Opinión
Por qué ganó Ricardo Colombi
EDUARDO LEDESMA
Estas son algunas de las razones por las cuales Ricardo Colombi ganó la primera reelección de la historia de Corrientes. Y también algunas de las razones por las cuales Camau Espínola no pudo concretar su sueño grande de devolverle al PJ el poder que le arrebató la dictadura a Julio Romero.
(www.ellitoral.com.ar) Sólo si los datos de estas horas se confirman luego del escrutinio definitivo, se habrán confirmado también las tendencias previas. Y como las encuestas se convirtieron en votos ayer, puede decirse hoy que los ciudadanos de Corrientes se expidieron y decidieron la continuidad de Ricardo Colombi al frente del Gobierno de Corrientes. Ese dato constituye un hecho histórico, pues el mandatario mercedeño se convirtió en el primero en acceder por el voto popular a un segundo mandato consecutivo y uno de los pocos elegidos en sumar un tercer mandato desde que Corrientes se organizó institucionalmente.
Esta victoria obedece a un sinfín de razones, que trataremos de exponer en esta nota.
Horacio Ricardo Colombi, a sus 56 años, logró su reelección porque fue un buen gobernador que devino en buen candidato, casi por traslación.
Ganó porque la gente lo vio así: capaz de ser gobernador una vez más y pese a todas las deudas que los opositores pudieran endilgarle después de tantos años, suyos y de su primo, en el poder.
Ganó porque los ciudadanos vieron su fortaleza aún en condiciones de soledad política a nivel nacional. De hecho, esa fortaleza trocó en valentía para disputar contra el poder central, contra el sometimiento al que el kirchnerismo le tributa por sus triunfos políticos. Y esto pese a la sociedad que supo sostener con Néstor Kirchner y que forma parte de su pasado reciente.
Ganó porque pagó los sueldos en tiempo y forma y porque supo administrar los recursos del Estado pensando tal vez en la provincia, pero también en su propio pellejo. Dosificó tales recursos y llegó hasta este final en busca de su reelección con el apoyo del empleado, al que lo sostuvo con aumentos salariales progresivos y al que ahora lo benefició con la estabilidad.
También ganó por el temor. Por la posibilidad de que caigan todos los beneficios con el Gobierno. Empleados de las empresas proveedoras hicieron suyo el miedo de los dueños de perder el contrato actual. Y el trabajo es sagrado y multiplica, en este caso, los votos.
Colombi ganó porque, como un jugador de ajedrez, manejó siempre las piezas y los tiempos.
No hizo grandes obras, es cierto. Más bien hizo las suficientes para llegar con oxígeno a esta campaña. Reguló también los cortes de cintas y siempre estuvo en la consideración pública. De hecho siguió su propio axioma: “Cuando es época de elecciones, obras para arriba. Cuando no lo es, obras para abajo”. Así se expresó en una vieja entrevista con El Litoral.
Ganó también porque hizo buenas alianzas electorales, pese a que echó mano a lo peor del pragmatismo utilitario. Mostró un estómago de hierro y retomó las conversaciones con su primo Arturo, al que lo seguían algunos radicales; lo trajo consigo a Tato Romero Feris y usó la buena imagen de su esposa, Nora Nazar, para cosechar en las viñas del nuevismo; y puso en su lista por un lado a Pedro Braillard y por otro a Gustavo Canteros, agua y aceite en la gesta del 99 que además de ser histórica, atraviesa de contradicciones a la coalición entera. No importó.
Ricardo Colombi jugó con el enemigo externo, el kirchnerismo, y borró del horizonte local esas contradicciones del pasado. Jugó y ganó una batalla conceptual y cultural. Se dedicó a hablar de los valores del correntino, de sus luchas y llegó adonde quería: al corazón y al voto resultante.
Ganó porque supo elegir buenos candidatos para que lo secunden. Blindó las listas legislativas y obligó a los socios a sacrificarse por la causa. Miró estratégicamente y privilegió, como siempre, el contacto con la gente. Habló con ella de igual a igual, en su idioma y en su territorio.
Ganó porque supo usar los espacios y los medios. Porque supo comunicar su mensaje y su gestión, aún con los déficit que son muchos y estructurales, como los de vivienda y energía.
