Sentada en uno de los livings del castillo de la estancia La Candelaria, Nicole Neumann (24) abraza a Luna, una de sus perras, y acomoda el cuerpo para recibir las caricias de su flamante marido, Ignacio Herrero (30). Mira el reloj que marca las cuatro de la mañana. Tanto el casamiento como la fiesta ya son parte del recuerdo. Entonces, aprovecha las últimas energías que le quedan para cerrar la noche con un profundo suspiro, mezcla de cansancio y satisfacción. “Mi casamiento fue tal como lo había soñado”, dice recostada sobre su marido unas horas después de haberse convertido en la esposa de Ignacio Herrero.

“Quería que todo sucediera como si se tratara de una película y así fue. Lo único que no estaba en mis planes era la lluvia que nos acompañó durante casi toda la noche. Sin embargo, la pasé tan bien que eso mismo que al comienzo de la tarde me preocupaba tanto ahora sólo me parece un detalle”. El día de su casamiento, el domingo 20, Nicole y Nacho llegaron poco después del mediodía al lugar donde se realizaría la boda. Juntos, se aseguraron de que todo estuviera preparado para recibir a los 150 invitados y, a último momento, hicieron algunas modificaciones en la disposición del lugar cuando las primeras gotas de lluvia cayeron sobre La Candelaria, una estancia ubicada en la localidad de Lobos, en la provincia de Buenos Aires, que esa tarde sería el escenario de la boda. Con un espectacular casco de más de 100 hectáreas, diseñado por el paisajista Charles Thays, el lugar cuenta con más de 240 especies de árboles. Entre otras cosas, tiene una construcción de reminiscencias francesas y una capilla, que datan de los primeros años del 1900. Para el casamiento de Nicole y Nacho, varios especialistas trabajaron en el lugar con el objetivo de crear el clima que los novios querían. José Luis Ferrando lo hizo en el vestuario de los protagonistas de la noche y Paula Ferreyro acercó su aporte con los arreglos florales. Los ambientadores usaron algunos muebles de Ornamenta y esculturas de Il Sasso. Inmediatamente después de llegar, cada uno se fue a las habitaciones donde se vestirían. La modelo de Multitalent Agency ocupó la suite principal del majestuoso castillo de estilo francés. Rodeada por un equipo de colaboradores compuesto por su maquillador, Ricardo Vallés, su peinador, Iván Ures—de la peluquería Cool Cuts—, y algunos asistentes, la novia comenzó a prepararse. Junto a ella también estaba su perra, Luna, quien caminaba por toda la habitación con un almohadón sobre el lomo, atado a su cuerpo con un lazo color plata. “Luna va a llevar los anillos hasta el altar”, explicó Nicole. “Es parte del cortejo. Y para que se vaya acostumbrabdo hace un rato largo le pusimos este almohadón sobre el cual irán las alianzas. No queremos que se sienta molesta y salga corriendo en el medio de la iglesia”. Mientras los invitados que habían sido citados a las cinco de la tarde, disfrutaban de un té a modo de recepción, la novia terminaba de vestirse. Ella misma le había pedido a sus amigos y familiares que fueran a su casamiento vestidos con ropa de época y prácticamente nadie se atrevió a ir en contra de su deseo. “Es que quería que todo fuera como una película, que tuviera un espíritu mágico, que fuera como en un cuento de hadas”, dijo Nicole. “Por eso quise que todos vinieran vestidos con un estilo años ’20”. Para esa noche, Nicole Neumann tenía listos dos vestidos de novia diseñados por Verónica de la Canal. Ambos llevaban una pequeña bolsita en la espalda para colgar el micrófono corbatero que le puso la producción del programa “Tendencia” para mostrar la intimidad de la boda de Nicole en la emisión del próximo sábado. El primer vestido era un diseño de falda de tul, corta en la parte delantera, trabajada a modo