Opinión
Onganía, Cámpora y Perón. La política en los ´70
FELIPE PIGNA
Fiel a su estilo narrativo, Felipe Pigna desgrana con lujo de detalles, los años turbulentos de la Argentina de los años ´70, la caída del régimen militar de Onganía, la transición de Levington y Lanusse, la fugaz presidencia de Cámpora, el retorno de Juan Domingo Perón y el inicio de una etapa de derramamiento de sangre en el país.
(www.elhistoriador.com.ar) En mayo de 1969, mientras la dictadura de Juan Carlos Onganía intentaba dar una imagen de orden y disciplina social, comenzaron a evidenciarse síntomas de un descontento que venía creciendo entre distintos sectores de la población debido al cierre de los canales de participación política y a la política educativa, social y económica del gobierno.
El 15 de mayo la policía reprimió violentamente una manifestación de protesta en Corrientes. Allí murió el estudiante de medicina Juan José Cabral. Dos días después, en Rosario estudiantes que se movilizaban para repudiar el crimen de Cabral fueron enfrentados por la policía. Uno de los uniformados, el oficial Juan Agustín Lezcano, extrajo su arma y asesinó al estudiante Adolfo Bello, de 22 años. El hecho produjo la indignación de los rosarinos que se manifestaron masivamente en una “marcha del silencio”.
El 21 de mayo la policía volvió a reprimir y a cobrarse una nueva víctima, el aprendiz metalúrgico Luis Norberto Blanco, de 15 años. La situación se agravó y las calles de Rosario fueron ocupadas por obreros y estudiantes que, para contrarrestar los efectos de los gases lacrimógenos, levantaron barricadas y encendieron fogatas alimentadas con mesas, sillas, cajones, cartones y papeles, arrojados por los vecinos desde sus balcones para colaborar con los manifestantes. Era el Rosariazo, el primer estallido de una larga lista que expresaba el descontento popular con la dictadura de Onganía, quien decretó la ocupación militar de Rosario y varios puntos de la provincia de Santa Fe.
Estas noticias tuvieron gran repercusión en Córdoba, donde existía una estrecha relación entre los estudiantes y los obreros de las grandes fábricas instaladas en el cordón industrial, ya que muchos trabajadores estudiaban en la Universidad de Córdoba. Este hecho, sumado a la constitución de un movimiento obrero muy combativo, surgido con posterioridad al peronismo, al calor de las corrientes de ideas revolucionarias de los años 60, llevaron a que el proceso de politización creciera notablemente tanto en las fábricas como en las facultades.
A la indignación por los graves hechos de Corrientes y Rosario, se sumó en Córdoba el descontento provocado por la decisión del gobierno provincial de suprimir el “sábado inglés” (trabajar sólo medio día los sábados), lo que implicaba en los hechos una rebaja salarial porque no se pagaban las horas extras.
Los trabajadores en la CGT de Córdoba, liderada por Elpidio Torres, de la industria automotriz, nucleados en la SMATA, liderados por René Salamanca y los de Luz Y Fuerza, conducidos por Agustín Tosco, convocaron a un paro activo con movilización por 36 horas a partir de las 10 de la mañana del 29 de mayo, en coincidencia con la celebración del día del Ejército. Inmediatamente los estudiantes adhirieron a la medida de fuerza.
Por la mañana del 29 ya podían verse las grandes columnas de obreros y estudiantes que se fueron acercando al centro de Córdoba. La represión policial se cobró la primera víctima, el obrero Máximo Mena. Este hecho aumentó la indignación de los huelguistas, que formaron barricadas y desbordaron la represión de la policía, que debió retirarse perseguida por los manifestantes. La ciudad fue controlada por ellos durante unas 20 horas, en las que se produjeron incendios y roturas de vidrieras de las principales empresas multinacionales instaladas en Córdoba y de reparticiones oficiales. Finalmente el gobierno encargó la represión al Tercer Cuerpo de Ejército, que después de algunas horas y varios enfrentamientos, logró controlar la situación. El saldo fue de 20 manifestantes muertos y cientos de detenidos, entre ellos los líderes sindicales Agustín Tosco y Elpidio Torres. El ex presidente Frondizi declaró: “La violencia popular es la respuesta a la violencia que procede de arriba”.