Ganó ayudado por el sistema electoral, por la sábana de papel, por la bolsita compradora, por el boleteo estratégico, por un acarreo eficaz y una fiscalización necesaria, aparatosa y costosa, restrictiva, pero útil.
Ganó porque estuvo bien asesorado, porque no se la creyó nunca y porque se granjeó el respeto de todos, aun de sus adversarios, por su enorme capacidad de trabajo que no empezó en agosto de 2013 con la campaña, sino en diciembre de 2005, cuando después de dejar a Arturo en el sillón de Ferré, se sintió echado del palacio. Entonces empezó su campaña. Volvió en 2009, por la puerta grande y cumpliendo una venganza intima. No se movió un ápice de ese norte y, habilitado por la ley, aspiró a la reelección que le fue arrebatada en su momento por las mezquindades de la política.
Perseveró y ahora acaricia las nuevas páginas blancas que le reserva la historia.
POR QUÉ PERDIÓ CAMAU
En cambio, Camau Espínola perdió porque se apresuró. Se cegó en ser gobernador y apenas le alcanzaba para ser un buen intendente.
Perdió porque no pudo convencer a la gente de que su gestión era producto de un trabajo en equipo y no el resultado de cualquier administrador de billetera gorda.
Porque hizo pésimas alianzas electorales y porque como resultado armó listas indignas de un frente que pelea por el poder para ganarlo y sostenerlo.
Pagó caro, como cuentan de Esaú en el libro de Génesis, su hambruna de poder. La gobernación por lentejas. Así fue. Tarde es para arrepentirse.
Perdió porque así le fue con la batalla conceptual y cultural. Porque contrató profesionales para Hollywood, no para Corrientes. Porque hizo spot para los Oscar, no para que lo entiendan en el Iberá. Porque no supo llegar al correntino. De hecho ni al capitalino, para el que trabajó cuatro largos años.
Perdió porque arrastró la bronca antikirchnerista de una clase media y alta insultada en su ideología.
Porque no supo defenderse. Colombi atacó e hizo del ataque una forma de campaña. Acusó de cualquier cosa al kirchnerismo y al propio Espínola y este no logró desinstalar los agravios ni los rumores plantados por sus adversarios. Todavía resuenan, de hecho, aquellas suposiciones como la instalación de gente de villas porteñas en terrenos locales; aquello del supuesto estado de corrupción generalizado en la Comuna; un esquema de nepotismo exacerbado, según dicen; eso de que él es ella; o aquello de que Corrientes es y sería con más fuerza una escribanía de la Nación.
Perdió porque no pudo desactivar estas bombas de efecto ni demostrar que entiende la idiosincrasia del correntino. Porque estuvo mal asesorado.
Porque ocupó mal los espacios y los medios. Porque no supo comunicar su gestión, rica en obras como pocas. Porque no supo administrar las acciones y los actos para crear las sensaciones de acompañamiento necesarias en una campaña.
Porque es suficiente con que Buenos Aires sea la capital como para que también sea centro de operaciones de una municipalidad a mil kilómetros de distancia.
Perdió porque la arrogancia porteña genera rechazo, y bronca la soberbia local de los que creen que han ganado todo y, las urnas lo demuestran, no han ganado nada.
Perdió porque no se gobierna por los medios ni para los medios sino para la gente. Una charla con un vecino es siempre más que una llamadita de tapa. Alguna vez lo entenderán.
Perdió porque la plata de la campaña hay que saber gastarla y aquí se gastó mal. Perdió porque se han cometido una serie larga de errores, de improvisaciones varias y porque jamás se pudo contener la interna que se desató al armar las alianzas, se agravó con los nombres de las listas y terminó de explotar con la derrota de las Paso.
Camau no perdió por kirchnerista, cosa que de hecho está en duda. Perdió por incauto y arrogante. Ojalá aprenda y pueda volver.
Dijo en San Juan el presidente Fernández: “lo que nos hace evolucionar o crecer no es el mérito, como nos han hecho creer en los últimos años, porque el más tonto de los ricos tiene muchas más posibilidades que el más inteligente de los pobres”.