de repollo y bordada con piedras. El corselette había sido realizado en brocato de seda natural con la moldería original del 1800. Llevaba un top de plumetí con una aplicación de puntilla antigua hecha a mano, bordada en cristales y piedras.El ramo, confeccionado por Lidia Linzala, era una carterita de rosas baby color champagne. El segundo vestido, que Nicole usaría para sentirse más cómoda en la última mitad de la fiesta, era una enagua estilo años ’20 realizada en satén de seda natural, con quillas y aplicaciones de encaje chantilly, bordada con cristales, pailletes y perlas. Los zapatos fueron sido diseñados por Nicole y realizados por Ricky Sarkany. “Mandé a hacer cuatro modelos porque no me decidía por uno. Para hacer las sandalias que llevé para la ceremonia religiosa, compré algunas piedras antiguas en San Telmo. Después, se las di a Ricky para que con ellas hiciera un zapato de buen diseño”, contaba la novia al tiempo que su futuro marido se calzaba el traje de crepe satén, diseñado por Verónica de la Canal, que llevó con una camisa de hilo con jabot de puntilla de hilo, broche antiguo y faja escocesa. A las siete de la tarde comenzó la ceremonia en la capilla de la estancia. Nicole llegó hasta allí sobre un caballo y, al tiempo que la ayudaban a bajar, un cortejo de palomas volaba alrededor de la novia. Un tema de Enya, interpretado con un arpa en vivo, recibió a Nicole del brazo de uno de los padrinos: su abuelo materno Kurt. Los otros eran Claudia Neumann —mamá de Nicole—, y Silvia y Pablo Herrero, padres de Ignacio. Delante de Nicole, los pequeños Carmela y Agustín, hacían de cortejo. Detrás de Nicole iba Luna, con su almohadón y las alianzas sobre la espalda. El sacerdote Diego Pumará llevó adelante la ceremonia religiosa. El casamiento civil había sido el 20 de diciembre pasado, en Capilla del Señor. “No quisimos decirlo antes porque para nosotros se trató de un trámite más. El verdadero casamiento era éste y no teníamos ganas de que perdiera sorpresa. Por eso lo mantuvimos en secreto”, cuenta Nicole. Frente al altar los novios se dijeron algunas palabras. ”Te amo con toda mi vida y quiero tenerte conmigo siempre, a pesar de que estoy un poco loco. Porque creo que somos seres unidos en una energía cósmica, aunque vos sigas pensando que lo que digo es ‘chamuyo’”, dijo Nacho Herrero antes de citar los versos de una de sus canciones. “Hasta el final, si hay un final, te amo”. Después, Nicole le habló a su marido: “Hace diez años mi corazón te eligió y por eso es que hoy estamos acá. Quiero que estés al lado mío para siempre”. Los novios se colocaron las alianzas de oro blanco de diseño clásico que llevaban las iniciales de Nicole y Nacho.Una vez concluida la boda, saludaron a sus amigos y familiares en la puerta de la capilla y la novia lanzó el ramo entre sus amigas solteras. Después, todos regresaron al castillo. Allí tuvo lugar la recepción y la comida. El servicio de catering Valdemoros había preparado variedades de canapés, bruschettas mediterráneas, brochetitas de tomate cherry y queso, crostinis con cremas de berenjenas, langostinos con cola en crocante de hierbas y pollo en tubo de philo y sésamo. En las mesas había un centro de quesos y fiambres y un sector dedicado al sushi. El buffet caliente incluyó lomo strogonof y un buffete mexicano con tacos caseros y fajitas de carne. Todo, fue acompañado por vino Terrazas, champagne Chandon y gaseosas. Sobre el final de la comida Nicole y Nacho se tomaron unos minutos para hacer las clásicas fotos familiares. Más tarde los invitados acompañaron a los novios a una gran carpa blanca ubicada a un costado de la casa y todos juntos se emocionaron al ver el video que resumía la historia de amor de Nicole Neumann y Nacho Herrero. Inmediatamente