Desde los hechos de Córdoba, el Ejército a través de su jefe, el general Alejandro Agustín Lanusse, venía presionando a Onganía para que compartiera las decisiones políticas con las Fuerzas Armadas y tomara conciencia de la gravedad de la situación nacional, en la que ya no cabía su proyecto de una dictadura autoritaria y paternalista sin plazos, que tomaba como modelo al régimen instaurado por Franco en España.
En ese contexto comenzaron a formarse en la Argentina los primeros grupos guerrilleros, que eran la expresión local de un fenómeno continental. La Revolución Cubana obró como un poderoso imán sobre ciertos sectores de la juventud latinoamericana, que la tomaron como modelo y trasladaron la metodología de la guerrilla rural utilizada en Cuba a los diversos países de la región.
En la Argentina, antes de 1968, se produjeron algunos intentos guerrilleros, que no tuvieron mayor relevancia, básicamente en el ámbito rural. Pero a partir de la llegada de Onganía al poder, los nuevos grupos dejaron el campo para trasladar su accionar a las ciudades.
EL INICIO DE LA GUERRILLA EN ARGENTINA
La guerrilla argentina tuvo dos vertientes: el peronismo y el marxismo. Entre las primeras actuaron tres grupos principales: las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas), Descamisados y Montoneros. Esta última organización sería la más importante y terminaría incluyendo en su seno a todas las expresiones de la guerrilla peronista, desprendimientos de grupos marxistas y a las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias) una organización que se había originado en fracciones de partidos de izquierda, especialmente el Partido Comunista y el Partido Socialista de Vanguardia, para integrarse con grupos provenientes de la Juventud Peronista.
Por el contrario, el núcleo fundador de Montoneros, provenía de grupos de la extrema derecha católica, y fue evolucionando junto con algunos sectores de la Iglesia, conocidos como sacerdotes del Tercer Mundo, hacia posiciones más progresistas hasta situarse a comienzos de los 70 a la izquierda del peronismo.
Sus intenciones eran lograr el regreso de Perón y a partir de entonces concretar “la revolución socialista”. Eran conscientes de que ésta no era la línea mas difundida dentro del Movimiento Justicialista y por ello, en esta primera etapa, se encargaron de mostrar su fuerza asesinando a dirigentes sindicales, golpeando al ejército y pretendiendo ser una “alternativa de poder”.
“En realidad”, señala el historiador R, Gillespie en su libro Montoneros Soldados de Perón, “los Montoneros eran muy útiles a la estrategia de Perón de golpear y negociar y ayudaban a fortalecer su imagen de enemigo de la dictadura, útil para la campaña electoral. De ahí los telegramas y las cartas de felicitación ante cada acción montonera. Una vez en el poder, distintas serían las cosas”.
Uno de los primeros operativos de los Montoneros fue el secuestro, “juicio revolucionario” y posterior asesinato del ex-presidente general Eugenio Pedro Aramburu, concretado el 29 de mayo de 1970, en el primer aniversario del Cordobazo. El hecho conmovió y dividió a la opinión pública, mientras muchos peronistas se alegraban por lo que consideraban un acto de justicia, otros tantos peronistas contrarios a la violencia y los antiperonistas, repudiaron el hecho.
Perón declaró desde Madrid: “La vía de la lucha armada es imprescindible. Cada vez que los muchachos dan un golpe, patean para nuestro lado la mesa de negociaciones y fortalecen la posición de los que buscan una salida electoral limpia y clara. Sin los guerrilleros del Vietcong, atacando sin descanso en la selva, la delegación vietnamita en París tendría que hacer las valijas y volverse a su casa”.
Por el lado del marxismo el grupo más importante sería el ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), brazo armado del PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores). Esta agrupación, liderada por Mario Roberto Santucho, nació en 1965. En un congreso partidario desarrollado en 1970, el PRT decidió crear su brazo armado: el ERP e iniciar la lucha armada.
