eran bebés de pecho. Algo hicieron. Negar eso sería restarle entidad a los ideales que impelieron a la lucha- no sólo armada- a varios miembros de las generaciones que confluyeron en los setenta. Lo que hicieron fue permanecer al costado de un régimen criminal que se llevó la vida de inocentes (Dagmar Hagelin, los sacerdotes palotinos, las monjas francesas), que se apropió de bebés nacidos en los centros de tortura, que se alzó con botines arrebatados como delincuentes comunes, tan lejos de la nobleza y la abnegación que pareciera ver Petroff en los verdugos, que hundió a muchos, demasiados chicos, en una guerra suicida, la de Malvinas. ALGO HICIERON, EN VERDAD Estar concientizados política y socialmente. Con respecto al burdo ejemplo ilustrativo al que Petroff acude (¿cómo una bomba puesta por “milicos” es criminal y otra puesta por guerrilleros no lo es? ¿Acaso las dos no buscan matar?), hay una diferencia básica: el Estado- en esa época en manos de los militares-, no debe andar poniendo bombas; de hacerlo, se constituye en un Estado terrorista, y contra eso se debe alzar la población, aún mediante la guerra de guerrillas, método de resistencia tan legítimo como cualquier otro (estrategias de la semántica represiva: la oposición armada se encuadra dentro del “terrorismo”, mientras que los métodos coercitivos motorizados por el poder son “antisubversivos”). Es de esa semántica que se apropian, tal vez imbuidos por el afán apropiador castrense de aquellos setenta, los que hacen de la defensa de lo indefendible profesión de fe, en cuyas filas se infiere que milita el filoso escriba que hasta se permite quiebres retóricos cancheros para demostrar que no es tan facho (Gonzalo: avanti con tus ideales…), que es un tipo con onda que palmea en la espalda a alguien que podría ser su alumno. Para concluir, quiero dejar sentado, quizás pecando de alguna vanidad que me mueve a pensar que mis reflexiones pueden pasar a la posteridad o influir en alguien, que creo en la Justicia, pero no tanto en la ley, esa institucionalización muchas veces digitada de una idea abstracta de orden destinada a mantener el statu quo (verbigracia, leyes de Punto Final y Obediencia Debida), en la Justicia esa que hacemos todos, en la Justicia basada en el repudio y la execración de los criminales por parte de las víctimas, la consistente en demostrar desprecio, asco e inflexibilidad ante los que abusaron de un poder ilegítimo. Porque, con completa razón, el autor de la filípica anti castigo observa que no vivimos dentro de un tribunal, y para suplir ese desarraigo de los terrenos judiciales es que debemos guardar la memoria de todo aquello que nos devastó, sin premiar, con la impunidad que pregona Petroff soto voce, a tanto pervertido asesino que nos tocó en suerte. (*) Recibido por Corrientes al Día de Nicolás Toledo. D.N.I. 24.374.88

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Cuando el mérito no importa

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Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.


Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo.  Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico.  Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!

 

Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles.  Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan.  Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.

 

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Pobres Alberdi y Sarmiento.  Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria.  Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.

 

Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.

 

¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar.  El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.

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Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.

 

El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias.  Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.

 

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Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.

 

¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país.  ¿En serio?  ¿Se puede ser tan caradura?  Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?

 

También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio?  “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.

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Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos?  Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.

 

Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.

 

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Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.   

 

El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.

(*)  Rogelio López Guillemain

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Opinión

Reconvertir proyectos e innovar

POR MARIA EUGENIA MANCINI

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La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.


Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.

 

Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.

 

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También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.

Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.

 

Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables  y caminos nuevos para salir adelante.

 

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Pienso que un camino de desarrollo  es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.

 

Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo  foco en nuestros recursos y liderar.

 

Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos  el compromiso de crear un cambio duradero.

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La “borocotización” de Alberto

(*) OPINIÓN

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Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner.  Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.


El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".

 

En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.

 

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La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo  a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.

 

Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.

 

Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.

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En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.

 

La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.

 

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(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.

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