Esto es tan falso, tan terriblemente insultante para la inteligencia, que es difícil decidir por dónde empezar a analizarlo. Sólo diré que Steve Jobs (Apple), Bill Gates (Windows), Jeff Bezos (Amazon) y Marcos Galperin (Mercado Libre), son algunas de las fortunas más grandes del mundo y de Argentina, y NINGUNO fue hijo de rico. Este pelotudismo socrático y retrógrado ha sido totalmente superado en los países desarrollados… ¡Y PRECISAMENTE PORQUE LO SUPERARON SON DESARROLLADOS!
Luego invocó a Alberdi y Sarmiento, reinterpretándolos con un pensamiento tan retorcido que los vuelve irreconocibles. Dijo admirarlos porque “vislumbraron la importancia de la educación pública, que nada es más importante que el conocimiento humano” y del sanjuanino aseguró que “en un gesto inigualable de igualdad, resolvió que todos los que estudian en la escuela pública calcen un guardapolvo blanco para que las diferencias sociales allí donde se aprende no aparezcan. Con todo eso nos dijo que el estado debe estar muy presente en el desarrollo humano y que finalmente lo que más vale es la igualdad, es propender a un sistema más igualitario”.
Pobres Alberdi y Sarmiento. Si pensamos cuales referentes históricos argentinos estuvieron absolutamente en contra de la intromisión del estado (que debía ser pequeño) en el quehacer cotidiano de los ciudadanos, fueron sin dudas estas dos inmensas figuras de nuestra patria. Hacer semejantes distorsiones de su pensamiento es una ofensa a sus memorias y, como se hacía en la escuela, debería lavarse la boca con jabón para limpiar sus palabras.
Alberdi decía que “la omnipotencia del Estado es la negación de la libertad individual” y que “la grandeza del vecino, forma parte elemental e inviolable de la nuestra”, LO OPUESTO al igualitarismo y el desconocimiento del mérito.
¿Y qué pensaba Sarmiento?, al que dijo admirar. El sanjuanino dijo: “las cumbres se alcanzan doblando el empeño” y “toda la historia de los progresos humanos es la simple imitación del genio”; Don Domingo era un ferviente defensor del mérito, concepto que el señor presidente denigra.
Es increíble que en la actualidad, con lo fácil que es conocer la realidad de otros países, todavía existan personas “educadas” (en realidad son apenas instruidas, la educación implica pensamiento crítico algo que les es ajeno) que sean tan ciegas como para dejarse engañar así.
El presidente habla de defender el federalismo y a las provincias del “pulpo” del puerto, cuándo el mayor héroe de esta gente fue Rosas, quien prohibió los puertos del Paraná para que todo el comercio exterior pasara por Buenos Aires, empobreciendo a las otras provincias. Obsesión rosista por el monopolio del puerto porteño que condujo a la muerte a valerosos patriotas en la Vuelta de Obligado, sacrificio disfrazado con la mentira de la “defensa de soberanía”.
Valga la apostilla: ese fue el mismo Rosas que le quitó los sueldos a los docentes de las escuelas y universidades estatales, hundiendo en la ignorancia a los pobres y yendo en contra de la tan mentada “igualdad de oportunidades” con la que se llenan la boca.
¿Habla del federalismo y de trato igualitario para todas las provincias?, cuando el peronismo fue el mayor promotor del crecimiento del conurbano bonaerense y que le otorgó tantos subsidios a la luz, el gas y a los combustibles, que hacía que en Buenos Aires se pagara hasta 5 veces más barato los servicios públicos que en el resto del país. ¿En serio? ¿Se puede ser tan caradura? Y lo peor, ¿se puede ser tan idiota como para creerles?
También dijo Fernández: “lo que uno más debería desear como argentino, es que cada argentino tenga la oportunidad de nacer…”, ¿oportunidad de nacer?, ¿de qué oportunidad de nacer habla quien defiende el aborto?, ¿se puede ser más cínico y contradictorio? “…Y de morirse feliz después de haber vivido bien, en la provincia donde ha nacido”, ¿morirse feliz?, ¿Cómo Solange que murió sin ver a su padre?, ¿o Facundo Astudillo?, ¿o Franco Martínez?, ¿o Franco Isorni?, ¿o Luis Espinoza?, todos desaparecidos y muertos en democracia en este 2020.