Todas estas organizaciones tenían una convicción común: para ellas, la violencia era un instrumento legítimo para la toma del poder. Sus militantes provenían, en gran número, del estudiantado de clase media y alta. Se encontraban desencantados con la izquierda tradicional y con la imposibilidad de actuar políticamente a causa de la veda política decretada por el gobierno militar.
Ambas vertientes de la guerrilla tenían similitudes en su accionar y en la elección de sus víctimas, generalmente empresarios o miembros de las fuerzas de seguridad. Habitualmente operaban en comandos integrados por hombres y mujeres que realizaban copamientos de localidades como Garín, en la provincia de Buenos Aires, y La Calera, en Córdoba, asaltos a bancos, secuestros a empresarios para obtener fondos, robo a camiones de leche y su posterior reparto en barrios populares y lo que ellos llamaban “ajusticiamientos”, es decir el asesinato de algún dirigente sindical o algún jefe militar.
El secuestro y asesinato del general Pedro Eugenio Aramburu, llevado a cabo por los Montoneros, y la incapacidad del gobierno para esclarecer el hecho fueron el detonante para un nuevo golpe interno, producido en junio de 1970. El general Lanusse, líder indiscutido del Ejército, optó por permanecer en segundo plano y preservar su figura e impulsó el reemplazo en la presidencia de Onganía por el general Roberto Marcelo Levingston, que cumplía funciones como agregado militar en Washington.
LA INTERNA MILITAR
El general Levingston pretendió constituir un movimiento político propio y tomar distancia del general Lanusse. Durante su breve presidencia se incrementaron las protestas populares y la actividad guerrillera. El ERP secuestró a distintos empresarios y los montoneros coparon pueblos de Buenos Aires y Córdoba por algunas horas. Los dos grupos guerrilleros asaltaban comisarías y bancos en busca de armas y dinero y se tornaban cada día más poderosos. Perón desde Madrid alentaba la actividad guerrillera y hablaba del Socialismo Nacional como la solución para los problemas argentinos mientras que, para frenar los intentos políticos de Levingston tendientes a frenar todo intento democratizador, alcanzó un acuerdo conocido como “La Hora del Pueblo” con las principales fuerzas políticas, entre ellas el radicalismo. Los firmantes se comprometían a luchar por un proceso electoral limpio y a respetar los principios democráticos.
En lo económico, Levingston trató de dictar medidas de corte nacionalista que desviaran la atención sobre la cada vez más importante presencia de las multinacionales y los inversores extranjeros. Convocó para ocupar la cartera de economía a Aldo Ferrer, un economista progresista. En ese contexto promovió la “Ley de compre argentino” que intentaba dar a las industrias nacionales gran parte del mercado interno. La nueva apolítica marcaba una ruptura con la línea económica liberal impuesta por Adalberto Krieger Vasena.
Pero la opinión pública mantenía su escepticismo frente a estos cambios. Levingston no logró con su política “populista” conquistar la adhesión de los gremios peronistas y de los partidos volcados a la lucha por la apertura política y perdió, además, el apoyo decisivo de los grandes grupos económicos nacionales y extranjeros, que no veían con buenos ojos esta vuelta al nacionalismo económico.
En febrero de 1971, el gobernador de Córdoba, Camilo Uriburu declaró que aspiraba a terminar con la oposición estudiantil y gremial que había llevado adelante el Cordobazo a la que comparó con una víbora venenosa. Uriburu le “pedía a Dios que le depare el honor histórico de cortar de un solo tajo la cabeza de esa víbora”. A los pocos días el país se sacudió con un segundo Cordobazo, llamado por sus protagonistas “Viborazo”. El Vivorazo pondrá fin a la breve gestión de Levingston y a su delirio de crear un movimiento político sin tener en cuenta la opinión del pueblo.
LA TRANSICIÓN
El 26 de marzo de 1971, Lanusse asumió la presidencia en un clima político totalmente desfavorable. La violencia guerrillera crecía, el descontento popular también, Perón sumaba día a día más adictos, y la continuidad del gobierno militar se tornaba muy difícil de sostener. Lanusse evaluó correctamente que el principio de solución a los múltiples conflictos pasaba por terminar con la proscripción del peronismo y decretar una apertura política que permitiera una transición hacia la democracia.