después los novios bailaron un breve vals y siguieron en la pista al ritmo de la música del DJ Walter Portameñe. Quienes no querían bailar ocupaban los distintos livings que había en la carpa —ambientados con muebles de época y grandes fanales— y comían helados de Persicco. A un costado de la pista, una barra espacialmente instalada, ofrecía una gran variedad de bebidas a los que querían tomar un trago. A las doce de la noche el baile se suspendió por unos minutos para dar lugar al show que ofreció Ignacio Herrero a su mujer como regalo de bodas. Subido al escenario y con una banda en vivo, cantó algunas de las canciones que escribió para Nicole. Ella, al pie del escenario, siguió atentamente el recital de su marido y cantó con él los temas que ya conocía. Después, para continuar más cómoda el resto de la fiesta, la modelo se fue a su suite a cambiar su vestido y sus sandalias que, esta vez, eran de taco bien bajo. En la cabeza llevó unas guías de cristal Swarovski en forma de casquete. Así vestida, bailó un rato más y después se acercó a la mesa en la que se exhibía la torta bajo un velo de tul blanco para cumplir con la ceremonia de la tira de cintas y el corte. La torta de bodas fue pensada por la novia. Inspirada en la pastelería europea, la novia diseñó una torre de un metro de altura. Estaba cubierta por profiteroles rellenos con crema de chocolate, dulce de leche y licor, y llevaban una cobertura de pasta americana en colores pasteles con detalles de corazones, pétalos y hojas. Las cintitas tenían dijes de plata con siluetas de animales y una de ellas tenía una alianza de oro blanco. Nicole y Nacho cortaron juntos la torta y brindaron frente a sus amigos y familiares. Después de la torta llegó el momento en el que Nicole mostró sus condiciones para la danza. Junto a su profesor de baile, Calvinho Da Silva, movió su cuerpo al ritmo de la música caribeña y de la lambada. Un rato más tarde, algunos invitados se sumaron a la pista y cumplieron con cada una de las consignas que Da Silva les iba marcando. Entre ellos estuvo Geraldine (21), la hermana de Nicole, quien bailó con Pablo, uno de los tres hermanos de Nacho. El baile continuó mientras los postres ocupaban su lugar en las mesas dulces. Tarta Marroc, crumble de manzana, cheesecake de frambuesas, selva negra de moras, charlotte de frutillas y vainillas y tarta de manzanas eras sólo algunas de las variedades de postres que disfrutaron los invitados. Café y distintos tipos de tés acompañaron el momento en el que la noche volvió a enfriarse bajo la lluvia. Después del carnaval carioca, los primeros invitados comenzaron a dejar La Candelaria. Eran casi las dos de la mañana. Antes, retiraron el souvenir que había diseñado Nicole: un pequeño portarretrato de plata con forma de corazón que llevaba una imagen de la flamante pareja y sus iniciales grabadas en la parte de atrás. Sólo un grupo selecto de invitados se quedó a dormir en el lugar. Las luces y las velas se fueron apagando y los novios regresaron al castillo en el que pasarían su noche de bodas. “Estás tan linda”, le decía Nacho a su mujer mientras atravesaban las salas del castillo. Antes de irse a su habitación, hicieron un alto en el camino y se sentaron en uno de los livings de la casa para comentar la fiesta con los pocos que todavía seguían despiertos. “Para mí ya nada va a ser igual. Siento que para mí empieza otra etapa, una etapa en la que vamos a tener que pensar de a dos, en la que yo sólo voy a ser para él y él sólo para mí. A partir de hoy no se tratará de seguir nuestros impulsos. Llegó el momento de empezar a construir un camino juntos”, dijo ella. Un largo abrazo de los novios marcó el final de la noche. Nicole y Nacho se despidieron y cerraron las puertas de la suite.