Entiendo (no comparto) que los que “están prendidos” defiendan “el modelo”… ¿pero el resto?, ¿el laburante que deja más de la mitad de su sueldo en impuestos para mantener punteros y para que le den por sus impuestos la porquería de salud, educación, seguridad y justicia que tenemos?, ¿el profesional que como universitario debería ser capaz de ver más allá de las mentiras de los demagogos? Cómo decía Sarmiento y se aplica a los “educados” que egresan de la universidad: “era el que más sabia… Pero el que menos entendía”.
Lo cierto es que a decir del gran sanjuanino: “la ignorancia es atrevida”, pero aún es más atrevida la avaricia, la soberbia y el despotismo de quienes conducen hoy el destino de nuestra patria y que lejos están de seguir el siguiente principio rector del cuyano: “fui criado en un santo horror por la mentira, al punto que el propósito de ser siempre veraz ha entrado a formar el fondo de mi carácter y de ello dan testimonio todos los actos de mi vida”.
Quienes creemos en la Libertad, en la igualdad ante la Ley y no por la Ley, y en el Respeto por la vida y la propiedad del prójimo, no solo tenemos el deber ético y moral, sino también la impostergable necesidad de oponernos y manifestarnos en contra de los atropellos que se están cometiendo contra los argentinos y contra la República.
El momento es YA… antes de que terminen de hundirnos y de someternos, antes de que no quede nada por salvar.
(*) Rogelio López Guillemain
La pandemia de COVID-19 ha tenido un impacto profundo en nuestras sociedades. Además de la crisis sanitaria, ha afectado la educación, la vida social y los medios de subsistencia. A una economía difícil, esto lo ha profundizado aún más.
Para nuestros jóvenes muchos de estos impactos será a largo plazo y multidimensionales: Por ejemplo, 191 países han implementado el cierre de escuelas a nivel nacional o local, y 1,5 mil millones de personas no pueden asistir a la escuela ya que no disponen de tecnología básica para acceder a las plataformas educativas.
Sin embargo, hay muchos jóvenes liderando esta crisis y no se han quedado de brazos cruzados. Hay una Juventud que está apoyando el diseño y la ejecución de programas sociales pensando en caminos creativos y de respuesta.
También debemos destacar la variedad de emprendimientos que han surgido adaptando propuestas comerciales a estos nuevos tiempos donde se pudo ver la creatividad y el desarrollo de productores locales.
Es fundamental continuar apoyando estos proyectos para que tengan continuidad formulando estrategias competitivas, incentivando y se conviertan en micro empresas sustentables económicamente.
Sumar programas de recuperación en base a economías locales y ver como su fuerza creativa comienza a enriquecer a instituciones, proyectos sustentables y caminos nuevos para salir adelante.
Pienso que un camino de desarrollo es no solo fortalecer las economías regionales sino volver a los oficios, capacitarnos y tener herramientas prácticas para generar recursos propios.
Estamos atravesando un momento de reinvención muy grande y donde más que nunca necesitamos estar unidos, sacar nuestras fortalezas y trabajar juntos como sociedad pensando en lo que queremos construir, diseñando la sociedad futura, poniendo foco en nuestros recursos y liderar.
Es fundamental generar herramientas para crear una sociedad más igualitaria y solidaria y no solo como respuesta a la pandemia sino también pensando a largo plazo y abordando todos el compromiso de crear un cambio duradero.
Recuerda una crónica del diario perfil: “Eduardo Lorenzo Borocotó el 23 octubre de 2005 obtuvo una banca. Pero antes de asumir algo cambió. El 9 de noviembre visitó la Casa Rosada, acompañado por su hijo. ¿Con quién tenía cita? Con el actual presidente Alberto Fernández, quien era jefe de gabinete de Néstor Kirchner. Borocotó se reunió con los dos. A Kirchner no lo conocía. A Fernández, sí.
El mismo día del encuentro en la Rosada, Borocotó anunció su partida del bloque macrista: armó un mono-bloque independiente, afín al kirchnerismo. Alberto Fernández explicó la jugada: "Tenemos que ser amplios. Hay muchos votantes y dirigentes de ARI que están descontentos con Carrió, por ejemplo. Y nosotros estamos abiertos a recibirlos, así como a los radicales, peronistas y a todos los que crean en el proyecto del Presidente".