En este contexto nombró en el ministerio del interior a Arturo Mor Roig, de reconocida militancia radical, propuso un Gran Acuerdo Nacional (GAN) entre los argentinos y anunció la convocatoria a elecciones nacionales sin proscripciones para el 11 de marzo de 1973. A los partidos políticos se les restituyeron sus locales, cerrados desde el golpe de Onganía, y se los proveyó de fondos para que pudieran desarrollar sus actividades proselitistas.
El gobierno entabló conversaciones con Perón en el marco de las cuales, el 3 de septiembre de 1971, le fue devuelto el cadáver de su esposa Eva Perón, que había sido secuestrado del edificio de la CGT por un comando de la Marina en noviembre de 1955.
Lanusse se esforzó por preservar la unidad de las Fuerzas Armadas mientras administraba la transición a un gobierno civil.
El 22 de agosto de 1972, dieciséis guerrilleros fueron fusilados en una base de la marina en Trelew tras un intento de fuga. El hecho conmovió a la opinión pública y acrecentó el clima de violencia que vivía el país. El jefe de la aviación naval y futuro director del campo de concentración de la ESMA, contralmirante Horacio Mayorga, declaró: “Los hechos ocurridos en Trelew han despertado dos actitudes en la gente que nos rodea.
Unos pretenden acusar a la Armada de haber provocado una masacre intencional. Los otros, ante el hecho consumado, lo justifican y hasta lo aplauden, dada la peligrosidad de los presos. Ni unos ni otros tienen razón. La Armada no asesina. No lo hizo jamás, no lo hará nunca”.
PERONISMO DE DERECHA, PERONISMO DE IZQUIERDA
El 17 de noviembre de 1972 Perón pudo volver tras 17 años de exilio. El Ejército impidió a sus partidarios acercarse a Ezeiza. Miles de jóvenes peronistas coparon la calle Gaspar Campos en Vicente López, donde se alojó el viejo líder. A poco de llegar, Perón designó como candidato a la presidencia a Héctor J. Cámpora, su delegado personal, y a Vicente Solano Lima, un dirigente conservador, para ocupar la vicepresidencia.
El radicalismo en elecciones internas, eligió la fórmula Ricardo Balbín-Eduardo Gamond. El país se preparaba para volver a la democracia.
El 11 de marzo de 1973 se realizaron las primeras elecciones sin proscripciones desde la caída del peronismo. Triunfó el Frente Justicialista de Liberación (Frejuli), que había sido avalado por Perón, con la fórmula Héctor J. Cámpora – Vicente Solano Lima, que obtuvo más del 49% de los votos.
El peronismo ya no era el movimiento monolítico del período 1945-55. Convivían en su interior conflictivamente, distintos sectores, en algunos casos de ideología opuesta, y todos ellos parecían contar con el aval de Perón. Durante los 18 años de proscripción, fueron muchas las incorporaciones al movimiento, que desde la derecha y también desde la izquierda, se habían sumado al aparato tradicional.
El 25 de mayo asumió la presidencia el Dr. Cámpora, conocido como “el Tío”, elegido por Perón debido a que se trataba de uno de sus hombres más leales. Este dentista de la provincia de Buenos Aires había sido el último delegado personal de Perón durante su exilio. En la ceremonia de asunción del mando, se encontraban presentes los presidentes socialistas de Chile, Salvador Allende y de Cuba, Osvaldo Dorticós Torrado. La Juventud Peronista (JP) se adueñó del acto e impidió a los militares realizar el desfile tradicional, mientras coreaban “Se van, se van, y nunca volverán”, creyendo que nunca más se produciría un golpe de Estado en la Argentina.
Esa misma noche, los presos políticos, en su mayoría integrantes de grupos guerrilleros, se vieron beneficiados por una amplia Ley de Amnistía, reclamada por los manifestantes que, desde la Plaza de Mayo, se trasladaron hasta la cárcel de Villa Devoto, donde comenzaron a ser liberados los detenidos.