En nuestras democracias actuales, se debería empezar a pensar en que los ciudadanos, en vez de elegir a personas que encarnen proyectos, ideologías, o letras muertas de lo establecido en partidos políticos, votemos directamente, proyectos, propuestas, modelos o formas de hacer las cosas y que la ejecución de las mismas, pase a ser un tema totalmente secundario, esto sí podría denominarse algo que genere una revalidación de lo democrático, pero no estamos en condiciones de hacerlo actualmente, primordialmente porqué el gobierno de ese pueblo, está en manos de uno sólo, a lo sumo, en cogobierno por un legislativo (con flagrantes problemas en relación a la representatividad, que sería todo un capítulo aparte el analizarlo) y supeditado a un judicial, que siempre falla, de fallar en todas sus acepciones, liberar la opción de ese pueblo, para que elija su gobierno, mediante las ideas que se le propongan, sin que sea esto eclipsado por la figura de un líder o lo que fuere, en tanto y en cuanto siga siendo uno, recién podrá ser posible, cuando su vínculo con la vida y la muerte, no tenga que ser anatematizado mediante la creencia o no creencia, que como vimos son las dos caras de una misma moneda, en un ser único y todo poderoso, creador de este mundo y de todos los otros, los posibles como los imposibles.
La violencia del estado que en la actualidad se traduce en su sobre-presencia en ciertos sectores a costa de la ausencia del mismo en vastas áreas y bolsones, la sobreactuación de un supuesto sentir o hacer democrático, en donde sólo se ejerce una dudosa aclamatoria de mayorías (sistemas de preselección de candidatos cerrada, como internas que no se llevan a cabo, que transfieren el sentido de elegir por el de optar, entre quiénes ellos, de acuerdo a sus reglas disponen que tengamos que optar, es decir elegir condicionados) debería estar tipificado en la normativa, como uno de los delitos más flagrantes contra las instituciones y el pleno ejercicio de la libertad, de tal manera, la ciudadanía no tendría excusas como para no levantarse en puebladas, en manifestaciones que dan cuenta de la total y absoluta anomia, en que la incapacidad de cierto sector de la clase política nos puede volver a conducir en cualquier otro momento u oportunidad. Propuestas es lo que sobra, se precisa de predisposición de estos para hacerles sentir a la ciudadanía que algo determinan, con el pago de sus impuestos y con sus votos. En tiempos electorales, una práctica que debería ser desterrada y que es una muestra expresa del democraticidio, es la compra de votos, sea mediante una dádiva, prebenda, por intermedio de corte de chapas, dinero, mercadería, merca o lo que fuere, como de las mentiras flagrantes e inconsistentes las que ofrecen por doquier. Como también lo es la no sanción de los hechos de corrupción, o la dilación en demasía para resolver los mismos, perpetrados por hombres que hayan pertenecido al funcionariado público.
Si somos presa de políticos corruptos seguiremos encarcelados en el imperativo de una sociedad penalizada y penalizante para sancionar delitos y no para reconvertir conductas que no nos lleven a ellas.
Hasta aquí sí se quiere, nada nuevo bajo el sol, o desconocido para todos aquellos a quiénes, Alfonsín nos prometió que con “la democracia se educa, se come, se cura, no necesitamos nada más, que nos dejen de mandonear…” la nueva modalidad, de estas suertes de “democraticidios” que nos afectan, es que el poder unipersonal del ejecutivo nacional, pasó a un sistema, tal como lo definió un constitucionalista “vicepresidencialista” y por tanto, Alberto, el creador del “borocotismo”, tal como Víctor Frankenstein, pasó a ser víctima de su propia creación, de su mutación práctica de lo representativo.
En la aceleración, profundización o intensificación del cristinismo, camporismo o kirchnerismo recargado, en el que recayó Alberto, no quedaría otro espacio en la historia para él, que un título de un libro escrito por Miguel Bonasso, acerca de Héctor Cámpora; “El presidente que no fue”.
La mayoría que se construyó a tales efectos, con una propagación mayor que la de un virus desconocido y contagioso, se reconstituye con proverbial dinámica y en las próximas elecciones demostrará cuán cerca o lejos puede estar de un poder político, en la actualidad, “borocotizado”.
(*) Por Francisco Tomás González Cabañas.