El gobernador de La Rioja, Carlos Menem, declaró: La Revolución del 25 de mayo de 1973 tiene su sentido más profundo en la defensa que harán de ella la Juventud, las FAR y los Montoneros. Hay aún muchos conservadores en el Movimiento y en el gobierno nacional, y ésta es una lucha a muerte.”
La composición del nuevo gobierno era un fiel reflejo de las diferentes tendencias del peronismo y preanunciaba inevitables enfrentamientos. Convivían en el gabinete, en el Congreso o en las gobernaciones, funcionarios de izquierda y de derecha. Se destacaba el ultraderechista José López Rega, secretario privado de Perón y ministro de Bienestar Social, quien parecía tener intereses propios y se presentaba como el intermediario entre Perón y sus diferentes interlocutores.
A la hora de gobernar se hicieron evidentes las contradicciones de los nuevos funcionarios. La discusión pasaba por planteos tan profundos como la distribución de la riqueza y hasta la permanencia o no dentro del sistema económico capitalista. Mientras los jóvenes ligados a los Montoneros se hacían eco de la promesa del propio Perón de instaurar un “Socialismo Nacional”, los sectores mayoritarios del movimiento, vinculados a los poderosos sindicatos y al aparato partidario, recordaban que el líder hablaba de comunidad organizada y de acuerdo social.
Perón seguía en España y su presencia en Argentina se hacía imprescindible para poner orden en su movimiento y cumplir con la que había sido la consigna electoral “Cámpora al gobierno, Perón al poder”.
El 20 de junio de 1973 fue la fecha elegida para el retorno de Perón. Acompañado por artistas, políticos, sindicalistas, deportistas y hasta el propio presidente Cámpora y el ministro, López Rega, el viejo líder viajó desde Madrid en un avión especialmente preparado para la ocasión.
EZEIZA. LA MASACRE
En los bosques de Ezeiza, a la altura del puente 12 sobre la autopista Riccheri, se había preparado el palco y una multitud de alrededor de dos millones de personas aguardaban la llegada de Perón, quien dirigiría un discurso a la concurrencia.
El lugar estaba custodiado por el coronel retirado Jorge Manuel Osinde, perteneciente a la derecha del peronismo, junto con un grupo fuertemente armado que tenía la orden de reservar los sectores más cercanos al palco a los grupos más tradicionales del justicialismo e impedir el acercamiento de la izquierda peronista.
Cuando las columnas de FAR y Montoneros intentaron ingresar en las primeras horas de la tarde, fueron sorpresivamente atacados a tiros desde el palco por los hombres de Osinde. Se produjeron 13 muertos y 365 heridos.
Ante la falta de seguridad, Perón decidió aterrizar en la base aérea militar de Morón y se dirigió por la noche al país por la cadena de radio y televisión. En su discurso evitó referirse a los incidentes. Dijo “para un argentino no hay nada mejor que otro argentino”, parafraseando su famosa frase “para un peronista no hay nada mejor que otro peronista”, intentando de este modo unir a su movimiento y a todo el país.
Pocos días después, el 13 de julio de 1973, el presidente Héctor J. Cámpora y el vicepresidente Solano Lima fueron forzados a renunciar por los sectores tradicionales del peronismo con el consentimiento de Perón. Luego de varias negociaciones, fue designado como primer mandatario interino, Raúl Lastiri, presidente de la Cámara de Diputados y yerno de López Rega.
Comenzaba una nueva etapa en la historia argentina en la que el sueño de la patria socialista, prometida por Perón y anhelada por los sectores juveniles del movimiento se tornaría cada vez más inalcanzable.
Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.
Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo. Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico. Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!
Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles. Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan. Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.
Pobres Alberdi y Sarmiento. Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria. Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.
Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.
¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar. El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.
Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.
El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias. Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.
Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.
¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país. ¿En serio? ¿Se puede ser tan caradura? Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?
También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio? “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.
Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos? Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.
Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.
Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.
El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.
(*) Rogelio López Guillemain
La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.
Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.
Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.
También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.
Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.
Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables y caminos nuevos para salir adelante.
Pienso que un camino de desarrollo es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.
Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo foco en nuestros recursos y liderar.
Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos el compromiso de crear un cambio duradero.
Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner. Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.
El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".
En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.
La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.
Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.
Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.
En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.
La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.
(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.